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LA ERÓTICA DEL PODER (EURÍPIDES, FENICIAS 503-558). Por José Manuel Colubi Falcó

Etéocles y Polinices
Giovanni Battista Tiepolo
1696-1770

Tras la caída de Edipo, sus hijos, Etéocles y Polinices, asumen el gobierno de Tebas, acordando ejercer el poder –Tiranía en el texto, deificada y equivalente a Poder- por veces alternas, anualmente. Consumido su turno, el primero se niega a cederlo, dando lugar a una guerra que acabará con la muerte de ambos. En la escena, la madre intenta, en vano, hacerles entrar en razón.

            Eurípides (480-405 a. C.), el «filósofo de la escena», critica, desde ésta, la ambición espuria de poder, expresión máxima del desequilibrio entre el interés particular y el general que se produce en la Atenas de la segunda mitad del siglo V a. C. Y lo hace recurriendo al mito tebano, trágicamente, al igual que hará con las guerras en sus tragedias del ciclo troyano.

            Interés individual, o de parte, y común disociados, Justicia y Derecho pisoteados por la Ambición de poder –también deificada aquí-, la Historia nos enseña infinitos ejemplos de lo que han sido capaces los hombres por alcanzarlo o conservarlo como sea. Hasta hoy. El texto griego, que traduzco, dice:

            «Etéocles.- Yo, madre, hablaré sin ocultar nada. Hasta los ortos de los astros, del sol, yo llegara, y al interior de la tierra, si capaz fuese de hacerlo, con tal de tener a la más grande de las diosas, la Tiranía. Y ese bien, madre, no estoy dispuesto a cederlo a otro, sino, mejor, a conservarlo para mí. Pues que uno, perdiendo lo más, tomara lo menos, falta de hombría fuera.

            »Además, vergüenza me da que éste, que viene con armas y devastando la tierra, alcanzara lo que pretende. Para Tebas sería un deshonor eso, que por miedo a la lanza micénica cediera yo mis cetros para que él los tuviera… Así que, si quiere vivir de otro modo en esta tierra, puede, que yo voluntariamente no consentiré en aquello. ¡¿Siéndome posible mandar, llegar yo a ser su siervo algún día?!

            »Ante eso, ¡venga fuego, vengan espadas, uncid los caballos, llenad de carros los llanos, que a ése no cederé yo mi Tiranía! Porque si hay que hacer injusticia, lo más hermoso es hacerla por la Tiranía, aunque en lo demás haya que ser pío.

            »Yocasta.- ¡Hijo, Etéocles! No todo son males en la vejez. La experiencia puede decir algo más sabio que la juventud. ¿Por qué, hijo, te aferras a lo peor de las diosas, la Ambición? ¡Tú no! ¡Injusta es esa diosa! En muchas casas ha entrado, y en ciudades felices, y ha salido, para ruina de quienes se abandonan a ella… Enloqueces por ella, tú. Hijo, mejor es honrar la Equidad, que siempre ata a amigos con amigos, a ciudades con ciudades, a aliados con aliados. Pues lo igual es, para los hombres, estable, mientras que frente al Más siempre se levanta como enemigo el Menos y desciende hasta días de odio… El ojo sin luz de la noche y la luz del sol recorren por igual el ciclo anual y ni uno ni otro de ellos siente rencor cuando es vencido… ¿No soportarás tener igual porción de palacio y repartirlo con éste? ¿Dónde está la injusticia?

            »¿Por qué honras tan sobremanera la Tiranía, una injusticia feliz, y eso lo consideras grande? ¿Para ser admirado como persona honorable? Vaciedad, sí. ¿O quieres sufrir mucho teniendo mucho en palacio? ¿Qué es lo más? Sólo un nombre, pues a los sensatos les basta lo que es suficiente. Los mortales no han ganado como propia la riqueza, sino que cuidamos los bienes, ¡de los dioses!, cuando los tenemos, y cuando quieren nos los quitan de nuevo. El poder no es seguro, sino efímero».

            P.S. Este documento, en griego, de dificultad cierta, fue objeto de estudio (análisis, traducción y comentario), en los primeros años de la década de los ochenta del pasado siglo, a cargo de alumnos del Curso de Orientación Universitaria, cuyas edades oscilaban entre los diecisiete y dieciocho años, en el Instituto Cristóbal de Monroy. Habida cuenta de la dificultad del texto, se requería a veces la ayuda y, por supuesto, la corrección del profesor, que, entre otras funciones, para ésta está. ¿Hoy eso sería posible? 

LA AMBICIÓN DEL PODER. Por José Manuel Colubi Falcó

 

5 xopi chao chao

Trasunto del Poder

Xopi

2008

 

Alrededor del 410 a.C. se representa el drama Las fenicias, de Eurípides (480-405 a.C.): guerra, desequilibrio entre los intereses individuales y los colectivos, separación entre elocuencia y moral…, éstas son algunas constantes del momento. En la tragedia, Etéocles y Polínices, hijos de Edipo, se enfrentan a muerte: ambos han pactado el ejercicio del poder en Tebas por turno, pero el primero, consumido el suyo, no quiere ceder. Inútiles resultan los ruegos y consejos de la madre. He aquí las palabras del primero en su diálogo con Yocasta (vv. 499-525):

   «Si para todos la misma cosa fuera bella y sabia a un tiempo, no existiría entre los humanos la discordia suscitadora de disputas. Mas nada hay semejante ni igual para los mortales, salvo en los nombres. Esa realidad no existe. Así que, madre, hablaré sin ocultar nada. Al oriente de los astros, del sol, iría yo, y bajo tierra, si capaz fuese de hacerlo, con tal de tener la más excelsa de las deidades: el Poder. Así, pues, madre, ese bien no quiero cederlo a otro más que guardarlo para mí, que cobardía es que quien ha perdido lo más tome lo menos. Además vergüenza siento de que éste, que llegó con armas y devastando la tierra, alcance lo que pretende. También para Tebas sería oprobio que por temor a la lanza micénica permitiese yo a éste tener mis cetros. Debiera él, madre, llegar a una reconciliación no con armas, pues la palabra conquista todo lo que también el hierro de los enemigos podría hacer. Con que, si quiere habitar esta tierra con otra condición, lícito le es, pues voluntariamente no consentiré en aquello: en ser su servidor, siéndome posible mandar. Ante ello, ¡venga el fuego, vengan las espadas, uncid los caballos, los llanos llenadlos de carros!, que no cederé a éste mi poder. Porque si hay que cometer injusticia, por el Poder bellísimo es cometerla, aunque en lo demás haya que ser pío.»

   Y las de la madre (vv. 528-558):
«¡Hijo, Etéocles!, no todo son males en la vejez, sino que la experiencia puede decir algo más sabio que la juventud. ¿Por qué te entregas, hijo, a la peor de las divinidades, a la Ambición?…  Injusta diosa: En muchas casas y ciudades felices entra, y sale sobre la ruina de quienes se abandonan a ella, por la que tú estás loco. Más bello es, hijo, honrar la Equidad, que siempre une a amigos con amigos, ciudades con ciudades, aliados con aliados. Pues lo equitativo es duradero para los humanos, mientras que frente al Más levántase siempre enemigo el Menos e inicia el día odioso… El ojo sombrío de la noche y la luz del sol recorren por igual el ciclo del año y ni uno ni otro siente envidia cuando es vencido… ¿Por qué al Poder, injusticia espléndida, honras sobrenaturalmente y lo consideras grande? ¿Para ser visto colmado de honores? Cosa vana. ¿Es que quieres sufrir mucho guardando mucho en palacio? ¿Qué es lo más? Nombre sólo tiene, pues lo bastante es suficiente para los sensatos. No, ciertamente, no poseen los mortales como propias las riquezas, sino que conservando las de los dioses velamos por ellas, y cuando quieren nos las quitan de nuevo. El Poder no es firme, sino efímero.»

 

[El Alca, año I – nº 5, octubre de 1991]

 

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LA ERÓTICA DEL PODER (EURÍPIDES, FENICIAS 503-558). Por José Manuel Colubi Falcó

 

LOS TRABAJOS DE HÉRCULES: LA HIDRA DE LERNA. Por José Manuel Colubi Falcó

 

Heracles y la hidra de Lerna Zurbarán

Hércules lucha contra la hidra de Lerna

Francisco de Zurbarán

1598-1664

 

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Es ésta la segunda prueba, áthlon, que Euristeo impone a su pariente Heracles, nuestro Hércules, en el particular via crucis que éste ha de recorrer en expiación de su crimen. Los relatos que del mismo ofrecen los autores clásicos —así, entre otros, Eurípides, Diodoro Sículo, Ovidio, Pausanias, Higinio, Quinto de Esmirna— difieren a veces entre sí, incluso en aspectos que podrían ser considerados importantes, y de hecho lo son. Pero como en la mitología no hay dogmas, no se les puede negar validez. El más conocido, el de Apolodoro, cuya versión (Biblioteca II v, 1-12) seguimos aquí, relata así ese segundo áthlon, prueba o trabajo de nuestro héroe. El texto, que, como siempre, traduzco, dice:

    «Como segundo trabajo [Euristeo] le mandó matar a la hidra de Lerna. Ésta, criada en el pantano, salía a la llanura y aniquilaba los rebaños y la tierra. Tenía la hidra un cuerpo muy grande, con nueve cabezas, ocho mortales, la de en medio, inmortal. Pues bien, habiendo subido a un carro, cuyo auriga era Yolao, presentóse en Lerna, detuvo los caballos y, descubierta la hidra en un collado, junto a las fuentes de Amimone, donde se hallaba su guarida, lanzándole dardos encendidos la obligó a salir, y una vez que ella hubo salido, intentó dominarla por la fuerza. Pero ella se resistía enroscada en uno de sus pies, pues, aunque él cortaba las cabezas con la maza, nada podía conseguir porque de una cabeza que era cortada rebrotaban dos. Además, un cangrejo de enorme tamaño auxiliaba a la hidra mordiendo el pie de Heracles. Por esa razón lo mató y también él llamó en su auxilio a Yolao, quien, habiendo prendido fuego a un bosque cercano, con las teas quemaba las raíces de las cabezas que trataban de resurgir, cortó la que era inmortal y la enterró y sobre ella puso una pesada piedra, cabe el camino que a través de Lerna conduce hasta Eleunte. Además, cortó el cuerpo de la hidra y con la bilis de ésta mojó sus flechas [para envenenarlas].

    »Pero Euristeo dijo que este trabajo no debía ser contado, dado que él no había vencido a la hidra en solitario, sino con el concurso de Yolao.»