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MAQUINISTA DE TREN. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

trendeloshorroresM.VERPI Alcalá 2014(Foto:  Manuel Verpi [Alcalá 2014])

Todos, cuando éramos niños, teníamos nuestro héroe o nos hubiera gustado ser alguno de nuestros ídolos. También nos sentábamos, la pandilla de amigos en corro, en alguna acera o a la puerta de una casa y empezábamos aquello de:

   —«…a mí me gustaría ser médico.»

   —«…y a mí aviador.»

    —«¡y a mí, cartero!»

   ¡Cuánta variedad de querer ser y luego hemos tenido que ser otra cosa! Yo, personalmente, hubiera deseado llegar a maquinista de tren. Viajar de noche, atravesar los campos silbando, montado en mi máquina, recibir el aire frío de La Mancha en el rostro y, al amanecer —a la vuelta—, llenar mi corazón con la alegría del Valle del Guadalquivir.

   El mono azul, la negra gorrilla de ferroviario, el vapor blanquísimo, como un pañuelo desplegado en la noche metálica, me han llegado a emocionar como nadie pueda imaginarse.

   ¿Qué vería yo en este mundo del tren?

   Hoy día he llegado a ser algo muy distinto de mi deseo infantil. A pesar de todo, aún me cambiaría por uno de esos viajeros incansables —los maquinistas— que, para mí, son más importantes que cualquier otra cosa en el mundo.

   Si yo volviera a nacer haría lo posible por cumplir mi ilusión, porque, en realidad, me he quedado sin ser lo que yo quería.

ASÍ FUE. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

 

Paisaje español desde el tren (3)

[Foto: LGV 2009]

 

Ha sido todo un camino lleno de dificultades el que hemos tenido que recorrer. Una noche de enero nos sorprendió el destino, regalándonos una vida que si por poco se rompe… Entre lágrimas y suspiros de esperanza, saltábamos nuestro primer obstáculo y decidimos seguir la carrera con la mirada puesta en el final.

   …Era mejor no mirar a nuestro lado. Yo, personalmente, decidí llegar el primero a costa de mis principios, máximas y negaciones-renuncias-necesarias.

  La carrera era difícil. Los contrincantes eran: la perseverancia, las ganas de triunfar, el desprecio a los fallos, la ilusión de volver a ser el mismo y, el último de todos (como una cola impertinente pero con categoría de empuje atlético), la resistencia insólita de la fortaleza sublime que genera vida pertinacia sin límite.

   Durante el recorrido, me ha faltado la respiración algunas veces y he tenido que recurrir a un gasto excesivo de mi oxígeno intelectual.

   Posiblemente el ejercicio constante de la superación vital esté siendo la mística de mi triunfo.

   Estoy casi en la llegada, los ojos se me llenan de alegría, el sudor y la fatiga son las caricias finales de la prueba estética más dura de toda mi vida…

 
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DONDE TIENES TU SITIO EN EL VAGÓN TE LLEVA EL TREN. Poema de 1996 con foto de 2010. Lauro Gandul Verdún

PAISAJE ESPAÑOL DESDE EL TREN. 5 fotografías de Lauro Gandul Verdún (2009)

«TIEMPO PERDIDO» Y «TREN». Dos fotografías de Julio García

 

OH, VIDA (1982). Poema de Lauro Gandul Verdún con cita de Antonio Medina de Haro

OH VIDA 1OH VIDA 2

«…DE MIS SOLEDADES VENGO». Antonio Medina de Haro (1936-1997)

El hombre siempre anda a bofetadas con el concepto de soledad. Quizá me equivoque si digo que, más que nada, es un sentimiento. ¿Por qué huimos de algo que, en definitiva, será nuestra eterna compañera?

             Es decir: después de aquí… allí no hay nada más que un larguísimo silencio que es el único compañero. ¡Y qué amigo tan discreto para toda una eternidad! No quisiera pecar de morbosidad. Trato de transmitir que la soledad es la compañera más fiel que podemos tener.

             Además no miente, no murmura, no traiciona y no tiene más defecto que ser poco habladora.

             Muchos poetas han cantado la soledad, infinidad de veces. Puede ser una «música callada» o una «soledad sonora» que comparte con nosotros la existencia más larga y leal que podamos imaginar. Nadie es capaz de tanta generosidad a cambio de nada y ¡es llegada la hora de desterrar el tabú de la soledad!

             Hay filósofos que valoran al hombre por su capacidad de soledad…

             Se suele decir:

             ¡Estoy más solo que la una…!

             Pues bien, no hay nada mejor que uno o una.

             Ítem más: de dos amigos sólo uno de ellos es el verdadero amigo, decía Sócrates.

             Creo que con esto queda todo dicho.

UN ABRAZO IMPORTANTE. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

Foto: Miguel Ángel Olivero

No es un espectáculo muy usado el ver cómo un hombre llama a otro, por su nombre, y atravesando la calle a todo correr se funden en un abrazo sincero, con los ojos llenos de gozo y una risa llena de satisfacción. Esto, hoy día, es raro y elogiable.

             No es común que la cordialidad auténtica y no ecodemasociopolitizada (me lo he inventado) se utilice a diario.

             Estamos tan persuadidos de que la imagen está antes que la verdad, por eso, no nos abrazamos con sinceridad y alegría de forma frecuente.

             No es habitual que los encuentros entre nosotros sean motivos de explosión de sentimientos. A lo sumo los dejamos para ofrecer un paisaje de concordia, pagado por unas fechas como pueden ser las navidades…

             No es normal que nuestras lágrimas broten de manera sencilla y repetida –aunque sea a intervalos- ante el dolor y la soledad de los incivilizados y diferentes a nosotros.

             Es más, dada la presencia de nuestra egolatría, de nuestra agresividad, de nuestra hipocresía (metámosnos todos y sálvese quien pueda), de nuestra insolidaridad, cada vez es más imposible concebir la convivencia y el entendimiento, por mucho que la prediquemos de boquilla. Estamos demasiado orgullosos de la sociedad que estamos construyendo y, por tanto, ciegos.

            Es absolutamente innegable que es tal la sordera que padecemos que somos maestros en hacer paradigmática la sentencia evangélica aquella que decía: «Vemos la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el nuestro.»

            Yo tengo una solución para todos estos males: practicar la virtud y no olvidar. Recordar es evocar sentimentalmente y resulta hasta literario: Pero no caer.

ESPEJISMOS. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

Como siempre me ocurre cuando las cosas se mueven al unísono, yo ante los fenómenos de amor universal, deseos de paz y bondades sin límite, me pregunto con miedo: ¿qué hay de auténtico en todas estas manifestaciones?

             Para no ser destructivo puedo empezar por fiarme de todos los sentimientos íntimos de cada cual. Pero para que yo me convenza de esto, tendría que ver que nuestra manipulación deja de funcionar y que el latir de los corazones no está acelerado por los impulsos expresivos de una información llena de connotaciones muy estudiadas para la situación y el contexto social.

             La misma literatura me decepciona. Aunque ella no es culpable de nada porque es fruto del que la hace. No puede rebelarse y asiste impotente a la trágica alucinación, o al espejismo de que estamos pero no somos.

             Lo accidental y anecdótico siempre se diferencian de lo esencial y trascendente. Perdonen que me ponga tan serio, pero siento un profundo disgusto cada vez que contemplo el espectáculo y la mascarada de nuestras intenciones. No nos cansamos de mentir y somos auténticos maestros en crear instituciones, valores, personajes que se encargan de encarnarlos, con una falacia solemne, incluso, una imagen exultante de la realidad aun a sabiendas de que no hay correspondencia con la verdad.

             Hacemos ver lo que no es… es el arma histórica de las fuerzas y eminencias grises, que siempre han sido las dominantes e interesadas en conducirnos. No es fácil renunciar al determinismo y es, verdaderamente desesperante, ver lo bien montado que está todo, para que la historia no cambie y se pueda decir con absoluto convencimiento aquello de: donde manda patrón no manda marinero.

EL PADRE. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

 

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Foto: André Kertész

Esztergom

Hungria

1914

 

Felizmente me puedo enorgullecer de tener hijos (cinco varones), y cuando crees haber terminado tu tarea, siempre ocupan tu pensamiento. Ayer hablaba por teléfono con uno de ellos y sentí una profunda tristeza, porque me daba la sensación de que la obediencia que me mostraba me hacía pensar en si es que yo había sido, alguna vez, un tiranuelo…

   Yo he sido un padre amante y tierno, pero de carácter. Involuntariamente inspiro respeto, lo sé, y esto me aflige porque yo soy demasiado sociable y cuando alguien se me dirige con acatamiento y solemnidad, me entra la duda de saber si es que lo hace con naturalidad o impelido por mis características.

   Me gustaría muchísimo que siempre me recordaran por mis ratos buenos y mi talante irresistible de payaso.

   Nunca por mi personalidad acusado o por el culto que, silenciosamente, profesan a mi labor intelectual.

   Cuando me tratan con cariño, yo quisiera que siguiera siendo como cuando nos revolcábamos en el campo, sudorosos entre risas, forcejeos y arrebatos de cariño. Esto viene a cuento porque, por ley de vida, se van alejando y cuando llaman a la puerta con el gesto del amor, me encantaría que lo siguieran haciendo con la inconsciencia de aquel manojo de cinco pensamientos, que tantos días embellecieron mi pasado más difícil y humanamente lleno de apuros.

   No siempre comían chocolate o los pastelillos del domingo…

   ¡Hace tiempo que me rondaba la idea…!

 

 

ESPAÑOLES DE AYER Y DE HOY. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

 

Hoy me he encontrado en un libro de Miguel Herrero García «Ideas de los españoles del siglo XVII» la opinión de que los españoles tenemos poca conciencia de nación, desde hace tiempo inmemorial. Hacía tiempo que yo me lo barruntaba…

             Ningún mapa, como el nuestro, ha sido tan castigado por las invasiones. Desde ligures, camitas, semitas, fenicios, celtas, cartagineses, griegos, romanos, suevos, vándalos, alanos, árabes y los que no sabemos…, hasta nuestros días, hemos sido –históricamente o económicamente- pasto de la codicia de los otros; y, consecuentemente, por una parte, nos hemos ido despersonalizando y, por otra, recluyéndonos en nosotros mismos, individualizándonos, con un desprecio galopante hacia los demás. La división ha sido nuestro caldo de cultivo y, coherentemente, resultamos distintos, variadísimos y riquísimos en desigualdades…

             Hemos sufrido la parcelación espiritual y, como he dicho al comienzo, la casi anulación de la idea de nacionalidad en la conciencia española. También encontramos que no ha sido el pueblo inculto quien ha llevado a cabo esta diversidad, sino que en el ambiente universitario, desde el mismo siglo XVII lucían las discrepancias. Esto trajo consigo un aislamiento espiritual y podemos afirmar con M. Herrero que: «los españoles del siglo XVII ni se entendían entre sí ni se entendían con los demás».

             Cualquier reflexión sobre los españoles de hoy nos lleva, sin el más mínimo esfuerzo a conclusiones parecidas: no hay manera de que triunfe la lucidez ni el progreso en ningún sentido.

             En el Centro de Estudios Históricos nos encontramos con textos como el presente, describiendo las especies estudiantiles en el siglo XVII. Testimonio de variedad sobre todo. Hoy, no obstante, estamos tan cerca del texto que…, me apuesto un pulso a que no me refuta nadie.

LOS HOMBRES HABLAN. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

 

René Aubry
Quintette
Théâtre de La Reine Blanche
Paris, 2008

 

Leyendo un comentario de texto sobre Azorín y su gusto por las montañas, hay una frase de Humboldt que dice: «El hombre sólo es hombre mediante su lenguaje». Parece que he visto el cielo abierto, como se suele decir, cuando recibimos un consuelo de cualquier tipo.

            Yo, llevo casi sesenta años viviendo un enamoramiento apasionado por la palabra. Me he encontrado mil defensores de la misma, pero en su mayoría con una óptica estilística. Yo soy un predicador de este valor del nivel léxico, pero lo que yo verdaderamente sentía es la necesidad de que alguien tuviera la misma valoración de la palabra, del lenguaje como sistema vital más que como medio o código exhaustivo de comunicación. Hablar es muy bueno. A mí se me dice con frecuencia: «¡No te callas ni debajo de agua!» Pues bien, desde hoy voy a hablar hasta debajo de agua…, si puedo.

            He sentido, al leer esta frase del viejo Humboldt, la alegría de una parturienta que contempla el fruto de sus dolores. Cuando yo leía las historias del «Gigante Gargantúa y Pantagruel» de Rabelais, me encontré con que este francés decía: «La parole c´est la chair» (La palabra es la carne). Yo sentí un tirón profundo y ahondé en la semántica, en la historia de la lengua, en la gramática histórica, en la dialectología y me iba de un campo a otro, buscando el tuétano, la sustancia, el sabor de esa carne, porque intuía que se trataba de lo humano, la hombría, la tolerancia y el secreto de que para triunfar, para vivir en superficie y en profundidad, lo más hermoso es: hablar, hablar y hablar.

            ¡Gracias por dejarme ser hombre!

LO QUE YO HAGO. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

Antonio Medina de Haro

Como siempre yo ando preguntándome cosas y lo último que me cuestiono es qué hago para conseguir, cuando hablo, que mi público me siga, y yo de paso me sienta estimulado, feliz y realizado como se dice hoy. No es que –por aquello de no tener abuela- me eche piropos… no. Es que siento sin falsa modestia y de forma legítima, la satisfacción diaria de ser oído y escuchado.

            Al tratar de saber cuál es la razón de esta situación, lo único que pretendo es seguir la constante actitud de análisis, que considero imprescindible, para que cada día no resulte estéril. Posiblemente haya un factor físico y es, que yo me levanto muy temprano y «a quien madruga Dios le ayuda». Aunque también es cierto aquello de que «no por mucho madrugar amanece más temprano». Bueno, pues yo ando a horcajadas en esta dialéctica. Antes de que hayan puesto las calles…, dícese en el lenguaje coloquial, yo ya pongo mis ojos a pasear entre los surcos de un libro o actúo consonantemente con mi profesión. Estudio, investigo –mediocremente-, me paro en mi ignorancia y avanzo en mis necesidades intelectuales.

            No sé si esto es lo que descubre que más que dar conocimientos lo que tenemos que conseguir es transformar y hacer conocimientos: Es decir, a mí cuando se me pregunta que de qué doy clase, respondo que no doy literatura o lengua sino que hago literatura y lengua española. ¿Que cómo se hace? No tengo reglas, sino una entrega algo egoísta e interesada… Bien, pues así y todo el eco es tan reconfortante que no renunciaré, por más que se me censure, a romper sistemas, saltarme la metodología a propósito y hacer de mi palabra un poema, si se tercia, o de mi expresión una intuitiva e instintiva gramática viva. Gracias por haberme escuchado. Siempre a vuestra disposición; éste que lo es…