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A CUALQUIERA LE PASA. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

Foto: LGV 2008

 

Hay veces que el colmo de la vida se pone al alcance de la mano por cualquier menudencia. No obstante hasta lo anecdótico se transforma en trascendente cuando te hiere en lo más profundo.

             Ahora bien, si uno se pregunta por la importancia de lo instrascendente… a mí se me ocurre responder con estos versos de León Felipe:

 Aventad las palabras

Y si algo queda todavía,

Eso es poesía.

             Es decir, que hasta una brizna te roce, algo bien entendido, es suficiente para producir la sensación de que estamos en medio del océano más atlántico de todos los océanos…

             ¿Qué hacer? Laisser faire-laisser passer. La inexorabilidad, perogrullesca y cambiante del tiempo, resuelve mansamente todas las cosas.

             A mí me gustaría tener alas para luchar en estos duelos, pero me rindo y a veces creo que la energía del pensamiento está erosionada o que el corazón late a ritmo asmático y lento…

 

MEDALLAS AL TRABAJO. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

Dibujos de Rafael Luna
2009

 

Yo voy a escribir unas líneas sobre este particular haciendo consideraciones, que las haría cualquier persona que sea trabajadora de verdad… y no trabajante (eso es, para mí, el que hace como que trabaja). Vaya por delante una sentencia cargada de perogrullismo: trabajar cuesta trabajo. Ahora bien, yo creo que cualquier trabajo lleva aparejada la vocación –sea en lo que sea- o llamada a la solidaridad, debida a los demás, y la correspondencia a una sociedad que nos necesita. Mi trabajo, para mí, no tiene más compensación –aparte de la económica- que la construcción esmerada y cuidadosa del edificio cultural e intelectual de mucha juventud trabajadora y a la vez estudiosa. Si lo hago con esmero siento que estoy haciendo hombres (o mujeres) mejores. ¿Acaso es poca satisfacción? No quiero más que verme recordado sino porque no pasé estérilmente por los campos del espíritu de tanta gente. No creo que haya que inventarse medallas, porque esto es proponer la recompensa facilona y es como premiar lo que, en definitiva, es una obligación. Siempre nos estamos inventando las fórmulas para comprar al hombre: Medallas, comisiones, primas y todo tipo de chantajes a la voluntad limpia y pura que éste tiene. Yo no quiero más medallas que un… pasó por aquí y prendados los dejó de su hermosura.

 

UN MAL RATO. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

 

 

Foto: ODP 2011

 

Se dice, con frecuencia, que un mal rato lo tiene cualquiera. Pues bien, yo no sé si por efecto de una lectura, en esta tarde, sobre el infierno, el cielo o el dolor animal etc., he sentido una tormenta de tristeza que me ha puesto a punto de llorar.

             No he podido echar unas lágrimas y, sin embargo, me hubiera gustado sentirlas correr, para sentir la negación en su totalidad.

             No se trata de masoquismo ni sadismo, sino de una auténtica y sincera confesión. Es bueno experimentar que todavía queda vergüenza para decir que somos frágiles. La fragilidad es una virtud comparada con la debilidad. ¿Por qué?

             Pues yo creo que tener la posibilidad de romperte (¡cuidado, muy frágil! dicen de los paquetes) o sea ser frágil, no es igual que ser débil, que es estar ya roto.

             En la fragilidad está el germen de la fortaleza. No es igual el mañana de aquí que es físico y con cantos naturales, que el mañana que te ofrece Dios, que es una entelequia. Esto último es una promesa, no es tocable… deja todo que desear, porque es una esperanza infundada. Lo de aquí y ahora y tu llanto con lágrimas sentidas, es mejor que la eternidad que no veremos.

             Dice Gerardo Diego:

 Creer lo que no vimos dicen que es fe.

Creer lo que nunca veremos esto es Poesía.

             Por tanto, un mal rato también es Poesía.

 

IL DOLCE FAR NIENTE. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

 

Foto: LGV 2009

 

ESTO quiere decir, de una forma eufemística, que es buenísimo no dar golpe. Lo que ocurre es que, para mí, aunque no se haga nada, es imposible permanecer con el pensamiento parado, por más que lo intente.

             Pues bien, yo aconsejo que para sacar provecho a las vacaciones del cuerpo, es buenísimo distinguir entre la contemplación reflexiva y el aburrimiento aniquilador, de una implacable tarde de verano.

             La tendencia a la modorra intelectual, hay que combatirla descubriendo, investigando y corriendo aventuras por entre los libros y los temas más recónditos, aunque ello cueste sudores.

             Este trabajo no cansa sino que entusiasma y enriquece tanto, que se siente uno superhombre y dominador del nihilismo existencial.

             No digo esto por presunción ni por hablar, innecesariamente, de mi dedicación. Lo digo por transmitir a los demás cuáles son mis medicinas habituales para avanzar en la única riqueza que es digna de consideración: la distinción espiritual.

             Muchas veces yo me canso de mí mismo, y cuando esto ocurre, es porque estoy en situación de alma seca. ¿Qué es esto? Pues, sencillamente, que me falta sentimentalidad. Para salir de todas estas situaciones, que cada uno siente a su manera, es preciso tener recursos y encontrar razones para no caer en la soledad que, por más que queramos, siempre es social.

             Por lo que si estamos preparados –cultivándonos incansablemente- para ser conscientes de nuestra conciencia, seremos libres y la serenidad presidirá nuestra monotonía.

 

DEMASIADO PLACER. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

 

Foto: LGV

ESTÁ muy claro que disfrutar demasiado no es bueno. No hay proporción entre el mal sabor que nos queda después del placer y el goce del mismo. No sé si, realmente, merece la pena engolfarse en el buen vivir o tomar precauciones para evitar después los vacíos, los desasosiegos y la maldición de los momentos vividos con gozo en exceso.

             ….Hombre precavido vale por cien… ¿no?.

             Evidentemente la mejor medida es ponderar, equilibrar los ataques a la tarta y vivir con intensidad los minúsculos momentos, atomizando así la felicidad para no sentir el atiborramiento detestable.

                         Es una consideración que me hago aun a sabiendas de que estoy limitado para el disfrute.

             Peor son demasiadas las veces que las extralimitaciones nos conducen a una situación de angustia que puede ser perfectamente controlable.

             Es un consejo gratis y que no pretende sino hacer verdad el viejo refrán que dice:

            «No es mal amigo el que avisa, ni mucho menos traidor…»

PAISAJE CLÍNICO. Antonio Medina de Haro (1936-1997). Con fotografía de Julio García

 

Foto: Julio García

 

PRECISAMENTE, dando un paseo como tengo por costumbre, he tenido un recuerdo, por aquello de la contraposición, de mi larga estancia en un Hospital Clínico. He recordado frente a un cielo azul y a una tierra mojada, recién vestida de verde, los espacios blancos de soledad, espacios niquelados y pacíficos, de un rincón del planeta con vigilancia intensiva.

             Las palabras consoladoras que, de vez en cuando, pasan como pavesas suspendidas en el viento, no son suficientes para transformar el frío de las instantáneas de debilidad psicológica.

             Nadie sabe lo que es poder apreciar en toda su extensión la contemplación de la naturaleza sin el cero infinito que es la privación de libertad y la angustia de un cuerpo que se te muere… (…)

             Es decir: en casa de uno, con las voces consoladoras de los que te quieren y, sobre todo, saber que es necesario el recuerdo de los que sufren.

             Por lo general estamos acostumbrados a mirarnos a nosotros mismos constantemente, a ejercer el egoísmo insensato y nos adiestramos en la elemental tarea de sentirnos cosmos único en todo momento.

¡FUERA DISFRACES!. Antonio Medina de Haro (1936-1997). Con dibujo de Zsolt Tibor

 

SON demasiadas las veces que tomamos el rábano por las hojas. Es decir que nos cuesta trabajo distinguir las jerarquías de valores o, simplemente, clasificar los sentimientos con acierto.

             Por ejemplo, la demagogia es fácil, y sin embargo, son muchas las veces que no la diferenciamos de la verdad.

             La realidad de los hechos, muchas veces, nos gusta convertirla en espejismo o virtualidad y eso ocurre cuando nos engañamos sin piedad.

             Las emociones y sentimientos de paternalismo son tan engañosos que traicionan, a buen seguro, las actitudes de este sutil autoritarismo.

             A mí me gustaría ser respetado por mis afectos humanitarios y no ser confundido con la crueldad cuando no sea capaz de revelar mis buenas intenciones a tope.

             Es bueno quedarse siempre, con lo mejor de cada uno…

             Ahora bien, estas distinciones por las que yo abogo son dificilísimas de conseguir.

             Funciona más la paradoja que la clara contradicción o que la antítesis.

             La sociedad ha creado ahora más que nunca, los suficientes alucinógenos como para no diferenciar el mundo del sueño –como acto físico- y el del ensueño. Alguien ha inventado un nuevo Pilatos que no compromete.

             Finalmente, creo que esta inseguridad produce un desequilibrio y agresividad explicable en las sufridas psicologías de este último tercio del siglo XX.

«HISTORIAS DE LA OTRA RAZÓN» DE TOMÁS VALLADOLID. Por Antonio Medina de Haro (con dibujo de Javier García)

Señoras, señores, compañeros todos,  ésta es una alta ocasión para mí y la celebro con el miedo lógico de la incompetencia.  Pues bien, a pesar de la modestia que soy en el sentido de poca cosa… voy a cometer la inmodestia de expresar un cuerpo de doctrina que creo se corresponde con el espíritu de la letra de Historias de la otra razón.

            Si hago memoria de mis debilidades intelectuales –entiéndase preferencias- me encuentro con que, por ejemplo, a los quince años me entusiasmaba Óscar Wilde. Leía yo, por entonces, El retrato de Dorian Gray.

             Hay un tremendismo intelectual en la obra que le va a los revoltosos. Yo sentí el azote de la verdad descarnada cuando contemplaba al hombre que se deteriora, se desmorona y nos deshace a fuer de sinceridades. Fue un dandy, ¡por lo menos!

             El reconocimiento del pecado propio resulta más edificante que la crítica metódica y ortodoxa… ¡Dios no pasa factura! Cualquier alusión a Historias de la otra razón sería como querer vender ejemplares y mi intención es convocar a la insurrección ideológica –como prédica para el libro- para rasgar el velo de falsedades y estéticas estrafalarias de la burguesía intelectual.

             Yo tengo algunos santos de mi devoción, que creo deben ser tenidos en cuenta para no ir adocenado con la filosofía de los santos sabios. Por ejemplo, Gerardo, que cambió su nombre por el de Erasmo Desiderio de Rótterdam.

             El testimonio de este hereje, para los miopes en sinceridad, siempre me atrajo porque hay que ser valiente para decir con el proverbio: «Si no te alaban, alábate a ti mismo». Esto es mejor que tener el bufón pagado que te ríe la gracia y se encarga de recitarte las mentiras.

             La razón de aquí es lisonjera, halagadora y traicionera. La otra (la del libro) te indispone, acusa y desgarra… Pero si la hacemos nuestra compañera será un bálsamo y una sauna liberadora.

             Hacer las cosas bien y con una ética distinta a la estulticia a que nos tienen acostumbrados, es una necesidad que impone. Hay que enderezar entuertos siguiendo el camino del entuerto… El hic et nunc no nos sirve. Aunque sea con la polémica, inventemos o imaginemos otra realidad.

             Baudelaire en su obra «Flores del mal» a través de paraísos artificiales, Spleen e Ideéal y la Revolte la cual se entendió en su tiempo como un ultraje a la moral pública y las buenas costumbres, nos propone en esta especie de poesía maldita una ascética y comportamiento social que es una rebelión contra la grotesca exaltación de lo burgués, contra el mal gusto de la aristocracia, y contra el ingenuo hombre de bien. Mientras no emitamos mensajes de este tipo, por muy molestos que nos parezcan, estaremos en el campo de la falacia.

             Ahora se habla de que estamos en una situación abierta, en distintos aspectos. Bueno, pues este libro nos ofrece la ocasión de mantener, aunque sea con esfuerzo, una constante imagen original y provocadora. Debemos –como el dandy- aspirar a ser sublimes sin interrupción:

 

Debemos vivir y morir

Ante el espejo

 

            Como decía Baudelaire, en un texto-confidencia que escribe a su madre un  día y que llevaba por título «Mi corazón al desnudo». Yo he sentido con la lectura del libro de Tomás Valladolid Bueno, el vértigo que se experimenta cuando te ves sumido en el compromiso de renunciar a tu cultura actual y tener que resucitar en un cementerio de preguntas vinculantes.

             El autor no es un Rimbaud precoz, fugaz y meteórico, sino que arrastra y dan ganas de recitar aquello de Le batteau ivre:

 

La tempéte a béni mes éveils maritimes, ou bien,

Je sais les cieux crevant en éclairs, et les trombes

Et les ressacs et les courants: je sais le soir

L’aube exaltée ainsi qu´un peuple des colombes,

Et j´ai vu quelquefois ce que l´homme a cru voir!

 

            Yo me he sentido tragado por la insalvable incomodidad de algunos textos del libro. Son remolinos intelectuales que me han succionado y acusado hasta producirme dolor: ¿Me vuelvo a repetir si digo que este libro se ha escrito con sangre? Ciertamente, da tarascadas naturalistas, a lo E. Zola, al realismo moderado al que nos aferramos constantemente.

            Quizá mi apreciación sea poco acertada y esté lejana de aquilatar toda la trascendencia del libro, pero he sentido el aliento del hombre que más intensamente vivió el recuerdo que no el olvido. Aquel que convirtió en Yelmo de Mambrino la bacía de un barbero manchego. Aquel que transfiguró los rostros de unas manoseadas mozas de venta, en damas de alto copete:

 

Nunca vi caballero

De damas tan bien servido

 

             Diría el siempre amable y recordante Don Quijote.

            Las actitudes de viejos incordiantes como Valle-Inclán, Baroja o Ángel Ganivet, se simultanean con el mensaje rasposo de este libro, a la vez tan espiritual y tan lírico en intenciones. Y, por último, si es cierto que entre los grados de la belleza debemos contar con la fealdad, no es menos cierto que la poesía limita con la filosofía.

 

El libro «Historias de la otra razón» de Tomás Valladolid Bueno fue editado en 1993, y presentado el mismo año por Antonio Medina de Haro, en Alcalá de Guadaíra. El texto de su conferencia fue publicado en El Alcalá (núm. 54, febrero 1996)

Poemas de Antonio Medina de Haro en POEMAR nº 5 – Cuaderno de poesía, (con dibujo de Luis Caro). 1987

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Poemas de Antonio Medina de Haro en POEMAR Nº 6y7 – Cuaderno de poesía, con dibujo de Luis Caro. 1990

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