Tégulas de Gandul
[Foto: LGV Alcalá 2014]
«Están ciegos; y, lo peor de todo, seguros de ser videntes.»
León Tolstoi
DICEN que sobre gustos no hay nada escrito. Hoy me propongo escribir sobre gustos, y sobre gastos. El gusto público alcalareño es muy particular, pero que muy particular, y no menos que el gasto público: que unos jarroncitos en Silos y un descomunal bicharraco (de diez millones de euros –cuando un puente normal hubiera costado tres veces menos-) para cruzar el río, más feo que la espuma de la sosa cáustica sobre la ultrajada lámina del Guadaíra; que unas rotondillas y unas rotondonas, a rebosar tantas de ellas de matojos y hierbajos, a toro pasado de Dos Hermanas, la de las Rotondas (aunque más estudiadas que las alcalareñas, -miméticas y de copia que no de proyecto las nuestras-), que muy viejos olivos en lugares muy nuevos y, en general, muchos arbolitos, por doquier, mucho césped formando lomitos de un verde muy plástico, pronto matizado de marroncitos; que marbellíes cascaditas para fachada de una Nueva Rabesa del futuro en el presente… Y muchos jardineros con sus maquinillas de afeitar céspedes y setos y floreros. Vaya, vaya… Todo muy particular, muy privado, prácticamente pijo. ¡Qué guay el decorado! ¡Qué mono el jardín! Desde El Duque al Parque-Centro sufrimos el meollo del bodrio. Si no, no se explica que Pescuezo sea hoy la autopista del casco urbano, por Histórico y por Centro. En los barrios, como tanto tiempo dura la ocupación de las poltronas de las distintas sedes consistoriales, neopijos de tercera generación psocialística o pepeística, lo mismo da que da lo mismo, suscitan un gasto a la frívola manera de: «Chiqui, no me gustan los accesorios del toilette: que los quiten de mi vista inmediatamente.»
A mí me parece que mantener en condiciones todo este decorado después de las inauguraciones no va a haber fondo municipal que lo aguante, ni en el fondo del mar (matarile, rile, rile, rile/ matarile, rile, rile, ra…). O lo que es lo mismo, no lo cuidarán, las malas yerbas crecerán, las buenas y caras se secarán y no volverán, las lindas flores se marchitarán y tampoco volverán, y ni las oscuras golondrinas, y colorín, colorado este cuento no se ha acabado, todavía.
Paso por Bailén, por Antonio Mairena, por Duquesa de Talavera… ¡Por Dios! ¡¿Por qué estas obras se han reiterado?! Es mucho peor que una pesadilla para los que tienen oficios, para los peatones (apeados de las aceras, que cuando no sirven para los coches sirven para la maquinaria pesada -pesada maquinaria-), los chóferes de coches o motos, camionetas, furgonas o isocarros, los viejos, los niños: Es una pesadilla para todos. ¡¿Qué hemos hecho para merecer esto?!
Entre rotaflexes atacando losas, del cemento que ya recubre el viejo solar alcalareño, dúmperes, cubas, hormigoneras…, pasamos, a veces hasta tropezamos, recibimos órdenes de los albañiles… Nos señalan que por aquí o por allí; rotulan las señalizaciones artesanalmente, se enfadan si no cumplimos con agrado sus instrucciones de tráfico; nos persiguen y gritan y, cuando nos alcanzan, pegan en la ventanilla del conductor su irritada y congestionada cara si nos atrevemos a ser antipáticos en algún tramo anterior del atasco. Creo que son la verdadera policía del llamado régimen por las derechas en las comunidades gobernadas por la autoproclamada izquierda y por las izquierdas en las comunidades gobernadas por la autoproclamada derecha, y así, sucesivamente, tralarí, tralará… Bueno, más bien los empleados de la verdadera policía del régimen. ¡Hasta aquí hemos llegado! ¿policías los albañiles? Se me pueden rebrincar los sindicalistas, aunque no todos. No sólo ellos están llamados a ejercer de policías: también los taxistas, los taberneros, los estanqueros, los gasolineros, los guardacoches, los profesores de universidad…: ¿continúo?. Todos usurpando los nobles funciones de las policías de España: vigilancia, potestad de denuncia, lealtad a los políticos del Estado, detención, cumplimiento de órdenes, recaudación de tributos, colaboración con los redactores de los atestados, y muchas más competencias que están por redactar.
¿Y el ruido? Durante toda la jornada laboral de ellos. Alcalá del Ruido, nada de Guadaíra, ni de los Panaderos, ni de los pintores de paisajes, sino Alcalá del Ruido. El ruido terremoto, el temblor de los martillos por compresión, las excavadoras. El ruido del progreso y del desarrollo. El ruido como seña de identidad. Las obras públicas como emblema, como ejemplo para Europa. ¡Alcalá, ciudad de Referencia! El alcalareño como el ejemplo en toda la Europa Unida de individuo que es capaz de sobrevivir a todo el extravío imaginable…
Y al humo: efluvios de gasoil, polvos diversos, gasolina ecológica que de las públicas e impúdicas obras emana cotidianamente y que también se enriquece con el hermoso tránsito de tecnológicos vehículos de todas las altas y bajas gamas, pagándose a cómodos plazos, que también son solidarios para los garantes del crédito, por los jóvenes alcalareños hijos del progreso y la democracia. ¿Quién puede subir sin asfixia la calle Gandul o quién se atreve a pasar a pie por Pescuezo?