Hoy me he encontrado en un libro de Miguel Herrero García «Ideas de los españoles del siglo XVII» la opinión de que los españoles tenemos poca conciencia de nación, desde hace tiempo inmemorial. Hacía tiempo que yo me lo barruntaba…
Ningún mapa, como el nuestro, ha sido tan castigado por las invasiones. Desde ligures, camitas, semitas, fenicios, celtas, cartagineses, griegos, romanos, suevos, vándalos, alanos, árabes y los que no sabemos…, hasta nuestros días, hemos sido –históricamente o económicamente- pasto de la codicia de los otros; y, consecuentemente, por una parte, nos hemos ido despersonalizando y, por otra, recluyéndonos en nosotros mismos, individualizándonos, con un desprecio galopante hacia los demás. La división ha sido nuestro caldo de cultivo y, coherentemente, resultamos distintos, variadísimos y riquísimos en desigualdades…
Hemos sufrido la parcelación espiritual y, como he dicho al comienzo, la casi anulación de la idea de nacionalidad en la conciencia española. También encontramos que no ha sido el pueblo inculto quien ha llevado a cabo esta diversidad, sino que en el ambiente universitario, desde el mismo siglo XVII lucían las discrepancias. Esto trajo consigo un aislamiento espiritual y podemos afirmar con M. Herrero que: «los españoles del siglo XVII ni se entendían entre sí ni se entendían con los demás».
Cualquier reflexión sobre los españoles de hoy nos lleva, sin el más mínimo esfuerzo a conclusiones parecidas: no hay manera de que triunfe la lucidez ni el progreso en ningún sentido.
En el Centro de Estudios Históricos nos encontramos con textos como el presente, describiendo las especies estudiantiles en el siglo XVII. Testimonio de variedad sobre todo. Hoy, no obstante, estamos tan cerca del texto que…, me apuesto un pulso a que no me refuta nadie.