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13 DE MAYO DE 1969. Rafael Rodríguez González

Quedaban pocos minutos para que el timbre del colegio nos mandase a todos no a paseo sino a nuestros respectivos domicilios: a almorzar y, dos horas después, vuelta a clase. Todavía sentados en los pupitres oímos el picado del avión y enseguida la explosión. Recuerdo perfectamente que hasta don Julio, nuestro venerable profesor de Ciencias Naturales, dio un brinco, algo quizá impensable en persona de tanta edad y templanza. El timbre libró a aquel hombre tan pedagógico de tener que explicarnos qué era lo que probablemente había sucedido. «No os atropelléis corriendo», fue la recomendación que hizo a la estampida.

Ya fuera de las aulas y del propio colegio, ya puestos los pies en la calle Mairena (rotulada General Franco), fuimos muchos los que corrimos hacia los Grupos Viejos, lugar en el que decía la gente que había caído el avión. Nuestras jóvenes piernas, apenas adolescentes (casi todos tenían trece años, catorce los repetidores, entre los que me encontraba), recorrieron la distancia en menos que tarda una tormenta en desatarse.

Pero nada más llegar al lugar del terrible hecho y percibir el pestilente olor, el chillante llanto de las mujeres, los lamentos aquí y allá, los comentarios hirvientes, nuestra velocidad se tornó en desasosiego, en profundo malestar, en sobrecogido desconcierto. Y cuando vimos al que todo el mundo conocía como «el Pipón» —no estoy seguro de si entonces era el enterrador— tirar con todas sus fuerzas del paracaídas en el que lo que quedaba del cuerpo del piloto se hallaba enganchado, a la vez que veíamos pequeños trozos de carne esparcidos por el lugar, a todos, creo que a todos, se nos quitaron las ganas de continuar en aquella escena. Yo no almorcé aquel día. De la cena… no me acuerdo. Soñar sí, soñé con aquello durante varias noches. Por otro lado, que aquel día fuese martes y 13 nunca me ha inducido a la superstición.

José Miguel Antequera Roldán, que así se llamaba el teniente de las Fuerzas Aéreas españolas con destino en la base de Morón, había estado paseando aquella mañana por los cielos de Alcalá (por los bajos cielos, habría que precisar), para orgullo propio y supongo que disfrute de su novia, que observaba las piruetas del reactor desde la azotea de los pisos de San Francisco. Nunca se sabrá si aquel hombre de 27 años era consciente en esos momentos del peligro que él mismo corría y hacía correr a cuantas personas trabajaban, estudiaban o circulaban por el pueblo. Pero de que se comportó como si lo ignorara no hay ninguna duda.

Las circunstancias —eso que algunos llaman suerte, buena o mala— determinaron que el daño no fuese mucho más cuantioso y extendido. Cualquier alcalareño de por lo menos mi edad puede recordar algunas de esas circunstancias: la hora, que no cayera el avión en el colegio…

Sin embargo, y aunque «el accidente» se saldó «sólo» con cinco o seis heridos, uno de ellos, el de mayor gravedad, cuya vida fue salvada in extremis, arrastró —sí, arrastró— durante toda su existencia las imponentes y penosas secuelas de aquel paseo aeronáutico trocado en tragedia.

Manuel Carreño Martínez tenía entonces 18 años. Algunos (iba a decir muchos) de los lectores lo recordarán. Falleció hace unos años, después de llevar una vida repleta de desgracias, de abandono, de maltrato, de desesperanza total, de sufrir el desprecio, de intentar alivios engañosos, de soportar males que en algunos oídos pueden sonar a broma. Aún me parece ver, a la vuelta de una esquina o al entrar en algunos de los bares donde recalaba, solo o muy mal acompañado, su desfigurado rostro, su figura maltrecha. Desde aquel 13 de Mayo nunca, ¡jamás!,  pudo verse una sonrisa en la cara del Quemáo, como siempre se le conoció. No puedo recordar ahora si Frasquito, su padre, un hombre pobre, tan apocado como su débil corazón, murió antes o después de aquella fecha. ¡Ojalá que fuese antes!, me gustaría decir si sirviera para algo.

No sé si a alguien le parecerá excesivo, o improcedente, referirse a tan aciaga historia en estos días de celebraciones. Yo creo que debemos acordarnos de quienes, sobre todo por culpas ajenas, nunca han tenido ni un minuto de fiesta. Y de los comportamientos que hacen que tantas veces ocurra algo parecido.

URDIMBRES. Rafael Rodríguez González

—¡Oiga, que el cliente siempre tiene la razón!

—Pues yo no he conocido a ninguno que la haya tenido, en cincuenta años que llevo dentro de un mostrador.

—Pues le vuelvo a repetir que el cliente siempre tiene la razón, ¡siempre! ¡Vamos que si es así!

—A ver si eso lo ha aprendido usted de su mujer cuando le habla de sus clientes. De los de ella, digo.

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¿Envidia sana? Para envidia sana la que siente uno de sí mismo después de haber alcanzado lo que enseguida se quiere volver a alcanzar.

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—¡Jiménez! ¡Despierte, caramba! Vamos a ver… explíquenos el principio de Arquímedes.

—Pues… Arquímedes… Arquímedes… nació en Grecia, sí, en Grecia, y allí… pues… pues… fue aprendiendo a ser científico… y descubridor, sí, descubridor, y después llegó a ser famoso.

—¡Jiménez, por Dios! Le he preguntado por el célebre principio de Arquímedes, el de que un cuerpo sumergido… A ver, continúe, continúe.

—Pues que… si un cuerpo sumergido no sabe nadar se ahoga, don Eutimio.

—¡Jiménez! ¡Salga usted inmediatamente de la clase!

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Muchos querríamos ser islandeses, antes que reses.

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Cuando algunos dicen alcauciles quieren decir alcachofas, y cuando alguno dice alcachofa quiere decir ducha. ¡Lo que va del plural al singular!

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La máxima Maravilla del Mundo es que unos miles de personas determinen cómo, de qué y dónde tienen que vivir o malvivir los miles de millones que son el resto. Es la única maravilla del mundo que hay que derruir, destrozar, acabar con ella para siempre.

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La felicidad consiste en ayudar al débil, en lograr que te oigan cuando denuncias al malvado, en tener la conciencia tranquila pero insatisfecha, en contribuir a hacer algo edificante, en dar y recibir quereles… ¡Ay, si yo, además de pensarlo y decirlo, lo hiciera!

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El sexo opuesto, dicen. ¿Cómo es eso, si de la coyunda de ambos ha ido naciendo tanta gente y además se buscan y se siguen buscando, sin descanso, posesos del afán de poseer el supuesto opuesto? Pues lo peor es que ya hay gente que dice «el género opuesto». Pero con algunos no podrán: los idiotas son nuestros opuestos, sean del género y el sexo que sean.

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Si Julio César hubiera sido sevillano —en realidad lo fue un tiempo— lo que le habría dicho a Bruto en aquel trance tan sangriento hubiese sido esto: «¿Tú también, mi arma?». Y el apuñalador habría respondido más o menos así: «¿Po no lo , hijo puta?».

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—¡Qué bien estás! ¡No pasan los años por ti! ¡Si estás más joven!

—Pues si vieras el retrato que tengo en casa…

—¿Qué?

—No, , eso, que lo que tengo es fachá.

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Los movimientos literarios se reducen a los de los dedos: sea con pluma, con bolígrafo, con la máquina clásica o al teclado del ordenador. Lo otro son sentires, manías, estrategias, coincidencias raras o no, convergencias interesadas, fábulas bonitas…,  y más cosas, por supuesto.

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—¿Le parece a usted bonito pegarle a un perro?

—¿Y a usted que se mee en mi puerta?

—Pero es que es un animal inconsciente.

—Entonces usted es un perro. ¡Tome, tome, y aquí no se le ocurra mearse!

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Casi siempre, lo más cercano a la realidad es lo peor. Y todo puede empeorarse.

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Un tonto con un cargo es de lo peor que hay en el mundo. Y si encima es ladrón… ¡Oiga, oiga! ¿En quién está pensando?

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—¿Usted cree que me recibirá el alcalde?

—Claro, hombre. Bueno, según. Vamos a ver ¿usted qué quiere?

—Yo es que tengo un problema, es que necesito…

—¡Pero vamos a ver!, ¿usted quién es?

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La escena que le faltó a Buster Keaton, aquel atleta con planta de esmirriado, fue la de estar con Harold Lloyd en el reloj, uno en cada manilla. Yo sé que a los dos se les ocurrió, pero hubo problemas de horario.

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Uno encuentra decenas de pelmazos a lo largo de la vida; lo malo es cuando encuentras una decena a lo largo de una calle.

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Es más fácil que un banquero entre por el ojo de una aguja que en el televisor salga un camello diciendo por qué las cosas son como son y no como debieran ser. Y si sale es porque todavía no ha sonado el despertador.

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―¿Es usted el encargado?

―¿De qué?

―¿De qué va a ser?, de esto.

―¿Cómo de esto?

―Eso, de todo esto.

―¿Y usted para qué quiere saberlo?

―Para saber a quién le tengo que agradecer que no haya denunciado a mi hija por robar aquí.

―Pero… su hija quién es, ¿la de la trenza que viene algunas veces con usted?

―Esa.

―Pues aquí no ha robado nada.

―Ea, a ver cómo doy yo con el supermercado que ha sido.

―….

―¿No puede usted encontrarlo por intenné?

―Señora… me voy, que me están llamando.

―¡Ay, Dios mío de mi alma! Y esta niña, que me va a matá.

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Cuando el horario de apertura comercial sea ilimitado podremos estar pensando a todas horas en qué podríamos comprar.

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Lo mejor de estar siempre solo es que casi nunca lo notas. Y cuando lo notas te haces el longui (o lo notas pero no lo denotas).

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—Cualquiera que nos vea nos va a tomar por locos.

—Pues yo que me alegraré.

—¿Por qué?

—Porque estamos locos, yo por ti y tú por mí. Ven p’acá

LUIS CERNUDA VA A CUMPLIR AÑOS. Rafael Rodríguez González

Málaga, 1933

¿Quién fue más sevillano?,

¿quién más triste de serlo?

Max Aub

En este de 2012 serán 110 años los que Luis Cernuda Bidón lleva con nosotros. Son dos los propósitos que me animan en tan temprana fecha (nació el 21 de Septiembre) a señalar el hecho. Uno es que sea «CARMINA», si ella quiere, el primer ente mundial en anunciar el festejo. El otro, pedir a otros, a esos otros que pueden hacerlo bien, adecuadamente, con sapiencia, que en el transcurso del año recuerden, aquí o donde les plazca, a ese sevillano errante. Que aporten sus presentes en tan señalada fecha.

Fue en 1963 cuando el cuerpo de Cernuda comenzó a hacerse polvo. Pero como sucede con el polvo de estrellas (¿o es la lluvia?), el de los grandes poetas no deja de caer sobre nosotros, eterna y levemente. Que lo queramos ver es otra cosa.

Dos de sus poemas arman este pobre homenaje en el CX aniversario del que tenía, quiero decir tiene, perfil de ocnos y aire de quimera. (Homenaje pobre, pero, recuerdo, puede que el primero en todo el orbe; pobre pero difícil, porque elegir dos poemas… al fin se echa mano del azar. Y se siente un repeluco).

COMO LEVE SONIDO

(Los placeres prohibidos)

Como leve sonido,

Hoja que roza un vidrio,

Agua que acaricia unas guijas,

Lluvia que besa una frente juvenil;

Como rápida caricia,

Pie desnudo sobre el camino,

Dedos que ensayan el primer amor,

Sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;

Como fugaz deseo,

Seda brillante en la luz,

Esbelto adolescente entrevisto,

Lágrimas por ser más que un hombre;

Como esta vida que no es mía

Y sin embargo es la mía;

Como este afán sin nombre

Que no me pertenece y sin embargo soy yo;

Como todo aquello que de cerca o de lejos

Me roza, me besa, me hiere,

Tu presencia está conmigo fuera y dentro,

Es mi vida misma y no es mi vida,

Así como una hoja y otra hoja

Son la apariencia del viento que las lleva.

Con Gerardo Carmona
Málaga
1933

«Cuando alguna vez que otra le dije, siendo yo un adolescente presuntuoso, que no estaba de acuerdo con que comenzara todos y cada uno de sus versos con mayúscula, porque confundía a casi todos los lectores, o al menos les dificultaba la lectura, especialmente a los menos ejercitados, él me decía, sonriendo con rara benevolencia y golpeándome el hombro: “Ay, Jaime, mira que eres delicado, pero cateto lo eres más, ¡qué cateto eres!”, y entonces rompía a reír en breve carcajada. Era caprichoso, pero de forma natural, ¡si él era un capricho de la Naturaleza!».

Jaime Tarafa Lor

Memorias de un cateto

páginas 32-36

Editorial Oriente

Buenos Aires

1965

LO NUESTRO

(Variaciones sobre tema mexicano)

«Apenas pasada la frontera, en el primer pueblo desastrado y polvoriento, donde viste aquellos niños pidiendo limosna, aquellas mozas con trajes y velos negros, comenzaron a despertar en ti, penosos, los recuerdos. Recuerdos de tu tierra, también pobre y también grave. Y te sentiste tentado de volver a cruzar, sin más, el otro lado de la frontera.

El primer contacto con aquel ambiente, que es tu ambiente, fue difícil después de tantos años. Sólo veías ya su desolación y su miseria, contra las cuales querías protegerte negando cuantas posibilidades, a pesar de todo, pudieran surgir tras ellas. Mas sobrepasado el primer movimiento de rencor atávico, comenzaste a entrever, a recobrar algo bien distinto.

Aquella tierra estaba viva. Y entonces comprendiste todo el valor de esa palabra y su entero significado, porque casi te habías olvidado de que estabas vivo. Acaso el precio de estar vivo sea esa pobreza y duelo que veías en torno; acaso la vida exija, para estar viva, ese abono ruin de miseria y tristeza, entre las cuales ella, como una flor, crece acrisolada. ¿Sofismas? Nada quedaba allá de la trivialidad y el vacío de la vida en las tierras de donde venías.

¿Riqueza a costa del espíritu? ¿Espíritu a costa de la miseria? Ambos, espíritu y riqueza, parece imposible reunirlos. Mas no eres tú, ni acaso nadie, quien ahí pueda decidir. Piensa sólo, si lo que te importa es el espíritu, adónde debes inclinar tu simpatía. Aunque sin tu decisión racional, ya aquélla, sin vacilar un momento, se te va instintivamente a un lado. Oh gente mía, mía con toda su pobreza y su desolación, tan viva, tan entrañablemente viva.»

Con Gerardo y Darío Carmona
Málaga
1933
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CERNUDA EN «CARMINA»:
LUIS CERNUDA. Trenzando juncos para los asnos. Por Enrique Martín Ferrera (Junio, 2009)
CARTA DE LUIS CERNUDA A VICENTE NÚÑEZ ACERCA DE SU ARTÍCULO «SOBRE TRES TEMAS CERNUDIANOS». Homenaje de «CARMINA» en el 110º aniversario del nacimiento de Luis Cernuda 1902-2012
CARTA DE LUIS CERNUDA A VICENTE NÚÑEZ DONDE SE REFIERE A SU POEMA «ELEGÍA A UN AMIGO MUERTO»
TE QUEREMOS, LUIS. Alberto González Cáceres (1953-2009)
LUIS CERNUDA EN UNA FOTO DE JUAN GUERRERO. Leyenda por Enrique Martín Ferrera
EN «CARMINA» EL 28 DE FEBRERO DE 2012 CON «LOS DÍAS TERRESTRES» DE VICENTE NÚÑEZ Y UNA CARTA DE LUIS CERNUDA (110º ANIVERSARIO 1902-2012)

COSAS SERIAS DE VERDAD. Rafael Rodríguez González

brocante de montmatre 2009 3 bis

(Foto: LGV, París 2009)

..

..

¿Me deja usted pasar?

No.

¿Por qué?

Porque no puedo.

¿Por qué no puede?

Porque no quiero.

Ah, ya le entiendo, usted es de los que aplican eso de que querer es poder.

 

***

 

Ea, ya están los del PP celebrándolo, pensé al oír los gritos el veinte de noviembre por la noche: «¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria!». Pero me asomé y era que dos vecinas llamaban a otra, por su nombre, naturalmente. Peor hubiera sido que ésta se llamara Socorro. Me refiero al sobresalto.

 

***

 

Transitando:

—Hay que ver la de chinos que hay por aquí.

¿Y a ti qué? Mientras no se te meta uno en el zapato…

 

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Al ritmo que vamos, el principal problema puede llegar a ser el de que no haya suficiente gente que dé limosna.

 

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Al paso de unas moras atávicamente ataviadas:

—¿Tú crees que se puede aguantar la vestimenta que llevan las moras esas?

—¿Tú las tienes que vestir, ni desnudarlas, carajo?

 

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Cada vez estamos más lejos de los principios y más cerca del fin, no de los fines. (Creo que esto, más o menos así, ya lo ha dicho alguien, quizás yo, pero es importante repetirlo).

 

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El turista inglés, tras bajar del avión en el de San Pablo, al taxista:

—Por fávor, a Corea.

—¿Cuál, la del Sur o la del Norte?

Corea del Río, por fávor.

 

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La política española se está niponizando a marchas forzadas: cada vez hay más gente que se hace el harakiri en las urnas. Pero en este caso sin honor. Y la sangre seguramente la pondrán otros.

 

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Le preguntaron a un poeta:

—Maestro, ¿en qué momento y sobre qué se inspira usted?

—En el preciso instante en que he de mandar a la porra, sin ningún azoro, a un loro y una cotorra.

(Eran una entrevistadora y un fotógrafo).

 

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El voto en blanco puede tener muchas interpretaciones, pero todas son irreales. Si es que está en blanco, señores. Ahora bien, a mí se me antoja el voto de las plañideras. Con los pañuelos blancos y todo. ¿Y el nulo? ¿Pero es que cabe la pregunta? Por el contrario, quien no ha votado se ha manifestado claramente: no participo. Y que cada cual le añada lo que quiera: en esta farsa, en aplaudir que me pisen, en darle ánimo a los verdugos…

 

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Discutían aquellos si galgos o podencos, y eran tigres dementes, hienas en ayunas, tiburones de Spielberg.

 

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Al consejero de Interior de la Generalitat de Catalunya se le nota en la cara la satisfacción cada vez que la policía aterroriza a porrazos a la gente. Los torturadores de antes no podían vanagloriarse en público de sus hechos, a diferencia de éste, democráticamente legitimado.

 

***

 

—Hola, ¿qué haces?

—Aquí, tomando el aire.

—Eso lo hace cualquiera, bueno, todo el mundo.

—No. Una cosa es tomar el aire y otra que te dé el aire, que es lo que hacéis los capigorras.

 

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Esto de los partidos es muy engañoso, pues unos parecen lo que son y otros lo son y cada vez se parecen más a lo que son, pero en el momento en que definitivamente van a caer los velos aparecen los otros, los que siempre han parecido lo que son. Es un acuerdo que no hace falta que esté escrito, ni incluso pensado, y menos que lo conozca la gente, pero que se produce sin margen de error.

 

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—¿Has votado?

—Yo no.

—Embustero.

—¿Por qué lo dices?

—Porque todavía tienes en la cara la señal de culpabilidad.

—Es que…

—Venga, hombre, no te preocupes demasiado, como tú hay la tira. ¡Pues no habéis San Pedros…!

 

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Algunas personas creen que lo peor que han hecho en su vida es haber cargado con un paraguas un día en que al final no llovió. Los hay satisfechos de sí.

 

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—¿No vas a ningún sitio?

—No, no me gusta viajar.

—Pero sí te gusta un buen viaje.

 

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Se ha dicho que el mejor amigo del hombre es el perro. También que lo es el libro. Por eso hay un montón de gente que los libros que tienen son sobre perros.

 

***

 

Cada vez hay más amistades rotas, y por eso más perros abandonados, a merced de los coches. ¡Cuántos amigos falsos y mierdas tenéis, queridos canes!

 

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Mantenemos el propósito de… No desistimos de… Vamos a hacer posible que… Esas y otras frases parecidas me recuerdan el incidente que protagonizó un mi tío abuelo cuando, yendo en el tren, recibía los golpes, en las espinillas, en las rodillas, por poco en la cara, de una señoritinga que trataba de abrir un paraguas, o una sombrilla. «¿Esto cómo se abre?», repetía la damisela sin lograr desplegar el aparato, lo que además hubiera resultado improcedente en espacio tan reducido. Harto ya de mantener el propósito de aguantar, desistiendo ya de recibir porrazos, cansado de intentar hacer posible que cesara la golpiza, mi pariente cogió el paraguas, o la sombrilla, y, lanzando el objeto por la ventanilla, exclamó: «¡Esto se abre así!».

                                       

***

   

El profesor preguntaba al peor de los alumnos, que era lo que a la mayoría de los profesores les gustaba hacer:                                                                                  

¡Jiménez!; ¿es que está dormido? A ver, ¿de dónde se saca el corcho?

Pues… de las botellas, de las botellas.

¡Es usted un alcornoque, Jiménez! ¡Y ni siquiera da corcho, rediez!exclamaba don Eutimio, siempre tan prosopopéyico.

PIENSO, LUEGO NO VOTO. Por Rafael Rodríguez González

El 20-N por la noche sabremos, entre otras, las siguientes cosas: 1) Cuántos escaños habrá obtenido cada una de las bandas que sirven a los bancos y demás entidades delictivas; 2) Cuántos inocentes -y no- habrán apoyado a esas cáfilas; 3) Cuántas personas lo habrán hecho por otras opciones, a sabiendas de resultar minoritarias; 4) Cuántas de las incluidas en el censo no habrán votado.

            Las personas que estén conformes con lo que padecemos y sus causas, o que les dé igual lo que hagan con su voto, votarán por el PSOE o por el PP. Los que lo hagan por este último se sugestionarán queriendo creer que votan por el cambio (¡sí, de uno por el otro!). Los que voten al PSOE lo harán por las fantochadas electorales de Rubalcabarín de los bosques. ¡Allá ellos!, dirán algunos. ¡No!, allá nosotros, porque cuanto más votos consigan las dos caras del mismo euro peor nos irá a todos, o a casi todos.

            Hay más candidaturas, claro que sí. Y habría más si el Congreso de los Diputados no hubiese modificado hace poco la Ley Electoral para impedir la concurrencia a las elecciones de partidos o coaliciones que actualmente no estén presentes en el Parlamento (pero a los ultranacionalistas vascos y de donde sean no les afecta la reforma). Entre los que sí pueden presentarse y se presentan está IU, esa deformidad especializada en deformarse continuamente y en emplearse en disputas por la sobrevivencia en los cargos, en vez de por aclararse si quiere ser una organización  rompedora o un pobre mecanismo sacaconcejales y poco más. (Digo rompedora en vez de revolucionaria, no sea que se asusten, digo los de IU; y si se asustan, lo mismo puede ser porque no conozcan el significado del término como porque sí). IU podría ser el protagonista de ese anuncio televisivo que habla de desaprender; es lo que ha hecho desde hace un montón de décadas. Sin embargo, las recientes movilizaciones han servido de revulsivo, hasta cierto punto, en tan autodiezmada deformación. Es decir, que puede que aprendan algo de lo que pasa en la calle y que los diputados que logren sirvan al menos de altavoz (si quieren y saben, que si no tampoco). Si usted es de esas personas que de ninguna forma optará por no votar acuérdese de la opción que he mencionado. Al menos protestará usted en el buen sentido, e incluso (hagamos un alarde de optimismo), puede que sirva para algo más.

            Sin embargo, la opción más útil es la abstención. Mejor dicho, el no votar, que no es lo mismo. Si -como han hecho cientos de miles el 15-O en las calles- millones de personas manifestarán así su profundo rechazo al actual estado de cosas, en el sentido de repudiar todo lo que lo causa, se lograría que el Gobierno que hubiera de formarse lo fuese con la aquiescencia resignada de una mínima parte de la población, con lo que no podrían, ninguna de las dos facciones en liza, alardear de representar a la mayoría, cosa que, por supuesto, nunca han hecho, ni siquiera juntas. La cuestión: hacerles el vacío. La cosa se pondría más seria, y la posibilidad de forzar un proceso constituyente alcanzaría la categoría de probabilidad.

            Se habría ganado así un round muy importante.

VINDICACIÓN DEL SALVAJISMO. Por Rafael Rodríguez González

Viene siendo poco menos que habitual la publicación de viñetas en las que aparece un hombre de ruda apariencia y estaca en mano llevando a rastras a una mujer. Se quiere así simbolizar el dominio brutal que supuestamente ejercían los hombres sobre las mujeres en tiempos primitivos. A veces, esas imágenes acompañan algún texto que trata de la violencia que practican determinados elementos sobre personas del sexo femenino. Y en no pocos se refieren los autores al «salvajismo», a la «barbarie», al «primitivismo» de quienes actúan de tan execrable manera.

            Es del todo errónea tal comparación. El maltrato sobre la mujer, en cualquiera de sus formas, era absolutamente desconocido en los tiempos en que la Humanidad vivía en el salvajismo y después en la barbarie.

            Como demostró, de forma insuperable, por completa y profunda, el científico norteamericano Lewis H. Morgan (1814-1887) en su obra Ancient Society or Researches in the Lines of Human Progress from Savagery, throung Barbarism to Civilization (Londres, 1877), la mujer gozaba en aquellas sociedades del máximo respeto y de todos los derechos. No como consecuencia de las creencias religiosas, que no eran sino la idealización de lo naturalmente existente, sino del natural dominio del sistema matriarcal, y, por consiguiente, del derecho materno, que existió como único en todos los pueblos salvajes y bárbaros (aún en el siglo XIX había pueblos en tan «bárbaras condiciones», y otros que mantenían reminiscencias muy notables), fuese la «modalidad» familiar la del matrimonio por grupos (en los salvajes) o la sindiásmica (entre los bárbaros).

            En ambos estadios, el del salvajismo y el de la barbarie (este último incluyó, en su fase superior, la poliandria y la poligamia, intermedias ambas entre la sindiásmica y la monógama), las mujeres disfrutaban de los mismos derechos que los hombres. Puede parecer increíble, cuando se piensa en la lucha de las sufragistas durante los siglos XIX y XX, que entre los aborígenes «americanos» (antes de 1492 y hasta casi el siglo XX), entre las tribus germanas, en las bátavas y en las suevas, y, en fin, en todas las gens que en el mundo han sido, la mujer participara de pleno derecho en la elección de los jefes de su gens y de la tribu, incluidos los militares («jefes» que eran revocables y que no tenían el poder absoluto e indiscriminado que después les caracterizó). La mujer era el pilar básico e indiscutido de aquellas sociedades, y su elemento autentificador.

            El derecho materno fue truncándose con la paulatina acumulación de propiedad por parte de miembros de las gens y de las tribus, al tiempo que ello representaba el comienzo de la destrucción de la propia sociedad gentilicia, y la llegada (la instauración) de la monogamia. La propiedad privada, elemento básico de lo que después se llamó civilización, necesitaba del derecho paterno. Y, con éste, apareció la decadencia de la mujer, su postración, la pérdida de respeto hacia ella, el fin de la consideración máxima de que había gozado.

            Desde luego, no le resultará fácil hacerse con ella a quien quisiera conocer la obra de L. H. Morgan. Pero la lectura de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de Friedrich Engels, sí es de fácil acceso. En este libro se desarrollan las conclusiones de Morgan, aplicándolas certeramente a la ciencia histórica: el título del libro es bien explícito. Pasados más de ciento veinticinco años desde su aparición, no ha podido ser rebatido en lo más mínimo. Sí que ha recibido, en cambio, aportaciones muy interesantes y valiosas.

            El nuevo estadio, la civilización, por lo demás inevitable, traía consigo, inseparables e ineludibles, males desconocidos. Como afirma Engels en la obra citada:

            «La tribu, la gens, y sus instituciones, eran sagradas e inviolables, constituían un poder superior dado por la naturaleza, al cual cada individuo quedaba sometido sin reserva en sus sentimientos, ideas y actos. Por más imponentes que nos parezcan los hombres de esa época, apenas si se diferencian unos de otros; estaban aún sujetos (…) al cordón umbilical de la comunidad primitiva. El poderío de esas comunidades primitivas tenía que quebrantarse, y se quebrantó. Pero se deshizo por influencias que desde un principio se nos aparecen como una degradación, como una caída desde la sencilla altura moral de la antigua sociedad de las gens. Los intereses más viles: la baja codicia, la brutal avidez por los goces, la sórdida avaricia, el robo egoísta de la propiedad común, inauguran la nueva sociedad civilizada, la sociedad de clases; los medios más vergonzosos: el robo, la violencia, la perfidia, la traición, minan la antigua sociedad de las gens, sociedad sin clases, y la conducen a la perdición».

            Puede que la Humanidad, de lograr constituirse en una verdadera y sola gens mundial, pueda alcanzar algún día, renovándolos, los valores del primitivismo, dotada a su vez de aquella moral sagrada, y, simultáneamente, de los medios materiales suficientes que deberá manejar bajo su propio dominio inteligente. Requisitos imprescindibles, ambos, para una supervivencia digna de tal nombre.

            De momento, seguimos arrastrando lo peor de todas las etapas recorridas por la civilización, sin dejar de añadir nuevos elementos de locura que abundan en la misma destructiva dirección.  

BORRACHOS. Por Rafael Rodríguez González

 


Hércules borracho
Peter Paul Rubens
1577-1640

 

—Hasta el otro día no supe que los muertos no oyen.

—¿Ah, no? ¿Por qué?.

—Porque los bomberos se hartaron de llamar a la puerta y el muerto no contestaba.

—Tú eres tonto, lo que pasa es que los muertos no contestan.

***

Existen varias categorías de borrachos. Los hay eventuales (que varían de taberna), fijos (de la misma), permanentes, graciosos, repugnantes, fiadores, de fiar, metepatas, metemanos, rectos, de caerse, pendencieros, perrunos (por lo de mear en cualquier sitio), flojitos (por hacérselo encima), nocturnos, caseros, forasteros, convidadores, gañoteros, solitarios, grupales, avergonzados, orgullosos (de serlo), y, por fin, muertos (por serlo).

***

Hay borrachos —más bien borrachines— entrañables. Uno de los que más recuerdo es a mi amigo y consuegro Miguel. Decía que el médico le había quitado de la bebida, pero no de la que se tenía que beber. (Me parece que esto último ya lo he dicho en otra ocasión, pero qué más da: ¿hay algo que se repita más que un borracho?).

***

Miguel y yo bromeábamos ante los clientes. Mi hijo el mayor se iba a casar con su hija más chica. Miguel, que me aventajaba en muchos años, tenía menos hijos que yo, si es que algo tan absurdo es posible.

—Consuegro, como mi hija salga a su madre, ¡no va a tener cuernos tu hijo!—me decía, para regocijo de la concurrencia.

***

Uno de los peores tipos de borrachos es el de los que nunca beben pero cuando lo hacen se las quieren dar de graciosos aunque sobrios sean los más desabridos del mundo.

***

Aquella mujer estaba tan harta de las borracheras de su marido que llegó a decirle, más en serio imposible:

—A partir de mañana te espero en la taberna y bebemos juntos.

Él siguió bebiendo, pero menos y en casa.

***

Antes de entrar:

—Es que no te enteras.

—¿De qué?

—De que aquí no nos fían.

—¡Anda ya!, cuando hayamos bebido…

Al salir:

—¡Mira que el tío pedir el dinero antes!

—Es que no te enteras, que eres idiota.

Manuel Alcaide, «el Niño de la Rabeta», o «el Bizco» (que lo era), es otro de los «míos» más añorados. Trabajó durante muchos años en el molino de aceite de los Portillo. Cuando estaba achispado cantaba unos fandangos que querían ser como los de Antonio «El Sevillano». No lo conseguía, porque los hacía mucho más emotivos y a algunos de los presentes se les saltaban las lágrimas. Los sábados, ya anochecidas la tarde y la jumera, se iba a comprar dulces a «La Centenaria». Si no tenía dinero bastante, al puesto de Amparín. Verlo reírse con sus propios chistes —brevísimos, e incomprensibles algunos— era una delicia.

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Conocí a un hombre, por entonces ya septuagenario, que bebía de la mañana a la noche. De nueve a tres, coñac y vino (preferentemente de Málaga y de Jerez, en cualquiera de sus tumbadoras variedades). De siete a diez, vuelta a lo mismo (en el intermedio, en su casa, le daba a la ginebra). Se juntaba por las tardes con un amigo que sólo tomaba café, y que hablaba sin cesar. El bebedor sonreía ligera y permanentemente, con ojos chispeantes, y sólo, de tarde en tarde, respondía al otro con un movimiento de cabeza, siempre afirmativo. ¡Qué borrachín más sereno! ¡Qué cogorzas más bien llevadas! ¡Qué placidez etílica! ¡Qué naturaleza tan envidiable! ¡Cuánta paz irradiaba aquel hombre a todas horas! Y siempre iba más derecho que el más sereno. ¡Qué hígado! ¡Qué odre tan portentoso! ¡Qué paladar más trasegado! (Se dice que el dios Baco lo tiene en su séquito, junto a las ménades, para que le sustituya cuando se encuentre cansado).

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«El relente», le decían a uno que era vecino mío, porque todas las noches en que llegaba borracho su mujer no le dejaba entrar. No le dejaba entrar porque de hacerlo la tunda era segura, digo de ella a él, de modo que mujer de borracho más buena no se ha conocido. «¡No entres, Manolo, no entres!», le gritaba a través de la puerta. «El relente» era pintor de brocha gorda, y trabajaba con sus dos hermanos, que eran absolutamente abstemios. Les habían encargado la pintura de una gran casa de Alcalá.

—¿Hoy no viene Manolo?—preguntó la dueña, el primer día.

—Como no venga por la noche… —contestó Pepe, el más cachazudo de los hermanos.

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Dicen que una borrachera de aguardiente es tan mala que quien la sufre ya no la coje más. Pues entonces yo he conocido a una cantidad asombrosa de amnésicos, yo el primero.

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El agua le quita la pea a un borracho en un santiamén, que yo lo he visto. Cuando aquella tarde la riada entró en el bar, el borracho —viejo y sobrado en carnes— se subió de un salto al mostrador, y la embriaguez desapareció por completo. El agua asusta, y cura.

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Tengo un amigo que dice que su afición a la bebida viene de sus cinco años de monaguillo. Desde entonces ha seguido bebiendo religiosamente.

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—Anoche, cuando llegué a mi casa, me encontré a mi padre y a mi madre borrachos, tirados, ella en el sofá y él en el suelo.

—¡Qué barbaridad! ¿Y qué hiciste?

—Despertarlos y decirles que no se acuerdan de nadie. ¡Mira que no dejar ni una gota! Vamos, que tuve que salir y comprar algo.

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Lo peor de una vomitera no es mancharse, ni sentirse mal, sino que te vea alguien que te tiene en algo.

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«Va ciego», dicen algunos al paso de un borracho. ¿En qué quedamos? ¿No dicen que ven doble?.

 

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En «CARMINA» también puede pinchar a continuación para otros textos sobre borrachos:

TRASUNTOS DEL VINO. Lauro Gandul Verdún 2005

¡A LA COLA! Por Rafael Rodríguez González

 

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—¿Quién es el último?

—Yo.

—Entonces va usted detrás de mí.

—¿Cómo?

—¿No es usted el último?

—Sí, pero ahora es usted.

—Ah, bueno, pero es que yo creía que usted estaba aquí de último. O se es o no se es. Ea, venga, pase usted, que ya le toca.

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—¿Quién es la última?—pregunté al llegar a una cola en que todos eran varones. Me miraron de reojo, sin que ninguno contestara.

—Bueno, entonces soy yo la primera.

—No, no, no, usted es el último.

—¡Ah, que es que no había ninguna persona en la cola!

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Aquella vez que fui el último me alegré mucho: al maestro ya no le quedaban fuerzas para pegar.

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En la cola de un banco, casi desde el primero hasta el último está en las últimas.

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Lo mejor que tiene ser el último es que el empleado te mira con cara de alivio. De lo peor, que el empleado te diga que qué lástima, que ya se ha ido el interventor, y encima que eso no se puede dejar para última hora, ¡tras una de espera!.

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Cuanto más nos alejamos del macaco, más colas tenemos.

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Lo último que te puede pasar en una cola es ser el primero.

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El primero, o la primera, siempre es tío o tía. «Vaya tela la tía esta». «Mira que va a echar tiempo el tío ese». «Yo no sé a qué hora hay que venir aquí, que vengas a la que vengas hay un tío de estos». «Tiene cojones, la tía esa».

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A los siguientes siempre les parece que los de delante han venido para cosas innecesarias. Y que los que vienen detrás son tontos.

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—¡Uy, qué de gente!—dijo la señora.

—¿Y usted no se cuenta?—espeté. Puso una cara…

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Una vez, cuando aquellas colas para cobrar el paro, llegó un amigo mío, y como llegó el último fue el último hasta que llegó otra persona. Pero antes de que esto sucediera, un guasón que le conocía se giró y dijo: «¡Maricón el último!».

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Cuanto más lentamente avanza una cola más y mejor se observa a los «coleros». La pinta de esta, la gordura de aquella, lo desastrado de aquel… También se observan buenas figuras, incluso prometedoras, pero la mayoría de las veces el desengaño es total cuando vuelven la cabeza y les vemos las caras.

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—Buenas, ¿usted es el último?

—Sí.

—Bueno, pues ya vendré mañana. Siempre me pasa lo mismo.

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LA PISTOLA DE BELTRÁN. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

Eduardo se llamaba —murió hace unos años— el protagonista del suceso, del escalofriante suceso. Si ustedes son capaces de verse imaginariamente en esa misma situación verán que no exagero.

            Una tarde de Febrero de 1976, Eduardo, que entonces tendría treinta y seis o treinta y siete años, entró en la sede de la Confederación Nacional de Sindicatos (el sindicato vertical), sita en el mismo edificio que hoy ocupa CC OO, en la sevillana Plaza del Duque. Eduardo trabajaba en las oficinas de la empresa harinera La Modelo, y era enlace desde Mayo de 1975, cuando las elecciones sindicales habían dotado de numerosos representantes a las ilegales Comisiones Obreras, tanto en las empresas como en los sindicatos locales y provinciales, alcanzando el tan prometedor nuevo movimiento obrero unas posiciones que le permitían agudizar las contradicciones y movilizar a cada vez más trabajadores, valiéndose del propio entramado del régimen. Eduardo también había sido elegido por los demás enlaces vocal del sindicato provincial de su gremio.

            Nuestro hombre, ya también muy ligado al PCE en Alcalá, era un entusiasta de la tarea de acentuar las contradicciones, de manera que muchas tardes las pasaba en el edificio de la Plaza del Duque: reuniones, asambleas, agitación, difusión de textos… Eran momentos en que había que tomarse algunas libertades «por la cara». Si no…, aún andaríamos escondiéndonos para hablar de política o de la subida del jornal o de la luz.

            Eduardo era, pues, un elemento molesto. Persistentemente molesto. La Brigada Político-Social aún campaba a sus anchas, aunque ya le era imposible entregar al Tribunal de Orden Público a cuanta gente se movía (casi toda de la misma cuerda). Más bien se dedicaba a capear el temporal manteniendo dentro de ciertos límites aquel sindicalismo de rompe y rasga.

            Nuestro paisano, tengo forzosamente que detenerme en ello, lucía un cabello extraordinariamente primoroso. Abundante, levemente ondulado, peinado con mimo, cortado con esmero. Eduardo, además de con la labia y la simpatía, había contado siempre con su pelo para las conquistas, y no me estoy refiriendo a las sindicales.

            Aquella noche estábamos Diógenes Domínguez Rodríguez y yo en la puerta del bar de Baltanás, charlando un poco. Vimos aproximarse a Eduardo. Ni antes ni después he visto una cosa igual, ni creo que la veré en lo que me quede de vida. Eduardo empezó a contar. Yendo por un pasillo del edificio ya mencionado, el jefe de la Brigada Político-Social de Sevilla y otro agente le empujaron hacia un cuarto. Beltrán —así se llamaba el jefe, un individuo enorme, cuyo fondo de espíritu se resumía en unos ojos negros y punzantes en los que asomaba el infierno— le hizo sentarse y le introdujo en la boca el cañón de su pistola: «Como vengas más por aquí te va a salir la bala por la nuca», le dijo al sindicalista. Y lo dejaron ir.

            Cuando Eduardo nos contaba el indignante hecho, casi tres horas después de haber sucedido, nuestro amigo y hermano de lucha aún tenía los pelos de punta, totalmente de punta, erizados totalmente, como un cepillo, atiesados a más no poder. Yo fui comprobando, y lejos de mí en este momento la menor chanza, que el pelo de Eduardo comenzó entonces su deterioro, encaneciendo prematuramente.

            Eduardo no dejó de ir por el edificio de la plaza del Duque de la Victoria. Demostró aquello de que el valiente no es el que no tiene miedo, sino el que lo vence. En este y en tantos casos, con la ayuda que da el ver claro y lejos.

 

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TORERÍA. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

MANOLITO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

LORENZO Y EL SALTO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

EL TUFO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

PATRAÑAS. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

CARTAS DE AMOR AL CHIVA. Rafael Rodríguez González

Las tres cartas que se reproducen a continuación lo son textual y completamente, es decir, tal cual. Sólo me he permitido poner en cursiva algunos pasajes para realzar sus contenidos; y usar, para aclarar, los corchetes. No tengo la seguridad de que Dolores y «el Chiva» se conocieran en el sanatorio de Los Morales, pero es lo más probable, dado que Manolín estuvo internado una o dos veces en centros de ese tipo.

 

a 12.10.67

 

Mi niño Manolin

 

Mi mayor alegria es que cuando esta recibas te encuentres bien en union de tu madre y hermanos yo estoy bien Gracias a Dios

Cariño el motibo de no haberte escrito como te dije asido no tener ganas porque llebo unos dias que no me aguanto ni yo misma y ademas el que tenias que haber escrito eras tu diciendome como habias llegado y como te encontrastes a tu familia pero ya veo que olbidas pronto es igual.

Ahora me doy cuenta el porque no as querido nunca nombrarme en las cartas que les escribias a tu madre porque asi me arias esto que as hecho y ella no se enteraba y asta ella se anegado a escribirme yo creo a mi parecer que tan mal no me eportado contigo bajo ningun concepto ahora tu gujas [juzga] como quieras si algun mal te e causado que Dios nos perdone a los dos.

Si no te silbe de molestia te pido por fabor que me contestes y me digas el porque te fuistes tan de repente sin habermelo dicho antes mi gusto hubiera sido haber salido a la puerta pero hera una hora mala se que te fuiste disgustado una vez mas te pido que me perdones si es que meresco tu perdon pues desde el dia que te fuiste estoy pasando unos dias malos no se lo que sera me diras tu como lo estas pasando pues me acuerdo mucho cuando por la mañana hago el café y de muchas cosas creo a ti te pasara lo mismo pero no ay [ahí] las tendras que no les digas como ami que ya era una vieja ahora tienes ocacion de buscar una joben y que no tenga falta ninguna.

 

Recibe un fuerte abrazo de esta que te quiere

 

Que me escribas

Amor mio  chato

 

 

a 24.10.67

 

Mi cariñín antes todo te deceo salud a ti y tu familia yo estoy bien Gracias a Dios

Manolin recibo esta carta con fecha 10 en mi poder el 23 quedando enterada de todo cuanto me dices.

Esta que contesto me escribe tu Fernando pues a ti te hecho una con fecha 12 y otra con fecha 16 y a ninguna etenido contestacion y ecima me dice tu hermano que estas disjustado por lo que te digo en la primera con fecha 12 pero no me dices si as recibido la que tiene la fecha 16 que me contestes  a todo lo que te pregunto.

Me dice tu hermano que cobras el dia 24 y que vendras un dia de estos pero que sea Miercoles para ir a la estacion que me digas en el tren que bienes por que si no de lo contrario te encontraras solo y aquí si bienes no es lo mismo que verte ay [ahí] sin testigos y ademas no pienso hablarte mucho lo preciso

Les dices a tu madre que me perdone pero que ella en mi lugar hubiese hecho lo mismo porque tu sabes que cuando atenido carta les e contestado a vuelta de correo.

En la que te escribi con fecha 16 te mandaba la foto que nos hicimos el dia de las Mercedes en la carretera y lo que me habia comprado en la cuenta que saque que tambien te informaron para quien era.

Niño sabras que a Sor Estibaliz se la lleban a Montilla pero según me andicho se viene otra bez Sor Josefina.

Pues eso de que etenido carta te lo dice Ricardo pero cuando escribi la primera todabia no habia tenido yo ninguna tuya sino cuantito la recibi te conteste asi pues estan las cartas por ay sin llegar a su sitio.

Bueno Perdona que no te escriba mas pero es porque tengo sueño mandame las señas de tu Fernando digo las del hospital para escribirle algo, darle recuerdos cuando bayas haverlo les das tambien recuerdos a tu Agustin y a tu Madre un beso de mi parte y tu recibes todos los besos que quieras que cuando te pille sin testigos y los dos solos en la cama te enteras.

 

a Dios chatin

 

tuya Dolores

 

 

a 14.11.67

 

Mi Manolin mi mayor deceo es que cuando esta recibas te encuentres bien Gracias a Dios

Niño te voy adecir una cosa cada dia me escribes con una letra diferente o sea cada vez es un escritor nuevo cosa que no me gusta ni chispa por muchas cosas lo cual tu no te quieres dar cuenta

Bueno me perdonaras por la tardanza pero estoy resfriada me estan dando 37 y medio y 38 de fiebre ya estoy un poco mejor pero todos los dias estoy trabajando

En mi casa lo pase bien mi familia esta bien Gracias a Dios de lo que me dices que te hice pasar una noche mala pues yo estube en mi cama y tu en la tuya y yo lo pase regular el dia lo pase yo mejor de lo que esperaba tu no tiene nada mas que ver que no tenia ganas de comer con lo hambrona que yo soy pero estaba contigo y con eso me sobraba aquí esta haciendo unos dias muy malos llobiendo de dia y noche

Cariño mientras haga este tiempo es mejor que no bengas porque no hace dias de andar por ninguna parte.

Manolin por favor te pido que me mandes la foto que estamos los tres o sea el que nos hicimos el dia de las Mercedes haber si tu me mandas una foto tuya que yo no tengo ninguna.

Me diras como sigues de tu colico y de que te dio y siestas ya trabajando que no medices nada si te pregunto es porque tu no me digistes que ya tenias donde ir

Bueno perdoname por no escribirte mas pero no tengo gana en otra te dire mas cosas

Recuerdos a tu madre y hermanos y tu los recibes de esta que te quiere

Adios amor mio  Ø Ø Ø

estos pequeñitos para tu madre y hermanos o o o y este ultimo para ti Ø [Se entiende que son besos]