CARTA DE LUIS CERNUDA A VICENTE NÚÑEZ DONDE SE REFIERE A SU POEMA «ELEGÍA A UN AMIGO MUERTO». Homenaje de «CARMINA» en el 110º aniversario del nacimiento de Luis Cernuda 1902-2012

Tres Cruces, 11
Coyoacán,
México, D. F.
Noviembre 11, 1956

Querido Vicente Núñez:


Me ha alegrado tanto recibir estos dos libritos. Son tan feos los libros españoles, tanto los de ahí como los de este continente, que señala uno con piedra blanca la edición atractiva. Tenía además muchos deseos de leer su elegía. Parece que ya otra vez estuvo aquí, pero yo no recogí el paquete. Los libros españoles y argentinos pagan aquí aduana, y ya una vez tuve que renunciar a los ejemplares de mi traducción de Shakespeare, que me enviaban desde Madrid, por lo absurdamente elevado (e injusto) de los derechos. Con más razón no quise recoger un paquete cuyo contenido suponía eran libros de Prados, el profesor Alonso, etc., que ni como regalo me interesa recibir.

Pero en fin, aquí está su elegía, que he leído y releído con la simpatía e interés más vivos. Si fuese menos extensa me gustaría enviársela copiada por mi mano (como hizo una vez Rilke con algún poema de un amigo), para que usted se viera, como en espejo, con la gracia melancólica que tienen sus versos para mí, reflejado por mi mano.

No sabe el temor que tengo a hablar a otro poeta de sus versos; y eso por varias razones. De un lado, recuerdo que ahí libraba su vanidad y su egoísmo J. R. Jiménez, con elogios interesados, que esperaba volviesen a él centuplicados, a salvo de insultar luego al mismo poeta si éste cobraba alguna reputación. De otro, mis observaciones serían, como es inevitable, resultado de mi propia experiencia, y por lo tanto inútiles para usted.

Además la experiencia propia ni siquiera es válida para uno mismo, pasado el momento que la deparó. Lo que aprendí ayer no me sirve para hoy, puesto que hoy es otra cosa lo que busco. Con más razón aún en el caso de usted, cuyos propósitos no hago sino vislumbrar a través de los versos suyos que conozco y a través del tiempo que separa su edad de la mía.

¿Conoce usted a Rafael Álvarez Ortega? Me gustó repasar sus dibujos, que tienen cualidades líricas, aparte de las plásticas, naturalmente, propicias para suscitar la simpatía de uno como yo. No sé por qué, viendo sus dibujos, recordaba la escena primera del acto primero de la tragedia Edward the Second, de Marlowe. Supongo que Álvarez Ortega no conocerá eso; ¿por qué no se la lee Bernabé? El pasaje comienza: “Sometime a lovely boy in Dion’s shape”.

Por cierto, dígale por favor a Bernabé que no guarde mis versos para el número de la generación del 25; que ya recordará que le dije no quería tomar parte en dicho número, por las razones indicadas entonces. Además, puesto que en este año se cumple el segundo centenario del nacimiento de Mozart, es mejor publique mis versos en este año, si hay tiempo para ello.

Le saluda afectuosamente

Luis Cernuda

Aclararé que aquí sólo pagan aduana los libros españoles cuando se trata de dos o tres libros, por lo menos. No el envío de un solo libro o de dos o tres libritos.

De «Epistolario inédito», recopilado por Fernando Ortiz

Sevilla

1981

***

Dibujo de V. N.

YA me ha borrado Dios de tus orillas
que tenían la arena que era el pan de mi sangre
y el agua de los ojos para verte por ella
y el árbol que en mi fiebre levantaban tus manos,
sobre todas las tardes de la tierra que ahora te morderán las piernas.
Me voy, óyelo, amigo;
me voy tras ti, si es que en el campo
una cruz no me oculta las astas de tus brazos
convertidos de pronto en raíces de plantas.
Me voy soltando fechas, recuerdos, hojas, libros,
todo lo que tenía un sentido de vida
a la luz de tu cuerpo sembrado ya en los campos.
Los campos, sí. Recuerdo el aire decaído tras las viejas encinas,
tu espalda y los tapiales en el duelo tan breve de cercar los maíces,
la luz de los habares,
las venas gobernantes del vaivén de tus manos,
gracias a cuyo impulso
los ríos, todavía, son de una desganada hermosura.
Me voy y engaño a lo que va conmigo
con silencios y esperas, prometiendo regresos
a lo que ya sin ti se hundió para siempre,
porque hasta el llanto mío es llanto tuyo
o vacío gimiente de tu ausencia en mi pecho,
ruido tuyo olvidado entre mis huecos,
tú en pena de mi carne arrastrado
para valer la muerte en humanas congojas.
Qué bien te va lo verde bajo los olivares,
con cabellos de yerba y espárragos de trigo
cual cortinas de flecos velándote los polvos tan manchados de viento.
Qué larguísima la calle de esos naranjos viejos,
cuyo número ofuscan el sitio de tu casa.
Qué azul la lejanía, la sierra, las ermitas
que pudieron diseminarse porque era largo tu brazo.
Qué soledad las recuas; la vacada;
ya sin los silbos del pecho que te hacía la tarde,
el guijo con la honda del arco de tus piernas,
la vara del olivo, la pedrada y las risas,
el salto que asustaba la candidez inmutable de los ríos,
porque eran como de metal tus gritos tras el resumen de tus dientes.
Quiero acercarme al césped,
porque en tierra te piso a cada instante
y porque eras el aire que se mete en pulmones extraños
recorriendo sin cese todas las extensiones.
Quiero golpear y romper, partir el suelo
y que responda tu armazón con trepidar de tumba,
como un terremoto que derribe las cajas de los nichos de yeso
saliendo tus hermanos a cortejar mis iras.
Quiero ponerte tieso, alto palo de nardo que habías sido,
pincho, ciprés, andamio, amigo, vivo tiesto,
torre viva trepada impunemente,
como si torre y tapia fueran cosas iguales.
No quieto ya, tú que movías las hojas de los árboles
a una breve mirada convertida en deseo
y las hacías llover sobre los parques
porque te fascinaba el aire rompiéndose en añicos de yerba.
No quieto en la espesura,
allí donde no llegan las levísimas cañas del olfato.
No quieto entre las zarzas,
cuyas moras de vino inflamaban tus labios.
No quieto para siempre entre esos desniveles
que cubre el trigo verde con su dormida indiferencia,
allí junto a las piedras que cercan la cisterna de tu huerta irritada,
sobre la cual un día nos echamos un pulso.
No quiero, fleje, mimbre, pez de las playas y esquina de las olas.
Tú estás en la corriente de todos los ríos
que descienden furiosos hacia mares nutridos.
Saltimbanqui de las estrechas gotas que esparcen las libélulas,
sobre sus lomos fresa llegas a los jardines míos,
a mis pasos de ahora,
en estos pies buscándote a sirga de tu impulso,
húmedos de tu tacto por mis dedos sentido.
Pero en reposo no. No con la tierra, sino por ella siempre.
Demoliendo sus mármoles que alumbran nieve antigua,
acribillando los carbones brillantes con tus manos de hueso,
segador de gredales,
las velas del grafito con llamas del color de tus ojos,
revolviendo, tocando, ¡tocándote!,
mezclándote las rocas en un sitio ignorado
y diferente siempre de la tierra que piso.
Ya sé que ahora no estás como en aquellas mañanas de septiembre o de mayo,
pálidamente azul, por los barrios de todas las ciudades,
poniéndole macetas robadas de otras casas al balcón ladeado de la niña de enfrente.
Porque el otoño a ti se ha ido ahora, delgada línea viva,
tú tan breve de caña como el pulso de los juncos del río.
Con el oro leñoso de nuestras bellas tardes
yo invoco en ti al otoño.
Yo digo que no mueren sin padecimiento las hojas
tras el hondo gemido que apabulla a los árboles,
que hay recuerdos, no muertos, de un aire imaginado
antes de que tu cintura conociera las desatadas bridas de la primavera,
que fue exenta la historia de nuestra fraternidad
bajo las oscuras islas de los tilos.
Pero digo también mi llanto y el otoño se calla.
Digo que si el vigor se quiebra tú por qué no respiras
al solo nombramiento de esa espiga gimnástica,
tú por qué no te rompes dondequiera que latas
y por qué no recalas a los sedosos látigos de la muerte,
tú que ardías al instantáneo sol de los cuchillos,
semejante a los gallos tercos de las peleas.
A ti la luna, que soldaste por las noches con tu dedo a las torres,
se te estará creciendo en pañales de lágrimas
sobre los ojos huecos y marchitos.
Pobre luna que te abría las puertas y alumbraba tus raptos por casi nada nada.
Pobre luna sin el vaho de tus labios,
nublada luna imperfectible ahora,
ya sin tus dedos sagitales y duros
que limpiaban su vidrio empañado en las camas de los tendidos eternos.
A ti las gavillas recientes de nuevas podres humanas
un frescor nuevo quizás a tu lado amortajen,
y reirás de tanta macicez infecunda,
tú, esencia de nervios casi siempre intocados.
Y fuera nos quedamos…
Sobre la frente con la mano puesta me quedo en las salidas
y en los humilladeros a voz pelada buscándote te llamo.
Pero sólo diviso lejanos fogariles,
alcandoras precarias, presagios, vientos sucios,
vacíos vientos pobres formados en las chozas de todos los pordioseros que aúllan.
Y sin embargo tu voz se calla con la muerte
que era la única que podía adelantarse a tus palabras.
¿Recuerdas esa gran travesura que era siempre narrar que te morías?
¿Recuerdas que eras niño y medías el tiempo según costumbre tuya?
Las frutas se antojaban al reclamo del tacto,
sólo tus pies tensaban la humedad de los aljibes,
tus pies de imaginaria sensualidad herida
como norias de fiebre dentro de las chabolas.
Pero ya estás tendido, como fardo que llevan a inconcusos lugares
a los que no se sube llorando humanamente.
Inasequible, alto,
trasladado.
Calla ahora si puedes
y que mi llanto te llore siempre muerto para nunca olvidarte,
como cuando a mi lado estabas vivo.
Calla para que no te resucite la invocación
ni la envidia de la muerte te salve,
porque muerto te lloro y más vivo te siento
perdido con la ausencia de un tenerte más hondo.
Calla, porque mis ojos traen locura de estancias y guiños de sepelio,
calla, porque en el muerto corazón de los bosques
la ceresina muge lentamente de pena,
ella que había sentido tantas veces
la yema torpe de tus dedos
y el frescor de acequia que era tu vientre descendido.
Camina, sí, camina, si lo hacen esos recientes amigos tuyos y tan raros,
pero di cosas bellas en las tardes que tengas de largos paseos, montaña tras montaña.
Camina con palabras que me vayan haciendo conocido de todos
y haz que anhelen mi llegada tan persistentemente como tú sabes infundirlo.
Aligérame el paso, amigo, amigo,
puesto que ya conoces el ritmo del que cruza su carga de destinos,
y cumula en mis pies los estiércoles vivos de la maduración postrera.
Y cuando estés cansado y vuelvas, de regreso,
no olvides que la llave de tu casa la guardas
en el primer bolsillo siempre como entonces.
1951

***

De Poesía. Ed. Diputación Provincial. Córdoba, 1986; págs. 21 a 25

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CERNUDA EN «CARMINA»:

LUIS CERNUDA VA A CUMPLIR AÑOS. Rafael Rodríguez González
LUIS CERNUDA. Trenzando juncos para los asnos. Por Enrique Martín Ferrera (Junio, 2009)
Homenaje de «CARMINA» en el 110º aniversario del nacimiento de Luis Cernuda 1902-2012:
CARTA DE LUIS CERNUDA A VICENTE NÚÑEZ ACERCA DE SU ARTÍCULO «SOBRE TRES TEMAS CERNUDIANOS»
TE QUEREMOS, LUIS. Alberto González Cáceres (1953-2009)
LUIS CERNUDA EN UNA FOTO DE JUAN GUERRERO. Leyenda por Enrique Martín Ferrera
EN «CARMINA» EL 28 DE FEBRERO DE 2012 CON «LOS DÍAS TERRESTRES» DE VICENTE NÚÑEZ Y UNA CARTA DE LUIS CERNUDA (110º ANIVERSARIO 1902-2012)

7 comments.

  1. […] CARTA DE LUIS CERNUDA A VICENTE NÚÑEZ DONDE SE REFIERE A SU POEMA «ELEGÍA A UN AMIGO MUERTO». Share […]

  2. Quizás que haya personas capaces de hacer el elogio justo de “Elegía a un amigo muerto” (Cernuda no lo hizo en su carta, desde luego, aunque apuntó algo). Algunos, incapaces de expresarlo con palabras, lo sentimos con un estremecimiento intenso y sostenido. Eso es poesía; ni pura, ni de esta ni de la otra, sino poesía total y sin vuelta de hoja (aunque una y otra vez haya que volver sobre la hoja).

  3. ¡Qué poema!, hago mías tus palabras R.R.G. Y,por abundar, señalo que es un poema sin estrofas. Es un rayo que atraviesa la cabeza del lector. Un dibujo donde no se levanta el lápiz del papel. El rigor del idioma en un español entero libre de banalidades; el ritmo conseguido a fuer de complejo cálculo musical que, sin embargo, no enfría la pasión de los versos; y en cuanto al léxico ¡con qué rabiosa vanguardia se articulan las palabras que designan la simbología rural y los lugares del campo! A la muerte misma el poema reivindica la vuelta del amigo con un himno al amor humano. Vale para Luis Cernuda mucho de lo que sobre la poesía de Vicente Núñez se haya dicho, o se pueda decir.

    L.

  4. ¡Ya me acuerdo!. El libro que te “debo”, es “Poesía Completa” volumen 1 de Luis Cernuda editado por Siruela. Espero tenerlo para el día 25 de Febrero.
    Un abrazo Poeta.

  5. Lauro: Gracias por desempolvar estos tesoros: carta y poema. Lo enlazo al album “CERNUDIANA” en el FB:
    https://www.facebook.com/#!/photo.php?fbid=293106614079337&set=a.293106447412687.71329.100001400018048&type=1&theater

  6. Enrique MF,

    Gracias por el enlace con la foto, y su leyenda, de Cernuda en Sevilla en 1928. Vamos a publicar, dentro de unos días, foto y texto, en CARMINA.

    Gracias, siempre.

    L.

  7. Enrique G. A.,

    Gracias miles.

    Un gran abrazo, amigo.

    L.

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