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EL ÚLTIMO ENCUENTRO O EL CREPÚSCULO DE LOS ADIOSES. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 7). Por Pablo Romero Gabella

 

Pte. Erzsebet, Budapest 2003El Puente de Erzsebet
Budapest
[Foto: LGV 2003]

 

Como dicen la mayoría de sus biografías, el escritor húngaro Sándor Márai (1900-1989) se suicidó en su residencia californiana meses antes de que cayera el Muro de Berlín en noviembre de 1989. Y esto se reitera porque su biografía es un resumen biológico de ese «corto siglo XX» al que se refería el historiador Eric Hobsbawm. Un siglo que otro húngaro, el poeta Imre Kertész, llamó «ese pelotón de fusilamiento en servicio permanente». Huyendo de esto, Márai abandonaría para siempre su país en 1948 y no vería el fin del régimen comunista por muy poco. Todo en Márai parece una apoteosis del adiós, de la nostalgia. Por ello no es casual que tratara en su obra la nostalgia por excelencia: la del imperio austro-húngaro. Su obra más representativa en este aspecto es una pequeña novela titulada El último encuentro, escrita en 1942, cuando Hungría estaba luchando al lado de Hitler en la guerra mundial. Cuando el humo de los crematorios del exterminio nazi comenzaban a oscurecer el centro y este europeo, Márai creaba una pequeña obra nostálgica con un argumento imposible. Éste era el reencuentro de dos amigos y camaradas de armas durante el Imperio en una mansión aristocrática y decadente («donde se desmoronan los restos de varias generaciones»), al cuidado de una vieja ama de llaves y donde reside uno de estos amigos, al que solo conocemos como «el general». El otro amigo, Konrad,  que se ha nacionalizado británico tras 40 años de estancia en Malasia, realiza algo poco creíble: entrar en un país enemigo en plena guerra.

   Pero obviando este aspecto, la novela es como una gota de ámbar prehistórico que ha guardado algo del pasado imperial; un «Parque Jurásico» de una época tan pasada como el Precámbrico: la del esplendor de la civilización burguesa que tanto fascistas como comunistas llamaban, con desprecio, «mundo decadente». Un mundo donde, en pensamientos del protagonista, «la sensación de que la vida era una fiesta desesperada, una fiesta trágica y majestuosa, cuyo final se proclamaría con el sonido de las trompetas y con el anuncio de alguna orden nefasta». De nuevo el pasado como una fiesta, tal como ya hemos visto en las obras de Banffy y Lernet-Holenia. Pero además de la fiesta ese viejo «mundo de ayer», tal como lo veremos en Zweig, era un mundo ordenado donde cada cual sabía cuál era su sitio: «todo era demasiado hermoso, demasiado redondo, demasiado perfecto. Uno siempre teme tanta felicidad odenada».

   Ese mundo feliz y ordenado se rompió para los tres protagonistas de la novela, -y digo tres porque a los dos amigos se une el fantasmal recuerdo de Krisztina, la mujer del general-  un día de octubre de 1900 cuando algo ocurrió entre ellos. Cuarenta y dos años después, los dos antiguos camaradas intentan comprender lo que verdaderamente pasó.

   La novela se divide en dos partes claramente diferenciables: la primera es el recuerdo de la época de esplendor del Imperio que el general nos relata; la segunda es la del encuentro que más que un diálogo es un monólogo por parte del general y que bajo mi opinión es la parte más decepcionante de la novela. Es una parte donde abundan sentencias tales como «la amistad es la relación más noble que puede haber entre los seres humanos». Por tanto, para nuestros propósitos lo más interesante de la novela es la primera parte, donde vemos reflejados los principales tópicos de la literatura sobre el fin del Imperio. Así vemos que el Imperio se nos presenta como un estado multiétnico pero en cuyo seno incuba el mal futuro de los nacionalismos. Esto lo advertimos en la descripción de la ciudad natural de Konrad, en la Galitzia : «sus habitantes –ucranianos, alemanes, judíos y rusos- vivían en un bullicio oficialmente controlado, como si existiera en la ciudad, en las casas oscuras de aire viciado, una corriente cada vez más fuerte, una especie de revelación o simplemente una insatisfacción mezquina y murmuradora». Este presagio se cumpliría en 1918 cuando implosionó  el viejo imperio de manos de una masa provinciana bien lejana del cosmopolitismo vienés, que «para volver a pronto a sus pueblos polacos, estaban destruyendo un imperio» (Alexander Lernet-Holenia, El Estandarte, 1934).

   Frente al anuncio de destrucción ambos amigos, a finales del siglo XIX, representaban, como jóvenes oficiales, el papel de guardianes del imperio, que velaban «por los sueños y por la seguridad del emperador y de sus cincuenta millones de súbditos, aunque no hicieron otra cosa que llevar su uniforme con dignidad y frecuentar la alta sociedad, oír valses, beber tintos franceses, charlar con las señoras…»

   Otro elemento prototípico es la figura del emperador, clave de la bóveda imperial, y el único que «era capaz de mantener el orden: el emperador, que era a la vez un sargento jubilado y Su Majestad, un simple funcionario y un grande seigneur, un rústico y un soberano». A él le debían fidelidad absoluta que es otro de los tópicos de esta literatura finisecular, como ya hemos podido comprobar en otras obras aquí reseñadas. Una fidelidad, una obediencia, que «era algo más profundo que el respeto a unas cuantas reglas. Había que llevar la obediencia en el corazón: esto era lo más importante. Había que tener la convicción de que todo estaba en su sitio».

   Unida a la fidelidad estaba su némesis: la traición, un tema que impregna toda la novela. Aquí es donde observamos el conflicto entre dos hombres hermanados en el deber y en el espíritu. Konrad es un desengañado del imperio, que incluso ha cambiado de nacionalidad y que nos dice (en uno de sus pocos parlamentos en la novela): «¿qué queda de todo aquello? Lo que mantenía todo unido, esa argamasa secreta, ya no existe. Todo se ha deshecho, se cayó a pedazos. Mi patria era un sentimiento. Ese sentimiento resultado herido…lo que juramos ya no existe…Todos han muerto…todos han traicionado lo que juramos. Hubo un mundo por el cual valió la pena vivir y morir. Aquel mundo murió…» Como en los personajes que ya nos son familiares (Menis, Bagge…) el general le responde: «para mí, aquel mundo sigue vivo aunque en realidad haya dejado de existir. Sigue vivo por el juramento».

   Esta lucha de caracteres sobre el significado de una época, de un mundo por el que mereció luchar, lo encontramos en la obra de otro nacionalizado británico, que como el personaje de Konrad, recorrió los mares del Sur; nos referimos a Joseph Conrad, que en esa pequeña joya romántica que es Los duelistas trata el mismo conflicto que nos relata Márai, pero centrado en otro imperio mítico-decimonónico: el napoleónico.

   Como en El último encuentro, dos oficiales de caballería  acaban enfrentándose (esta vez de forma cruenta) por una razón que también reviste forma femenina pero que acaba siendo secundaria. Así encontramos a dos caracteres completamente diferentes (pero complementarios); por un lado, el racionalista y «realista» D`Hubert, y por otro, Feraud apasionado y adicto hasta el tuétano al emperador. Como el general de Márai, el Feraud de Conrad le responde a su antiguo camarada que «jamás amó al Emperador. La imagen de aquel héroe sublime, encadenado a una roca en medio del océano, resta a tal punto valor a mi vida que recibiría con placer su oden de volarme los sesos».

   Con esta analogía literaria decimos un adiós a esta obra que como en la novela de Conrad «empezó en el misterio, se desarrolló en el misterio, y al parecer ha de terminar en la misma forma».
 

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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [4ª PARTE, Y ÚLTIMA]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 5). Por Pablo Romero Gabella

EL BARON BAGGE O EL VÉRTIGO DE SER LOS OTROS. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 6). Por Pablo Romero Gabella

 

EL BARON BAGGE O EL VÉRTIGO DE SER LOS OTROS. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 6). Por Pablo Romero Gabella

 

Padre e Hijo en el Danubio, Braila, 2001

Pescadores en el Danubio
Braila
[Foto L.G.V. Rumanía 2001]

 

La obra del escritor austríaco Alexander Lernet-Holenia fue prolífica (110 libros propios, sin contar sus colaboraciones con otros autores como Stefan Zweig) en el campo de la novela, el ensayo, el teatro, la poesía y la biografía (destaca una de Greta Garbo). De su obra ya hemos reseñado El Estandarte (1934), ahora traemos una de sus novelas más conocidas y que fue lectura de referencia en institutos y universidades de lengua germana. Nos referimos a El barón Bagge, que comenzó siendo una obra por entregas titulada El puente de oro y publicada en abril de 1936 en el popular semanario gráfico Berliner Illustriestre Zeitung. Poco después pasaría a editarse como libro, con el título que ya conocemos, por una editorial berlinesa.

   El comienzo repite el modelo de gran parte de sus novelas: el recuerdo, el flash-back del protagonista sobre acontecimientos pasados. En este caso, nuestro protagonista vuelve a ser otro joven oficial, el barón Bagge, que con la ocasión de una recepción oficial de postguerra recuerda cuando sirvió en el Regimiento de Dragones del Marqués y Conde Von Gondola en la campaña de los Cárpatos de 1915. Bagge, como también ocurría en El Estandarte, aparece como trasunto del autor, ya que éste sirvió con 18 años como voluntario en el 9º Regimiento de Dragones e hizo toda la Gran Guerra en el Frente Oriental.

   A pesar de la naturaleza fantástica del  relato, el contexto histórico y las localizaciones geográficas son reales ya que el autor participó en dicha campaña, conocida por los historiadores como la batalla de los Cárpatos. Ésta fue una larga batalla invernal que transcurrió entre febrero y marzo de 1915 y que enfrentó a los ejércitos austro-húngaros y ruso al mando respectivamente de Franz Conrad Von Hotzendorf y del Gran Duque Nicolai. La operación fue la respuesta austríaca al arrollador avance ruso de comienzos de la guerra y que los  había llevado a la llanura húngara. El resultado final fue un desastre para el Imperio, que no tenía ni la preparación ni el equipamiento necesarios para una operación de tal envergadura; fue todo un anticipo de lo que ocurriría tres años después y que llevaría al hundimiento de la Corona bicéfala de los Hasbsburgo. En la narración hay algo de ese fatalismo, de esa ilusión de victoria que encubría la dura realidad.

   Bagge formaba parte de un estrafalario escuadrón de reconocimiento al mando de un capitán loco y borracho (Von Semler de Wessernemburg) y compuesto por una tropa variopinta, reflejo del Imperio multinacional: polacos de Galitzia, rumanos de Transilvania y alemanes de la Bucovina; y para rematar, se les unió un oficial norteamericano de Kentucky. Una troupe de «jinetes fantasmales» que parecen empujados «hacia delante por algo invisible». Como en el relato de Washington Irving sobre el «jinete sin cabeza», se adentrarán en un territorio de sombras, de frondosos bosques y llanuras heladas, envueltos en un permanente «estado de ensueño».

   No obstante, como antes dijimos, este territorio era real y así lo demuestran sus claras indicaciones geográficas: Tokai, Nyireygháza, Urgáv o Kassa (en la actual Eslovaquia y lugar de nacimiento del escritor Sandor Marai, del que también hablaremos en otra ocasión). Estas localidades se encuentran en el linde de la llanura húngara y las estribaciones de los Cárpatos. A medida que se internan en territorio enemigo el espacio geográfico pasa de real a mítico, confundiéndose realidad y ensueño. Es lo que se ha denominado «realismo fantástico; para Héctor Orestes (traductor de esta obra para la edición de 2007 de la UNAM) Lernet-Holenia es partícipe del particular estilo del escritor checo Leo Perutz, del que fue amigo y discípulo.

   Las peripecias entre bélicas y oníricas nos llevarán a un pueblo húngaro que es una especie de oasis de paz en medio de la guerra y que nos recuerda a ese «último valle» de la película homónima de 1970 dirigida por James Clavell. Allí Bagge se (re)encontrará con una prometida, que nunca lo fue en realidad, y él con ella. El tema que subyace a toda la obra: la añoranza del viejo Imperio. En esa ciudad, que parece un parque temático imperial, las veladas son eternas (tal como las describió, el ya conocido por nosotros, Miklos Banffy) y los bailes de máscaras son el reflejo esperpéntico de un mundo pasado, fantasmagórico, pero por el cual Bagge y los suyos siguen luchando. Vestidos y uniformes que son sudarios, «como si toda aquella gente sencillamente hubiera sacado de los armarios los trajes de sus abuelos y bisabuelos y se hubieran vestidos como ellos». Si hubiera una música que pudiera acompañar a la lectura sería, sin duda, el «Vals triste» de Sibelius escrita en 1903 y que formaba parte de la música incidental de la obra de teatro Kuolema (Muerte en finlandés).

   Bagge se encontrará sumido en el mismo estado de estupefacción del enamorado imposible que James Stewart en la película Vértigo (1958) que en España se subtitularía como De entre los muertos. El baile de máscaras que se celebra en honor de los soldados libertadores nos lleva literariamente a otro baile: el del relato de Poe La máscara de la muerte roja. Bagge envuelto en el confeti de la fiesta se nos parece a la efigie del Príncipe de Salina, cubierto por el polvo del tiempo, en la Iglesia de Donnafugata.

   Todas estas referencias que se me vienen al pensamiento me dicen que algo hay de este libro en la obra de Aménabar, o de lo que es lo mismo, en nuestra conciencia colectiva actual donde «vivimos en ese tiempo y en ese espacio que se extienden entre el morir y el verdadero estado de muerte».

 
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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [4ª PARTE, Y ÚLTIMA]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 5). Por Pablo Romero Gabella

 

FUNERALES DE ATILA, EL AZOTE DE DIOS. Por José Manuel Colubi Falcó

Atila se encuentra con el Papa León

Atila  (395-453) y el papa San León I el Magno (390-461)

[Crónica ilustrada húngara (c. 1360)]

«El cual [Atila], según cuenta el historiador Prisco […], como asociara en matrimonio a una joven muy hermosa, de nombre Ildico, después de haber tenido innumerables mujeres según era costumbre de aquella gente, y en sus nupcias, suelto por una excesiva hilaridad, pesado por el vino y el sueño, yaciera boca arriba, un abundante flujo de sangre, la que a menudo fluía de su nariz, al ser impedido su paso por los conductos acostumbrados, se precipitó por su garganta […] y lo mató. […] Con la siguiente luz, cuando ya había pasado parte del día, los ministros del rey, […] rompen las puertas y hallan el cadáver de Atila sin una herida, […] y a la muchacha, llorosa, cabizbaja, cubierta por el velo. Entonces, según es costumbre de aquella gente, cortada parte de su cabellera, desfiguraron sus caras con hondas heridas, para que un eximio guerrero no fuera llorado con lamentaciones y lágrimas femeninas, sino con sangre viril.

   »Colocado el cadáver en medio del campo, dentro de una tienda de seda, […] los más selectos jinetes […], dando vueltas a la carrera, […] contaban sus hechos en un canto fúnebre: “Singular rey de los hunos, Atila, engendrado por Mudzuco, señor de las más bravas gentes, que con poder inaudito antes posee él solo los reinos escíticos y germánicos, y con la conquista de ciudades aterró a uno y otro imperio de la Urbe de Roma, y para que no fueran sometidas las demás a botín, aplacado por preces, recibió tributo anual; y cuando hubo hecho todo esto con resultados felices, no por herida de enemigos, no por insidias de los suyos, sino con su gente incólume, entre gozos, feliz, sin sentir dolor, murió”.

   »Después, sobre su túmulo celebran la que ellos llaman estrava, con un gran festín, y, uniéndose alternativamente en sentido contrario, se desplegaban con un luto fúnebre mezclado con alegría. Y de noche, en secreto, protegen con coberteras el cadáver escondido en la tierra, primero con oro, segundo con plata, tercero con el rigor del hierro, significando así que todo ello convenía a un rey potentísimo: el hierro, que fue señor de pueblos; el oro y la plata, que recibió el ornato de una y otra república (Roma y Bizancio).» (Jordanes, Getica 49, 254-258).

 

[La voz de Alcalá, 15 al 31 de enero de 2017, año XXV nº 445]

 

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [4ª PARTE, Y ÚLTIMA]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 5). Por Pablo Romero Gabella

 
cafe-y-unicum-budapest-2004

Café y copa de «Unicum»
[Foto: LGV Budapest 2004]

 

Además de las fiestas y otros eventos, como las carreras de caballos, en Budapest se desarrolla la vida política de Bálint; como antes dijimos, es diputado (independiente) por una ciudad venida prácticamente a aldea, pero que mantenía aún el privilegio de llevar a un diputado al Parlamento. Una asamblea dividida entre los partidos gubernamental y nacionalista. El primero defiende la vigencia del Compromiso de 1867 que hizo nacer el Imperio austro-húngaro (antes llamado Imperio austríaco y antes de Napoleón, Sacro Imperio Romano Germánico). Este acuerdo se basaba en el presupuesto de la igualdad entre los reinos de Austria y Hungría, dotando a los segundos de una autonomía para cuestiones administrativas, culturales, educativas, etc… Con ello se intentaba cerrar (en falso) las heridas de la revolución nacionalista de 1848 y unir los destinos de húngaros y austriacos en la persona del emperador, que era a la vez rey de Hungría.

   La oposición nacionalista trataba de ampliar la autonomía húngara y sobre todo, oponerse a los intentos de centralización del futuro emperador Francisco Fernando. Esta lucha política se observa en la novela en los planes de subordinación del ejército húngaro respecto al imperial, cosa a la que se oponían ferozmente los nacionalistas. Esta tensión estará presente durante toda la novela y será retratada, no obstante, de forma bastante desapasionada a través de los ojos del escéptico Bálint, que al ser independiente no se identificaba con ninguno de los dos bandos.

   El sistema representativo húngaro se parecía bastante al español de la Restauración. No existía el sufragio universal y el voto estaba en manos de las élites de Budapest que, a través de los gobernadores, organizaba el encasillado de los candidatos en cada una de las circunscripciones. Así fue el caso de la elección de Bálint que fue todo un cúmulo de irregularidades que pasaban por la compra de los votos y otros tejemanejes de los cuales el protagonista nunca se enterará, o al menos, no querrá entender.

   Al final de la novela la situación de bloqueo del Parlamento, ante las exigencias de los centralizadores de Viena (instigados por el Archiduque Francisco Fernando), provocaría una aguda crisis política que haría caer a un gobierno, llevaría a disturbios callejeros y batallas campales en la mismísima cámara. Todo esta situación tendría como respuesta, por parte del emperador, el cierre del Parlamento manu militari y la designación de un gobierno adicto a Viena que los húngaros llamarían gobierno de guardianes.

   Ante la imposición imperial los principales partidos húngaros pactaron un gobierno de coalición a cambio de que se volviera a abrir el Parlamento. Este nuevo cierre en falso de la crisis secular del modelo del Imperio bipartito tendrá unos claros damnificados: las minorías nacionales, sobre todo rumanos y croatas que siguieron bajo el dominio de los húngaros. En este punto, el autor no oculta el (mal)trato del nacionalismo húngaro con respecto a los pueblos dependientes de su administración, que era muy similar al que los propios húngaros recibían de los austríacos. La clase dirigente húngara vivía en una esquizofrenia constate entre liderar una lucha por la independencia y, a la vez, codirigir un régimen que no permitía la más mínima concesión a otras nacionalidades.

   Todo este complicado sistema de la monarquía dual será el que el viento de la Gran Guerra se llevará consigo, y con él a toda una sociedad aristocrática de raigambre feudal que Banffy retrató en sus días contados.

 
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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 
El Nueva York (2) (2000)

Café Nueva York

Budapest

[Foto: LGV 2000]

 

Hemos visto la dualidad entre los personajes protagonistas, en lo referente a dicotomía geográfica de la narración nos encontramos entre la rural y atrasada Transilvania y la moderna Budapest (que ya tenía metro desde 1896). El autor nos describe con todo lujo de detalles la naturaleza de su región natal, que es también la de sus criaturas de ficción. Con detalle se nos describe una región de una naturaleza bella pero a la vez cruel, sobre todo en las zonas montañosas de los Cárpatos (los neveros) donde transcurre una parte importante de la novela. Una región donde una minoría de latifundistas húngaros dominan a una población mayoritariamente rumana y a la que trata con un paternalismo cuasifeudal, cosa que no es de extrañar en el agro de la Europa central y oriental, donde la desaparición legal de la servidumbre no fue nunca total. En la relación de la aristocracia con los campesinos y el resto de la población que no era noble se basaba el orden de ese viejo mundo que desaparecería décadas más tarde.

   En una conversación entre ambos primos, al final de la novela, Bálint le reprocha a Lazslo que abandonase su tierra y que desertara de su función en la vida: mantener lo heredado, mantener el honor de la familia cuidando de sus posesiones, de sus sirvientes y campesinos. El honor es otro gran tema de la novela. El honor entendido como una cualidad que debía ser así percibida por sus iguales y que era un bien preciado que todo caballero debía preservar ante la mínima ofensa. El honor, por tanto, era una representación virtuosa, no una virtud en sí misma. Quien no era capaz de defender el honor era repudiado por la comunidad aristocrática. Esto obligaba ante cualquier ofensa la solución del duelo entre caballeros, y que pusiera a cada cual en su sitio. En la novela aparecen dos duelos, uno consumado y otro no y que tendrán como protagonistas a Bálint y Lazslo. En cuanto a las mujeres, el honor se convierte en honra y su pérdida conllevaba a su vez la pérdida del honor del marido, hermano o padre. Esta concepción del honor no era exclusiva de los nobles húngaros, sino que era compartida por toda la buena sociedad en Europa y América y que era el lenguaje común de aquel mundo de ayer.

   En el imaginario de la nobleza húngara, éstos se veían como los guardianes de un orden eterno que mediaba a través de los siglos entre el pueblo y el poder (ya fuera austríaco, turco o ruso). Tenían la obligación de velar por el bienestar físico y moral de sus dependientes, que eran tratados como niños pequeños, incapaces de autogobernarse sin la presencia de un tutor. Ésta es la idea político-ideológica medular de la novela y la que da sentido a la vida de nuestros protagonistas, familias, amigos y amantes, que parecen vivir una fiesta sin fin.

   De tal forma que los vemos pasar innumerables fiestas, bailes, cotillones, carnavales, carreras hípicas y sobre todo, partidas de caza que se reparten por todo el año y que, según nos cuenta el autor, hacía que el Parlamento de Budapest fijara sus reuniones atendiendo al calendario de estos eventos sociales. Es allí, en Budapest donde se desarrollará la otra parte de la novela. Pero dejaremos la capital para la última entrega de estos días contados.

 
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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

 

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

 

El Castillo de Buda

Budapest

[Foto: LGV 2004]

 

Bálint y Lazslo, los dos primos protagonistas, responden a la dualidad que podríamos titular como conde rico, conde pobre. El primero es huérfano de padre, un respetado noble de añeja estirpe, e hijo único de una madre consagrada a la continuación del linaje y de las grandes propiedades del difunto conde. Bien educado y cosmopolita (trasunto del autor) vuelve a sus tierras (y a su madre) tras recorrer varias cortes europeas como diplomático. Además será elegido como diputado al Parlamento húngaro por un burgo podrido de su condado. Joven, atlético, culto y respetado; ése es Bálint.

   Al contrario, Lazslo no tiene nada excepto un hiperbólico orgullo y  el título que heredó de un padre suicida tras la huida de la madre con un músico. A cargo de diversos tutores de la familia el joven Laszlo se siente marginado, ya que la sociedad aristocrática lo admite por compasión y porque es un excelente violonchelista que anima las fiestas de alcurnia. Su deseo de ser un gran músico es producto del deseo de demostrar su valía ante un mundo que lo acoge como el cachorro débil de la camada.

   Sin embargo, a ambos personajes les unirá algo: las amadas y las amantes, que les harán tambalear sus vidas. Bálint buscará el amor imposible de su infancia: Adrienne Miloth, ya casada con un déspota que la maltrata y degrada sexualmente. Convertida en un ser infeliz le repugna toda relación sensual entre un hombre y una mujer. Contra esto se rebelará Bálint, sumido entre el deseo y el idealismo que desprende su amada y que le hará sufrir una serie de aventuras y sobre todo, desventuras que culminarán en el paisaje imposible (en palabras del autor) de la Venecia de Thomas Mann.

   Laszlo, el conde pobre, verá truncada su carrera como músico en Budapest por otro amor imposible: el de su prima Klara.  Su condición social le supondrá el rechazo de la familia de su amada. Esto le conducirá a un abismo de alcohol, fiestas (será el primer bailarín de los bailes de la nobleza de Budapest) y sobre todo de ludopatía, que le llevará a su total ruina económica y moral.

   En lo que respecta a sus amantes, Dionora y Fanny, compartirán  el papel de mujeres aburridas de sus matrimonios con hombres mayores que ellas y que buscarán los placeres de una juventud que están perdiendo en los brazos de sus jóvenes amantes.

   Pero como dijimos en la anterior entrega, la novela está construida en base a dicotomías no solo en lo que se refiere a los personajes, sino también en los espacios geográficos, que Banffy magistralmente retrata. Pero de ello daremos cuenta en el próximo episodio de Noticias de un imperio.

 

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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

 

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

 
hotel-gellert-budapest-2003

Hotel Gellért

[Foto: LGV Budapest, 2003]

 

Cuando Hitler asentaba su nuevo régimen nazi en Alemania, y en Hungría su imitadores de la Cruz Flechada crecían, el Conde de Losoncz, Miklos Banffy, comenzaba una titánica gesta literaria: rescatar un mundo perdido, el mismo mundo de ayer de Zweig (del cual ya hablaremos en esta serie).

   Entre 1934 y 1940 Banffy escribiría su Trilogía transilvana, que constaba de Los días contados (1934), Las almas perdidas (1937) y El reino dividido (1940). Banffy era el representante perfecto de ese mundo que terminó con la Primera Guerra Mundial. Aristócrata, político, diplomático (llegaría a ser Ministro de Asuntos Exteriores de Hungría durante el Tratado de Trianón de 1920), dramaturgo, pintor, diletante artístico y cosmopolita…todo ello contenía la vida y obra de Banffy.

   Ya alejado de la política y retirado en sus posesiones de Transilvania (integrada en Rumanía tras la Paz de París) se dedicaría, además de fomentar la cultura húngara en dicha región, a fomentar el mundo que vivió de joven: la Hungría del Imperio del mítico Francisco José. Para ello, en su primera novela (Los días contados) que transcurre entre 1904 y 1905, organiza la historia de forma binaria. Así, sus protagonistas son dos: el conde Balint Abady y su primo,  también conde, Lazslo Gyerffy. En cuanto a los escenarios se reparten entre la Transilvania de la que proceden todos los personajes y la capital Budapest.

   La trama gira en torno a esos dos personajes principales, pero también tienen una importancia básica la pléyade de aristócratas transilvanos, la mayoría relacionados por lazos familiares debido a la gran endogamia de esta nobleza húngara fronteriza. Una aristocracia que se nos parece mucho  a esa otra decadente y rural que tan bien retrató Margaret Mitchell en Lo que el viento se llevó publicada dos años después de la novela que aquí reseñamos.

   En lo que respecta a la presentación de los personajes ambas obras son bastantes similares; así se nos aparece una plebe de primos, primas, tíos, tías, sobrinos y demás genealogía endogámica que nos llega, por momentos, a confundir,

   También podemos ver en esta obra (para muchos de estirpe «gatopardesca», cosa con la que no coincido) elementos propios de otra gran novela norteamericana de las llamadas «de época»: La edad de la inocencia de Edith Wharton, publicada en 1920. La descripción de la alta sociedad neoyorkina del último cuarto del siglo XIX tiene muchos puntos en común con la sociedad aristocrática húngara: sus códigos morales, del honor, de la decencia y la indecencia, amén de la rigurosa etiqueta y de las abundantes reuniones sociales que daban sentido a ese mundo. Un ejemplo lo tenemos en el personaje de la tía Sarmasághy, hacedora de chismes, matrimonios, divorcios y a la que se respetaba como a una matriarca ajada.

   En la próxima entrega hablaremos de los dos protagonistas: el conde rico y el conde pobre.

 

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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 

ZSOLT TIBOR / let the chips fall where they may. MARCH 26, 2014 / WEDNESDAY / 19H – 21H

 

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WITH SHORT INTRODUCTION OF KATALIN TÍMÁR, ART HISTORIAN / LUDWIG MUSEUM, BUDAPEST.

 

ON VIEW TILL APRIL 26 / SATURDAY / 17H.

 

The central focus of Zsolt TIBOR’s exhibition lies on his latest large-scale, panel-like paper and canvas drawings. The thematic of his recent works is still characterized by his multilayered, associative visual construction. He places time as present’s concrete into central focus and as an attempt of reference, examines present time in context of past and fictitious future. The small fragments refer to the artist’s former works of analysing systems, supplemented by further questions and statements.  What does vision, playfulness, power, hierarchy mean nowadays? Analysing the entirety of the paintings, there is an explicit alteration: whilst his earlier works had been unfolded in details by the viewer and the artist did not centralize his compositions, his large-scale drawings of this exhibition reveal centred and intense-coloured compositions. Zsolt TIBOR creates a new aesthetic language. His large-scale drawings and installations point beyond the traditional interpretation of drawings: this medium is placed in an active contemporary art discourse, posing relevant questions of the current position of drawing and art. His lyrical drawings are surveys of an existing world’s fictitious metaphysical architecture.

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SZÓ ÉS KÉP/WORT UND BILD/MOT ET IMAGE/WORD AND IMAGE. Museo Vasarely (Budapest, 5 de Febrero de 2014)

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