AMNISTÍA Y LIBERTAD. Por Joaquín de Grado

torosenlamaestranza LGV 2011

Estoque del matador al toro
Sevilla 2011
Foto: LGV

Era lo que gritaban en algunas de aquellas manifestaciones tan rápidas que se hacían en 1976 quienes las integraban y en seguida se desintegraban (y si no, que se quedaran). Amnistía sí hubo, y libertad, ya lo sabemos, también. Pero a la libertad le pasa como a las estocadas: está el metesaca, el estoconazo, la media, la entera, la caída, la trasera, la desprendida, la baja, la delantera, la de puño, la tendida, la honda… ¿Es que la libertad es como un estoque?, dirá algún lector, temeroso de que incurramos en sacrilegio. Pues claro que sí, contesto yo, ¿o es que el ejercicio de determinada libertad de determinados individuos no puede ser una puñalada para otros? ¿No es una estocada entera en el cuerpo del pobre el ejercicio de la libertad del banquero? ¿No es la libertad de los ejecutivos de las eléctricas otro profundo estoconazo en el cableado tronco del consumidor? No es una hasta el puño la libertad para cerrar empresas? ¿No es la libertad del representante del pueblo de hacer lo contrario de lo que dice una hendidura sangrienta en la sustancia del pueblo? ¿A qué se reduce, por el revés, la libertad para el estoqueado? Hasta ahora, a la de poder elegir a los mozos de espada de los distintos matadores. Algunos de éstos hacen faenas muy vistosas; los hay que hasta salen a hombros por la puerta grande, según lo abultado de sus resultados. Incluso los hay que ¡rarísimas veces!, llegan a indultar a algún toro, aunque ya hace muchísimo tiempo que un hecho así no se produce.

            ¡Ah!, estábamos también con lo de la amnistía. La fiscal, claro, la fiscal. Otro ejercicio de libertad.

One comment.

  1. Creo que los ciudadanos de este país, “vamos haciendo tarde”, para tirarnos de nuevo a la calle y reclamar a voz en grito, “LIBERTAD”. Estamos siendo oprimidos, por una caterva de rémoras y crápulas, protegidos bajo el paraguas de “clase política”, que ya desprenden un hedor moral y ético insoportable.
    Jesús, echó a los mercaderes del Templo utilizando un haz de cuerdas a modo de látigo. Nosotros, deberíamos expulsar a estos indeseables, “aplicándoles” con la mayor contundencia posible, las puntas de nuestros zapatos, en las zonas donde las espaldas pierden su honesto nombre, o, en los “adornos” que cuelgan de sus “arcos del triunfo”.

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