Foto: LGV
ESTÁ muy claro que disfrutar demasiado no es bueno. No hay proporción entre el mal sabor que nos queda después del placer y el goce del mismo. No sé si, realmente, merece la pena engolfarse en el buen vivir o tomar precauciones para evitar después los vacíos, los desasosiegos y la maldición de los momentos vividos con gozo en exceso.
….Hombre precavido vale por cien… ¿no?.
Evidentemente la mejor medida es ponderar, equilibrar los ataques a la tarta y vivir con intensidad los minúsculos momentos, atomizando así la felicidad para no sentir el atiborramiento detestable.
Es una consideración que me hago aun a sabiendas de que estoy limitado para el disfrute.
Peor son demasiadas las veces que las extralimitaciones nos conducen a una situación de angustia que puede ser perfectamente controlable.
Es un consejo gratis y que no pretende sino hacer verdad el viejo refrán que dice:
«No es mal amigo el que avisa, ni mucho menos traidor…»