Sevilla 21 de mayo de 2011
Fotos: LGV
Estos versos de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto —cómo no salir poeta con ese nombre—, podrían servir, al igual que tantos suyos, de portavocía poética del Movimiento 15-M, ese verdadero ejemplo, entre otras muchas cosas, de amor propio y colectivo. Esa combinación (junto a otras, junto a otras) ha sido esencial en la realización de las gestas más positivas de la Historia. Es muy simple, pero no es nada sencillo. Yo no soy tan optimista como nuestro verdadero —¡tan verdadero!— amigo José Luis Sampedro, pero no hay más remedio que afanarse en hacer lo que en cada momento haya que hacer, siempre con el rumbo bien claro: la superación de la opresión-explotación del ser humano por el ser humano. (Rafael Rodríguez González)
Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo
por qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer?
Queremos mirar las nubes,
queremos tomar el sol y oler la sal,
francamente no se trata de molestar a nadie,
es tan sencillo: somos pasajeros.
Todos vamos pasando y el tiempo con nosotros:
pasa el mar, se despide la rosa,
pasa la tierra por la sombra y por la luz,
y ustedes y nosotros pasamos, pasajeros.
Entonces, qué les pasa?
Por qué andan tan furiosos?
A quién andan buscando con revólver?
Nosotros no sabíamos
que todo lo tenían ocupado,
las copas, los asientos,
las camas, los espejos,
el mar, el vino, el cielo.
Ahora resulta
que no tenemos mesa.
No puede ser, pensamos.
No pueden convencernos.
Estaba oscuro cuando llegamos al barco.
Estábamos desnudos.
Todos llegábamos del mismo sitio.
Todos veníamos de mujer y de hombre.
Todos tuvimos hambre y pronto dientes.
A todos nos crecieron las manos y los ojos
para trabajar y desear lo que existe.
Y ahora nos salen con que no podemos,
que no hay sitio en el barco,
no quieren saludarnos,
no quieren jugar con nosotros.
Por qué tantas ventajas para ustedes?
Quién les dio la cuchara cuando no habían nacido?
No me gusta en el viaje
hallar, en los rincones, la tristeza,
los ojos sin amor o la boca con hambre.
No hay ropa para este creciente otoño
y menos, menos, menos para el próximo invierno.
Y sin zapatos cómo vamos a dar la vuelta
al mundo, a tanta piedra en los caminos?
Sin mesa dónde vamos a comer,
dónde nos sentaremos si no tenemos silla?
Si es una broma triste, decídanse, señores,
a terminarla pronto,
a hablar en serio ahora.
Después el mar es duro.
Y llueve sangre.