RELACIÓN DE PILATO SOBRE JESÚS REMITIDA A AUGUSTO. Por José Manuel Colubi Falcó

Descendimiento de la cruz
Roger van der Weyden
1399-1464

Forma parte de los apócrifos de la pasión y resurrección (cf. B.A.C. nº 148) y en ella el gobernador refiere al César los milagros de Jesús, su condena y acontecimientos posteriores a la crucifixión. Dice así:

«En aquellos días, después de haber sido crucificado nuestro Señor Jesús Cristo, siendo gobernador de Palestina y de Fenicia Poncio Pilato, se hicieron en Jerusalén estas memorias sobre los hechos realizados por los judíos contra el Señor. Pues bien, Pilato las remitió, junto con su relación particular, al César, en Roma, escribiendo así:

»Al poderosísimo, divinísimo y terribilísimo Augusto César, Pilato, gobernador de la provincia oriental:

»Poderosísimo Señor: Os hago una notificación por la cual me encuentro presa del temor y del temblor. En efecto, en esta provincia que gobierno, la que es Jerusalén, la única de sus ciudades, la multitud de judíos me entregaron un hombre que era llamado Jesús, profiriendo contra él muchas acusaciones que no pudieron demostrar con concurso de razones. Contra él aducían una herejía: que Jesús les decía que el sábado no era (día de) descanso ni fiesta de guardar. En efecto, en ese día realizó numerosas curaciones, hizo que los ciegos vieran, que los cojos pasearan, resucitó a muertos, limpió a leprosos, curó a paralíticos, que no podían tener impulso de cuerpo ni estabilidad de nervios, sino solamente voz y carácter, y les dio fuerza para pasear y correr, eliminando la debilidad con una sola palabra. Y nuevamente, otro hecho de mayor poder aún, hecho que es ajeno a nuestros dioses: resucitó a un muerto de cuatro días, llamándolo con una sola palabra, y eso que el muerto ya tenía pus, y (estaba) corrompido por los gusanos que nacían de su cuerpo y tenía el hedor de un perro. En habiéndole visto yacente en la tumba, le mandó que echara a correr, (y éste) como si no tuviera nada en absoluto de muerto, como un novio de la alcoba nupcial, también así salió él de la tumba, lleno de infinito perfume.

»Y a unos forasteros, claramente endemoniados, que tenían su morada en los desiertos, comían sus propias carnes y vivían igual que bestias y reptiles, también a éstos los hizo habitantes de ciudades, con su palabra los mostró prudentes y los preparó para ser sabios, poderosos e ilustres, comensales de todos los enemigos de los espíritus impuros, funestos, que había en ellos, a los que arrojó al fondo del mar.»

MUERTE Y RESURRECCIÓN. Por José Manuel Colubi Falcó

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