LA GALLINA DE HONORIO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

EL EMPERADOR HONORIO por Jean-Paul Laurens 1880

El emperador bizantino Honorio
(384-423)
Jean-Paul Laurens
(1838-1921)

 

«Después de haber engrandecido tan brillantemente a la iglesia, moría Teodosio Máximo dejando como sucesores a sus dos hijos. Y determinaba que el mayor de los cuales [i. e. Arcadio] ejerciera el mando sobre los pueblos que miran a la Aurora, y en manos del menor, Honorio, puso el imperio de los de los del Véspero. Ambos fueron concordes con el padre por lo que toca a la religión, pues éste, al morir, no les hacía otra exhortación que la de guardar cumplidamente la piedad, por medio de la cual —les exponía— sobreviene la paz, se pone fin a la guerra, se levantan trofeos y preside la victoria, todo de parte de Dios.»

   Así resume Nicéforo, historiador de la iglesia (floruit 1320), la última voluntad de Teodosio. Sus hijos heredan, pues, un Imperio Romano dividido definitivamente en dos, mas sin méritos; del mayor se ha escrito que era un auténtico zote, y del menor nos da una idea la historia que cuentan el cronista bizantino Cedreno (siglo XI) y el historiador Zonaras (fl. 1130).

   Cedreno dice: «… y la tan grande Roma, que había abundado en fuerza y en la mayores delicias, y esclavizado, por así decir, a toda la ecúmene, […] había quedado desierta. Sufrió tal conquista en el mes de agosto, día vigesimosexto, indicción novena, en el año de la fundación del mundo cinco mil novecientos sesenta y cinco. Habiéndose oído esto en Ravena, uno dio la noticia a Honorio, entre lágrimas y suplicante: “Oh, señor, Roma ha sido tomada por Alarico, el caudillo de los vándalos.” Éste, contraído por el dolor y dándose golpes con las manos, dijo: “Aquí estaba esta mañana, ¿cómo pudo ser capturada por los godos?” Mas aquél, entre lamentos, añadió: “No digo el ave, señor, sino la ciudad.” Y éste, a su vez, contestó: “Hombre, me pusiste fuera de mí. ¡Yo creía que decías el ave!” Y es que tenía una gallina de la que estaba muy orgulloso y a la que precisamente llamaba «Roma». Tanta necedad había, a rebosar, en él, por no decir indicio de imbecilidad. Y no es extraño que, siendo así, fuera basileo, pues también otros tales estuvieron al frente de Roma, cuyas prácticas e impulsos irracionales es imposible ofrecer al oído; piensa en los nerones, los avitos, los galbas y todo el enjambre de esa ralea.» Y Honorio muere de hidropesía, después de haber vivido cuarenta años y sido basileo treinta y uno, dejando una memoria infame e indecorosa (Zonaras).

 

[La voz de Alcalá, 15 al 31 de mayo de 2017, año XXVI nº 453]

 

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