Posts from febrero 2008.

ANTONIO MEDINA DE HARO (1936-1997) (fragmento) («Historias de vidas» Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2006)

Antonio Medina de Haro

Dibujo-retrato del poeta y profesor
Antonio Medina de Haro por Luis Caro
(1992)

Al estallar la Guerra Civil la familia tuvo que trasladarse a Málaga, porque al padre lo habían llamado a filas y fue destinado como cocinero a esa ciudad, donde Antonio Medina de Haro nace, por pura casualidad, el 6 de diciembre de 1936. Siendo muy chico, una criatura, la familia regresa a Guadix, donde el padre se hace cargo de una distribuidora de vinos. El local de la empresa era a la vez bodega y taberna. Con el tiempo el padre compró un camión para repartir el vino entre los clientes de Guadix y de otros pueblos de los alrededores. Cuando niño y adolescente, y también cuando muchacho universitario, Antonio ayudó cuanto pudo en la bodega. Cuentan que con diez años su padre lo mandó en tren a Madrid para que cobrara una factura a un cliente moroso, y allí fue, a la capital y, por supuesto, se trajo el dinero para Guadix. La madre siempre quiso que Antonio estudiara en la Universidad. Era una mujer con muchas inquietudes y, probablemente, fue ella quien le transmitió al hijo la pasión por la lectura, porque ella leía mucho, era curiosa, le entusiasmaba aprender. No lo quería en la empresa familiar, quería que hiciera una carrera, la que él eligiera. Antonio quiso hacer Filosofía y Letras y eligió la Universidad de Salamanca. Su madre lo animó en su predilección porque ya comprobaba en el hijo una valía especial para la palabra, cuando escuchaba lo que hablaba o leía lo que escribía. Antonio, que era el mayor, y sus tres hermanas estudiaron el bachillerato en Granada. La más joven hizo luego enfermería, pero él inaugura en la familia el acometer una licenciatura superior y, además, lejos de su pueblo, en la vieja Castilla, en la Universidad donde Lázaro Carreter fue maestro suyo.

 

LOS EXPEDITO Y LA MÚSICA (fragmento) («Historias de vidas» Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2007)

 

 


De izquierda a derecha,
José, Rafael y Expedito Fernández Alba con el uniforme de la Banda Obrera
en Alcalá de Guadaíra, 1931.
Foto de autor anónimo,
cedida por Expedito Fernández Fernández

 

La Banda Obrera supuso un fenómeno insólito, puesto que a duras penas conseguían los pueblos de entonces que sus ayuntamientos crearan o ayudaran a crear una banda municipal. En la Alcalá de los años treinta van a ofrecer conciertos y pasacalles tanto la oficial como esta otra surgida de la voluntad y el arte de un puñado de guarnicioneros, horneros, toneleros, caleros, zapateros, carpinteros, panaderos…, hechos músicos por Rafael Fernández Alba. A veces coincidían al dar sus conciertos: cuando una tocaba en el Duque, la otra lo hacía en la Plazuela.

            La Orquesta Hollywood, que era más bien una jazz-band formada por tan sólo siete u ocho miembros, permitía una mayor capacidad de movimiento y ser contratada más veces para tocar en locales donde la banda no tenía cabida, y por entidades diversas: no iba a tocar la banda en las terrazas del hotel Oromana y sí la orquesta, o en una caseta de feria o en el pequeño cine del Pere-Gil. Nos atrevemos a sugerir que probablemente la pequeña Orquesta Hollywood financiara una parte importante de los gastos de funcionamiento de la banda, y al revés. Todos los músicos de la Hollywood pertenecían a la Banda Obrera. Al mismo tiempo, la actividad de la jazz-band, tanto los ensayos como las funciones públicas, serviría además como laboratorio musical en el que experimentaban con los nuevos ritmos venidos de los Estados Unidos, aunque en las veladas y bailes donde actuaban no faltaban pasodobles o tangos. Sería curioso poder hoy, si hubieran quedado grabaciones de la Orquesta Hollywood y de la Banda Obrera, analizar las recíprocas repercusiones, estrictamente musicales, en la manera de ejecutar una y otra sus respectivos repertorios. En cualquier caso todos los músicos de ambos conjuntos habían tenido que costearse sus instrumentos y el encargo de sus uniformes en la sastrería, y no perder el tiempo desde que salían de sus trabajos para no llegar tarde a los ensayos en la casa que Rafael Alba, tío de Rafael, poseía en la calle Coracha frente a la calle Gloria.

            Hay una anécdota que Vicente Piña contaba sobre la banda obrera, acerca de una vez que para ensayar un pasacalle contrataron un camión que los llevara al campo, cerca del lugar conocido como El Junco. Se pusieron a tocar a compás de marcha y en formación, sin darse cuenta de que estaban junto a un cercado de toros. La música atrajo a los animales y los músicos se asustaron y a toda prisa como pudieron se subieron al camión. Pero las bestias no se habían aproximado para embestirlos, sino para escucharlos, atraídas por aquellos sonidos, tan extraños en aquel lugar. Sin dar muestras de fiereza alguna allí se quedaron los toros parados como apreciando la belleza de las notas. Y los músicos decidieron bajarse del camión y continuar con el ensayo del pasacalle ante un público de mansos cuadrúpedos.

            La Guerra Civil fulminó el sueño de los Expedito. La Orquesta Holliwood y la Banda Obrera desaparecieron. (…)

UN APUNTE SOBRE ARTE, ARTISTAS Y SOCIEDAD (Lauro Gandul Verdún, 2007)

 

En arte podríamos decir que sólo es bello lo significativo. De esta suerte, no todo signo es significativo. La significación, es decir, la belleza, sería la que derive del signo elegido por el artista para expresar una aproximación espacial, temporal y humana del mundo en que vive. A un signo sin significación lo calificaríamos de feo. Lo bello sólo puede ser expresado, o recibido, por artistas. Artista en el sentido de aquel en cuya axiología ocupa una predilección fundamental la creatividad humana, sea por él generada, o sea recibida, o de ambas maneras participe de ella. El ser del artista sólo va a desplegarse en un mundo en libertad de pensamiento, y ha de servir civilmente a los demás, y ha de contribuir a hacer más libres a las personas. La belleza de un poema, o de una película, también nos puede hacer más justos. El artista es un ser social. Si no vive en una sociedad en libertad va a luchar por sí y con otros por esa libertad. El artista no expresa para ganarse la vida, para este fin tratará de sobrevivir como cualquiera, con más o menos trabajo según su suerte. Desde luego, si su intención es ésta, ya no va a tener la expresión de su arte, con todo lo que ética y estéticamente comprende, como exclusivo principio y final de su actividad creativa. En este sentido, el arte es incondicionado y así podemos concretar su libertad.

 

AQUELLOS NIÑOS DEL RÍO (fragmento) (Olga Duarte Piña, 2005)

 

Nº-8-Manuel-y-los-espíritus-de-los-niños

Manuel y los espíritus de los niños del río

Ilustración de Rafael Luna

Cuando los niños se percataron de que en la cuestecita estaban embobados Nicoleta y Miguel, cayeron en la cuenta de que habían olvidado hacerse invisibles pero, al mismo tiempo, como para tranquilizarlos Manuel les dijo: «¡Aquí vienen mis dos amigos nuevos!» Los niños dejaron de reírse, pero más por educación que por rechazo a los recién llegados. Nicoleta y Miguel no sabían qué decir, pero como traían algunos libros del colegio los sacaron para enseñárselos a Manuel. «Me van a enseñar a hacer cuentas y a escribir», le dijo al grupo de niños. Manuel se dirigió a Nicoleta y Miguel: «Ellos también os están esperando, como yo, y quieren conoceros. Os los voy a presentar». Manuel fue diciendo los nombres de cada uno, y a medida que Nicoleta y Miguel se fueron fijando en sus caras fueron reconociendo a amigos suyos del colegio y de la calle. No es posible, se decían para sus adentros, ¿Pero qué hacen aquí? Miguel tuvo menos reparo en decir lo que estaba pensando: «¿pero qué hacéis aquí, si yo os conozco, a casi todos?». Nicoleta le dio un tirón del abrigo. Ella estaba inquieta porque le vino el recuerdo del sueño sobre los espíritus olvidados de los niños…, y a Miguel también le vino de pronto el mismo recuerdo del sueño. Una niña, que se dio cuenta de que parecían preocupados, se les acercó y les dijo: «No tengáis miedo, nosotros sabemos que vosotros nunca olvidasteis vuestra infancia, por eso no estáis aquí viviendo junto al río. Ahora que nos conocéis, llevadnos a quienes nos olvidaron. Tú y Miguel sois los únicos que podéis hacerlo». Manuel miró a los niños y dijo tartamudeando: «¿qué sois? ¿espíritus?».

EL NUEVA YORK DE BUDAPEST (Lauro Gandul Verdún, 2000)

 

El Nueva York (2) (2000)

 

HE ahí la pequeña mesa

La gastada tapa de viejo mármol veteado

Bebieron los poetas sus copas

Celebraron su locura elevada

Las altas bóvedas atesoran

El eco del discurso de sus profundas lágrimas

Rieron por el brillante dolor

De tanta hermosura que supieron rescatar de los escondrijos de la vida

Y no con dinero sino con sus versos

Pagaron

Sobre la vieja y gastada tapa de mármol

En el Nueva York de Budapest.

 

 

CREPÚSCULO EN BUDA (Lauro Gandul Verdún, 1994)

 

El puente de la Libertad (Budapest,03)

ABAJO al Danubio lo surcan los barcos

De orilla a orilla atrevidos puentes

Sobre los que la muchedumbre transita

En el castillo las voces son susurros

Suenan músicas

Alguien canta

Hora de paz en Buda.

APROXIMACIONES A LA POESÍA HUNGÁRICA (Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2008)

 

Padre e Hijo en el Danubio, Braila, 2001

Pescadores en el Danubio (Foto L.G.V., Braila, 2001)

 

El Danubio es, después del Volga, el mayor río del continente europeo. Nace en la Selva Negra (Alemania) y va a fluir 2860 kms. hasta su desembocadura en el mar Negro (Rumanía). Atraviesa ciudades como Viena, Bratislava, Budapest o Belgrado. El primer poema en español que canta al gran río fue escrito durante el verano de 1532 por Garcilaso de la Vega. El poema supone también, según Tomás Navarro Tomás, el primero del autor en que el sentimiento de la naturaleza se manifiesta «francamente». Por orden del emperador Carlos V el poeta soportará ese verano pena de confinacíón en una incierta isla que

 

Con un manso ruido

de agua corriente y clara,

cerca el Danubio (…)

 

 

Donde va a escribir su «Canción III» como alabanza al río, y dejará claro, además, que no es mayor la desgracia de estar «preso y forzado y sólo en tierra ajena» que el sufrimiento de saberse en la definitiva desesperanza de conquistar el corazón de D.ª Isabel Freyre, quien se había casado con D. Antonio de Fonseca, algún tiempo antes del destierro del caballero renacentista:

 

Sepan que ya no puedo

morir sino sin miedo;

que aun nunca qué temer quiso dejarme

la desventura mía,

que el bien y el miedo me quitó en un día.

 

Sin su amada el poeta español sólo tiene al Danubio. Personifica al río al invocarlo por su nombre propio, de esta suerte le entona un canto, que es también un exhorto o una oración que se lee así:

 

Danubio, río divino,

que por fieras naciones

vas con tus claras ondas discurriendo,

pues no hay otro camino

por donde mis razones

vayan fuera de aquí, sino corriendo

por tus aguas y siendo

en ellas anegadas;

si en tierra tan ajena

en la desierta arena

fueren de alguno acaso en fin halladas,

entiérrelas, siquiera,

porque su error se acabe en tu ribera.

 

 

Aunque en el agua mueras,

canción, no has de quejarte;

que yo he mirado bien lo que te toca.

Menos vida tuvieras

si hubieras de igualarte

con otras que se me han muerto en la boca.

Quién tiene culpa desto,

allá lo entenderás de mí muy presto.