RAMIRO RUIZ GANTERO EN CUATRO PARTES (2ª). De la serie «Personajes imaginables en hechos reales». Por Raúl Roca Gales, Delegado en Sevilla de Caja Luna Lunera, Sociedad Filantrópica Global. Compilación de Rafael Rodríguez González, 2010

SEGUNDA PARTE

El verano pasado lo evité algunos días, aunque mi intención fue haberlo hecho por una larga temporada. El motivo fue una casualidad como la de que era la tarde de un sábado de Agosto y los dos coincidimos en tener que ir a la farmacia de guardia. Él por su madre y yo por mi memoria. El calor, qué les voy a contar a ustedes, era del que le hace uno renegar de todo lo renegable. A mitad de la calle Gandul, a la altura del Donegan, vimos a una mujer en un coche con las ventanillas cerradas y el aire acondicionado en funcionamiento. Bueno, en realidad yo vi a una mujer en un coche. La mujer, esto ya lo he puesto en pie después, se notaba relajada, a gusto dentro de aquella cámara benefactora, de aquel atérmano microclima, que diría un cursi de hoy. Pues bien, Ramiro cruzó de repente la calzada y golpeó levemente la ventanilla. La que en ese momento estaba en la gloria bajó un poco el cristal, lo suficiente para oír la petición de mi acompañante: «Abra usted, que vamos a entrar un momento para refrescarnos». No dio tiempo a que ocurriera nada más, porque pronunciando Ramiro la última sílaba ya lo tenía yo agarrado del brazo y tiraba firmemente de él, mientras miraba a la mujer intentando que notara en mi cara el mismo asombro, o casi, que había en la suya. Yo sudaba mientras maldecía la mala pata de no haberme acordado por la mañana de la medicina que necesitaba retirar. Mintiendo, le dije que había olvidado la tarjeta, bajé hasta el Pasaje Pinto y di un rodeo por la calle Mairena y la del Carmen, dándole tiempo a que llegara a la farmacia, que le atendieran y ponerse en la Plazuela. «Más sorprendida que la Armada Invencible», dijo después Ramiro del estado de la mujer, asegurando, además, que lo correcto hubiera sido que ella ofreciera su coche como refugio sin tener que pedírselo, dadas las circunstancias ambientales. A Rafaela, una vecina amiga mía, que estaba en aquel momento cerrando la puerta de su cochera, no se le pasó por alto el acontecimiento del coche con mujer o mujer con coche, porque al día siguiente me preguntó: «¿Ahora qué le pasaba al loco ése?».

A mediados de verano Ramiro había logrado disminuir el número de bichos, hasta el punto de decirme, usando una de sus antañadas: «Me parece, Raúl, que han quedado extinguidos, como los hebreos en Egipto». «O como los indios en el Caribe después de llegar nosotros», puntualicé, a sabiendas de que la apostilla le molestaría. «Tú sabes que los ingleses fueron peores en Norteamérica», me respondió, en un tono que indicaba el fin por ese día de los comentarios históricos.

Pero no resultó cierta la desaparición de los bichos, porque una tarde, ya tarde, vio uno por la pared, a buena altura, que fue a refugiarse, ante el avance de Ramiro, en el almanaque de la cocina. Sucedió que al dar Ramiro un manotazo para matar al bicho cayeron del almanaque cuatro o cinco más, todos vivos, mientras que dos o tres corrían por los azulejos. Estaban allí acogidos al paso del tiempo, probablemente en la hoja de Diciembre, pero para ellos el año acabó algunos meses antes: Ramiro los mató a todos. A consecuencia del incidente, lo mismo doña Aurora que Teresa, cada vez que toman una revista en sus manos (doña Aurora el Semana, Teresa el Hola) la sacuden, no sea que los cocineros recorran sus páginas, y no precisamente ofreciendo recetas.

PRIMERA PARTE

TERCERA PARTE

3 comments.

  1. […] SEGUNDA PARTE […]

  2. […] SEGUNDA PARTE […]

  3. […]    RAMIRO RUIZ GANTERO EN CUATRO PARTES (2ª). De la serie «Personajes imaginables en hechos reales».… […]

Post a comment.