PESADILLA ESPAÑOLA. Por Rafael Rodríguez González

Me veía hablando, con argumentos sólidos y bien expuestos, ante la Asamblea General de la Organización Internacional del Trabajo. Ni Marcelino lo hubiera hecho mejor. Pero casi nadie me atendía: algunos hablaban entre sí, incluso en voz alta; otros salían, volvían para asomarse y de nuevo se iban. El embajador español se mondaba los dientes y daba cabezadas. Pocos parecían tener interés en la realidad socio-laboral de España. «¡Si no están interesados ni los propios españoles!», me dijo Hans von Einsturz, el siempre sonriente embajador alemán ante la OIT y demás organismos internacionales. «Verwechseln sie nicht die kichererbsen mit dem topf» (1), le respondí.

…………De súbito, como es normal en los sueños, víme nada menos que en el Bundestag, sentado entre los cadáveres de Adenauer y Göering. Desde la tribuna, la canciller lanzaba una de sus arengas. De pronto, sus manos se convirtieron en garras de águila vesánica, y su rostro mutó en el de la esposa del regidor del campo de Buchenwald, Ilse Koch, más conocida como «La perra de Buchenwald», famosa por su crueldad y sus sádicas orgías con los esbirros del arbeitslager. De repente, la mayor parte de los diputados se puso en pie y entonó el himno patrio:

…………Deustschland, Deutschland über alles,

…………Über alles in der Welt! (2)

En ese momento, por la megafonía se hizo una enérgica corrección: «Nein, nein!», y enseguida sonó una variante del himno:

…………Das Kapital, das Kapital über alles,

…………Über alles in der Welt!

Había invitados. Todos llevaban trajes de verdugos medievales con detalles bufonescos. Los reconocí, como Arguiñano, en un plis-plas: Rajoy, el portugués Passos, el griego Samaras, el irlandés Kenny, Mario Draghi, de Guindos, Monti, Montoro —tan achispado y jocoso como siempre—, Almunia y otros grandes hombres. También alcancé a ver, entre bambalinas, a Felipe González, Aznar y Duran i Lleida, vestidos de color Maastricht chillón. Las caras de todos estos héroes de la Humanidad se transmutaban continuamente: aparecían en ellas el general Pétain, Oliveira Salazar, el noruego Quisling, el croata Pavelic, el belga Degrelle, el griego Rallis, el francés Laval, Victor Manuel III, Serrano Súñer, Muñoz Grandes y otros colaboracionistas y epígonos del III Reich. Todos se esforzaban por seguir el canto del himno, pero sólo acertaban a repetir «Das Kapital, Das Kapital!», como si estuvieran pregonando el libro de Carlos Marx (¡qué horror!). La Merkel les silenció con sólo mirarlos. «Was wir tun! Das sind diejenigen die haber» (3), pude leer en sus labios. Se lo decía, a micrófono cerrado, al tal Einsturz, que también es secretario personal de esta nueva «capitana» a lo Ilse Koch. Concluí que herr Einsturz (4) está en todas partes.

…………Al final del sueño me vi trasladado, junto a cientos de miles de criaturas, al campo de Buchenwald, donde trabajábamos hasta caer al suelo, sin sueld0, sin medicinas y sin esperanza de pensión, «custodiados» por esos seres de rostros mudables y entrañas imperturbables. Curiosamente, Buchenwald tenía un perímetro de 7526 kilómetros, igual que España. Por la megafonía no paraban de aleccionarnos para justificar la situación. Yo fui uno de los primeros en morir, después de arrancar un altavoz y lanzarme sobre los esbirros. Mejor morir de un tiro que de hambre y humillación.

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1)     «No confunda los garbanzos con la olla».

2)     «Alemania, Alemania por sobre todo, por sobre todo en el mundo».

3) «¿Qué le vamos a hacer? Estos son los que tenemos».

4)     Eiensturz: derrumbamiento, ruina.

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