LA PRÉDICA DEL INCURABLE. Por Alberto González Cáceres (Alcalá de Guadaíra, 1953-Monsaraz, 2009)

Rebusco y rebusco y vuelvo a rebuscar, tal que la coplilla infantil, entre el berenjenal de los papeles –propios y apropiados- de Alberto. La líneas que siguen a modo de versos (a mí todo me parece completamente estrafalario), son la transcripción de una de las letanías que pronunciaba un vecino suyo, Aníbal Costa, ya fallecido también, a quien en Monsaraz conocían como el «incurável» (metaplasmo: «el loco incurable»). Eso es lo que dice Alberto en una anotación grapada al texto. Pero aunque hay constancia de la existencia de dicho «incurável», estoy convencido de que todo es del propio González Cáceres. Y a él lo adjudico: él sí que era un verdadero incurable. (Mario Cortés)

No estoy para bromas

de mal gusto.

Nunca lo estuve,

por más que las haya aguantado

por cientos; no, por miles.

Mejor dicho, no estoy para bromas

sean de la clase que sean.

Las bromas no traen nada bueno, siempre

tienen malas consecuencias.

Una vez, de broma,

ofendieron a mi madre,

y a mi padre.

La boca del bromista

no la rompí de broma,

aunque algunos hicieron bromas,

pasado el momento,

sobre dos dientes en el suelo

bañados en sangre.

Otro día alguien quiso

divertir a un pisaverde,

pero a costa de un amigo,

y de mí, de nosotros.

Yo le dije al bellaco:

«Te voy a arrancar la cabeza de un puñetazo».

Vio el vil clara la posibilidad,

por mis ojos, por mi tono,

y arrió velas en un soplo.

Yo nunca he sido violento, no,

y espero morirme sin llegar a serlo.

Pero no me vengan con bromas

injustas, hirientes, ridículas.

No me digan, por ejemplo,

«¿Qué vas a hacer con el dinero?»,

o «¡No tienes hijos que mantener!»,

ni «¡Qué bien vives!».

No tengo hijos, ni dinero, pero,

por favor, no quiero que me den bromas.

No aspiro a nada, sino a pasar

por el tiempo lo mejor posible,

lo menos mal que se pueda.

Si quieren, ni me hablen. Ni hablen

de mí cuando doblo la esquina.

No soporto las bromas, no quiero

nada con chistosos.

Bastante tengo con esa broma

pesada y larga que es la vida.

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