El pasado día 4 [de noviembre de 2005] tuvo lugar, en la hacienda Los Ángeles, de Alcalá de Guadaíra, la presentación de una revista literaria nueva, Carmina, consagrada a la poesía. Su primer número —y espero que desafíe a la serie infinita de los numerales— da acogida a un conjunto de composiciones inéditas de poetas, entre los que se cuentan el que fuera compañero mío y amigo Antonio Medina de Haro, ya fallecido, y Lauro Gandul, adalid, junto con Olga, de la revista.
El título, Carmina, que debe pronunciarse como esdrújula (en latín no se representa gráficamente el acento) y no confundirse con el hipocorístico de ese hermoso nombre de mujer que es Carmen, nos introduce en el vasto mundo de la lírica latina. Según nos dicen A. Ernout y A. Meillet, carmen —cuyo plural es carmina— no es, en su origen, más que una fórmula rítmica, de carácter mágico, que se manifiesta primero en el lenguaje religioso, jurídico y didáctico (no se olvide que en los inicios religión y derecho, norma religiosa y ley, forman una unidad, siempre en relación con el canto), idea que pervive en toda la historia del latín. Así, la Ley de las XII Tablas (450 a. C.) castiga a quien compone un carmen, poema cantado, para infamar o denigrar a otro o hacerle daño; Cicerón (siglo I a. C) dice de una ley que es de horrible carmen (muy severa), y los emperadores Graciano, Valentiniano y Teodosio sancionan, en 381 d. C., a los encantadores y consultores de hechos inciertos que pretenden hacer sus sacrificios en los templos, pues «Dios debe ser adorado con preces castas y no con cármenes siniestros.»
Pero es en la poesía lírica donde carmen alcanza mayor y mejor fortuna: Cicerón habla de los cármenes que se cantan en los banquetes; Lucrecio, del fluido carmen de la cítara; Ovidio, del cisne que, al morir, canta sus cantos exequiales; Quintiliano, de la historia como Carmen libre de trabas métricas. Los hay variados: carmen lastimero (miserabile), nupcial (nuptiale, el epitalamio), erótico o lascivo (lasciuum), amoroso (amabile), etc. El mismo fenómeno hallamos en el latín medieval, e. gr., en los Carmina Burana, conjunto de composiciones amorosas, tabernarias, de primavera, de camino, etc. ¿Por qué? Porque el carmen vive en lo más profundo del alma humana.
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NOTAS ETIMOLÓGICAS SOBRE «CARMINA» POR JOSÉ MANUEL COLUBI FALCÓ CON SILLONES DE ZSOLT TIBOR
«CARMINA LUSITANA». Por José Manuel Colubi Falcó
EL CIRCO DE TARQUINIO. Por José Manuel Colubi Falcó
«CVRSVS PVBLICVS». Por José Manuel Colubi Falcó
SÉNECA Y LOS ESCLAVOS. Por José Manuel Colubi Falcó
LA ALGARABÍA DE LAS TERMAS NO TURBA A SÉNECA. Por José Manuel Colubi Falcó
MARCO AURELIO. Por José Manuel Colubi Falcó
JANO. Por José Manuel Colubi Falcó
«PANEM ET CIRCENSES». Por José Manuel Colubi Falcó
MARCO ATILIO RÉGULO. Por José Manuel Colubi Falcó
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ANDROCLO Y EL LEÓN. Por José Manuel Colubi Falcó