Posts categorized “«MITOS E HISTORIAS» POR JOSÉ MANUEL COLUBI FALCÓ”.

JESÚS CONDUCIDO ANTE PILATO (VI). Por José Manuel Colubi Falcó

 
 
 

Mazzolin_Cristo_ante_Pilato_1525

Cristo ante Pilato
Ludovico Mazzolino
(1480-1528)

 
 
 

La narración de las Actas de Pilato (parte primera), que dejamos en 15-III-2018, continúa en III, 1-2. Dice así: 

   «1. Presa de la ira, Pilato salió del pretorio y les dice: «Tengo por testigo al sol de que no hallo culpa ninguna en este hombre». Respondieron los judíos y dijeron al gobernador: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado» Y Pilato dijo: «Tomadlo vosotros y juzgadlo según la ley vuestra». Los judíos respondieron a Pilato: «A nosotros no nos es lícito matar a nadie» Y Pilato dijo: «A vosotros Dios os dijo que no matarais, pero ¿y a mí?»

   »2. Y Pilato entró nuevamente en el pretorio y llamó a Jesús aparte y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús respondió a Pilato: «¿Tú dices eso por ti mismo o te lo dijeron otros acerca de mí?» Pilato respondió a Jesús: «¿No soy yo también judío? Tu pueblo y los archisacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi reino no es de este mundo. Porque si fuera de este mundo mi reino, mis servidores habrían combatido para que no fuera yo entregado a los judíos. Mas mi reino no es de aquí». Y Pilato dijo: «¿Entonces, tú eres rey?» Respondióle Jesús: «Tú estás diciendo que soy rey; pues he nacido y venido para esto: para que todo el que es de la verdad escuche mi voz» Pilato le dice: «¿Qué es la verdad?» Y Jesús le dice: «La verdad viene del cielo» Y Pilato dice: «Sobre la tierra no hay verdad?» Jesús dice a Pilato: «Estás viendo cómo los que dicen la verdad son juzgados por quienes tienen el poder sobre la tierra».
 

 

[La voz de Alcalá, 12 al 30 de abril de 2019, año XXVII nº 497]

 
 
 

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JESUS CONDUCIDO ANTE PILATO (I). Por José Manuel Colubi Falcó

JESÚS CONDUCIDO ANTE PILATO (II). Por José Manuel Colubi Falcó

LA SUERTE DE PILATO. Por José Manuel Colubi Falcó

RELACIÓN DE PILATO SOBRE JESÚS REMITIDA A AUGUSTO. Por José Manuel Colubi Falcó

«ECCE HOMO» (POEMA SACRO) [3]. Por Lauro Gandul Verdún

PRODIGIOS DE LA CRUCIFIXIÓN Y RESURRECCIÓN. Por José Manuel Colubi Falcó

INJURIAS A JESÚS. Por José Manuel Colubi Falcó

 
 
 

CONCORDIA/DISCORDIA. Por José Manuel Colubi Falcó

 
 
 

D. Quijote y Sancho (M. Verpi, Madrid 2016)

Don Quijote y Sancho
(Ejemplo universal de concordia)
Escultor Lorenzo Coullaut Valera (1876-1932)
[Foto: Manuel Verpi (Plaza de España, Madrid 2016]

 
 
 

En unos tiempos en que la lengua no es objeto de demasiados miramientos y el uso de preposiciones, prefijos, etc. deja mucho que desear, bueno será que dediquemos unas líneas a estos dos términos, que tan importantes son en las sociedades humanas, para bien y para mal.

   Las etimologías están claras. Concordia es voz latina, compuesta de cum-, que indica comunidad, conjunción, y un segundo elemento –cordia, que nos lleva hasta ­cor, corazón en latín (en valenciano, cor, igual); la significación, pues, no ofrece dudas: conjunción, comunidad de corazones. De discordia hay que decir lo contrario, como exige el prefijo di(s), que indica separación, dirección opuesta, negación.

   La literatura latina es rica en frases cuyos centros son uno u otro vocablo. Sirva como ejemplo la de Publilio Siro, de la colaboración anterior. Añadamos algunas más:

   «Concordia parvae res crescunt, discordia maxumae dilabuntur» (Salustio, Guerra de Jugurta, 10, 6). Con la concordia los estados pequeños crecen, con la discordia se arruinan los más grandes.

   «Neque enim ullus alius discordiarum solet esse exitus, inter claros et potentes viros, nisi aut universus interitus aut victoris dominatus et regnum» (Cicerón, Respuesta de los Harúspices, 25, 54). En efecto, ningún otro suele ser el resultado de las discordias entre varones preclaros y poderosos sino la ruina de todos o el dominado y reino del vencedor.

   «In dissensione civili cum boni plus quam multi valent, expendendos cives, non numerandos puto» (Cicerón, De la cosa pública, 6, 1). En la disensión civil, cuando los buenos valen más que los malos, creo que los ciudadanos deben ser sopesados, no contados. (Me recuerda una frase atribuida a Schiller: «Los votos deben pesarse, no contarse»).

 
 

[La voz de Alcalá, 15 al 28 de febrero de 2018, año XXVI nº 470]

 
 
 

LA LEYENDA DEL LABERINTO DE CRETA. MINOS. Por José Manuel Colubi Falcó

 
 

Minos mordido por una serpiente. MIGUEL ÁNGEL

Minos mordido por una serpiente
(Detalle del Juicio Final en la Capilla Sixtina)
Miguel Ángel
(1475-1564)

 
 

Es ya verano y los viajes, en acto o en proyecto, abundan; el Mediterráneo, mar de las civilizaciones eternas, ofrece al viajero destinos que en otro tiempo pudieron ser fantasías o quimeras, pero que hoy son realidades al alcance de la mano. Uno de ellos es Creta, cuna de nuestra cultura –recuérdese la cretense o minoica-, escuela jurídica de la Hélade, isla a la que arriba el toro blanco -Zeus metamorfoseado- con Europa sobre su lomo y en donde -en Gortina, célebre por sus leyes- aquél se une a la joven, cabe una fuente, en un platanar. Frutos de estos amores serán Minos, Radamantis y Sarpedón; los dos primeros, junto con Éaco, formarán el tribunal que juzgue a los muertos en los infiernos o moradas subterráneas.

   Criado por el rey Asterión, Minos fue su sucesor gracias a un prodigio de los cielos. Pretendía serlo porque, según decía, así lo habían decidido los dioses, y para demostrarlo hizo una promesa a Posidón: si desde los mares la deidad le enviaba un toro –siempre presente este animal en la cultura cretense-, se lo ofrecería en sacrificio. Y así sucedió, y Minos sentóse en el trono sin que sus hermanos se opusieran, pero, incumpliendo su promesa, quiso hacer a la bestia semental de la vacada. Y ése fue el origen de sus desdichas. Casado Minos con Pasífae, ésta se enamoró del toro y la maldición empezó a cumplirse. Monarca mujeriego, se le atribuyen innumerables aventuras amorosas que provocaron las iras de Pasífae, maga ella, quien con sus artes consiguió que todas las mujeres que con él yacían murieran comidas por las serpientes y escorpiones que salían de su cuerpo, hasta que Procris le hizo libre. Y también civilizador, dicta a los cretenses unas leyes que le son inspiradas por Zeus en el monte Ida cada nueve años (nótese el paralelismo con las de tantos pueblos de la Antigüedad). E igualmente conquistador, que extendió sus dominios por todo el Mediterráneo, especialmente el oriental, la llamada talasocracia (dominio de los mares) cretense: Atenas, Mégara, Sicilia y otras islas, y numerosas ciudades que en su honor llevan el nombre de Minoa. Y también fue él quien ordenó a Dédalo construir el famoso laberinto.

 
 

[La voz de Alcalá, 15 al 31 de julio de 2007, año XVI nº 227]

 
 

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LA LEYENDA DEL LABERINTO DE CRETA: DÉDALO E ÍCARO. Por José Manuel Colubi Falcó

LA LEYENDA DEL LABERINTO DE CRETA: EL MINOTAURO. Por José Manuel Colubi Falcó

 
 

EL EDICTO DE MILÁN. Por José Manuel Colubi Falcó

 
 

Moneda de Costantino (ca.327)

Representación del Crismón o cristograma sobre el lábaro imperial
Moneda de Costantino
(ca.327)

 
 

A menudo se oye, y hasta se lee, que Constantino el Grande concedió a la Iglesia el rango de religión oficial del Estado Romano. No es así. Quien tal hizo fue el hispano Teodosio, el 27 de febrero de 380, en Tesalónica, en un edicto dirigido al Pueblo de la Urbe Constantinopolitana. En cambio, lo que decidieron Constantino y Licinio en Milán, en febrero del 313, no fue otra cosa que la libertad de cultos. Los textos nos han llegado a través de Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores, 48, y Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica X 5, 2-14. Traduzco parte del texto del último, de la B.A.C. nº 350, que dice así:

   1.«Considerando, ya desde antiguo, que no hay que negar la libertad de culto, sino dar a la inteligencia y a la voluntad de cada individuo licencia para que cuide de las cosas divinas según la elección de cada cual, habíamos mandado a los cristianos que guardaran la fe de su elección y de su religión propia. […]

   3.»Cuando felizmente concurrimos en Milán yo, Constantino Augusto, y yo, Licinio Augusto, y nos pusimos a la búsqueda de todo cuanto importaba al interés y utilidad del común, en medio de las demás cosas que Nos parecían ser útiles a todos en muchos aspectos, decretamos, en primer lugar y sobre todo, disponer esas normas en las que se contenía el respeto y veneración de la divinidad, esto es, que concedamos a los cristianos y a todos, libre elección para seguir la religión que hayan querido, a fin de que lo que es propio de la divinidad y del poder celeste pueda ser propicio a Nos y a todos los que viven bajo Nuestro gobierno. […]

   5.»Así, con sano y rectísimo criterio decretamos ser ésta Nuestra voluntad: que a nadie en absoluto sea negada la licencia de seguir y elegir la observancia y religión de los cristianos, y que a cada uno se dé licencia para entregar su inteligencia en aquella religión que cree que armoniza consigo, a fin de que lo divino pueda en todo concedernos su acostumbrado favor y nobleza. […]»

   Sigue en el texto la orden de restitución de bienes a los cristianos.

 

 [La voz de Alcalá, 15 al 31 de junio de 2017, año XXVI nº 455]

 

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ROMA EN «CARMINA»:

LA GALLINA DE HONORIO. Por José Manuel Colubi Falcó

RETRATO: CUATRO POR DOS. ROMA EN CÓRDOBA, O CÓRDOBA EN «CARMINA» (ESCULTURA). Fotografía de Manuel Verpi 2015 [Museo Arqueológico de Córdoba I]

DOS DESNUDOS: ROMA ES CÓRDOBA, O CÓRDOBA ES «CARMINA» (ESCULTURA). Fotografía de Manuel Verpi 2015 [Museo Arqueológico de Córdoba II]

ESCULTURAS ROMANAS DE UN TOGADO Y UN BARBUDO. Fotografía Manuel Verpi 2015 [Museo Arqueológico de Córdoba III]

LAS MÁSCARAS DE ROMA SON CÓRDOBA, O ESTE TIPO DE RETRATO EN ESCULTURA. Fotografía Manuel Verpi 2015 [Museo Arqueológico de Córdoba IV]

EL FALO EN BUSCA DE SENTIDO. De la serie «RECORTES», Nº 46. Por Pablo Romero Gabella

LA TERMAS ROMANAS. Por José Manuel Colubi Falcó

EPITAFIOS ROMANOS (I). Por José Manuel Colubi Falcó

DICHOS LATINOS (EL HOMBRE). Por José Manuel Colubi Falcó

DICHOS LATINOS (SOBRE LA LIBERTAD PARA LOS ROMANOS). Por José Manuel Colubi Falcó

UNA CASA ROMANA. Por José Manuel Colubi Falcó

«DE MEDICIS ET PROFESSORIBUS». Por José Manuel Colubi Falcó

TRIBONIANO. Por José Manuel Colubi Falcó
FOROFOS EN EL CIRCO. Por José Manuel Colubi Falcó
MARCHA ROMANA EN ALCALÁ UNA LLUVIOSA TARDE DE VIERNES SANTO. Lauro Gandul Verdún 2012
QUINTO FABIO MÁXIMO. Por José Manuel Colubi Falcó
LA BATALLA DE CANNAS. Por José Manuel Colubi Falcó
«CARMINA LUSITANA». Por José Manuel Colubi Falcó

 
 

LA GALLINA DE HONORIO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

EL EMPERADOR HONORIO por Jean-Paul Laurens 1880

El emperador bizantino Honorio
(384-423)
Jean-Paul Laurens
(1838-1921)

 

«Después de haber engrandecido tan brillantemente a la iglesia, moría Teodosio Máximo dejando como sucesores a sus dos hijos. Y determinaba que el mayor de los cuales [i. e. Arcadio] ejerciera el mando sobre los pueblos que miran a la Aurora, y en manos del menor, Honorio, puso el imperio de los de los del Véspero. Ambos fueron concordes con el padre por lo que toca a la religión, pues éste, al morir, no les hacía otra exhortación que la de guardar cumplidamente la piedad, por medio de la cual —les exponía— sobreviene la paz, se pone fin a la guerra, se levantan trofeos y preside la victoria, todo de parte de Dios.»

   Así resume Nicéforo, historiador de la iglesia (floruit 1320), la última voluntad de Teodosio. Sus hijos heredan, pues, un Imperio Romano dividido definitivamente en dos, mas sin méritos; del mayor se ha escrito que era un auténtico zote, y del menor nos da una idea la historia que cuentan el cronista bizantino Cedreno (siglo XI) y el historiador Zonaras (fl. 1130).

   Cedreno dice: «… y la tan grande Roma, que había abundado en fuerza y en la mayores delicias, y esclavizado, por así decir, a toda la ecúmene, […] había quedado desierta. Sufrió tal conquista en el mes de agosto, día vigesimosexto, indicción novena, en el año de la fundación del mundo cinco mil novecientos sesenta y cinco. Habiéndose oído esto en Ravena, uno dio la noticia a Honorio, entre lágrimas y suplicante: “Oh, señor, Roma ha sido tomada por Alarico, el caudillo de los vándalos.” Éste, contraído por el dolor y dándose golpes con las manos, dijo: “Aquí estaba esta mañana, ¿cómo pudo ser capturada por los godos?” Mas aquél, entre lamentos, añadió: “No digo el ave, señor, sino la ciudad.” Y éste, a su vez, contestó: “Hombre, me pusiste fuera de mí. ¡Yo creía que decías el ave!” Y es que tenía una gallina de la que estaba muy orgulloso y a la que precisamente llamaba «Roma». Tanta necedad había, a rebosar, en él, por no decir indicio de imbecilidad. Y no es extraño que, siendo así, fuera basileo, pues también otros tales estuvieron al frente de Roma, cuyas prácticas e impulsos irracionales es imposible ofrecer al oído; piensa en los nerones, los avitos, los galbas y todo el enjambre de esa ralea.» Y Honorio muere de hidropesía, después de haber vivido cuarenta años y sido basileo treinta y uno, dejando una memoria infame e indecorosa (Zonaras).

 

[La voz de Alcalá, 15 al 31 de mayo de 2017, año XXVI nº 453]

 

JESÚS CONDUCIDO ANTE PILATO (IV). Por José Manuel Colubi Falcó

 
El sueño de la esposa de Pilato. Alphonse François

El Sueño de la esposa de Pilato
(Grabado)
Alphonse François
(1814-1888)

 

Las Actas de Pilato (parte primera, II, 1-2) dicen así:

   «1. Habiéndolo visto Pilato, lleno de temor trató de levantarse de la tribuna, pero mientras él todavía se hallaba pensando en levantarse, su mujer le envió un mensaje diciéndole: “Nada tengas que ver con éste, que es un hombre justo, pues mucho he sufrido por su causa esta noche.” Y Pilato, habiendo llamado a su presencia a todos los judíos, les dice: “Sabéis que mi mujer es piadosa y que más bien tiende a seguir los ritos judíos junto con vosotros.” Le dicen: “Sí, lo sabemos.” Pilato sigue diciéndoles: “He aquí que mi mujer me ha enviado un mensaje diciendo: Nada tengas que ver con éste, que es un hombre justo, pues mucho he sufrido por su causa esta noche.” Como respuesta los judíos dicen a Pilato: “¿No te hemos dicho que es un impostor? Mira, él le ha enviado un sueño fantástico a tu mujer.”

   »2. Pilato, habiendo mandado llamar a Jesús, le dice: “¿Qué es eso que testimonian contra ti? ¿Nada dices?” Jesús dijo: “Si no hubieran tenido posibilidad, nada hubiesen dicho, pues cada uno tiene poder sobre su boca para decir cosas buenas y cosas malas. Ellos verán.”

   »3. Respondiendo, los ancianos de los judíos dicen a Jesús: “¿Qué es lo que hemos de ver nosotros? Primero, que has nacido de adulterio; segundo, que tu nacimiento en Belén se tornó en una matanza de niños; tercero, que tu padre, José, y tu madre, María, huyeron a Egipto por no tener libertad para expresarse entre el pueblo.”

   »4. Algunos de los que se hallaban presentes, temerosos de Dios, del grupo de los judíos, dicen: “Nosotros no decimos que él es fruto de adulterio, sino que sabemos que José desposó a María, y que no ha nacido de adulterio.” Y Pilato dice a los judíos que decían ser aquél fruto de un adulterio: “Ese relato vuestro no es verdad, porque hubo donaciones esponsalicias, según dicen vuestros congéneres.” Responden a Pilato Anás y Caifás: “Toda esta multitud a gritos decimos, y no se nos cree, que ha nacido de adulterio. Ésos son prosélitos y discípulos suyos.”»
 

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JESUS CONDUCIDO ANTE PILATO (I). Por José Manuel Colubi Falcó

JESÚS CONDUCIDO ANTE PILATO (II). Por José Manuel Colubi Falcó

LA SUERTE DE PILATO. Por José Manuel Colubi Falcó

RELACIÓN DE PILATO SOBRE JESÚS REMITIDA A AUGUSTO. Por José Manuel Colubi Falcó

«ECCE HOMO» (POEMA SACRO) [3]. Por Lauro Gandul Verdún

PRODIGIOS DE LA CRUCIFIXIÓN Y RESURRECCIÓN. Por José Manuel Colubi Falcó

INJURIAS A JESÚS. Por José Manuel Colubi Falcó

 

FUNERALES DE ATILA, EL AZOTE DE DIOS. Por José Manuel Colubi Falcó

Atila se encuentra con el Papa León

Atila  (395-453) y el papa San León I el Magno (390-461)

[Crónica ilustrada húngara (c. 1360)]

«El cual [Atila], según cuenta el historiador Prisco […], como asociara en matrimonio a una joven muy hermosa, de nombre Ildico, después de haber tenido innumerables mujeres según era costumbre de aquella gente, y en sus nupcias, suelto por una excesiva hilaridad, pesado por el vino y el sueño, yaciera boca arriba, un abundante flujo de sangre, la que a menudo fluía de su nariz, al ser impedido su paso por los conductos acostumbrados, se precipitó por su garganta […] y lo mató. […] Con la siguiente luz, cuando ya había pasado parte del día, los ministros del rey, […] rompen las puertas y hallan el cadáver de Atila sin una herida, […] y a la muchacha, llorosa, cabizbaja, cubierta por el velo. Entonces, según es costumbre de aquella gente, cortada parte de su cabellera, desfiguraron sus caras con hondas heridas, para que un eximio guerrero no fuera llorado con lamentaciones y lágrimas femeninas, sino con sangre viril.

   »Colocado el cadáver en medio del campo, dentro de una tienda de seda, […] los más selectos jinetes […], dando vueltas a la carrera, […] contaban sus hechos en un canto fúnebre: “Singular rey de los hunos, Atila, engendrado por Mudzuco, señor de las más bravas gentes, que con poder inaudito antes posee él solo los reinos escíticos y germánicos, y con la conquista de ciudades aterró a uno y otro imperio de la Urbe de Roma, y para que no fueran sometidas las demás a botín, aplacado por preces, recibió tributo anual; y cuando hubo hecho todo esto con resultados felices, no por herida de enemigos, no por insidias de los suyos, sino con su gente incólume, entre gozos, feliz, sin sentir dolor, murió”.

   »Después, sobre su túmulo celebran la que ellos llaman estrava, con un gran festín, y, uniéndose alternativamente en sentido contrario, se desplegaban con un luto fúnebre mezclado con alegría. Y de noche, en secreto, protegen con coberteras el cadáver escondido en la tierra, primero con oro, segundo con plata, tercero con el rigor del hierro, significando así que todo ello convenía a un rey potentísimo: el hierro, que fue señor de pueblos; el oro y la plata, que recibió el ornato de una y otra república (Roma y Bizancio).» (Jordanes, Getica 49, 254-258).

 

[La voz de Alcalá, 15 al 31 de enero de 2017, año XXV nº 445]

 

MARAVILLAS DE JESÚS NIÑO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

belendetriana19-2008

Belén alcalareño

[Foto: LGV 2008 Alcalá]

 

El texto latino que ahora traduzco pertenece también al manuscrito mencionado en la colaboración correspondiente a diciembre del año pasado. Es el penúltimo del «Libro sobre la infancia del Salvador», publicado dentro de los apócrifos de la infancia. Y repito que es uno más de los muchos relatos fantásticos sobre la vida de Jesús, cuyo origen hay que buscarlo en el medievo.

   El texto en versión española dice así:

   «6. Un día, en la estación invernal, como el sol luciera radiante en toda su virtud, un rayo del mismo entró por una ventana y se extendió desde ésta hasta la pared, en la casa de José. Allí estaban jugando con Jesús unos niños de su misma tribu, hijos de los vecinos, corriendo de un lado para otro, y Jesús se sube a un rayo de sol, pone sobre él sus vestidos y se sienta como si se tratara de una viga muy firme. Habiendo visto tal (maravilla) los niños que con él jugaban, compañeros de su misma edad, pensaban que ellos también podían hacer de modo semejante. E intentaron subir, para sentarse con Jesús, en el juego, siguiendo su ejemplo, pero “[…] nos hacemos trizas.” Mas Jesús, a instancias de María y de José, soplando con suavidad sobre el lugar doliente, curaba todas las lesiones de todos los que se habían lastimado, y dijo: “El Espíritu sopla donde quiere y sana a los que quiere.” Y fueron sanados. Y contaron todas estas maravillas a nuestros padres. Y esta historia se hizo manifiesta en Jerusalén y en los remotos confines de Judá. Y la fama de Jesús se multiplicó en el círculo de las provincias. Y vinieron para darle la bendición y para que fueran bendecidos por Él. Y le dijeron: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos de los que mamaste.”

   »José y María dieron gracias a Dios por todas aquellas maravillas que habían oído y visto.»

[La voz de Alcalá, 15 al 31 de diciembre de 2016, año XXV nº 443]

 

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LAS ABARCAS DESIERTAS. Cuando la víspera de los Reyes Magos, a propósito de un homenaje de «CARMINA» al poeta MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942)

AL PRINCIPIO ERA EL VERBO. Juan 1, 1-18

DE LA INFANCIA DE JESÚS. Por José Manuel Colubi Falcó

LA ANUNCIACIÓN DE JESÚS. Lucas 1, 26-38

LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS. Mateo 2, 1-12

FICCIÓN DE NAVIDAD. De la serie «RECORTES», Nº 103. Por Pablo Romero Gabella

ZAGALEJOS, VENID AL PORTAL. Poema de autor anónimo del siglo XVII con fotografía de Manuel Verpi 2014

PORTALICO DIVINO (1606). Francisco de Ávila

ERES NIÑO Y HAS AMOR. Fray Íñigo de Mendoza (1425-1507)

NAVIDAD, 2014. Antonio Luis Albás y de Langa

NAVIDAD. 100 AÑOS DE «PLATERO Y YO». Homenaje de «CARMINA» al poeta Juan Ramón Jiménez (1881-1958)

AL NACIMIENTO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR. Luis de Góngora y Argote (1561-1627)

LA PALMERA. Gerardo Diego (1896-1987)

NATIVIDAD. Vicente Núñez

PALIQUES DE LA VIRGEN EN LA MAÑANA DEL NIÑO (AÑO DE 1954). Vicente Núñez

NACIMIENTO DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

LA GRAVIDEZ DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

JOSÉ VA A EMPADRONAR A SU FAMILIA. Por José Manuel Colubi Falcó

LA ANUNCIACIÓN (1472-1475). Pintura de Leonardo da Vinci (1452-1519)

NAVIDAD 2013, Antonio Luis Albás

LA ANUNCIACIÓN DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

 

UN HOMBRE SE ENFRENTA AL VESUBIO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

9 Nubes

Nubes sobre un cerro

[Foto: LGV Alcalá 2008]

 

Año 79 d.C., día 24 de agosto, siendo Tito emperador, casi a la hora séptima, no mucho después del mediodía, una mujer indica a su hermano que a lo lejos aparece una nube inusitada por su magnitud y aspecto. El hombre, almirante de la flota romana anclada frente al cabo Miseno, al norte de la bahía de Nápoles, se dedica a sus libros tumbado en un lecho, y ante tal indicación pide las sandalias y sube a un lugar desde donde puede contemplar mejor el portento: un nubarrón sale de no se sabe qué monte —después se supo: el Vesubio—, de la forma del pino, de tronco muy largo que allá en las alturas despliégase en diversas ramas, blanco o lleno de manchas y sucio por tierra y cenizas.

   Un portento digno de ser conocido, y el hombre manda que le preparen una nave ligera e invita, sin éxito, a su sobrino, otro estudioso, a que lo acompañe, y cuando está a punto de salir recibe una nota de una mujer en demanda de auxilio. Aquél combina su afán de saber con la magnanimidad: unas naves de guerra parten hacia la zona de la que todos huyen, para socorrer a la mujer y a cuantos puedan, y él, embarcado, , libre de miedo y con espíritu científico, va dictando, según perciben sus ojos, los movimientos y figuras del fenómeno y hace que el notario tome nota.

   La ceniza ya cae en las naves, más caliente y densa a medida que se acercan a tierra —fragmentos de piedra pómez, de rocas quebradas por el fuego, negras, quemadas—, hasta que aquéllas corren riesgo de encallar. El hombre duda, mas como «Fortuna ayuda a los fuertes», pone rumbo a Estabias, al sur de la bahía, donde puede abrazar, calmar, consolar a su amigo, donde se da un baño y cena con alegría, infundiendo tranquilidad a los temerosos mientras el Vesubio ruge y un mar de llamas refulge en medio de las tinieblas nocturnas: hogueras abandonadas por los paisanos, dirá, y se sumerge en profundísimo sueño. La lava, las piedras ardientes llegan, se oyen los bramidos del volcán, hay temblores de tierra continuos, las casas se tambalean arrancadas de sus cimientos, y el grupo delibera: en nuestro hombre es cosa de razones, en los demás, de temores.

   Es ya de día, pero allí reina la noche más negra y densa de todas, aliviada por intermitentes fulgores, y deciden dirigirse al mar en busca de cobijo: es imposible. Él, recostado sobre una colcha, pide una y otra vez agua fría, y duerme; las llamas y el olor de azufre ponen en fuga a los otros, lo despiertan y, puesto en pie, apoyado en dos siervos, cae y muere asfixiado. Al tercer día hallan su cuerpo, sin daño alguno, con sus vestidos, más parecido a un durmiente que a un muerto.

   Fue Gayo Plinio Secundo, Plinio el Viejo, militar, político, escrupuloso, hombre de ciencia, en cuyas aras sacrificó su vida, capaz de «hacer cosas dignas de ser escritas y de escribir cosas dignas de ser leídas» —su Historia natural—, y el autor de esta narración, el hijo de su hermana, Plinio el Joven, el que no quiso acompañarlo, en la carta 16 del libro VI de su epistolario.

   Pero la historia sigue. Hacia 1740, siendo rey de Nápoles el futuro Carlos III de España, se inician las excavaciones regulares de Herculano y Pompeya, el rescate de sus monumentos —teatro, templos, odeón, biblioteca, villas, estatuas, frescos— y de los moldes de muchos desdichados a quienes sepultó la lava.

 

[La voz de Alcalá, octubre de 1996, año VI, segunda etapa, nº 2]

 

Baño en Pompeya

Giuseppe Barbaglia

1872

(Fuente: The Archeology)

 

LA AMBICIÓN DEL PODER. Por José Manuel Colubi Falcó

 

5 xopi chao chao

Trasunto del Poder

Xopi

2008

 

Alrededor del 410 a.C. se representa el drama Las fenicias, de Eurípides (480-405 a.C.): guerra, desequilibrio entre los intereses individuales y los colectivos, separación entre elocuencia y moral…, éstas son algunas constantes del momento. En la tragedia, Etéocles y Polínices, hijos de Edipo, se enfrentan a muerte: ambos han pactado el ejercicio del poder en Tebas por turno, pero el primero, consumido el suyo, no quiere ceder. Inútiles resultan los ruegos y consejos de la madre. He aquí las palabras del primero en su diálogo con Yocasta (vv. 499-525):

   «Si para todos la misma cosa fuera bella y sabia a un tiempo, no existiría entre los humanos la discordia suscitadora de disputas. Mas nada hay semejante ni igual para los mortales, salvo en los nombres. Esa realidad no existe. Así que, madre, hablaré sin ocultar nada. Al oriente de los astros, del sol, iría yo, y bajo tierra, si capaz fuese de hacerlo, con tal de tener la más excelsa de las deidades: el Poder. Así, pues, madre, ese bien no quiero cederlo a otro más que guardarlo para mí, que cobardía es que quien ha perdido lo más tome lo menos. Además vergüenza siento de que éste, que llegó con armas y devastando la tierra, alcance lo que pretende. También para Tebas sería oprobio que por temor a la lanza micénica permitiese yo a éste tener mis cetros. Debiera él, madre, llegar a una reconciliación no con armas, pues la palabra conquista todo lo que también el hierro de los enemigos podría hacer. Con que, si quiere habitar esta tierra con otra condición, lícito le es, pues voluntariamente no consentiré en aquello: en ser su servidor, siéndome posible mandar. Ante ello, ¡venga el fuego, vengan las espadas, uncid los caballos, los llanos llenadlos de carros!, que no cederé a éste mi poder. Porque si hay que cometer injusticia, por el Poder bellísimo es cometerla, aunque en lo demás haya que ser pío.»

   Y las de la madre (vv. 528-558):
«¡Hijo, Etéocles!, no todo son males en la vejez, sino que la experiencia puede decir algo más sabio que la juventud. ¿Por qué te entregas, hijo, a la peor de las divinidades, a la Ambición?…  Injusta diosa: En muchas casas y ciudades felices entra, y sale sobre la ruina de quienes se abandonan a ella, por la que tú estás loco. Más bello es, hijo, honrar la Equidad, que siempre une a amigos con amigos, ciudades con ciudades, aliados con aliados. Pues lo equitativo es duradero para los humanos, mientras que frente al Más levántase siempre enemigo el Menos e inicia el día odioso… El ojo sombrío de la noche y la luz del sol recorren por igual el ciclo del año y ni uno ni otro siente envidia cuando es vencido… ¿Por qué al Poder, injusticia espléndida, honras sobrenaturalmente y lo consideras grande? ¿Para ser visto colmado de honores? Cosa vana. ¿Es que quieres sufrir mucho guardando mucho en palacio? ¿Qué es lo más? Nombre sólo tiene, pues lo bastante es suficiente para los sensatos. No, ciertamente, no poseen los mortales como propias las riquezas, sino que conservando las de los dioses velamos por ellas, y cuando quieren nos las quitan de nuevo. El Poder no es firme, sino efímero.»

 

[El Alca, año I – nº 5, octubre de 1991]

 

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LA ERÓTICA DEL PODER (EURÍPIDES, FENICIAS 503-558). Por José Manuel Colubi Falcó