Foto: Julio García
PRECISAMENTE, dando un paseo como tengo por costumbre, he tenido un recuerdo, por aquello de la contraposición, de mi larga estancia en un Hospital Clínico. He recordado frente a un cielo azul y a una tierra mojada, recién vestida de verde, los espacios blancos de soledad, espacios niquelados y pacíficos, de un rincón del planeta con vigilancia intensiva.
Las palabras consoladoras que, de vez en cuando, pasan como pavesas suspendidas en el viento, no son suficientes para transformar el frío de las instantáneas de debilidad psicológica.
Nadie sabe lo que es poder apreciar en toda su extensión la contemplación de la naturaleza sin el cero infinito que es la privación de libertad y la angustia de un cuerpo que se te muere… (…)
Es decir: en casa de uno, con las voces consoladoras de los que te quieren y, sobre todo, saber que es necesario el recuerdo de los que sufren.
Por lo general estamos acostumbrados a mirarnos a nosotros mismos constantemente, a ejercer el egoísmo insensato y nos adiestramos en la elemental tarea de sentirnos cosmos único en todo momento.