JOAQUÍN EL DE LA PAULA MURIÓ HACE 75 AÑOS. Por Ramón Núñez Vaces, 2008

 

Joaquín el de la Paula
 por Capuletti

 

Fue el diez de Junio de 1933, cuando contaba cincuenta y ocho años de edad. Pasó la segunda guerra de Cuba, pasó tremendas escaceses, peló bestias, crió dos hijos y otra que fue adoptiva. Nada de todo eso es excepcional, nadie pasaría a la Historia por esas cosas en realidad tan comunes. Joaquín está en la Historia por su cante.

            Sobre él se han dicho y escrito ¡tantas cosas!, unas ciertas y otras completamente falsas, y se han elaborado tantas teorías sobre su cante y tantas leyendas sobre su existencia que, de plano, lo que cabe concluir es que ni la verdad ni la mentira pueden mejorar ni desmejorar su figura, ni le quitan ni le aportan elementos de admiración. Una nada desdeñable parte de quienes han escrito o hablado sobre Joaquín Fernández Franco, en cualquier fecha y lugar, no lo han hecho principalmente para aportarnos más conocimientos sobre su cante o sobre su existencia, cosa harto difícil si no imposible, sino sobre todo para servirse de su figura con objeto de darse relumbrón a sí mismos. Claro, tal propósito ha tenido como efecto obligado tener que inventarse cosas, adulterar algunas y omitir otras que fueron reales, esto último en caso de ser conocidas por los supuestos historiadores, la mayoría de ellos ignorantes de casi todo, como siempre sucede con los pretenciosos. Todo sea por la causa enfermiza de cultivar un ego desmedido.

 

 

Joaquín el de la Paula y Manuel Torre

            A tal efecto recuerdo, a poco de llegar por vez primera a Alcalá, la conferencia que un poeta pronunció sobre Joaquín. En el estrado, junto al vate, estaba Enrique, el hijo del de la Paula. Se suponía que el descendiente del solearero más célebre del mundo cantaría algunas letras tras la conferencia del engolado y absorto en sí, el mismo que cuando terminó levantó el vuelo y sanseacabó. No supe, y cómo saberlo a estas alturas, si a Enrique llegó alguna remuneración, si no ya por su cante, al menos por su muda presencia, a modo de las exposiciones de animales exóticos en cautividad que tanto se prodigaban en el Reino Unido en el siglo XIX. Menos mal que gracias a mi amigo Rafael pude escuchar en vivo a Enrique en una ocasión, sólo una, porque murió al poco tiempo. El recuerdo de aquella noche no lo cambio por nada del mundo. Se da el caso de una coincidencia obituaria: en este año de 2008 se cumplen treinta años de la muerte de Enrique. Ahora cumpliría cien. A la muerte de su padre tenía la preciosa edad de veinticinco.

 

Enrique el de la Paula, hijo de Joaquín

 

 

Hiniesta, hija de Joaquín

 

            Joaquín el de la Paula era, como decía su sobrino Juan Talega, un “vicioso” del cante. Gran parte de sus días los hizo transcurrir en Triana, adonde “se escapaba” a la menor ocasión y en la que permanecía hasta que las circunstancias, bastante apremiantes la mayoría de las veces, se lo permitían. Siempre encontraba fraternal refugio acogedor en casa de su hermano Agustín, el padre de Juan Talega, en el pueblo de Dos Hermanas, adonde se había mudado su hermano por ser más indicado para el trato y correduría de animales de labor. Joaquín, cuando era un joven de más o menos de veinte años, es decir, ya antes de ser llevado a Cuba (¡la falta que haría allí aquel gitanito!), había escuchado ya a Tomás el Nitri y a decenas de gitanos y gitanas de Triana (hay que tener en cuenta lo que aún era Triana en esas fechas), y siguió haciéndolo en adelante. De ahí y de alguna otra gente de su familia sacó Joaquín su cante, que no se limitó al cante por soleá o por soleares, como cada cual quiera decirlo, sino que abarcó otros más, propios de los gitanos asentados ya hacía mucho tiempo en Triana y en los pueblos más o menos cercanos a Sevilla, además de Jerez de la Frontera, donde también estuvo alguna vez.

            En sentido estricto, nadie crea nada, ni siquiera en la imaginación y para la creencia propia. Todo se basa en anterioridades y precedentes. Y Joaquín el de la Paula no iba a ser la excepción. Por eso se exagera sobremanera cuando se asegura que Joaquín creó el cante por soleá de Alcalá. Y se miente también cuando se dice que Joaquín recreó el cante por soleá que ya era propio de Alcalá (!), adaptándolo a sus condiciones personales (tampoco después lo ha sido como “propio”, salvo en la retórica falsamente enamorada de esta tierra). La cosa es más sencilla, sin que por ello resulte menos grandiosa.

            Este hijo del Gordo y de la Cholona se limitó a metabolizar, si se me permite el término, los cantes que más le gustaron de cuantos gitanos escuchó en su niñez y su juventud, varios de los cuales eran de su propia familia. El resultado no podía ser otro que el resultante de lo anterior y de su personalísima aptitud, de sus peculiares facultades, de su forma de vivir el cante (y la vida): un cante que mereció la admiración de todos los aficionados de la época y que sirvió de base elementalísima y primordial, aunque no única, para el de sus sobrinos Juan y Manolito, que, cada uno a su manera, nos transmitieron, gracias a las modernas técnicas, lo puro y lo ancestral de ese arte que ni siquiera pretendia serlo, al menos en el sentido que después se le ha dado.

            Existe también una parte de leyenda en lo que se afirma repetidamente sobre que Joaquín el de la Paula era el autor de las letras de sus cantes. De algunas, sin duda. Pero bastantes de las que han trascendido y que se le atribuyen a él aparecen en el libro que publicó Antonio Machado y Alvarez, Demófilo, en 1887, es decir, cuando Joaquín tenía sólo doce años de edad. Pero su ingenio fue muy notable, y se demuestra, aún más que en las letras flamencas de su creación, en las de las cantiñas carnavalescas que al fin y a la postre tan olvidadas permanecen. Tendrá que ser así.

            La inexistencia de testigos del cante de Joaquín desde hace muchísimos años es igual a la de otros sobre su personalidad. Admitida esta evidencia, no cabe sino reconocer las afirmaciones de su sobrino Juan Talega, el más preclaro de todos los de su familia y de muchas más, también testigo activo del hacer de Manuel Torre, nada menos.

            No obstante tanta recordación que de Joaquín se ha hecho, sea en forma de concursos en los que se entrega un busto de ese gitano, sea en escritos o en intervenciones en ocasiones con anacrónico ditirambo, en su pueblo natal sigue sin haber una calle rotulada con su nombre, a pesar de que la hubo, hace ya decenios, como alguna vez se ha recordado públicamente.

            En todo caso, me aventuro a imaginar a Joaquín mientras le cuentan ciertas cosas del futuro en las que su nombre se ve implicado: una calle con su nombre, un busto que se concede a alguien que supuestamente hace o imita sus cantes… E imagino que Joaquín, preso de la risa, mandaría a hacer puñetas al que tales cosas le cuenta, mientras estira y levanta todo lo que puede las solapas del paletó y mira a un lado y a otro para ver si atisba algún alivio a cualquiera de sus escaceses, aunque sin manifestar ninguna ansiedad ni desesperación.

            Hoy, a los setenta y cinco años de su muerte, con escuchar a sus sobrinos, también a su hijo, ya estaremos recordándolo. E incluso con derecho a imaginarnos (en una fantasía sana) cómo cantaría ese pobre gitano al que una vez llevaron a combatir en la segunda guerra de Cuba. Claro, si nos gusta de verdad.

 

Yo te tengo compará

con la que está en el Castillo

del Águila de Alcalá

 

            Allá en la manigua se acordaría más de una y más de cien veces de ella. Y siguiendo imaginando (¿quién nos lo va a impedir?), resulta que Joaquín, uno de los que se trajo la rumba y la agitanó tan grandemente, es hecho prisionero por los rebeldes cubanos y lo llevan ante José Martí, el insigne poeta combatiente: ¡lo que habrían podido “crear” entre los dos! (“Yo soy un hombre sincero/de donde crece la palma/y antes de morirme quiero…) Pero esas cosas casi nunca suceden.

 

El poeta cubano José Martí

 

3 comments.

  1. Caridad Vargas Carrillo “La Cholona” era su mujer, hija de la Malena y hermana de Paco el de la Malena. Su madre se llamaba Amalia Franco “La Paula”.

  2. Efectivamente, así es, como usted dice.

  3. […] de Utrera, junto a su hermana Bernarda, va a cantar en el VII Festival Flamenco «Joaquín el de la Paula». La casualidad ha querido que hoy, un día antes, «Alcalá/Semanal» publique esta entrevista […]

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