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LAS MUJERES DE MI VIDA (CON VOCES SISADAS A PABLO NERUDA). Por Rafael Rodríguez González

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«El baño turco»
por Rafael Luna
(detalle)


Cuando ya se acerca, inexorable, apremiante, el fin de los días de uno, no de uno cualquiera, sino de mí, estimo que puede constituir un buen ejercicio recordar las mujeres que han afectado la vida de uno, en este caso de mí, sea en mayor o menor grado y en cualquier sentido. A estas alturas de la existencia todo lo pasado hay que considerarlo provechoso. Incluso si se trata de mujeres.

…………La única persona que he visto muerta en mi vida, y ojalá siga siéndolo, fue sor Rafaela. A esta hermana de la Caridad la expusieron en la capilla del «colegio de las beatas», y por allí pasé yo, no recuerdo si de la mano de mi madre o de la de alguna de las abuelas que me quedaban. El cadáver de sor Rafaela me convenció, a tan temprana edad, de que todo el mundo se muere: hasta las beatas más buenas, que, según decían, eso era sor Rafaela. Yo, que vivía al lado mismo del colegio, seguí viendo después a la gente que  iba a dar su adiós a la hermana. Pero sor Rafaela, en su catafalco, con una de aquellas tocas que casi obligaban a coger por otra calle cuando dos beatas avanzaban de frente, ya no podía disfrutar de las reverencias. La muerte es así de imperfecta: no permite gozar de ella. Ni los faraones lo lograron.

…………Otra hermana de la Caridad hubo que marcóme para toda la vida: sor Catalina. Con ella, como tantos otros a lo largo de tantos años, aprendí a leer y escribir (no faltará quien la maldiga por ello). Recuerdo especialmente su dulce didáctica, sus indicaciones precisas y apacibles… Y a su lado, siempre, María. Esta mujer, seglar, o lega, no lo sé, fallecida ha pocos años, era la perfecta auxiliar de la religiosa. María, inteligente, sagaz, poseedora de una energía singular, podía parecer a primera vista excesivamente seria, incluso desabrida, pero no, era el águila que sobrevolaba la clase, que distinguía rápidamente al torpón, al más despierto, al necesitado de tal o cual ayuda. Y a cada cual daba lo suyo.

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Foto de Karol Kállay
(1926-2012)

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.…………Será por casualidades de la vida que no pueda recordar a muchos maestros o profesores que me hayan enseñado algo medianamente importante. (La vida en sí no es más que una casualidad absurda, por mucho que esté sujeta a leyes inapelables. Esto no tiene mucho que ver con lo que estoy contando, pero tenía que decirlo). Del colegio salesiano, donde los castigos corporales, con motivo o sin él, eran práctica común, y en el que la enseñanza del francés y del latín eran de lo más deficiente, sólo puedo recordar con gratitud a don Julio, el profesor de Ciencias Naturales. No era cura, por supuesto. Pero volvamos a las mujeres. Para enseñar, lo que enseñaba una profesora del instituto: si su asignatura la hubiera enseñado igual que sus muslos, lo que hacía a conciencia y a todo volumen, todos los alumnos habrían alcanzado el sobresaliente. El director, Fernando Durán Grande, que era del Opus Dei, por lo visto nunca llegó a entrar en ninguna de las aulas en que aquella dama exhibía sus babillas, así que cómo iba a saberlo, si en los institutos nadie se entera de nada.

…………Del instituto también recuerdo, y otra vez me aparto de las mujeres, al profesor de matemáticas, además jefe de estudios, a quien varias veces vimos tirar el cigarrillo recién encendido, mientras se quedaba con la cerilla en la mano. Todo un síntoma de cómo andarían sus logaritmos cerebrales. Fue el mismo que procedió a expulsarme durante una semana debido a mis repetidas «rabonas». Curiosa forma de castigar al abstencionista la de darle cinco días de regalo.

…………Nada de todo esto tiene que ver con mis nulos rendimientos académicos: sin aplicación no puede haber provecho. De modo que de sor Catalina y de María aprendí casi lo único en mi de todos modos corta y entrecortada vida escolar: leer y escribir. Y aunque sé que no hacían más que cumplir con su obligación, continuamente les doy las gracias. Tu(s) recuerdo(s) es(son) de luz, de humo, de estanque en calma.

…………Carmelita la monja, pequeña, surcada de incontables arrugas, de negro desde el cuello a los tobillos, simpática y dicharachera, natural de Almendralejo, había intentado ingresar en la Orden de Santa Clara, antes llamada Orden de las Clarisas Pobres. Pero como Carmelita era pobre, pobrísima, no pudo aportar la preceptiva dote, de modo que fue rechazada por esas infieles al legado de Francisco de Asís. Pese al repudio, Carmelita siempre estuvo ligada al convento: mientras pudo, que fue hasta pocos días antes de quedarse dormida para siempre, ejerció cuantos encargos le hacían las monjas titulares. De vez en cuando aparecía trayéndonos suspiros de canela a los nietos de Guadalupe, con la que Carmelita, desde su llegada a Alcalá, mantuvo una amistad provechosa. En algunas de esas ocasiones nos contaba historias que nos asombraban, por lo menos a mí. Puede que refresque algunas si me lo permite la apremiante e inexorable. Y la memoria menguante.

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Copa de agua con una rosa sobre bandeja de plata
Zurbarán
1598-1664

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…………En mi casa no faltaba la comida, ni la por comer, pero un día Carmelita me invitó a almorzar, lo que realizó con toda la zalamería que corresponde hacerle a un chiquillo. Y allí fui, a un «soberáo» de la calle Fernán Gutiérrez, esa que se vuelca en el Derribo desde las alturas del barrio de San José una vez recogido el afluente de las Corachas (son arroyos menores la calle Ángel y la de Isidoro Díaz). En aquella habitación sin ventanas, a la que se accedía desde el patio tras subir unos cuantos escalones de gran peralto, Carmelita tenía una cama tan estrechita como ella, una gran cruz sin figura humana, una mesa como las primeras que se habrían hecho a las orillas del Éufrates, dos sillas y algunos cacharros. De las tablas del suelo subía el olor a lejía, y las paredes refulgían de blanco, a pesar de que del sol sólo llegaban allí los reflejos del patio.

…………Yo, que era capaz de comerme las cuatro esquinas de la Giralda, y de segundo el lagarto del Patio de los Naranjos, me encontré con un huevo duro, un trozo de pan y cuatro o cinco lonchas… de tomate, rociadas de sal, sin aceite. Hubo postre: un suculento plátano. Deseoso como estaba de llevarme algo más a la boca después del banquete, tardé un rato en volver a casa, porque Carmelita me contó una o dos de sus historias y yo era dócil y atento a las palabras de los mayores, hiciera o no caso después. Siempre he sospechado que mi padre tuvo algo que ver con la invitación gastronómica de Carmelita. Él tenía de vez en cuando sus inspiraciones didácticas. Y la esperanza de que todo el mundo poseyera su misma capacidad de aprender.

…………Qué se festejaba aquella tarde no lo sé. En mi casa estaban todas mis tías por parte materna, una de mis abuelas por la misma rama, dos mujeres más y uno o dos hombres, también de la familia. Sonaba la radio: coplas, flamenco. Bailó mi tía Angelita, que parecía gitana; otras hicieron sus «esplantes», hasta que Carmelita se levantó, tomó el cigarrillo que fumaba uno de los hombres, le dio dos chupadas y se pegó dos o tres vueltas de baile, dejando en pañales a todas las demás. Acogedora como un viejo camino. Te pueblan ecos y voces nostálgicas.

…………Hablo ahora de una mujer a la que mientras viva —quiero decir mientras viva yo, viva o no ella— estaré agradecido a más no poder. Fue su interés por que colaborara con ella en las responsabilidades políticas que acababa de asumir lo que hizo posible que, al cabo del tiempo, mi conciencia política tuviera la oportunidad (aprovechada, declaro ufano) de llegar a más altos desarrollos, hasta el punto de hacerme abandonar la dedicación militante que venía ejerciendo desde los diecisiete años (a lo que cuento tenía cuarenta y uno). Probablemente también hubiese llegado a las mismas conclusiones de no haber mediado las circunstancias que propició esa mujer, pero la realidad es que fue gracias a mi elevación orgánico-partidaria que empecé a ver más claro.

…………Hay quien sube un escalón y enseguida olvida críticas y objeciones que sostenía hasta ese momento, y ya todo le parece bien. No es que yo sea mejor, pero como lo que siempre me ha interesado es saber más para actuar más y mejor, a mí me pasó lo contrario: desde uno o dos escalones más arriba tuve la oportunidad de contemplar la panorámica y lo que tenía a los pies y a los lados. Abreviando, porque esto no puede convertirse en un tratado sobre política revolucionaria: durante aquellos pocos años escalones arriba llegué a ver con claridad (ayudado por lecturas totalmente imprescindibles) que el proceder de la hasta entonces mi organización no se guiaba por el método apropiado ni conducía a ningún sitio deseable desde el punto de vista revolucionario (lo que no tiene nada que ver con la inmediatez ni con el extremismo). Ella, una criatura más lista que inteligente, de una soberbia garrafal, desprovista de los más esenciales elementos de la teoría y del conocimiento histórico-práctico, permaneció durante años dedicada al combate interno camino a ninguna parte, hasta que acabó fuera de la organización porque ya no había en ésta recursos para todos, ni lugar para todas las soberbias. Uno o dos años después estuvo unos meses escribiendo en el diario «El País», periódico tan denostado por ella en otros tiempos. También apareció como tertuliana en Canal Sur, pero no por mucho tiempo. Cualquiera sabe si se fue o si prescindieron de ella, tanto en uno como en otro medio. Ya sé que todo esto puede resultar un tanto críptico, así que quien quiera que me pregunte, si es capaz de localizarme. Y yo contestaré si me parece, como es natural. Por eso pude revivir, empeñado en mi testimonio y en mi esperanza irreductible.

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Isabel, La Lirio
Foto de Fernando Trigo
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…………Yo la quise, y a veces ella también me quiso. Me atraía su rostro tumefacto de alcohólica integral de sufrida vida. Y aquellos brazos con aquellos bultos. Y sus andares como de ir subida en un caballito de tiovivo. Su tristeza redonda y cabal. Sus ojos sin mirada, sin voluntad de ver, vacíos de objetivo. La Lirio era, de entre tantos posibles, un monumento a la vida. ¡Cuántas mañanas, a las seis, se asomaba a la puerta del bar, con semblante grave, aterida y lacrimosa! ¿Me dejará entrar? ¿Me pondrá el café?, se preguntaba, aun a sabiendas de lo positivo de la respuesta. Aunque, bueno, todo hay que decirlo: en algunas ocasiones aparecía tan desastrada y con tan malas fragancias que yo le prohibía la entrada. Entonces, si la cogorza aún mandaba, se plantaba en medio de la calle, se alzaba las ropas como lo haría la cabaretera beoda de una película del Oeste y gritaba: «¡Satanás!», para enseguida lanzar una larga carcajada que terminaba ahogada por la tos. En tales casos nunca faltaba el buen parroquiano que se prestaba a llevarle el café para que, temblequeando, se lo bebiera en la calle, mientras yo seguía trabajando y oyendo las risas y los improperios que me dedicaba Isabel. Sus dicterios eran para mí como palabras de amor.

…………Durante una de las escasas temporadas (¡tan cortas!) en que dejó de deambular por las calles empujada por aquel carrito que portaba sus pertenencias, Isabel estuvo limpiando en el bar y en la casa de Joaquín Oliver y Águila Álvarez, frente al Ayuntamiento. Los propios dueños tenían que reconvenirle: «¡Para, chiquilla, que vas a gastar las losas!», «¡No le des más a eso, que le vas a quitar el color!». El día en que se despidió de aquel empleo (y ya no tuvo ningún otro), llegó al bar del Morenito, a poca distancia del de Oliver. Allí trasegábamos tres o cuatro amigos. Invitamos a Isabel sin ningún remordimiento, sabedores de que si no era por aquí sería por allá. Seguramente fui yo, el más joven, el que la subió a una recia mesa para que bailara, lo que hizo a la manera de su Jerez natal, aunque con unas singularísimas formas. Luego nos contó que, apenas iniciada la pubertad, había coincidido en la misma «casa» con la que luego llegaría a ser una afamadísima artista, paisana suya. Lo que pasa es que la otra era de una gran belleza y salió pronto de allí, mientras que Isabel, tan poquita cosa, más bien feílla, hubo de seguir ejerciendo la aciaga ocupación de soportar cuerpos sin espíritu (o como astillas, que podría haber dicho Rachel Corrie). Eso contó.

…………La Lirio fue maltratada por más de un municipal, vejada por estúpidos superlativos, socorrida por pocos y pocas, hasta que mi padre la llevó, tras largos esfuerzos de convencimiento, a una residencia que no tuvo inconveniente en admitirla, no recuerdo en qué pueblo sevillano. Volvió a Alcalá a los pocos meses y reanudó su anterior forma de vida. Pero sus fuerzas ya no eran las mismas y mi padre la llevó a otra residencia, donde permaneció hasta su muerte, años después, dedicada a lavar y fregar, a fregar y lavar. Parecía poseída por Lucris, aquella diosa de la limpieza que nos describe Tito Lutacio Relenticus en su «Tratado sobre los males del Mundo». ¡La Lirio! ¡Ay, mi Lirio! ¡Cuántas veces te veo y no te oigo! Distante y dolorosa como si hubieras muerto.

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Lana Turner
1921-1995

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…………«Tú eres maricón». Eso me dijo, casi musitando, pero enérgicamente, un mediodía de verano, en su propia casa, una linda muchacha, vamos a llamarla María, primogénita de los dueños de un establecimiento que yo frecuentaba. El establecimiento era un bar, vamos a dejarnos de perífrasis. Yo, con apenas diecinueve, ella, con apenas dieciocho, pero ella con un instinto y un alcance equiparables a los exhibidos por Lana Turner en la mayoría de sus películas. Yo le gustaba mucho: lo anormal hubiese sido lo contrario, dadas mis características físicas en aquel tiempo. Me resultaba muy agradable, me inquietaba, e incluso me sorbía el seso a ratos, pero pasar de las miradas y las bromas (a veces zahirientes por mi parte, por increíble que resulte a quienes me conocen), para mí era como si alguien que sufre de vértigo hubiese de transitar por la baranda de un puente. Y precisamente yo, que no cobijo entre mis muchos defectos el del fingimiento, al contrario de tantos que forman dispersa legión. Porque no es que, algunas veces, al tenerla cerca, no se produjera en mí la reacción vascular que pueden imaginar. Algunos amigos se percataban del estado de confusión y temor en que me encontraba. Uno de ellos me dijo: «¡Ay, los inexpertos!». Algo había de eso, pero no era eso.

…………Cuando una mujer quiere lograr a un hombre no ceja hasta que está absolutamente convencida de que es imposible (¡qué les voy a contar yo a ustedes, sean varones o hembras, si seguramente estarán cansados de tantas experiencias!). Tanto insistía que hasta fui a verla a un pueblo de la costa, donde estaba con su madre (que veía bien el posible). Volvíme a la mañana siguiente, después de haber dormido en una posada, solo, por supuesto (si no, no habría dormido).

…………María, a la que a veces veo por la calle, y por la que no han pasado los años, o ella por los años (¡qué tersa, qué fresca en el mejor sentido de la palabra!), me dijo aquel día lo que otras habrán pensado y además comentado con alguien. Pero sólo María me lo ha dicho, en la cara, con todas las letras. Y enfadada, porque le dolía de verdad (¡la verdad!) que lo nuestro no fuera posible. Mi alma no se contenta con haberla perdido.

…………No hay mucho más que contar, a menos que entrásemos en el terreno del cotilleo. Proposiciones directas e indirectas las ha habido presencialmente y por teléfono: de concejalas, de esposas de amigos, de empleadas de establecimientos, de clientas del bar cuando yo lo tenía y también después… (No todas las mujeres, ni mucho menos, tienen tan buena pesquis como por lo general se le atribuye al sexo femenino). En todo caso, ninguno de esos ofrecimientos pasó a mayores: soy un hombre decente y puro, fiel a mi condición innata (rían, rían). Sólo han sido anécdotas incipientes. Algunas, de carácter cómico, o amable. De otras es desagradable el recuerdo. Fragancia de melocotones, bellotas de alcornoque. Flores y pedradas. ¿Culpas? De la vida, esa absurda casualidad.

…………Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

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PABLO NERUDA. Pido silencio

Pablo Neruda

(1904-1973)

EL BARCO (POEMA DE PABLO NERUDA). Por Rafael Rodríguez González

Sevilla 21 de mayo de 2011
Fotos: LGV

Estos versos de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto —cómo no salir poeta con ese nombre—, podrían servir, al igual que tantos suyos, de portavocía poética del Movimiento 15-M, ese verdadero ejemplo, entre otras muchas cosas, de amor propio y colectivo. Esa combinación (junto a otras, junto a otras) ha sido esencial en la realización de las gestas más positivas de la Historia. Es muy simple, pero no es nada sencillo. Yo no soy tan optimista como nuestro verdadero ¡tan verdadero! amigo José Luis Sampedro, pero no hay más remedio que afanarse en hacer lo que en cada momento haya que hacer, siempre con el rumbo bien claro: la superación de la opresión-explotación del ser humano por el ser humano. (Rafael Rodríguez González)

Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo

por qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer?

Queremos mirar las nubes,

queremos tomar el sol y oler la sal,

francamente no se trata de molestar a nadie,

es tan sencillo: somos pasajeros.

Todos vamos pasando y el tiempo con nosotros:

pasa el mar, se despide la rosa,

pasa la tierra por la sombra y por la luz,

y ustedes y nosotros pasamos, pasajeros.

Entonces, qué les pasa?

Por qué andan tan furiosos?

A quién andan buscando con revólver?

Nosotros no sabíamos

que todo lo tenían ocupado,

las copas, los asientos,

las camas, los espejos,

el mar, el vino, el cielo.

Ahora resulta

que no tenemos mesa.

No puede ser, pensamos.

No pueden convencernos.

Estaba oscuro cuando llegamos al barco.

Estábamos desnudos.

Todos llegábamos del mismo sitio.

Todos veníamos de mujer y de hombre.

Todos tuvimos hambre y pronto dientes.

A todos nos crecieron las manos y los ojos

para trabajar y desear lo que existe.

Y ahora nos salen con que no podemos,

que no hay sitio en el barco,

no quieren saludarnos,

no quieren jugar con nosotros.

Por qué tantas ventajas para ustedes?

Quién les dio la cuchara cuando no habían nacido?

No me gusta en el viaje

hallar, en los rincones, la tristeza,

los ojos sin amor o la boca con hambre.

No hay ropa para este creciente otoño

y menos, menos, menos para el próximo invierno.

Y sin zapatos cómo vamos a dar la vuelta

al mundo, a tanta piedra en los caminos?

Sin mesa dónde vamos a comer,

dónde nos sentaremos si no tenemos silla?

Si es una broma triste, decídanse, señores,

a terminarla pronto,

a hablar en serio ahora.

Después el mar es duro.

Y llueve sangre.

PABLO Y NÉSTOR. Por Rafael Rodríguez González

 

pablonerudajoven

Pablo Neruda

12 de julio de 1904-23 de septiembre de 1973

Hace cuarenta años, por estas fechas, Nixon y Kissinger —por citar sólo a dos de los sobresalientes— seguían los mensajes que sus agentes enviaban desde Santiago de Chile. Lo hacían con más avidez que algunos a los pilotos de carreras, o que los futboleros fanáticos a sus astros peloteros, esos que hacen pelotas con el dinero como los escarabajos con la mierda. Pero allí sucedían cosas muy distintas. Se aplastaba la experiencia encabezada por Salvador Allende, e incluso lograban después, con la formidable y continuada ayuda de quienes tendrían que haber hecho lo contrario, que las verdaderas enseñanzas de aquella experiencia y su aplastamiento fueran ignoradas casi por completo.

         Por aquellos días se encontraba muy enfermo Pablo Neruda, el poeta más total que haya conocido mi menesterosa sesera. Ya se apuntó entonces, y se ha confirmado ahora, que, aun siendo grave, no lo mató la enfermedad, sino que la muerte fue ayudada, inoculadamente ayudada, por quienes no podían consentir ni un día más que aquella conciencia permaneciera alerta, creativa, concitadora de adhesión y bienquerencia. Qué otra cosa podían hacer las alimañas que lo tenían entre sus garras, sino asesinarlo.

        De él decían algunos: «Es comunista, pero es bueno». Otros, esto: «Es bueno, pero es comunista». Con el orden de las palabras no pasa como con los factores en la aritmética.

         Estas líneas son simple recordación de aquel septiembre, y la obra de Pablo Neruda nos sirve para, entre otras muchas cosas de altura, insistir en que la verdadera libertad, es decir, no la de unos pocos, necesariamente ha de ir de la mano de la justicia. Lo demás son milongas de rasa estofa. Y, hablando de libertad, me tomo la de reproducir unos versos de un amigo venezolano, Néstor Flavio —que tanto me enseñó de Neruda—, dictados por teléfono meses antes de morir en los sucesos de 1992. Néstor era un hombre íntegro y valiente. Hacen falta muchos así, a qué dudarlo:

 

El primer pecho

que horade una bala

que sea el mío.

Las primeras piernas

que espachurren,

y la primera cabeza

que revienten,

que sean las mías.

Me halagará,

aunque no lo vea,

que en alguna noticia

se diga:

fulanito fue

la primera víctima mortal

en la revolución que acabó

por fin

con la ignominia.

Nadie me quite

el privilegio.

Sé que hay miles

anhelando el título.

 

CESÁREO ESTÉBANEZ. De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún

 
 
 

El actor Cesáreo Estébanez y el guitarrista Niño Elías en el último ensayo de LA CEGUERA 
(Foto: José Miguel Hermosín Martínez. Hacienda de los Ángeles, 2006)

 
 
 

Cesáreo Estébanez en su casa de Alcalá de Guadaira
(Foto: Olga Duarte Piña 2004)

 
 
 

   Respiramos un aire nutrido por los aromas que emanan las maderas y las tapias encaladas de este recinto, convento íntimo y laico orillado al borde mismo de una curva, al pie mismo de un escarpe, al que se agazapan higueras silvestres, cuyo perfume milenario y sagrado también nutre el ser de este aire que respiramos. Mientras la voz de Cesáreo va, también, con su aire, nutriendo esta atmósfera atravesada de luces muy antiguas y muy sabias.
Hemos venido a que nos hable de teatro, de él y el teatro. Le hemos dicho que con sus palabras queremos pergeñar una muy humilde didáctica sobre el arte dramático, principalmente para los lectores de estos textos y, también, para nosotros mismos.

   Aunque nació en Palazuelo, provincia de Valladolid, circunstancia de la que no tiene la culpa, según él mismo dice, sus primeros pasos, su primera novia, su primera juventud fueron en Palencia. Sus primeros recuerdos entrañables son de un río, afluente del Pisuerga y de la calle Mayor de Palencia.

   Cuenta que en su familia no hay ninguna relación con el teatro, sin embargo ello no ha impedido que a él le haya gustado el teatro desde que era un niño. -Desde que en un grupo, de estos de mayores, hice el niño de una obra de Miller, a los 9 años. Me cogieron, no sé porqué-. Luego hizo teatro durante el bachillerato y en la universidad de Salamanca y, finalmente, se fue a Madrid un año, a probarlo -porque no quiero que me den los sesenta, que ya tengo, y me haya quedado el gusanillo-, y ya no volvió. Cesáreo marchó a Madrid para convertirse en actor dramático después de haber casi concluido la licenciatura de Medicina, carrera de la que sólo le faltan por aprobar algunas asignaturas -Tengo la orla pero no terminé-. Se fue a la capital con el consentimiento de su padre, que siempre lo apoyó en aquella decisión suya, no así su madre que nunca aceptó que su primogénito, que iba para premio extraordinario, rompiera con siete generaciones de médicos en la familia. -Mi padre fue a Madrid a verme encantado, varias veces, como si yo fuera Lawrence Olivier. Yo les digo a mis sobrinos lo que me dijo él: Si eliges un trabajo, vas a tener que estar un tercio de tu vida en él: ¡que te guste, por favor!-

   En la Universidad de Salamanca, cada quince días, durante los primeros años de la década de los sesenta, Cesáreo Estébanez, leía y recitaba textos y poemas de los autores en aquella época comprometidos políticamente y otros, ya muertos, cuya palabra literaria era considerada contraria al régimen dictatorial instaurado por Franco en aquella España: León Felipe, Blas de Otero, Pablo Neruda, Gabriel Celaya, Miguel Hernández, César Vallejo… Pues Cesáreo precisamente perseguía como fin difundir la literatura comprometida en aquellos actos sucesivos llamados “Una hora con…” ante un nutrido público de estudiantes y profesores universitarios. Entonces conoció a don Fernando Lázaro Carreter que era rector de la Universidad de Salamanca y con quien tenía que mantener frecuentes contactos, por razón de la organización del programa:

   -Lázaro iba a todos los recitales míos. Después de hacer “Una hora con León Felipe” un señor del público me regaló la colección entera de León Felipe, para mí un regalo maravilloso. Lo tuve yo en mi habitación del colegio mayor un tiempo, y un día vino la policía, me la quitó, y hasta hoy, sin decirme nada eh!, cogieron la colección y se la llevaron-.

   -Con Manuel Dicenta, que fue actor y profesor, primero, fui alumno de la Escuela de Arte de Madrid, y luego, compañero, porque trabajé con él en el María Guerrero, en el Reina Victoria… En el teatro español del siglo XX para atrás se ha perdido. De los carros de los pueblos se pasó a los corrales de comedia, y de éstos se pasó a los teatros del XIX, a la italiana. En los años que siguieron a la Guerra Civil la tradición se perdió. Llegamos los modernos y nos cargamos la tradición anterior, de lo cual ahora estamos muy arrepentidos todos porque no supimos valorar lo nuestro. Cuando los de los Teatros Universitarios ingresaron en el teatro, digamos comercial, profesional, la época de Adolfo Marsillach, para entendernos, de Juanjo Menéndez, Fernando Delgado, Jesús Puente…, formaban una promoción que toda vino de la universidad, ocuparon el teatro. Y, entonces, como yo digo, sabían leer y escribir, y sabían literatura, cosa que no solían saber los actores… Y ocuparon sus puestos. Los de la generación siguiente, que fue la nuestra, les creímos más a ellos que a los otros y renunciamos a los otros. De hecho rompimos el sistema de tradición. Es así y algunos lo escribirán. A nosotros nos gustaba el teatro que se hacía en el Berliner alemán, en Paris o en Nueva York y considerábamos no ya viejo, sino estúpido el que teníamos, también vivía Franco, y todo lo que era luchar contra los establecido era luchar contra Franco, lo cual era favorecedor. Entonces, yo no valoré a Manolo Dicenta, aunque era de izquierdas, yo no le valoré porque representaba a esa época, sin embargo, yo le imitaba recitando hasta tal punto que él mismo no sabía si algunas grabaciones eran suyas o eran mías. No supimos ver lo que tenían de bueno. Eran los cómicos que venían de los cómicos de la lengua, eran ruines como personas, eran muy peseteros, tenían miedo a vivir. Nosotros no teníamos hijos que alimentar. En mi generación nos giraba papá si teníamos problemas económicos: ¡teníamos más pasta, joder! Si algo no nos gustaba por estética no íbamos, eso era impensable para aquellos actores. Debimos de haber guardado una espita para que salieran los de la época anterior porque no pudimos aprender todo lo que debíamos, ellos no pudieron enseñarnos todo lo que sabían; y lo digo yo que soy quizás de los que han mamado de ahí. Todo ese teatro hoy es irrecuperable.

   -El teatro es lo que más me gusta a mí en el mundo, sin discusión… O me gustaba. A medida que pasa el tiempo vas viendo que lo que más te gustaba en el mundo ya no te gusta tanto, a lo mejor ahora, en un momento determinado lo que más te gusta en el mundo es dar un paseo, o leer, o hacer otra cosa. El año pasado me llamaron para hacer “Luces de Bohemia”, lo del don Latino, y me fuí nueve meses de gira, o sea… aún me tira. Pero este año me han hablado de ir a Madrid a hacer otra cosa, y he dicho que no-.

   -Cuando me preguntan qué hay que hacer para ser actor, yo digo currar. La improvisación es contraria al teatro. El teatro es exactamente ensayo-.

   -Cuando interpretas piensas en lo que te da la gana: no hay ningún ensimismamiento. Te metes en situación relativamente: yo sé que no soy don Latino, yo sé que no soy Hamlet ¡qué voy a ser Hamlet yo! Si fuera yo Hamlet…-

 
 
 

El actor Cesáreo Estébanez, al centro,
hablando con el pintor Xopi
y el guitarrista Niño Elías,
un poco antes de que empezara «La ceguera»
(Foto: Enrique Sánchez Díaz. Hacienda de los Ángeles, 2006)

 
 
 

De derecha a izquierda, Antonio de la Torre,
Lauro Gandul, Cesáreo Estébanez y Niño Elías
(Foto: Enrique Sánchez Díaz. Hacienda de los Ángeles, 2006)

 
 
 


Cesáreo Estébanez con acompañamiento de la guitarra de Antonio Contreras
declamó poemas de Vicente Núñez
y de Antonio Medina de Haro

 
 
 

PROSA Y POESÍA DE RAFAEL RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (1955-2015) EN LA REVISTA ILUSTRADA DE LITERATURA «CARMINA»

 

[Foto: LGV Rota 2011]

 

I

 

OBRA ANÓNIMA

 

   ¿NOTÁIS LA BARBULLA DE LA MARCHA?. Anónimo del s. XXI (Compilaciones de Rafael Rodríguez González 2012)

   «OBSERVAD AL CIERVO: SABE». Anónimo del s. XXI encontrado en las escalinatas de las Setas de La Encarnación (Compilaciones de Rafael Rodríguez González —Sevilla 2012—)

   «QUE GROENLANDIA SE FUNDA» Poema Anónimo del s. XXI con otro visual de LGV. Compilaciones de Rafael Rodríguez González

   A SALVO DE RESFRIADOS. (Anónimo del s. XXI). Compilaciones de Rafael Rodríguez González

   ES UN PAPEL HALLADO EN CUALQUIER SITIO (Anónimo del s. XXI). Compilaciones de Rafael Rodríguez González

   PROCACIDADES PARA UNA BODA (Anónimo del s. XXI). Compilaciones de Rafael Rodríguez González

sintítuloacrílicosobrelienzoFAFI

Sin título

(Acrílico sobre lienzo)

Rafael Luna

 

II

 

OBRA HETERÓNIMA

 

ALBERTO GONZÁLEZ CÁCERES (1953-2009)

 

   ALGUNAS RIMAS DE ALBERTO GONZÁLEZ CÁCERES HECHAS POR ENCARGO (CON DOS PINTURAS DE RAFAEL LUNA, A PROPÓSITO DE ESTA EDICIÓN). Por Rafael Rodríguez González

   DISTANCIA. Alberto González Cáceres (1953-2009)

   «SUBIU O CLAMOR DA LIBERDADE / FLORIU ABRIL». Homenaje de «CARMINA» a la revolución portuguesa del 25 de abril de 1974 y 2ª edición de un poema de Alberto González Cáceres

   EL VACÍO (*). Poema de Alberto González Cáceres con fotografía de Manuel Verpi

   AL FILO DE LA NOTICIA* (29-2-2009). Poema de Alberto González Cáceres (1953-2009)

   PINGAJOS. Por Alberto González Cáceres (1953-2009)

   POR DESGRACIA… (*). Alberto González Cáceres (Alcalá, 1953-Monsaraz, 2009)

   TE QUEREMOS, LUIS. Alberto González Cáceres (1953-2009)

   LA PRÉDICA DEL INCURABLE. Por Alberto González Cáceres (Alcalá de Guadaíra, 1953-Monsaraz, 2009)

   POR SI FUERA POCO (*). Por Alberto González Cáceres (Alcalá de Guadaíra, 1953-Monsaraz, 2009)

   FIN DE LA MADEJA (*). Por Alberto González Cáceres (Alcalá de Guadaíra, 1953-Monsaraz, 2009)

   BUSCANDO EN LA CALLE SOL. Alberto González Cáceres (1953-2009)

   EL LIBRO. Alberto González Cáceres (Alcalá de Guadaíra, 1953-Monsaraz, 2009)

   ESTUPENDO. Por Alberto González Cáceres (Alcalá, 1953-Monsaraz, 2009)

  TERCER AVANCE: LA DESTILACIÓN DE LA VIDA. Alberto González Cáceres (2009). Publicación «post mortem». Texto cedido por Mario Cortés (2010)

   SEGUNDO AVANCE: UN HOMBRE DE TALLA. Alberto González Cáceres (2009). Publicación «post mortem». Texto cedido por Mario Cortés (2010)

   PRIMER AVANCE: LA LEJANÍA DEL PODER. Alberto González Cáceres (2009). Publicación «post mortem». Texto cedido por Mario Cortés (2010)

   XIV (De «De Proelium»). Alberto González Cáceres

   HOMENAJE (1) DE «CARMINA» A LA LIBERTAD O AL AMOR (15 DE MAYO DE 2016). Poema y carta de Alberto González Cáceres (1953-2009) y Rafael Rodríguez González (1955-2015), respectivamente

 

 Jules et Jim

François Truffaut

(1932-1984)

 

FERNANDO GONZÁLEZ CÁCERES

 

   EL MARIDO DE MI MUJER. Por Fernando González Cáceres «Mimo»

 

[Foto: Lorenzo del Término, Lisboa 2012]

 

HÉCTOR BAUDILIO CÁRDENAS POSTIGO

 

   PASMOSA Y SINGULAR. Por Héctor Baudilio Cárdenas Postigo

[Foto: Lorenzo del Término, Marvão (Portugal) 2011]

 

JOAQUÍN DE GRADO

 

   YA ESTÁN EN LA HISTORIA. Por Joaquín de Grado

   LA PAZ ES IMPOSIBLE. Por Joaquín de Grado

   QUE NO PARE LA REFORMA. Por Joaquín de Grado

   ASÍ NO HAY SALIDA. Joaquín de Grado

   VA A PASAR. Por Joaquín de Grado

   «¡QUÉ LINDO, CHAMACOS!» Por Joaquín de Grado

   VERGÜENZA NOS DA. Por Joaquín de Grado

   AMNISTÍA Y LIBERTAD. Por Joaquín de Grado

   DE AQUÍ A LA ETERNIDAD. Por Joaquín de Grado

   LA JUSTICIA DE LAS FIERAS. Por Joaquín de Grado

   OTRO PARO, ¿Y…?. Por Joaquín de Grado

   EL REFERÉNDUM. Por Joaquín de Grado

   ESCENAS ESPAÑOLAS. Por Joaquín de Grado

   LO MEJOR Y LO PEOR. Por Joaquín de Grado

   NAPOLEONCITO HA HABLADO. Por Joaquín de Grado

   LA RELIGIÓN DEL VOTO. Por Joaquín de Grado

   DÚO ALCALAREÑO. María del Águila Barrios y Joaquín de Grado

   EL 20-N, REFERÉNDUM. Por Joaquín de Grado

[«Canto a la libertad» de José Antonio Labordeta (1935-2010)

 

JOSÉ CUEVAS DEL RÍO (1581-1613)

 

   TRES EN LA RIBERA. Por José Cuevas del Río (1581-1613)

   MÁS HOMENAJE (2) DE «CARMINA» AL 15-M, COMO DESDE HACE 5 AÑOS: SI LA LIBERTAD ES MENOS QUE EL AMOR, MÁS AMOR SI CABE, QUE LIBERTAD. Poema y carta de José Cuevas del Río (1581-1613) y Rafael Rodríguez González (1955-2015), respectivamente

 

Benjamín Franklin leyendo

David Martin

(1737-1797)

 

MARIO CORTÉS

 

   CARTAS A OLGA (5). Por Mario Cortés (2009). Con «Nota Preliminar» a los «Tres avances fúnebres» de Alberto González Cáceres

   EL ARTE PURO (DOY FE DE QUE HA EXISTIDO). Poema de Mario Cortés (1984)

   CARTAS A OLGA (4). Por Mario Cortés (2009)

   CARTAS A OLGA (3). Por Mario Cortés (2009)

   CARTAS A OLGA (2). Por Mario Cortés (2009)

   CARTAS A OLGA (1). Por Mario Cortés (2009)

  MIGUEL CON SUS PENAS (SUCINTO BOSQUEJO SINCOPADO DEL OCTOGÉSIMO CAPÍTULO DE UNA BIOGRAFÍA). Por Mario Cortés, 2008

El prestidigitador EL BOSCO

El prestidigitador

El Bosco

(1450-1516)

 

PARCO LACÓNICO

 

   LA MARCA ESPAÑA. Por Parco Lacónico

   UN JUEZ POR DERECHO Y DOS LIBROS. Por Parco Lacónico

   CON PERMISO DE PEÑAFIEL. Por Parco Lacónico

   ¡QUÉ MANADA! Por Parco Lacónico

   UN NOBEL, UN TRAPO Y UN MINISTRO. Por Parco Lacónico

   ACCIDENTES. Por Parco Lacónico

   LA BÁÑEZ, ESE CILICIO*. Por Parco Lacónico

   ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ. Por Parco Lacónico

   MINISTROS Y ENCUESTAS. Por Parco Lacónico

   LOS TRILEROS. Por Parco Lacónico

   1000 KILOS DE HACHÍS «ES-FUMADOS». Por Parco Lacónico

   ¡QUÉ FIGURAS! Por Parco Lacónico

   SÓLO PARA PRIVATIZAR Y ROBAR. Por Parco Lacónico

   LAS APARIENCIAS A VECES NO ENGAÑAN. Por Parco Lacónico (con fotos de LGV y pintura de Fafi)

   DECISIONES. Por Parco Lacónico

   Y VALDERAS SE CAYÓ DEL CABALLO. Por Parco Lacónico

   PARLAMENTOS, un texto breve de Parco Lacónico con LA JUSTICIA, dos pequeños dibujos de Xopi

   NADA NUEVO BAJO EL SOL. Por Parco Lacónico

Manolito María, Anzonini y Paco del Gastor

(primeros años 60, Madrid)

 

RAMÓN NÚÑEZ VACES

 

   DOY FE DE QUE HA EXISTIDO. Ramón Núñez Vaces

   LOS DOS JUANES. Por Ramón Núñez Vaces

   JUAN TALEGA EN CUATRO ADARMES. Por Ramón Núñez Vaces

   JOAQUÍN EL DE LA PAULA MURIÓ HACE 75 AÑOS. Por Ramón Núñez Vaces, 2008

Dolores Ibárruri y su hijo Rubén

(Probablemente la última foto que se hicieron madre e hijo)

 

RAÚL ROCA GALES

 

   RAMIRO RUIZ GANTERO EN CUATRO PARTES (4ª). De la serie «Personajes imaginables en hechos reales». Por Raúl Roca Gales, Delegado en Sevilla de Caja Luna Lunera, Sociedad Filantrópica Global. Compilación de Rafael Rodríguez González, 2010

   RAMIRO RUIZ GANTERO EN CUATRO PARTES (3ª). De la serie «Personajes imaginables en hechos reales». Por Raúl Roca Gales, Delegado en Sevilla de Caja Luna Lunera, Sociedad Filantrópica Global. Compilación de Rafael Rodríguez González, 2010

   RAMIRO RUIZ GANTERO EN CUATRO PARTES (2ª). De la serie «Personajes imaginables en hechos reales». Por Raúl Roca Gales, Delegado en Sevilla de Caja Luna Lunera, Sociedad Filantrópica Global. Compilación de Rafael Rodríguez González, 2010

   RAMIRO RUIZ GANTERO EN CUATRO PARTES (1ª). De la serie «Personajes imaginables en hechos reales». Por Raúl Roca Gales, Delegado en Sevilla de Caja Luna Lunera, Sociedad Filantrópica Global. Compilación de Rafael Rodríguez González, 2010

 

Murmúrios de sombras e silhuetas no Teatro Real de San Carlo

[Foto: Lorenzo del Término, Lisboa 2012]

 

URBANO URIBE DE URVANDO (1959-1986)

 

   LA NOCHE EN LAS BUTACAS. Por Urbano Uribe de Urvando (1959-1986)

   EL HOMBRE DE LA ACERA (*). Por Urbano Uribe de Urvando (1959-1986)

   YA NO PODÍA MÁS (*). Por Urbano Uribe de Urvando (1959-1986)

   REALIDAD DESPERDIGADA. Por Urbano Uribe de Urvando

   LO MÍO ES MÍO. Por Urbano Uribe de Urvando

   EL ENCUENTRO (*). Urbano Uribe de Urvando (1959-1986)

Conversaciones en torno a Cezanne

Guillermo Bermudo

2001

 

III

 

OBRA HOMÓNIMA

 

RAFAEL RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (1955-2015)

 

   FERNANDA DE UTRERA: «ALCALÁ SIEMPRE SE HA PORTADO BIEN CONMIGO». Manuel Ríos Vargas y Rafael Rodríguez González (1984)

   EVENTOS CONSUETUDINARIOS. Por Rafael Rodríguez González

   A PROPÓSITO DEL GUITARRISTA PACO DE LUCÍA. Por Rafael Rodríguez González

   LA CARRERA. Por Rafael Rodríguez González

   «TÓ» EL MUNDO ES FEO. Por Rafael Rodríguez González

   PABLO Y NÉSTOR. Por Rafael Rodríguez González

   AHÍ ESTÁ EL DETALLE. Por Rafael Rodríguez González

   EL EXTRAÑO CASO DEL NIÑO MONJE. Por Rafael Rodríguez González

   YA SON TREINTA AÑOS. Por Rafael Rodríguez González

   CORTAR EL NUDO. Por Rafael Rodríguez González

   GENTE INFRECUENTE (y III). Por Rafael Rodríguez González

   GENTE INFRECUENTE (II). Por Rafael Rodríguez González, con una pintura de Rafael Luna sin título (acrílico sobre lienzo)

   GENTE INFRECUENTE (I). Por Rafael Rodríguez González

   LÚGUBRE HORIZONTE. Por Rafael Rodríguez González

   PLÁTICAS MÍNIMAS. Por Rafael Rodríguez González

   GOBIERNO DE SALVACIÓN. Por Rafael Rodríguez González

   ALCALDES, O ZOQUETES. Por Rafael Rodríguez González

   LA LEYENDA DE LA CALLE MAREA. Por Rafael Rodríguez González (Para Antonio Herrera, con sus dolores)

   CIRCO PERO SIN PAN. Por Rafael Rodríguez González

   MERCADERES Y FARISEOS. Por Rafael Rodríguez González

   MIGUEL. Por Rafael Rodríguez González

   LAS MUJERES DE MI VIDA (CON VOCES SISADAS A PABLO NERUDA). Por Rafael Rodríguez González

   PESADILLA ESPAÑOLA. Por Rafael Rodríguez González

   LA COSA ESTÁ MALA. Por Rafael Rodríguez González

   CUANDO ACIERTO LO ADMITO. Por Rafael Rodríguez González

   ¿POR QUÉ TE DISCULPAS?. Por Rafael Rodríguez González

   «EL BOMBONA» EN DIEZ HOJUELAS. Por Rafael Rodríguez González

   MANOLILLO EL TONTO Y EL CARRO ROBADO. De la serie «Herramientas de trabajo». Por Rafael Rodríguez González

   «INSECTS OF THE WORLD». Por Rafael Rodríguez González

   13 DE MAYO DE 1969. Rafael Rodríguez González

   URDIMBRES. Rafael Rodríguez González

   LUIS CERNUDA VA A CUMPLIR AÑOS. Rafael Rodríguez González

   COSAS SERIAS DE VERDAD. Rafael Rodríguez González

   PIENSO, LUEGO NO VOTO. Por Rafael Rodríguez González

   VINDICACIÓN DEL SALVAJISMO. Por Rafael Rodríguez González

   BORRACHOS. Por Rafael Rodríguez González

   ¡A LA COLA! Por Rafael Rodríguez González

   LA PISTOLA DE BELTRÁN. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

   CARTAS DE AMOR AL CHIVA. Rafael Rodríguez González

   PATRAÑAS. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

   EL TUFO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

   LORENZO Y EL SALTO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

   MANOLITO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

   TORERÍA. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

   EL BARCO (POEMA DE PABLO NERUDA). Por Rafael Rodríguez González

   JEAN RIEN Y LOS DOS FABRIZIO (PARTE CUARTA O «PALABRAS PARA JULIO» DE ANDRÉS ASIDO). Por Rafael Rodríguez González

   JEAN RIEN Y LOS DOS FABRIZIO (PARTE TERCERA). Por Rafael Rodríguez González

   UN VAPOROSO RECUERDO PARA GABRIEL CELAYA. Por Rafael Rodríguez González

   JEAN RIEN Y LOS DOS FABRIZIO (PARTE SEGUNDA). Por Rafael Rodríguez González

   JEAN RIEN Y LOS DOS FABRIZIO (PARTE PRIMERA). Por Rafael Rodríguez González

   BREVE BESTIARIO ALCALAREÑO. Rafael Rodríguez González

   A PROPÓSITO DE UN «PCIH». Por Rafael Rodríguez González

   EPITELIOS. Rafael Rodríguez González

   MONSERGA POST-MUNDIAL PARA NIÑOS CIEGOS (A Dolorcita, lavandera). Unas letras de Rafael Rodríguez González, 2010

   UN ITALIANO EN LA CORTE DE JOAQUÍN EL DE LA PAULA. Por Rafael Rodríguez González (2010)

   ¿GALENO, O PODENCO?. Suave diatriba de un (im)paciente dolido. Por Rafael Rodríguez González (2009)

   CERVANTES Y ALCALÁ DE GUADAÍRA. Por Rafael Rodríguez González (Septiembre de 2009)

   ¿QUÉ ES, MUSA O MEDUSA?. Epinicio de Rafael Rodríguez González (Julio de 2009)

   ESE TÍO QUE CANTA. Por Rafael Rodríguez González (marzo de 2009)

   PALOMADAS. Por Rafael Rodríguez González

   DIÁLOGO ANTE UN CARTEL. A propósito de un cartel del pintor Guillermo Bermudo. Compilaciones de Rafael Rodríguez González

   CALÓ, CHELI Y ESPAÑOL (UNOS POCOS EJEMPLOS). Rafael Rodríguez González, 2008

   LA ALARMA. Por Rafael Rodríguez González, 2008

   LA HAZAÑA EN ALCALÁ DE UN CÓRDOBA QUE ES DE SEVILLA. Compilaciones de Rafael Rodríguez González

   FERNANDA DE UTRERA. Por Rafael Rodríguez González, 2003

   UNA TORMENTA DE VERANO. Por Rafael Rodríguez González, 2008

   PESADILLA A PLAZO FIJO. Drama onírico-especulativo en medio acto y dos escenas. Rafael Rodríguez González, 2008

 

TETRÍPTICO-RRG ODP 2002

Rafael Rodríguez González

(Fotografía: ODP 2002)

 

PRA NÃO DIZER QUE NÃO FALEI DAS FLORES (CAMINHANDO). Geraldo Vandré (1968)

.

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PRA NÃO DIZER QUE NÃO FALEI DAS FLORES (CAMINHANDO)

Geraldo Vandré

Caminhando e cantando e seguindo a canção
Somos todos iguais braços dados ou não
Nas escolas nas ruas, campos, construções
Caminhando e cantando e seguindo a canção.
.
Vem, vamos embora, que esperar não é saber,
Quem sabe faz a hora, não espera acontecer.

.
Vem, vamos embora, que esperar não é saber,
Quem sabe faz a hora, não espera acontecer
.
.
Pelos campos há fome em grandes plantações
Pelas ruas marchando indecisos cordões
Ainda fazem da flor seu mais forte refrão
E acreditam nas flores vencendo o canhão
.
.
Vem, vamos embora, que esperar não é saber,
Quem sabe faz a hora, não espera acontecer.
.
Há soldados armados, amados ou não
Quase todos perdidos de armas na mão
Nos quartéis lhes ensinam uma antiga lição
De morrer pela pátria e viver sem razão
.
.
Vem, vamos embora, que esperar não é saber,
Quem sabe faz a hora, não espera acontecer.

.
Vem, vamos embora, que esperar não é saber,
Quem sabe faz a hora, não espera acontecer.
.
Nas escolas, nas ruas, campos, construções
Somos todos soldados, armados ou não
Caminhando e cantando e seguindo a canção
Somos todos iguais braços dados ou não
Os amores na mente, as flores no chão
A certeza na frente, a história na mão
Caminhando e cantando e seguindo a canção
Aprendendo e ensinando uma nova lição
.
.
Vem, vamos embora, que esperar não é saber,
Quem sabe faz a hora, não espera acontecer.

.
Vem, vamos embora, que esperar não é saber,
Quem sabe faz a hora, não espera acontecer.

._______________________

POR DESGRACIA… (*). Alberto González Cáceres (Alcalá, 1953-Monsaraz, 2009)
«OBSERVAD AL CIERVO: SABE». Anónimo del s. XXI encontrado en las escalinatas de las Setas de La Encarnación (Compilaciones de Rafael Rodríguez González —Sevilla 2012—)
EL BARCO (POEMA DE PABLO NERUDA). Por Rafael Rodríguez González

.

COLOQUIOS (171): «¡HE DICHO QUE SOY COMPAÑERO, COÑO!». Gabi Mendoza Ugalde

.

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«—¡He dicho que soy compañero, coño!

—¡Éste es compañero!

—Vale, hombre, vale.

—…»

*

—¡Parecéis Mossos d’Esquadra, coño, mandados por el Puig, alias el Sádico!

—Bueno, a los infiltrados de Madrid los manda el Fernández Díaz.

—Valientes sinvergüenzas todos.

—Más criminales que sinvergüenzas, me parece.

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_______

YOU NEVER CAN TELL, I. Sintagmática. Antonio Luis Albás, (2012)
SUCESOS DE VITORIA DE 1976. En «CARMINA» no olvidamos los muertos de Fraga
COLOQUIOS (22). Gabi Mendoza Ugalde
COLOQUIOS (16): «BARÇA VERSUS 15-M» (1). Gabi Mendoza Ugalde
EL BARCO (POEMA DE PABLO NERUDA). Por Rafael Rodríguez González
COLOQUIOS (13). Gabi Mendoza Ugalde

.

TRES POEMAS DE NICOLÁS GUILLÉN TOMADOS AL AZAR *, EN EL 110º ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO. Homenaje de «CARMINA» al poeta cubano (1902-1989)

Retrato de Nicolás Guillén por Mario Carreño

.

Madrigal (de Sóngoro Cosongo)

.

Tu vientre sabe más que tu cabeza

y tanto como tus muslos.

Ésa

es la fuerte gracia negra

de tu cuerpo desnudo.

.

Signo de selva el tuyo,

con tus collares rojos,

tus brazaletes de oro curvo,

y ese caimán oscuro

nadando en el Zambeze de tus ojos.

.

Pablo Neruda y Nicolás Guillén
Universidad de La Habana
1961

.

Angustia segunda

([España] Poema en cuatro angustias y una esperanza)

.

La raíz de mi árbol, retorcida;

la raíz de mi árbol, de tu árbol,

de todos nuestros árboles,

bebiendo sangre, húmeda de sangre,

la raíz de mi árbol, de tu árbol.

Yo la siento,

la raíz de mi árbol, de tu árbol,

de todos nuestros árboles,

la siento

clavada en lo más hondo de mi tierra,

clavada allí, clavada,

arrastrándome y alzándome y hablándome,

gritándome.

La raíz de tu árbol, de mi árbol.

En mi tierra, clavada,

con clavos ya de hierro,

de pólvora, de piedra,

y floreciendo en lenguas ardorosas,

y alimentando ramas donde colgar los pájaros cansados,

y elevando sus venas, nuestras venas,

tus venas, la raíz de nuestros árboles.

.

.

La muerte del mono ** (de Poemas traducidos)

.

¿Has visto a un mono

cuando el plomo del hombre

lo ha penetrado mortalmente?

.

De rama en rama va cayendo,

asombrado,

agarrándose a donde puede,

hasta verse de pronto

ante el fusil humeante que lo ha herido.

Se reclina en un árbol,

se restriega los ojos

con manos que son ya como las nuestras,

y su mirada triste

parece reprochar a su asesino

aquella muerte inútil.

.

Para él ha terminado

el goce de vivir;

la muerte lanza una gran sombra helada

entre él y el sol radiante.

Se queja suavemente

con breves gritos lastimosos

que salen de su boca ensangrentada.

.

Su vida de mono,

de pobre y pequeño mono,

se ha ido con el último estertor

de la agonía.

.

El criminal sonríe.

El cazador está contento.

.

______

* Porque si no… sería imposible.

** Guillén atribuye este poema a Richard Ballet, nativo de Costa de Marfil, del que afirma que su poesía se caracteriza por su realismo y sobriedad. Ballet, según Guillén, tiene un libro publicado: Poèmes d’Afrique.

.

EL POBRE POETA. Por Enrique Martín Ferrera

 

El Pobre Poeta
Carl Spitzweg
1839
(Gemäldegalerie. Berlín)

 

Nuestro poeta luce en la calle corbata, sombrero de copa y bastón, pero no sabe cómo disimular los rotos en las coderas de su chaqueta; compone versos bien medidos, pero hace bastante tiempo que no puede encender la estufa, pues ni para carbón dan sus artes, así que se acuesta vestido como remedio contra el frío, para suplir la falta de un buen fuego con el que caldear su humilde buhardilla. Viendo el cuadro de Spitzweg, deberíamos convenir que el medio natural de los poetas -puede leerse artista, si se quiere- es la pobreza. Pero la de este pintor alemán no deja de ser sino una más de las muchas visiones endulzadas y románticas de la grisalla, una de esas miradas que nos muestran la cara sin agriar de la felicísima bohemia. Ad parnassum, podemos leer en uno de los libros del atrezo de la escena; el fin siempre justificando el sacrificio.  

            En realidad nuestra exigente dama, la pobreza, posee para quien la encara a diario un rostro menos complaciente. A veces el poeta nos deja entrever, con ese punto de tristeza que amarga y tiñe de pardo las palabras que se pronuncian con ironía, la verdadera faz  de ésa que se empeña en ser su fiel acompañante.

            «En el poeta pobre la mitad de sus divinos partos y pensamientos se los llevan los cuidados de buscar el ordinario sustento.» Semejante advertencia era pronunciada por don Miguel de Cervantes, al dar noticia de una conversación suya con un inesperado visitante, en el apéndice final o adjunta del Viaje del Parnaso. De manos de aquel hombre -un tal Pancracio de Roncesvalles, por más señas- recibe Cervantes la famosa carta que el divino Apolo le hace llegar, incluyendo unos privilegios, ordenanzas y advertimientos tocantes a los poetas, para que los haga guardar y cumplir al pie de la letra. Una memorable sátira cervantina en la que el dios que dirige el coro de las Musas viene a establecer como norma que:

            «Si algún poeta dijere que es pobre, sea luego creído por su simple palabra, sin otro juramento o averiguación alguna.»

            Exhorto que se ve completado con este otro curioso precepto:

            «Que si algún poeta llegare a casa de algún su amigo o conocido, y estuvieren comiendo, y le convidare, que aunque él jure que ya ha comido, no se le crea en ninguna manera, sino que le hagan comer por fuerza, que en tal caso no se le hará muy grande.»

            Antes incluso, en una de sus Novelas Ejemplares, Cervantes hace hablar del asunto a sus perros Cipión y Berganza. En ese coloquio perruno la pobreza, como sombra propia, sigue también de modo natural los pasos del poeta, lo cual evidencia que el bueno de don Miguel, que se pasó toda la vida tratando de rehuir y esquivar su mala fortuna, no albergaba ninguna duda al respecto, insistiendo en el retrato de una situación tan cierta como poco gustosa. Pura autobiografía.

            Pocos años después de la muerte del autor de don Quijote, Robert Burton daba a la imprenta su monumental Anatomía de la Melancolía, tan elogiada luego por Samuel Johnson, por Laurence Sterne, por Keats, por Borges… Hay unas líneas en ese libro en las que Burton nos recuerda como Origanus, el astrónomo germano, atribuía el hecho de que los mercurialistas fueran tan pobres y la mayoría mendigos a que su regente, el mismísimo Mercurio, no tuviera mejor suerte.«Los hados de la Antigüedad le condenaron a la pobreza como castigo -nos dice-. Desde entonces, la poesía y la mendicidad son hermanos gemelos, compañeros inseparables.»

 

André Breton

 

            «¡Se acercan los tiempos en los que la poesía decretará la muerte del dinero y ella sola romperá en pan del cielo para la tierra!» Quién no soñó alguna vez con ver realizada esa profecía de aquel Primer Manifiesto del Surrealismo. Pero, casi un siglo más tarde del grito de esa proclama, hemos de reconocer, a la vista del albañal creciente donde nos movemos, que aquellos tiempos anunciados más que acercarse parecen alejarse con pasos de gigante, más utópicos que nunca, y que aquel arrebato de optimismo de André Breton nos parece hoy ilusión esfumada, presagio caprichoso del imposible en boca de un visionario averiado.

            El poeta y sus pobreterías… Cabe en este punto preguntarse si la pobreza debe ser considerada la mejor tierra fértil para que germinen los versos del poeta.

            «Hay que prepararse para vivir ricamente pobres», nos indica Vicente Núñez en uno de sus sofismas.

            Y Baudelaire, tan avaro de su propio tiempo, nunca estuvo dispuesto a renunciar a esa libertad que otorga el disponer de todos los días, de todas las horas, de todos los minutos; aunque ello le acarreara la ruina y mil penurias: «En parte he crecido gracias al ocio -nos dice en Mi corazón al desnudo el poeta francés-. En detrimento mío, porque el ocio, sin fortuna, aumenta las deudas, las vejaciones producidas por las deudas. Pero en provecho mío he crecido en cuanto a la sensibilidad, a la meditación, a la facultad del dandismo y del diletantismo. Los otros literatos son, en su mayoría, jornaleros demasiado ignorantes.»    

            En su Automoribundia, observaba con buen tino Gómez de la Serna que: «La literatura no es un medio para comer, pero hay que ir comiendo mientras se escribe la literatura».  Cuando alguien alababa alguno de sus escritos, Ramón solía responder quejoso: «¡Mis miserias me ha costado!».

            Poetas… ¿Qué ha sido de aquella fidelidad suya a doña pobreza? ¿Devino acaso en bendición reservada para unos pocos elegidos? Para dar esquinazo a las estrecheces, los más mudan de piel y tratan de convertirse en novelistas de éxito, otros transigen parcialmente ante el utilitarismo de este mundo, aceptando la cuota de servidumbre implícita a cualquier empleo normal, sin que por ello deban necesariamente desmerecer sus versos.

 

 

Kavafis

 

            Konstantino Kavafis trabajó durante casi tres décadas como empleado del Departamento de Aguas del Ministerio de Obras Públicas egipcio. En una de sus notas personales, fechada en 1905 y no exenta de cierto cinismo, se reprocha como una debilidad esa ocupación laboral, su huída de la condición natural que debe abrazar cualquier poeta que se precie, es decir, la pobreza:

            «Un poeta muy joven me vino a visitar. Era muy pobre,  vivía de su producción literaria, y me pareció como si sufriera al ver la buena casa en la que yo vivía, a mi criado que le trajo un té bien servido, mi ropa hecha por un buen sastre. Dijo: Es horrible tener que luchar para salir adelante en la vida, perseguir suscriptores de tu revista, compradores de tu libro. No quise dejarle en su error y le dije algunas palabras, más o menos como las siguientes. Su situación es desde luego desagradable y severa, pero qué caros me cuestan mis pequeños lujos. Para obtenerlos me he salido de mi línea natural y me he convertido en un funcionario del gobierno (qué ridículo) y gasto y pierdo tantas horas preciosas al día (a las que hay que añadir también las horas de cansancio y de desgana que las suceden). Qué pérdida, qué pérdida, qué perfidia. Sin embargo, aquel pobre no pierde ni una hora; está siempre ahí, fiel y cabal criatura del Arte. Cuántas veces, en mi trabajo, me viene una idea hermosa, una rara imagen como repentinos versos acabados y me veo obligado a descuidarlos, porque el deber no espera. En cuanto vuelvo a mi casa y me recupero un poco, intento evocarlos de nuevo, pero se han ido para siempre. Y con justicia. Parece como si el Arte me dijera: No soy yo una esclava a la que puedas decir que se retire cuando vengo y que acuda cuando tú dispongas. Soy la Señora suprema del mundo. Y si me rechazas -traidor abyecto- por tu despreciable buena casa, por tus despreciables buenos trajes, por tu despreciable buena posición social, conténtate, entonces, con eso (si es que puedes contentarte) y con los escasos instantes en los que, cuando acudo, ocurre que estás preparado para recibirme, esperándome en la misma puerta, como debería ser cada día.»

            Lo que llama la atención es que, después de escribir esto, después de dar esa palmada en la espalda al pobre poeta, después de dejar constancia de cuánto envidiaba aquella libertad suya, Kavafis continuará trabajando en aquel Ministerio egipcio durante quince años más, hasta alcanzar la dulce condición del jubilado. Creo que, en el fondo, estaba convencido de que una vida confortable en modo alguno podía ser óbice para la composición de sus poemas. ¿Es acaso la pobreza la mejor sementera para la poesía?   Mejor un poeta que roba horas al ocio y al sueño en favor de sus versos -debió pensar Kavafis- que un poeta agostado por un sinfín de privaciones y calamidades.

            El poeta pobre puede hacernos recordar a aquella jaula que Kafka nos describe en Un artista del hambre, a aquel admirable ayunador suyo que un empresario exhibe ante el gran público, multitud que sospecha que es un embaucador y que irá perdiendo progresivamente interés por el personaje.

 

 

Jean Cocteau

 

            «El poeta es, por definición, póstumo -decía Jean Cocteau-, comienza a vivir después de su muerte y, cuando está vivo, camina con un pie en la tumba. Eso le produce una especie de cojera que da a su aspecto cierto encanto.»

            Cierto encanto… A ojos de muchos que nunca la han padecido en carne propia, la escasez y la marginalidad -y por encima de todo un final con mortaja de pobreza y olvido- son circunstancias que vienen a proporcionar un aura especial al artista. Pero quienes, desde sus acomodadas vidas, encomian hoy las privaciones del creador no hacen otra cosa que seguir abonando un mito ya caduco, excesivamente manoseado; o bien utilizan ese cliché como un elemento más de mercadotecnia, con la finalidad última de engordar precios, ventas y ganancias.

            Pablo Neruda, aquel niño pobre de Temuco, ese niño que al crecer dejó atrás su nombre y que siempre repudió la pobreza, la propia y la ajena, tuvo el atrevimiento de dedicarle toda una oda a nuestra protagonista, la Oda a la Pobreza. Lejos de ser ensalzada en ella, la actitud del chileno es de abierta reprobación y desplante frente a la poquedad como forma de vida; una mirada en las antípodas de aquel complaciente retrato de la buhardilla romántica de Spitzweg que abría estas reflexiones. Unas cuantas estrofas de ese poema no son mal final para estas páginas:

 

Cuando nací,

pobreza,

me seguiste,

me mirabas

a través

de las tablas podridas

por el profundo invierno.

 […]

 Cuando alquilé una pieza

pequeña, en los suburbios,

sentada en una silla

me esperabas,

o al descorrer las sabanas

en un hotel oscuro,

adolescente,

no encontré la fragancia

de la rosa desnuda,

sino el silbido frío

de tu boca.

 […]

 Otros poetas

antaño te llamaron

santa,

veneraron tu capa,

se alimentaron de humo

y desaparecieron.

Yo te desafío,

con duros versos te golpeo el rostro,

te embarco y te destierro.

 

Pablo Neruda