EN «CARMINA» EL 28 DE FEBRERO DE 2012 CON «LOS DÍAS TERRESTRES» DE VICENTE NÚÑEZ Y UNA CARTA DE LUIS CERNUDA (110º ANIVERSARIO 1902-2012)

Emilio Prados, José Moreno Villa y Luis Cernuda en la década de los cincuenta

Tres Cruces, 11

Coyoacán

México, D.F.

México

Abril 8, 1959

Querido Vicente Núñez:

Le ruego acepte el testimonio de mi pesar por la muerte de su madre. No supe nada de su desgracia hasta que usted mismo me enteró de ella en su carta del 2. Lamento su mala salud y confío se vaya restableciendo como me indica.

Sí recibí hace tiempo Los días terrestres y me disculpo por no habérselo dicho antes, como dice usted en su carta; creo que a veces las circunstancias aparecen demasiado entre estos versos, restándoles entonces algo de la energía que la experiencia poética, nacida de aquellas circunstancias, debe darles. Pero eso, si es que ocurre como le digo, no impide que en no pocos poemas del libro éstos escapen a sus circunstancias, imponiéndose al lector por sí mismos, como fruto de una experiencia poética y humana. Así ocurre, por ejemplo, en el poema «La casa vacía» o «Hora del llanto», «Bajo el palio secreto», «El capitán Calandria», entre otros a citarle.

Le digo eso con bastante temor y recelo, porque sé que los veintitantos años de edad, por lo menos, que nos separan, son un obstáculo grave: el poeta joven puede apreciar al poeta viejo, si éste se conserva vivo como poeta; pero el poeta viejo, por vivo que se conserve como tal poeta, raramente puede apreciar la novedad que aporta el poeta joven. No sé si le aludí alguna vez a mi experiencia desastrosa con J.R.J., quien no se daba cuenta de eso y, lo que es peor, hacía política de sus elogios o censuras para con los jóvenes de mi tiempo.

Ayer le envié certificado, por correo ordinario (tardará en llegarle unas ocho semanas), su ejemplar de La realidad y el deseo.

«El Tiempo» de Bogotá dedicó una página a la publicación de mi libro, y en ella había un largo extracto de su estudio publicado en aquel número de «Cántico». Yo le había regalado ejemplar del mismo a un amigo colombiano y le dije que el trabajo de usted era el que más satisfacción me daba.

Saludos afectuosos de

Luis Cernuda

Perdone la mecanografía poco limpia de esta carta.

De «Epistolario inédito», recopilado por Fernando Ortiz

Sevilla

1981

***

Dibujo de V. N.

LA CASA VACÍA

LA casa está vacía. Veintinueve de octubre.

Un mastín de abandono vigila sus estancias.

Quiero aspirar la vida que sollozó aquí un día,

sentir en los postigos del ventanal la lluvia,

adivinar las rotas atalayas del cerro

en la bruma uniforme del mar y de los árboles.

Quiero asir nuevamente esas lámparas ciegas,

encender esos tallos de luz asesinada,

rozar aquellas ropas, tendidas en los ángulos

más íntimos y claros de la gran azotea.

Quiero alzar un puñado de sol y desgranarlo

contra mustios espejos y tenues desamparos

desde los cuales todo lo que pasó regrese.

Quiero tocar y muero, palpándome tras ellos:

volver es como irse pudriendo de misterio

entre la lozanía pueril de la memoria.

Quiero su voz, no el eco de unos pasos caídos;

mi muerte, si es que puedo llegar por fin a ella.

La casa está vacía. Viento largo; ¿lo sientes?

Alguien debe morirse al compás de esta noche.

La cena se inaugura con la gentil ruina

de las flores, las copas y el grueso candelero.

«El sol de la mañana era suave y violeta;

veremos si progresa con él tu bronceado.»

Y todo continúa… Ahora distribuyo

el vino con sus aros de luz amortiguada.

Las sillas, por si vienen. Qué noche tan oscura,

qué nube en el magnolio como un globo apacible.

Desataré los perros si llaman a la puerta

(¿o estarán con el nudo del espanto y del sueño?);

no se puede turbar la mesa de un fantasma.

Las tres. Nada. La calle agoniza despacio

bajo el péndulo hiriente de los gallos lunares.

Una vela se funde sobre el mantel marchito

y se cierra el cuaderno vivo de las paredes.

Oh, sí; era cierto, he vuelto. La casa está vacía.

Nadie vendrá; un pájaro atusa con las alas

el inmenso y antiguo fleco de los estores.

Nadie vendrá; mi alma se arroja al vencimiento,

y el patio la recibe con sus deltas de fango

bajo un toldo mojado de ramas corroídas.

Oh, qué inútil viaje; oh tiempo recobrado

de golpe y con la vida manchada de los días.

No he de poner de nuevo mi ilusión en vosotras,

torres a cuyas cúspides la vanidad nos lleva.

Me quedaré en la noche baja que ven mis ojos,

hundido en las pisadas que han de volver seguras

cuando el último tramo del vivir desentierren.

La casa está vacía. Quizás no vine en vano.

Alguien llama a la puerta: vida o muerte, es lo mismo.

***

De Los días terrestres (1957)

Poesía. Ed. Diputación Provincial. Córdoba, 1986; págs. 61 y 62

***

CERNUDA EN «CARMINA»:
LUIS CERNUDA VA A CUMPLIR AÑOS. Rafael Rodríguez González
LUIS CERNUDA. Trenzando juncos para los asnos. Por Enrique Martín Ferrera (Junio, 2009)
CARTA DE LUIS CERNUDA A VICENTE NÚÑEZ ACERCA DE SU ARTÍCULO «SOBRE TRES TEMAS CERNUDIANOS». Homenaje de «CARMINA» en el 110º aniversario del nacimiento de Luis Cernuda 1902-2012
CARTA DE LUIS CERNUDA A VICENTE NÚÑEZ DONDE SE REFIERE A SU POEMA «ELEGÍA A UN AMIGO MUERTO»
TE QUEREMOS, LUIS. Alberto González Cáceres (1953-2009)
LUIS CERNUDA EN UNA FOTO DE JUAN GUERRERO. Leyenda por Enrique Martín Ferrera

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