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CARTA A RAFAEL LUNA (con fotos de 1988 y 1989). Poema de Lauro Gandul Verdún (Museo de Alcalá de Guadaíra, 1 de octubre de 2020)

 
 
 

 

 
 
 

  Te escribo mientras sobre mí se alza un cielo azul limpio,

En la planetaria bóveda,

Lleno de aire tierno y fresco, traído al día por brisas de otoño.

 

   Aire en los pulmones para poder fumar lentamente en los bosques,

En las riberas de un río fantástico, o desde el alcor contemplar la vega.

Fumar, porque el humo es de la misma materia que el aliento que inspira,

De la materia de las formas intangibles,

Aquellas que adoptan la consistencia de los sueños

Y la de la fantasía que brota durante la duermevela,

O desde lo entornado de los ojos,

De las puertas encajadas o entreabiertas, de una ventana,

La baranda pequeña de un balcón. Trozos de interiores. Un viejo ropero,

Un suelo de cuarto con geometrías simpáticas.

Y la memoria del ojo de un alma de espejo e imán.

 

   Escucho la música sostenida por unas guitarras eléctricas, los platillos de la batería

Y la trompeta en un tema de los Beatles.

Estos ecuménicos himnos.

Sí, universales, eran de tu gusto, de tu afición.

 
 
 

 
 
 

   Querido amigo Rafael:

Después de estos muchos años que no te vemos con los ojos habituales,

Los que nos corresponden por seguir vivos,

Biológicamente hablando,

Me atrevo a dirigirme al ángel,

Que desde que faltas aquí

Seguro que eres en esta bóveda celestial que a todos nos cubre,

Donde no sé si seguirás pintando,

O preferirás volar por los espacios y por los tiempos,

O transfigurarte a tu antojo y asomar tu figura,

Que sería irradiante y,

Realmente incorpórea pero visible, aunque sea atravesando muros.

La aparición tuya el día menos pensado…

¡Querido amigo, que un milagro así ocurriera, me haría llorar,

Y dando un salto abriría los brazos como para un vuelo contigo!

¡Y tú con tus alas!…

¡Qué acontecimiento!…

Yo podría decirte, aquí en la Tierra:

¡Hombre, Rafael!, ¡cuánto tiempo!, ¡qué buen aspecto tienes!…

 

   Mientras se te ocurre un buen día ese regreso tuyo,

Tendré que ponerte al tanto, aunque no sea fácil,

Con esta carta al que eres, Rafael,

En Álvarez, o en Luna.

Fafi de los amigos que los hacías entrañables

Desde tu ternura urbana y cosmopolita.

 

   Querido amigo, demasiadas veces parece que ocurre mucho

Pero suelen ser fútiles ocurrencias,

Mientras lo importante pasa más lentamente,

Con ese tiempo lento que no todos captan…

 
 
 

 
 
 

   Ningún miembro de la familia de Carlos IV se ha bajado

De su silla roja ni ha soltado su paraguas azul.

La monja de tus Meninas aún no ha descendido de su ascensión.

Todavía no se ha dado cuenta Baltasar Carlos de que ése no es su cuadro.

Los acrobáticos monos que trepan por tus giraldas no se han despeñado.

Los mensajes dentro de tus botellas siguen flotando en las aguas del tiempo.

Un Papa espera a que le afeiten sentado en su silla de barbería.

Las máquinas de escribir no paran o en su estática, son imparables.

Las teclas percuten sobre papeles oníricos

Mientras el viento de la noche entra y sale en la doble habitación,

Arrastrando las hojas aún no escritas, llevándoselas no se sabe adónde,

En blanco, sin que haya habido tiempo de escribir sobre ellas nada.

¿Acaso sea la única claridad inmaculada?

 

   Sin embargo, como dijiste una vez,

«…Continuará.»

La vida, los mundos en dos dimensiones que sacaste de éste,

Que era el tuyo, que estaban en éste mientras estuviste,

Aunque sólo tú fuiste quien nos los dibujaste y nos los diste en las formas y sus colores

Para que nosotros aprendiéramos a descubrirlos.

 

   Tu busca, tus lápices y pinceles, los tubos de acrílico, tus laboratorios,

Tus papeles, lienzos, mosaicos, poemas visuales,

Carteles…

Todo esto nos dejaste, y también la vida de tus sueños

En la materia de tus cuadros visibles y tangibles.

Tu vida misma a la que hoy nos invitas,

Colgada de las paredes de un museo.

 
 
 

 
 
 

[Fotos: Lauro Gandul Verdún 1988-89]

 
 
 

LA EXPOSICIÓN DE RAFAEL LUNA (1952-2010) EN EL MUSEO DE ALCALÁ. María del Águila Barrios

 
 
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Sin título
(Acrílico sobre papel)
Rafael Luna

 
 
 

He encontrado en mi archivo una foto de un cuadro sin título y sin fecha (e incluso sin firma) pero, inconfundible, de Rafael Luna. El Melville de Moby Dick , la Voz Humana de Cocteau, botellas con mensaje, un buque zozobrando en medio de un océano embravecido. No sabemos si nuestra ballena Perla fue un cetáceo tan terrorífico.

   Tenemos al pintor en el Museo de Alcalá hasta el 2 de noviembre próximo. Muerto en 2010, su familia promovió en Sevilla una gran exposición de su obra en 2013. Desde entonces ningún acontecimiento. Ninguno. Ahora tenemos la oportunidad histórica de contemplar una obra enorme, variada, original, innovadora, generadora, creativa, humana…, ¡y mil adjetivos más!. Una obra que es una jungla, y, a la vez, una tierra fecundada por él, que suscita fertilidad, y un efecto multiplicador en el alma de quien a ella se acerque  y respire el aire, el agua, el fuego, la tierra y el mundo que brotan de sus composiciones, de sus series, de sus relatos pictóricos…

   Permitidme que haya pedido a mis íntimos amigos, Olga y Lauro, para que me presten algunas de las palabras, frases y versos a los que pusieron voz en el acto de presentación de la exposición el pasado 1 de octubre en la explanada delante del Museo.

   Elijo del texto de Olga Duarte lo siguiente:

   «Era Fafi un buscador, un ser que amaba lo cotidiano, que se detenía a observar lo que le rodeaba, no despechaba nada, todo le importaba y le importaba porque veía vida en el objeto desechado, gracia en la sonrisa imprevista de quien se cruzaba con él. Adoraba el día a día porque le nutría su creatividad. (…) Fue un pintor que descubrió cómo hacernos observar el mundo con sus ojos, que dejaban de ser los nuestros ante un cuadro suyo. y planteaba enigmas, y acontecimientos, que sólo él podía ver y los traducía en sus obras para nuestro descubrimiento. La calle Bailén, el cine Nevería, las Meninas, las Giraldas, las máquinas de escribir, las bibliotecas, las sillas de barbero, sus versiones de obras históricas de Velázquez, Murillo o Goya. Todo transformado, deconstruido, convertido en otra tesitura, en multiplicadas realidades.»

   Y de Lauro Gandul:

   «(..) De las puertas encajadas o entreabiertas, de una ventana,/ La baranda pequeña de un balcón. Trozos de interiores. Un viejo ropero,/ Un suelo de cuarto con geometrías simpáticas./ Y la memoria del ojo de un alma de espejo e imán.» (…)

   »Mientras se te ocurre un buen día ese regreso tuyo,/  Tendré que ponerte al tanto, aunque no sea fácil (…)

   »(…) Ningún miembro de la familia de Carlos IV se ha bajado/ De su silla roja ni ha soltado su paraguas azul./ La monja de tus Meninas aún no ha descendido de su ascensión./ Todavía no se ha dado cuenta Baltasar Carlos que ese no es su cuadro.»

 
 
 [La voz de Alcalá, 2020]

 
 
  
 
  
 
  
 
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  Si quiere leer más textos de María del Águila Barrios en «CARMINA»,  pinche en su nombre.

 
 
 

RAFAEL LUNA «SERIES PARA UNA VIDA». Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún (Lisboa 2019)

PÍO, HÉROE CONTRADICTORIO. De la serie «RECORTES», Nº 110. Por Pablo Romero Gabella

 

luna baja y trágame 7

Luna, baja y trágame 

(Ilustraciones para un libro de Tomás Valladolid Bueno)

Rafael Luna

2009

 

«¿Por qué se le sigue leyendo en una época en la que los lectores desfallecen? Porque lo ponen de lectura obligatoria en colegios o lo ponían, y por algo más. Por el lector adulto, que, en sus horas por fuerza solitarias, en el tiempo de la remembranza, que fue el de Baroja, se recuerda en el joven que buscaba refugio en la lectura y que por un momento se sintió Martín Zalacaín o Andrés Hurtado acogotado por el medio, buscando una salida, una puerta de escape: los rebeldes barojianos que crecían más en la imaginación de sus lectores que en las páginas que su generación concita. En los humano, como en toda la naturaleza, el individuo es lo único. Sólo lo individual existe en el campo de la vida  en el campo del espíritu. Lo individual no puede en absoluto entrar de lleno en un encasillado, y menos si este encasillado ha tenido por norma un principio ético. Las ideas de lo bueno, de lo lógico, de lo justo, de lo consecuente, son demasiado genéricas para representarse completas en la naturaleza. El individuo no es lógico, ni bueno, ni justo. Todo lo individual se presenta siempre mixto, con absurdos de perspectivas  y contradicciones pintorescas, contradicciones y absurdos que nos chocan, porque intentamos someter a los individuos a principios que no son los suyos. Baroja y sus rebeldías, Baroja anticomunista, antidemócrata, antirrepublicano confeso antes de la Guerra Civil, durante la guerra y después de ésta. Hombre de otro tiempo, del antiguo régimen, digamos. Inclasificable. Se nos escapa entre sus páginas, ahí creemos atraparlo y nos acaba enseñando nuestros propios fondillos.»

[Pío BarojaCésar o nada, Madrid, 2006, pág 7-8, 1ª edición 1910 / Miguel Sánchez-Ostiz, «Baroja no era barojiano», ABC Cultural, 7 de noviembre de 2015]

 

LECTURA DE POEMAS EN HOMENAJE A POEMAR, RAFAEL LUNA Y RAFAEL BALTANÁS. Molino del Algarrobo, domingo 1 de noviembre de 2015 a las 7 de la tarde

 
Cartel Molino del Algarrobo POEMAR

CARTEL POR GUILLERMO BERMUDO

 

EL ENCUENTRO EN EL BOSQUE DE ALMECES. Pintura de Rafael Luna (de la serie «Aquellos niños del río» 2005 para un cuento de Olga Duarte Piña)

 


Foto nº7 El encuentro en el bosque de almeces

 
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HOJAS Y LÁPICES. Pintura de Rafael Luna (de la serie «Aquellos niños del río» 2005 para un cuento de Olga Duarte PIña)

AQUELLOS NIÑOS DEL RÍO (fragmento) (Olga Duarte Piña, 2005)

«VIDA NOCTURNA» (HOMENAJE DE RAFAEL LUNA A EDWARD HOPPER 2005). De la serie «Aquellos niños del río»

EL DESPERTADOR DORMIDO. Pintura de Rafael Luna (de la serie «Aquellos niños del río» 2005)

 

ALGUNAS RIMAS DE ALBERTO GONZÁLEZ CÁCERES HECHAS POR ENCARGO (CON DOS PINTURAS DE RAFAEL LUNA, A PROPÓSITO DE ESTA EDICIÓN). Por Rafael Rodríguez González

 

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Sin título

(Acrílico sobre lienzo)

Rafael Luna

 

Los versos que siguen están extraídos de un trabajo, «Madre e hijo», que tan posible es que se publique como que no, en el que se relata la vida de Alberto González Cáceres y de su madre, Alicia. Mario Cortés (fallecido hace poco), me contó que estas rimas (hay más, pero para muestra bastan) las hacía por encargo. Por ejemplo, un alcalareño para una amiga en el cumpleaños de ésta; un soldado en Melilla para su novia; un enamorado astigitano para un soldado… Y Alberto les hacía el favor. El de Melilla le dijo que su novia, Mariquilla, le había preguntado que quién le había escrito aquello. Y Alberto le dijo que le contestara que nadie, sino que lo había soñado y lo había escrito sonámbulo. Poco después, la novia le preguntó qué cosa era sonámbulo. Es que… (R.R.G.)

*

   En este tan glorioso día
verás entrar en Fuengirola,
en la cresta de una ola,
un gran beso, Marta Lucía.
Ya sabes quién te lo envía:
éste que tumbado a la bartola
siempre anda con la tecnología.
Si supieras lo que yo daría
por llegar allá y decirte ¡Hola!

*

   Por carta, desde Sevilla,
me llega tu fragancia alentadora
hasta este cuartel de Melilla.
Ocupas mi pensamiento, chiquilla,
y sin tregua, hora tras hora,
el amor que mi pecho atesora
toma la forma de una tu horquilla,
de un tu peine, de la quilla
de la nao que salvadora
ha de llevarme a ti, Mariquilla.

*

   Sueño que tú, oh soldado del Pirineo,
gran portento acanelado,
cuerpo más que bien periformado,
eres quien me acaricia el perineo.
Lo sueño dormido e igual desvelado,
y hasta me parece que en tus ojos veo
la intención de bajarte el abultado
algodón que de nombre dan Abanderado,
para luego llegar los dos al apogeo.
¡Regresa de las montañas, cargado
con tus dones, que en Écija gimoteo,
aguardando tu hacer avolcanado!

 

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Sin título

(Acrílico sobre lienzo)

Rafael Luna

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Écija en «CARMINA»:

TUMBADAS GIRALDAS ASTIGITANAS. Poema de Lauro Gandul Verdún

FORJA AL AZAR DE HUMANOS. Poema de Lauro Gandul Verdún (Écija 2011)

 

HOJAS Y LÁPICES. Pintura de Rafael Luna (de la serie «Aquellos niños del río» 2005 para un cuento de Olga Duarte Piña)

 

Nº 9 Hojas y lápices

 

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AQUELLOS NIÑOS DEL RÍO (fragmento) (Olga Duarte Piña, 2005)

«VIDA NOCTURNA» (HOMENAJE DE RAFAEL LUNA A EDWARD HOPPER 2005). De la serie «Aquellos niños del río»

EL DESPERTADOR DORMIDO. Pintura de Rafael Luna (de la serie «Aquellos niños del río» 2005)

 

POSESIÓN MUSICAL O CÓMO FUI INVITADO A UN AQUELARRE. Pablo Romero Gabella

 

DesnudoporRafael  Luna

Desnudo

Rafael Luna

 

El musicólogo británico Raymond Monelle escribió:«la música no es un objeto natural, es fundamentalmente social [no son] solamente sonidos y partituras» (The Sense of Music, 2000). Ese producto social que es la música hace que obras que en su tiempo fueron repudiadas (por críticos, público y/o gobernantes) reaparezcan tiempo después con la fuerza de lo nuevo y seamos seducidos por ellas; como aquella chica que no nos parecía especialmente guapa o atractiva y que más tarde nos produce la sensación de cómo habíamos podido vivir sin ella. La seducción es también un producto social, y la música se compone no solo de sonidos y partituras sino igualmente de sugerencias, turbaciones y obsesiones. Esto mismo creí vivir (porque la vida es en muchas ocasiones un espejismo de lo que creemos sentir) el 24 de octubre pasado en el 4º concierto de la R.O.S.S. en el Teatro de La Maestranza. Y por lo que leo y oigo, no sólo el que esto escribe creyó sentirlo.

   Bajo el título de La fuerza del acero, el director Pedro Halffter propuso tres obras de sendos músicos rusos (Mosólov, Chaikovsky y Prokofiev) que en su origen fueron rechazadas, si no directamente repudiadas.

   Por educación y gustos musicales mi atención se fijó en el famoso Concierto para piano y orquesta nº 1 de Chaikovsky (1874). Sin embargo, no advertí que aquello era sólo el cebo para la celada. Era la puerta de acceso (a través del perturbador romanticismo, para otros simplemente academicismo) a un aquelarre al cual no pensaba estar invitado.

   Como prólogo Halffter recibió al público con tres minutos del apabullante expresionismo futurista-soviético de «La fundición de acero» (1926), único trozo superviviente del espurgo stalinista del ballet El acero de Alexander Mosólov. Algo inquietante y perturbador fue inoculado (tal como hacían los íncubos y súcubos) en el público con aquella recreación del progreso soviético. Aún sobrecogido por los vapores industriales, el Concierto de Chaikovsky me pareció (a mi pesar) algo fláccido, falto de pasión (empero el hacer industrioso de la joven pianista ucraniana Regina Chernychko). Las bellas melodías románticas me parecieron un interludio de algo que iba a acontecer (no sabía exactamente qué).

   Tras el descanso llegó el aquelarre, aquella orgía musical que fue el alfa y omega del concierto: la Sinfonía nº 3 de Sergei Prokofiev, titulada «El ángel de fuego» (1919-1927). Una música inicialmente realizada para una ópera que contaba la historia (nada soviética) de una jovencita poseída por espíritus y que finalmente acabaría en la hoguera, pasando antes por un exorcismo. Lo que pudiera parecer, a ojos del siglo XXI, como una mezcla programática entre El sexto sentido y El exorcista y que le llevó al músico casi un década de trabajo, se basaba en una novela decadente de final de siglo que obviamente no fue muy del gusto de Stalin (el hecho de acero). Pero lo que Prokofiev hizo fue una obra de atmósfera de oscurantismo (como así fue el stalinismo) y de un violento componente erótico (en palabras de Martín Llade en sus certeras notas al programa).

   Los oyentes (como la crítica, por lo que he leído) fueron seducidos por aquel pandemónium de «desquiciantes juegos tímbricos y armonías demoníacas» (Llade dixit). Halffter, tal como si fuera el oficiante de aquel brujeril rito, como aquel macho cabrío de La semilla del diablo, abandonó la luminosidad chaikovskiana y comenzó su particular exorcismo de aquella música antaño repudiada. Nos descubrió el sentido de aquel concierto: adentrarnos en una música de una fuerza arrebatadora, subyugante y a la vez de desasosegadora modernidad. Sus gestos (como si fuera un exorcista) contagiaron a la orquesta (a la sazón en rebeldía profesional con su quehacer como director) y se rindió al aquel vértigo demoníaco. Puro maquiavelismo musical.

   Al finalizar el concierto Pepe Galeote, profesor y compañero al cual debía mi presencia en aquella batahola, nos llevó al grupo de profesores a saludar al director; y éste directamente nos preguntó qué nos había parecido la sinfonía de Prokofiev. La máscara había caído, el exorcismo había tenido éxito, y rendidos sólo pudimos afirmar que nos había encantado. Había caído seducido como Rose Marie al ver su criatura demoniaca en aquel apartamento de los Castevet.

 

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«EL AQUELARRE» DE GOYA (1823) POR RAFAEL LUNA

 

COLOQUIOS (251). Gabi Mendoza Ugalde

 

detalleaquelarredeFAFI«El aquelarre» de Goya (1823) por Rafael Luna

(Detalle)

 

–Sin patria todos somos huérfanos.

–Cuidado, que te van a tachar de facha.

–¡Que se vayan todas las CCAA al quinto pino!

–Pobre pino cuando le llegue el alud…