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NANAS DE LA CEBOLLA Y NANA DE LA LUZ. Poema de Miguel Hernández con música de Manuel Ángel Cano en el ‘Concierto de Navidad’ de la Coral Polifónica Hermandad de Jesús Nazareno. Declamación de Lauro Gandul y Grupo ‘Ars Nova’; violonchelo: Clara Montes; viola baja: Andrés Rubio; viola alta: Clara de Asís Ramírez; clarinete: Elena Montes. Iglesia de Santiago el Mayor de Alcalá de Guadaira (22 de diciembre de 2019)

(Dedicadas a su hijo,
a raíz de recibir una carta de su mujer,
en la que le decía que no comía más que pan y cebolla)

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.

Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.

Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.

[MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942).
Cancionero y romancero de Ausencias.
Editorial Losada, S.A. Buenos Aires, 1976.
Págs, 118 a 121]

MIGUEL HERNÁNDEZ POR ANTONIO BUERO VALLEJO

Miguel Hernández
Dibujo por Antonio Buero Vallejo (1939 ó 1940)

Nanas de la cebolla del poeta Miguel Hernández Por Alberto Cortez y Joan Manuel Serrat

AL NACIMIENTO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR Y DUERME EN MIS BRAZOS. Poema de Luis de Góngora con música de Manuel Ángel Cano en el ‘Concierto de Navidad’ de la Coral Polifónica Hermandad de Jesús Nazareno. Declamación de Lauro Gandul y Grupo ‘Ars Nova’; violonchelo: Clara Montes; viola baja: Andrés Rubio; viola alta: Clara de Asís Ramírez; clarinete: Elena Montes. Iglesia de Santiago el Mayor de Alcalá de Guadaira (22 de diciembre de 2019)

 
 
 

 
 
 

Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno
porque ha caído sobre él!

   Cuando el silencio tenía
todas las cosas del suelo,
y coronada del hielo
reinaba la noche fría,
en medio la monarquía
de tiniebla tan cruel.

Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno
porque ha caído sobre él!

De un sólo clavel ceñida
la Virgen, aurora bella,
al mundo se le dio, y ella
quedó cual antes florida;
a la púrpura caída
sólo fue el heno fiel.

Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno
porque ha caído sobre él!

   El heno, pues, que fue digno,
a pesar de tantas nieves,
de ver en sus brazos leves
este rosicler divino,
para su lecho fue lino,
oro para su dosel.

Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno
porque ha caído sobre él!

 
 
 

[Poesía de Navidad (antología).
Prólogo y selección de Sinda Pino y Jesús Majada.
Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL).< Págs. 52 y 53. Madrid, 1990]

 
 
 

 Góngora por Velazquez

Luis de Góngora y Argote
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
(1599 – 1660)

 
 
 

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LA NAVIDAD EN «CARMINA»

LA PALMERA. Gerardo Diego (1896-1987)

NATIVIDAD. Vicente Núñez
PALIQUES DE LA VIRGEN EN LA MAÑANA DEL NIÑO (AÑO DE 1954). Vicente Núñez
NACIMIENTO DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

LA GRAVIDEZ DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

JOSÉ VA A EMPADRONAR A SU FAMILIA. Por José Manuel Colubi Falcó

LA ANUNCIACIÓN (1472-1475). Pintura de Leonardo da Vinci (1452-1519)

NAVIDAD 2013, Antonio Luis Albás

LA ANUNCIACIÓN DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

 
 
 

GOZO PARA LA NAVIDAD: ADORAD AL NIÑO. María Suárez, (25.XII.1996).

Navidad1

 

 

La Virgen y San José
llegaron a Belén,
iban buscando posada
y nadie los escuchaba.

Así les llegó la noche,
salieron de la ciudad;
en un portal triste y frio
se dignaron a pasar.

La Virgen muy conmovida
y lo mismo San José,
en aquel portal tan frío
el Niño estaba al nacer.

En un pesebre de pajas
junto a la mula y el buey,
ha nacido el Niño Dios,
en el portal de Belén.

Bajan ángeles del cielo
con camisita y pañal
porque está el Divino Niño
desnudito en el portal.

Qué alegría hay en la tierra
ha nacido el Salvador,
marchemos todos alegres
a brindarle nuestro amor.

Pronto fueron los pastores
a ver al Niño nacido
con pandereta y zambomba
le cantan un villancico.

Venid pastores, venid,
vamos todos a adorar
al Niño recién nacido
que esperándonos está.

Venid pastores, venid,
llegad, pastores llegad,
vamos a cantar al Niño
que esperándonos está.

Pronto fueron los pastores
a ver al Niño nacido
con padereta y zambomba
le cantan un villancico.

Venid pastores, venid,
vamos a adorar
al Niño recién nacido,
que esperándonos está.

María Suárez

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PÓRTICO

María, nacida en Driebes (Guadalajara); mujer castellana, de recio y ardiente corazón, es sólida como el subsuelo roqueño de su pueblo. Sus poesías, a manera de prismas, descomponen en bellísimos cambiantes la riqueza de su personalidad. Por eso, si en ella hubiese algo en común, lo sería todo. Sólo así se explica que tan perfecto equilibrio y diversidad de fuerzas y actividades constituyan la urdimbre de su vida.

  Ana y Antonio Luis Albás y de Langa

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Homenaje de la Revista Literaria Carmina a María Suárez. (4.VIII.2017)

FICCIÓN DE NAVIDAD. De la serie «RECORTES», Nº 103. Por Pablo Romero Gabella

 

Fantasma de Marley por John Leech 1843

Ebenezer Scrooge se encuentra con el fantasma de Jacob Marleyt

John Leech

(1817-1864)

 

«Hay quien mantiene que fue Dickens quien inventó la Navidad tal y como la conocemos. Como mínimo encendió las luces en una época donde la celebración era oscura y nada solidaria. Su más célebre cuento de Navidad, A Christmas Carol (1843), era sólo un panfleto contra el maltrato infantil cuando se sentó a escribirlo, pero pronto se transformó en un cuento navideño con espectros. Dickens, por aquellas fechas ya sabía de la fuerza de una ficción sobre decretos, parlamentos y soflamas. La literatura responde a una enfermedad incurable; esa enfermedad es la Historia, madre de la injusticia, de la diferencia, a la que la literatura trata de curar. Una cura condenada al fracaso porque si la enfermedad es incurable, escribir y leer sólo seran paliativos, sucedáneos, ilusiones. Estamos condenados pues, a la literatura y al arte para, como apuntaba Nietzsche, no morir de tanta verdad. La vida es caos y confusión y la novela nos arranca de ese caos. Visión y crítica. Una sociedad impregnada de literatura es más crítica, independiente y libre. Llevamos siglo y medio acosando y empujando al viejo Scrooge como una bruja a la hoguera. Y todo porque su empeño en no creerse la mentira, en no vivir la vida como una ficción consensuada»

[Carlos Zanón, «Charles encendió las luces», Babelia, 27 de diciembre de 2014/ Citas de Mario Vargas Llosa de La literatura es mi venganza (2014), en la reseña de Juan Malpartida, «El mano a mano Magris-Vargas Llosa», ABC Cultural, de la misma fecha]

 

NAVIDAD. 100 AÑOS DE «PLATERO Y YO». Homenaje de «CARMINA» al poeta Juan Ramón Jiménez (1881-1958)

 

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Belén

Zsolt Tibor

2014

 

La candela en el campo!… Es tarde de Nochebuena, y un sol opaco y débil clarea apenas en el cielo rudo, sin nubes, todo gris en vez de todo azul, con un indefinible amarillor en el horizonte de poniente… De pronto, salta un estridente crujido de ramas verdes que empiezan a arder; luego, el humo apretado, blanco como armiño, y la llama, al fin, que limpia el humo y puebla el aire de puras lenguas momentáneas, que parecen lamerlo.

   ¡Oh la llama en el viento! Espíritus rosados, amarillos, malvas, azules, se pierden no sé dónde, taladrando un secreto cielo bajo; ¡y dejan un olor de ascua en el frío! ¡Campo, tibio ahora, de diciembre! ¡Invierno con cariño! ¡Nochebuena de los felices!

   Las jaras vecinas se derriten. El paisaje, a través del aire caliente, tiembla y se purifica como si fuese de cristal errante. Y los niños del casero, que no tienen Nacimiento, se vienen alrededor de la candela, pobres y tristes, a calentarse las manos arrecidas, y echan en las brasas bellotas y castañas, que revientan, en un tiro.

   Y se alegran luego, y saltan sobre el fuego que ya la noche va enrojeciendo, y cantan:

 …Camina María

 camina, José…

      Yo les traigo a Platero, y se lo doy para que jueguen con él.

[JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

Platero y yo (Elegía andaluza) 1907-1916.

Edita AGUILAR S.A. EDICIONES 1955-1981.

Madrid 1981.

Págs. 213 y 214]

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LA NAVIDAD EN «CARMINA»

AL NACIMIENTO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR. Luis de Góngora y Argote (1561-1627)

LA PALMERA. Gerardo Diego (1896-1987)

NATIVIDAD. Vicente Núñez
PALIQUES DE LA VIRGEN EN LA MAÑANA DEL NIÑO (AÑO DE 1954). Vicente Núñez
NACIMIENTO DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

LA GRAVIDEZ DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

JOSÉ VA A EMPADRONAR A SU FAMILIA. Por José Manuel Colubi Falcó

LA ANUNCIACIÓN (1472-1475). Pintura de Leonardo da Vinci (1452-1519)

NAVIDAD 2013, Antonio Luis Albás

LA ANUNCIACIÓN DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó
 

ANTONIO LÓPEZ RODRÍGUEZ, PELUQUERO. De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún [artículo publicado en «Escaparate» en 2019]

 
 
 

Antonio quiere que dediquemos esta semblanza a todas las mujeres de su vida:
a su madre y hermanas,
además a sus amigas y clientas
y, especialmente, a María del Carmen Miranda.

 
 
 

Antonio López

(Foto: ODP 2018)

 
 
 

«Lo peor de la señora Oliver era que cambiaba a cada paso de estilo de peinado. Ella reconocía esta debilidad suya. Los había probado todos, por riguroso turno. Al severo estilo “pompadour” de cierto momento había seguido otro basado en el desorden, como trazado por una fugaz ráfaga de viento, que daba lugar a una expresión del rostro más bien intelectual. (Bueno, ella esperaba que resultase intelectual, al menos.) A los rizos geométricos había seguido el artístico desarreglo. Al final, tuvo que admitir que aquel día su peinado era lo menos importante, un detalle accesorio, puesto que iba a usar lo que en raras ocasiones usaba: un sombrero.»

 

[AGATHA CHRISTIE. Los elefantes pueden recordar.
Ed. Ediciones Orbis, S.A. Barcelona, 1987, pág. 11.]

 
 
 

(1968)
 
 
 

Cuando se le pregunta sobre su infancia lo primero que se le viene a la cabeza desde la más remota y profunda memoria, como recuerdo imborrable, es la casa del barrio de San José donde nació un día de Reyes de 1967, hijo de Virginia y Antonio, sus jovencísimos padres, de dieciocho y veinte años. Es el primero de seis hermanos. En esa casa transcurrió su infancia y una parte fundamental de su vida. La casa estaba en una calle de albero donde había una sola bombilla en El Palomar, que es el nombre del jardín oculto y bella residencia que aún hoy sobrevive como un lugar de ensueño. Son también imborrables en su memoria los amigos del barrio, el colegio de los Salesianos…

   Recuerda que fue un niño que tuvo una infancia muy feliz y también evoca aquel período de su vida lleno de contrastes entre su mundo fantástico, del que él era muy consciente, y el mundo de aquella casa y el barrio de San José entonces. En la misma casa vivían cuatro familias, todas parientes entre sí, cada una viviendo en sus correspondientes habitaciones y un patio de niños jugando dando un espectáculo diario de alegría. Se le vienen a la cabeza espontáneamente los nombres de sus tías Rafaela, Joaquina o los sus primos Julito, Miguelín y Mari… Y aquellos tíos albañiles en los que abundaba el buen humor cuando en la casa se explayaban con su buen vivir, su mucha gracia, y su mucha guasa. Hay que decir aquí que pertenece a una legendaria familia de albañiles alcalareños. Un bisabuelo fue el que consiguió levantar la más alta de las chimeneas de la antigua fábrica de Idogra, después de varios intentos por otros alarifes a los que la chimenea se les derrumbaba a partir de una altura determinada. Ahí sigue en pie, esa torre labrada de ladrillos de barro, en el actual Parque Centro.

   No era el fútbol lo que más le gustaba, aunque no se quedaba atrás cuando había que tirarse por las cuestas en las bicicletas o jugar a una guerra de piedras en el Cerro del Moro. Seguía del ritmo de los chiquillos de su edad pero el niño que fue tenía un mundo propio dentro de sí: el de un niño que es sensible a lo delicado y a lo frágil. Este mundo íntimo afloraba en su afición a hacer cofradías. Con la cabeza y las manos de una muñeca Nancy hacía una Dolorosa, moldeando con barro la figura y vistiéndola, luego preparando y ornando los pequeños pasos. Con sus amigos se ponían manos a la obra para mejorar cada año aquellos palios, también se inventaban ferias y tómbolas. Siempre estaba ideando. Esta actividad venía de su mundo aparte, y se mostraba en la mucha creatividad que requería, creando un puente con el mundo de fuera de sí que le venía regalado por la vida de su familia y sus vecinos. Para el niño Antonio era armónicamente compatible su mundo de adentro con el brillo y la fiesta del patio en aquella casa y en aquel barrio que hizo que su infancia sólo pueda evocarla como maravillosa. Él sentía que lo que le surgía le venía de su mundo propio. Era muy consciente de ello aunque esto no significaba cerrarse sobre sí mismo, sino todo lo contrario, en él era darse. Y todos le querían. Hoy así continúa, largo de corazón y corto de tacañería.

   No hacía mucho que se habían mudado a un piso de la calle Vegueta cuando un 28 de diciembre de 1978 su padre falleció a los treinta años, contando Antonio con tan sólo 11. Toda la familia se fue a vivir con el abuelo paterno a Hospitalet de Llobregat durante seis meses. Luego regresaron a Alcalá, pero de nuevo a la casa del barrio de San José. Todo este tiempo casi ni lo recuerda, como si se hubiera borrado. Aunque sí le ha quedado una imagen amarga de aquella etapa dura en la que está su madre, a la que él ve sufrir tanto y trabajar tanto para sacarlos adelante… Se convirtió de pronto en el hijo mayor de una mujer viuda con cinco hermanos más pequeños. Todo cambió. El duelo de su madre, tan joven, fue muy largo. Cada vez que llegaba el día de los Santos Inocentes era muy triste… Pasaron muchos años antes de que la Navidad, la Noche Vieja o los Reyes Magos volvieran a tener sentido. La madre, con el firme propósito de que a sus hijos no les faltase nada de lo verdaderamente necesario, cosía noche y día y quien quiso estudiar estudió.

   El primer año de la escuela lo cursó en el Pedro Gutiérrez con la señorita Amparo. Como a su padre lo destinaron a Isla Cristina perdió un curso y al regresar entró en los Salesianos con un año de retraso. Tuvo como tutor a José Reina al que tanto quiso como maestro, y tiene la fortuna de seguir compartiendo su amistad. También quiere destacar a otros dos maestros de escuela: Francisco Hermosín y María del Carmen Miranda. Ellos tuvieron mucho que ver en su historia de peluquero.

 
 
 

 

El Arzobispo Carlos Amigo Vallejo

entre Antonio y su amigo Pedro (con gafas)

 
 
 

   Cuando acabó la EGB se matriculó en San Juan de Dios en un curso de formación profesional en Artes Gráficas e Imprenta. ¿Quién le iba a decir a él que a unos kilómetros de Alcalá iba a toparse con su primera experiencia con la modernidad? Al menos con la modernidad de los que tenían catorce o quince años que allí conoció y que iban vestidos de punkis, o mejor dicho, que por tal indumenta a sí mismos se consideraban punkis. De tal guisa con su amigo Pedro se los encuentra el arzobispo Amigo Vallejo en una visita a la Ciudad de San Juan de Dios, entonces recién llegado a Sevilla. Monseñor les preguntó: «¿de qué vais vestidos?, ¿qué sois?» Ellos respondieron: «Pues de punkis. Somos punkis», no exenta la contestación de mucha inocencia e ingenuidad. «¿Y qué son los punkis?», continuó Carlos Amigo. «¿No lo ve: la chapita, los pelos?»

   Si no tenían dinero para pintarse los pelos, cogían una barra de labios, la estrujaban y se coloreaban el pelo de rojo; si se llevaban los zapatos de charol y no podían comprarlos, compraban pintura de aceite y con los zapatos pintados se iban al Zalima. Cuando salían estaban ya los zapatos escalichaos.

   Pedro es otra de las personas que tuvo que ver en su vocación peluquera porque a él le encantaba el corte de pelo que llevaba y una vez le preguntó quién se lo había hecho. Así es como conoció a Sema, el día que lo peló a lo garçon, aunque su madre por la noche, mientras dormía, le cortara aquel flequillo, que tan raro le resultaba. Fueron unos años inolvidables, en aquella Alcalá donde se inauguraron el Buy, el Pololo, el Zoom,  el Mogambo, se abrieron las tiendas del Cotán. A Alcalá venían jóvenes de otros pueblos y de Sevilla atraídos por la diversidad de locales que, aún siendo pocos eran originales, porque sonaba la música que en ese momento se escuchaba en los bares modernos de Madrid a Vigo y porque había gente creativa, simpática, generosa, inquieta…

   El verano que siguió a su segundo curso de Artes Gráficas, Sema le pidió que le echase una mano en la peluquería por las tardes. Su misión era lavar cabezas, pero él aprovechaba para ver cómo se ponían los tintes y moldeadores. Veía como entraba una señora y tras pasar por las manos de Sema, que eran mágicas y auténticamente creativas, aquella misma mujer salía bellamente transformada. Ahora no se nota tanto la labor de peluquería porque la gente se arregla mucho y hay mucha técnica. Entonces sólo iban a las peluquerías personas que podían permitírselo porque en su mayoría las mujeres se arreglaban el pelo en sus casas o se lo cortaban ellas mismas, a lo más pagaban a alguna chica que peinaba por las casas. Con Sema tuvo y sigue manteniendo una gran amistad y fue para él un gran referente, con él además compartió viajes a Nueva York, París y Londres. En esta última ciudad, en un campeonato mundial de peluquería, conocieron a Patrick Cameron y Toni&Guy que no eran tan famosos entonces, y a un Vidal Sassoon ya muy reconocido. Siempre le inspiraron de este último su estilo y la rectitud de los cortes.

   Sus inicios como peluquero se remontan a 1985 y empieza peinando por las casas, sólo con los conocimientos que había aprendido de su experiencia ayudando a Sema. Empezó a correrse la voz y el teléfono de la casa de su madre no paraba de sonar. Cobraba cinco duros por un corte. Remedios, amiga y clienta de su madre, le aconseja que Antonio haga estudios de peluquería. Su madre era reacia pero viendo la ilusión y el tesón de su hijo, le dio todo su aliento y su ayuda desde que empezó hasta hoy mismo.

   En una habitación del patio interior de la casa familiar en la calle Reina Victoria, sus tíos Manolo y Julián hacen una pequeña obra para instalar ahí la primera peluquería. Un espejo verde con un cristal redondo y algo picado, cuatro sillas y una estantería de madera. «Aquello era un chuleo», nos dice Antonio, porque como no tenía lavacabeza, el cuarto de baño familiar era el lugar de los lavados de cabeza. Virginia, su madre, se afanaba para que las clientas de su hijo estuvieran lo mejor posible, hacía café, preparaba el patio para que se sentaran allí mientras el tinte cuajaba, todo esto daba lugar a tertulias y divertimentos y muchas anécdotas. Y dos hermosas historias de amor: una señora valenciana, le compró un lavacabeza que costó 27.000 pesetas y que se fue pagando con los trabajos de costura que su madre le hacía; y María del Carmen Miranda y Francisco Hermosín le regalaron un grandísimo espejo de dos metros de ancho por uno de alto, cogidos con grapas y flotando respecto de la pared, éste sustituyó al pequeño ovalado en el que apenas se veían las clientas por la pequeñez y vejez del objeto.

   En la Academia tuvo un profesor llamado Álvaro Alcaide que había estado trabajando en Carita París y que había sido técnico de tintes en L´Oréal. La capacidad que tenía este profesor de hacer mezclas, de combinar colores y sacar las tonalidades de tintes fue un aprendizaje fundamental para él. Todos los días viajaba en un Dyanne 6 con una señora y su hija que tenían una tienda en el barrio San José y que cuando cerraba lo esperaba para dejarlo en la Cruz del Campo, a donde ella vivía, pero la academia estaba en Amador de los Ríos así que le quedaba un buen trecho aún para llegar a la academia de peluquería. La vuelta la hacía con Valle, tía de la modelo Eva González, que estudiaba con él y a quien su novio la recogía cada tarde para regresar a Mairena. Empezaron las colas de las señoras que se peinaban en la academia y que querían que le peinara el chico de Alcalá, lo caracterizaba el manejo del secador. Al año y medio concluyó el curso de peluquería.

   En 1990 coincidiendo con la Guerra de Irak, gracias a un tío suyo, le salió trabajo en la Base de Morón. Trabajaba de 9 de la noche a 6 de la mañana empaquetando la comida que llevaban los aviones que partían para avituallar a los soldados norteamericanos en Irak. Por primera vez en su vida ganaba un bien salario y, además, con visos de quedarse fijo en la Base. Esta situación lo puso en una complicada tesitura: decidir entre quedarse en la Base o mantener su peluquería.

   De nuevo la casa familiar de Reina Victoria se obró para dar cabida a una nueva peluquería, esta vez el patio exterior, de tipo sevillano, se techó haciéndose una habitación de 18 m2. Pudo decorarla a su gusto y sentir que su proyecto de peluquería empezaba a tener un vuelo, tuvo que contratar personal porque se corrió la voz de forma definitiva y había fechas tan señaladas que las clientas se iban a las seis de la mañana a su puerta para coger la vez y hacerse el moño para Noche Vieja.

 
 
 

Con Ainoha Arteta

 
 
 

   Desde 1995 a 2003 fue miembro del equipo de peluquería del Teatro de la Ópera de la Maestranza. Su primera ópera fue Sanson y Dalila, nos dice que ese día se conmovió tanto que comenzó su pasión musical por este género. En Lucia de Lammermoor conoció a Alfredo Kraus en su última actuación pública. Y durante todo este tiempo trató con Plácido Domingo, Teresa Berganza, Juan Diego Flórez, Leo Nucci, Ainoha Arteta y ‎a Franca Squarciapino, directora de vestuario de la película Cyrano de Bergerac (1990) y galardonada por esta película con un Óscar y un premio César. También estuvo en los equipos de peluquería de las películas Volavérunt de Bigas Luna estrenada en 1999 y Carmen (2003) de Vicente Aranda. En 1998 trabajó para la inolvidable representación de El barbero de Sevilla que se hizo en el Maestranza con un brillante trabajo escenográfico de Carmen Laffón y Juan Suárez. La pintora también se ocupó de los figurines junto a Ana María Abascal.

   Viajar alrededor del mundo ha sido otra de sus grandes pasiones. Ha visitado los cinco continentes. Ha puesto sus pies en el Polo Norte y el Amazonas, en Islas Maldivas, Egipto, Nepal, Tibet, India, Perú, Costa Rica y en casi toda Europa. Su último viaje ha sido a Tierra Santa. Pareciera que a Antonio le fuera posible recorrer el mundo como si lo peinara. Tal vez sea ésta la explicación de por qué viaja como lo más natural de la existencia, aunque los aviones o los barcos le lleven a miles de kilómetros, porque ¿no es el mundo como una gran cabeza, a la que hay que consagrar un cuidado especial? La cabellera es un adorno precioso del cuerpo humano. Peines, horquillas, navajas son objetos empleados desde la Prehistoria para convertir el arreglo de los cabellos en una labor de artistas y a los peluqueros en seres de los que estamos necesitados, hasta el más humilde de nosotros. Y para poder hacer arte con los cabellos no bastan sólo la técnica, los recursos o las habilidades del peluquero sino que éste alcanza la inspiración cuando ha comprendido la personalidad de quien se pone en sus manos.

 
 
 

Su primer viaje a Nueva York

 
 
 

«ESPAÑOLES ANTE TODO».  BESTEIRO Y EL PSOE. De la serie «APUNTES HISTÓRICOS PARA LA INTERINIDAD POLÍTICA ESPAÑOLA» (II). Por Pablo Romero Gabella

 
 
 

   El texto que sigue se publicó en un digital local [1] tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015, a los comienzos de lo que llamamos aquí interinidad política. Sin embargo, creo que, tras elecciones del 10 de noviembre de 2019, sigue siendo útil en la actual situación.

 
 
 

Julián_Besteiro

Julián Besteiro
(1870-1940)

 
 
 

En el  histórico Mensaje de Navidad de 2015, S.M. el Rey  Felipe VI comenzaba refiriéndose a la Historia «porque nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar nuestros aciertos y nuestros errores».  En el acertar o en el errar en el convulso panorama político, resultante de las históricas elecciones generales del 20D, nos jugamos mucho.  En estos momentos algo es evidente en todos los niveles políticos. (…) Esta evidencia de la que hablamos no es otra que la necesidad de pactos, de acuerdos que supongan la preeminencia de los intereses generales sobre los particulares (tanto territoriales como partidistas). Volviendo al Mensaje del Rey: «porque ahora lo que nos debe importar a todos, ante todo, es España y el interés general de los españoles».

   Esta idea es especialmente importante para un partido político que la evolución electoral  lo ha hecho situarse (puede que sin quererlo) en el centro político. Me refiero al PSOE que al ser superado por su izquierda por Podemos y todos sus satélites, tiene (por mor de la matemática electoral) una posición de centralidad. La disyuntiva a la que se enfrenta el candidato socialista a la Presidencia al Gobierno, Pedro Sánchez, es también histórica (¡otra vez!): pactar con Podemos, pactar con el PP o ir a nuevas elecciones.

   El PSOE  ha vivido situaciones parecidas o incluso peores a lo largo de su ya más que centenaria historia. Una de ellas llevó a decir las siguientes palabras inspiradas por uno de sus líderes históricos:

   «Pues bien: recalquemos en la actual emergencia trágica que para nosotros, los afiliados al PSOE vale la última de estas cuatro letras tanto como las dos que la anteceden. Y aún más: si precisara sobreponer un matiz a los otros dos, nos afirmaríamos hoy españoles antes que nada, porque vemos con claridad aterradora, a la luz del incendio en que arde nuestra patria, que tan sólo por la reafirmación  y consolidación de la hispanidad podemos aspirar a instaurar algún día un régimen socialista sobre la base de una España independiente.»

   Estas líneas proceden del editorial titulado «Ni Roma ni Moscú. Españoles antes que nada» de El Socialista del 10 de marzo de 1939, y se deben a Julián Besteiro (1870-1940). Considerado una de las máximas figuras del socialismo españo. Fue catedrático de Lógica, además de presidente del PSOE, de la UGT y de las Cortes Constituyentes de la II República. (…) Fue un político más admirado por sus adversarios que por muchos de sus compañeros de partido, comenzando por Largo Caballero, el Lenin español. El monárquico ABC  «alabó su rectitud, su ecuanimidad, su palabra cálida, su ciencia y esa inclinación romántica que he hacía defender, sin dejarse llevar por la ira…, una justicia social más humana» (15 de julio de 1931).

   Palabras estas que en la España actual pueden chocarnos tanto por el elogio del contrario como por la defensa de España por parte de los socialistas. Palabras estas que muchos socialistas podrían suscribir y otros execrar por su «exaltación patriota y patriotera», en palabras del historiador Ángel Viñas.

   Sin embargo, tenemos que decir que estas palabras escritas o inspiradas por Besteiro llegaron tarde y mal; tarde porque la guerra estaba ya perdida y mal porque supusieron la legitimación del golpe de Estado que el 5 de marzo de 1939 ejecutó el coronel Casado y los mandos militares, con el apoyo de los anarquistas y de un sector del PSOE, contra el legítimo gobierno de Negrín (también del PSOE) y que sería el último de la II República. Para muchos, Besteiro acabó siendo un traidor a la República al facilitar la victoria de Franco debido a su odio contra el comunismo, al que acusaba de haber llevado a la República a la derrota por convertirla en una marioneta de la URSS. (…) Murió en la cárcel de Carmona, a los 70 años, enfermo y tras realizar duros trabajos físicos para su edad que incluían limpiar las letrinas. En su alegato ante el consejo de guerra dijo que no huyó del país (como la mayoría de los líderes republicanos) al tener «el convencimiento de que me podría presentar ante los jueces más severos con la frente alta y la conciencia tranquila».

   Nuestra historia, nuestra «Mari Clío», como decía el gran Galdós, nos ofrece, como ya hemos dicho, aciertos y errores. Uno de estos  últimos es el partidismo, que sobrepone los intereses particulares sobre los intereses de la Nación, o lo que es lo mismo, sobre el conjunto de ciudadanos libres e iguales en derechos y obligaciones. El partidismo excluyente trata  al adversario político como al enemigo que debe ser aniquilado del cuerpo social. Por tanto,  en lo posible aprendamos de todos nuestros errores y aciertos históricos. Y hagámoslo todos, gobernados y gobernantes, y antes de tomar cualquier decisión importante para la Nación,  pensemos que no lo hagamos ni tarde ni mal.

 
 
 
[1] http://www.guadairainformacion.com/opinion/3898/ante-todo-espanoles-pablo-romero-gabella.
 
 
 

«14 DE JULIO» O EL SECRETO ESTÁ EN LA MASA. De la serie «LIBER BREVIS, VITA LONGA» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 
 
 
MARIONETAS 17 (LISBOA)

Museu da marioneta de Lisboa
[Foto: LGV 2018]

 
 
 

«Este relato no es ficción ni libro de Historia. Tampoco tiene un protagonista concreto, pues fueron innumerables los hombres y mujeres envueltos en los sucesos…» Así podemos entender el sentido del libro de Éric Vuillard 14 de julio (2016). Sin embargo estas palabras pertenecen al comienzo el libro de Arturo Pérez-Reverte Un día de cólera (2007). Los sucesos son los del 2 de mayo de 1808 en Madrid, pero bien pudiera servirnos para los del 14 de julio de 1789 en París. Dos «momentos estelares», donde el tiempo «se comprime en ese único instante que todo lo determina y todo lo decide» en palabras de Stefan Zweig, el maestro de un tipo de literatura que a principios del siglo XXI Vuillard y Pérez-Reverte retoman con innegable éxito. Ambos escritores narran dos hechos que marcaron el inicio de la contemporaneidad en Europa en su doble sentido, el revolucionario y el contrarrevolucionario y que tienen como protagonista a la multitud, a esa masa rebelde que categorizaría Ortega y Gasset.

   Éric Vuillard [1] es un escritor que nació en el año revolucionario de 1968 y que llevaba una existencia profesional discreta en Rennes hasta que consiguió el Premio Goncourt de 2017 por El orden del día, otra «miniatura histórica» que narraba el ascenso del nazismo. Esto ha llevado a Tusquets a publicar en español la obra que comentamos y que fue publicada en Francia en 2016. Vuillard nos cuenta en 185 páginas el febril día en que comenzó la Revolución Francesa para todo estudiante. Una fecha marcada y subrayada en los manuales escolares y de la cual poco se conocía en detalle. Vuillard realiza una recreación literaria de ese día utilizando material histórico (aunque es una pena que no cite sus fuentes más allá de nombrar a Michelet). En su empeño no duda en utilizar un lenguaje actual que lo hace accesible a todo tipo de lectores y que ya ensayó Pérez-Reverte en su Cabo Trafalgar (2004). Adonde las fuentes no llegan el autor recurre a «morder la nada y caer en la gran cuba donde ya nadie tiene nombre» (pág. 91)

   Los protagonistas del libro son aquellos sin nombre que asaltaron la fortaleza de la Bastilla, símbolo del Antiguo Régimen. Aún así es de destacar que en el libro aparecen multitud de nombres de personas, que no personajes, los cuales el autor ha ido recolectando de las fuentes históricas. Todos ellos forman una masa popular que pierde, en cierta manera, su individualidad en pos de una meta común: la destrucción. Destrucción de un edificio real pero a la vez símbolo del despotismo. Elias Canetti en Masa y poder (1960) señaló como una de las propiedades de la masa la necesidad de una meta, un objetivo que «está fuera de cada uno y que coincide en todos, sumerge las metas privadas, desiguales que serían la muerte de la masa». Aunque amalgama de nombres propios, apellidos o apodos, la multitud parisina se mueve como un solo cuerpo que busca armas y focaliza todo su esfuerzo en tomar la Bastilla. Para Vuillard «no hay modo de contener a una multitud, una multitud no parlamenta, no discute, a la multitud no le gusta esperar» ( pág. 64). Y precisa que el movimiento popular del 14 de julio fue una «intifada de pequeños comerciantes, de los artesanos parisinos, de los niños pobres» ( pág. 51). La pobreza es para Vuillard el motor de su relato ya que comienza con el sangriento motín del 23 de abril de 1789, cuando una multitud popular asalta las casas y negocios de potentados al grito de ¡Mueran los ricos! En esos momentos Francia vivía una de sus mayores épocas de carestía. Recordemos que el historiador Labrousse señaló que el día en el cual el pan alcanzó su mayor precio fue el 14 de julio. Paralelamente el Estado absolutista vive una bancarrota total que obliga al rey a convocar a los Estados Generales en mayo de 1789. En gran medida, para el autor, esta bancarrota es estructural a un Estado que tiene su summun en la corte de Versalles, a la cual Vuillard dedica una de las mejores páginas de su libro y que uno no puede sustraerse a visualizarlas, como hizo Sofía Coppola en su María Antonieta (2006).

   De puntillas pasa Vuillard sobre cómo se pasó de los Estados Generales del Antiguo Régimen, organizados feudalmente en tres brazos, a la Asamblea Nacional Constituyente ciudadana. El comienzo de la revolución liberal y burguesa (es la que al final triunfará) no tiene para el autor la importancia de la otra revolución, la popular, la de la calle que el 14 de julio se lanza enfebrecida a la búsqueda de armas. Leyendo estas páginas vivimos las dos pulsiones que el gran historiador Georges Lefebvre consideraba consustanciales a la mentalidad revolucionaria: la esperanza y el miedo. Lo último viene dado por los rumores de que las tropas del rey estaban dispuestas a entrar a sangre y fuego en París para ahogar la naciente revolución, lo primero viene dado por el sueño de algo nuevo. Ese algo nuevo aún poco definido en la mentalidad popular, viene dado por la epifanía revolucionaria de la palabra. En esos días de un caluroso julio parisino «todo el mundo se acuesta tarde. Se habla y se habla. Nunca se había hablado tanto» ( pág. 48). De los pocos personajes históricos que se citan (junto a Necker, el ministro de Hacienda, y María Antonieta, la reina) un joven Camile Desmoulins (nada sabemos en aquel de día de Dantón o Robespierre, luego indiscutibles tribunos de la plebe) arenga a la multitud con palabras enardecidas. Porque «la palabra dicha no deja traza, pero obra estragos en los corazones» (p. 116) Y nada es más sensible al corazón que la esperanza, la misma que hace que el 14 de julio sea para el autor el nacimiento de la Revolución. En las siguientes líneas podemos resumirlo:

   «Durante la noche del 13 al 14 de julio, que es, yo creo, la noche de las noches, la Natividad, la más terrible noche de Navidad, el Acontecimiento, la chusma, como suele decirse, los más pobres, en suma, aquellos a los que la Historia dejó hasta ese momento pudrirse en el arroyo, armados con fusiles, espetones, picas, hacen que les abran las puertas de las casas y que les sirvan comida y bebida. En lo sucesivo, la caridad no bastará» (pág. 61)

   Desde ese momento se tendrán que tener en cuenta  esos miserables que inmortalizara Víctor Hugo y cuyo espíritu flota en todo el 14 de julio. Son los salvajes de la civilización. En palabras hugianas, son aquellos hombres «que en los días genésicos del caos revolucionario, harapientos, feroces, con las mazas levantadas, la pica alta, se arrastraban sobre el viejo París trastornado, ¿qué querían? Querían el fin de las opresiones, el fin de las tiranías, el fin de la guerra, trabajo para el hombre, instrucción para el niño, dulzura social para la mujer, libertad, igualdad, fraternidad, el pan para todos, la idea para todos, la conversión del mundo en Edén, el progreso…»

   Frente a ellos los burgueses y aristócratas, los civilizados de la barbarie, temerosos intentan controlar a la multitud formando una milicia para mantener el orden y a la vez, la halagan con palabras hueras. La revolución de los juristas en Versalles no es la del pueblo en la calle que asalta la Bastilla ajeno a las llamadas a la conciliación. Recordemos: la multitud no parlamenta, actúa. Estos burgueses no veían lo mismo que vería Víctor Hugo, no creían que el progreso llegaría desde la plebe. En este sentido historiadores de finales del siglo XX, ejemplificados en Furet y Richet, definieron esta explosión de violencia popular como la del «viejo milenarismo, la ansiosa espera de la venganza de los pobres, de la felicidad de los humillados». Sin embargo, tal como dejó por escrito Engels en una carta de 1889, este cuarto Estado le hizo el trabajo sucio a la burguesía en su derrota del feudalismo en 1789 y más adelante en 1792 cuando acabó con la monarquía. Tal como ocurriría más adelante con la Comuna de 1871, se acusó de los desmanes a los extranjeros, a pandillas de vagabundos que fueron llegando a París de todas partes de Francia y que extendieron el caos y el terror. Sin embargo, ¿quién era genuinamente parisino? La ciudad acogía diariamente a legiones de inmigrantes que buscaban salir de la miseria y que amalgamados en la escasez fueron la carne de cañón de las jornadas revolucionarias. Además eran en su mayoría jóvenes ya que «Francia era entonces un país joven, asombrosamente joven. Los revolucionarios fueron gente muy joven, comisarios de veinte años, generales con veinticinco. Jamás ha vuelto a verse tal cosa» ( pág. 58).

   La multitud es tratada por Vuillard con el humanismo de la multitud de retazos de vida rescatados de los documentos, inflamados por la imaginación cuando faltan aquellos. Leer sus nombres, sus oficios y su vestimenta a través de los atestados judiciales de sus cadáveres, nos recuerda que ellos eran nosotros. La jauría revolucionaria humanizada tal como Dickens hizo en su Historia de dos ciudades (1859): «Padres y madres que habían tomado parte activa en los asesinatos jugaban con sus niños y los cubrían de besos, y en aquella situación terrible, ante semejante porvenir, los enamorados se amaban esperanzados». El historiador Michelle Vovelle en La mentalidad revolucionaria (1985) destacaría «la importancia de la cesura revolucionaria en las estructuras más íntimas de la vida de las gentes que vivieron esta aventura».

   Sin embargo la aventura de la Revolución no es eterna como nos demostró Anatole France en Los dioses tienen sed (1912), la que es quizá la mejor novela sobre la Revolución francesa. «Porque bien hay que vivir, hay que asumir la vida, uno no puede estar siempre rebelándose; se requiere un poco de paz para engendrar hijos, trabajar, amarse y vivir» (pág. 63).

   Las últimas páginas de 14 de julio tienen la actualidad de una Europa en crisis, y más en concreto de la Francia de la furia amarilla enchalecada que no sabemos a donde realmente va. Lo cierto es que todos nosotros, como todos aquellos de 1789 coincidimos en algo: «el hombre desaparece como apareció en la Historia, simple silueta» (pág. 110).

 
 
 

MARIONETAS 18 (LISBOA)

 
 
 

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[1] Entrevista al autor en el suplemento cultural Babelia de El País: https://elpais.com/cultura/2018/03/05/babelia/1520253550_353014.html
 
 
 

«UNE MANIFESTATION À LA PARISIENNE!»  INDIGNADOS (Y LIBERALES) ALCALAREÑOS EN 1855. Por Pablo Romero Gabella (2012)

 
 
 

La libertad guiando al pueblo
Eugène Delacroix
1798-1863

 
 
 

A mi padre , y a mi hija…
la memoria, a pesar de todo, persiste con el cariño.

 
 
 

«París se acostumbra, muy deprisa a todo –un motín no es más que sólo un motín– y París tiene tantos negocios que no se ocupa de cosa tan pequeña… sólo estos inmensos centros de población, pueden contener en su recinto a un mismo tiempo una guerra civil y una extraña tranquilidad»

Víctor Hugo, Los miserables, 4ª Parte, Libro IX, V (1862)

 
 
 

SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS

 

   Se podría decir que la Edad Contemporánea comenzó en la noche del 6 de octubre de 1789 con una multitud de mujeres de los suburbios de París. Éstas que en principio pedían pan para sus hijos,  pasaron  luego a «rescatar» a Luis XVI y María Antonieta  de su refugio real de Versalles  para llevarlos en volandas, en mitad de la noche, al parisino Palacio de las Tullerías. Con ellas llevaban la aceptación regia de los decretos de la Asamblea Nacional Constituyente que abolían el Antiguo Régimen y sus privilegios. Era el punto de partida de la revolución francesa y con ella del ciclo de revoluciones liberales del siglo XIX.

   Desde ese momento hasta nuestros días el derecho a manifestación (o de reunión) es considerado como una expresión de la ciudadanía que superaba la acción de los «rebeldes primitivos» de épocas preindustriales, en palabras del historiador Hobsbawm.  La multitud convertida en cuerpo político también participaría en el juego político mediante la combinación de los derechos de reunión y petición (tal como recogen los artículos 21 y 29 de nuestra vigente Constitución), un juego antes reservado en exclusiva a las élites. Sin embargo la frontera que separaba la manifestación social o política, de la huelga general, de la revolución o del simple motín fue difusa.  Volviendo al inicio de este artículo debemos decir que la aguerridas parisinas de 1789 también portaban picas coronadas y ensangrentadas con las cabezas de los guardias de corps de los reyes.

 
 
 

caricatura de la rev. 1868Caricatura de la revolución de 1868

 
 
 

LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL
(Y CONSTITUCIONAL)

 

   En el caso de España[1] el primer texto constitucional que reconocía expresamente este derecho fue la Constitución de 1869 (artículo 18) que inauguraba la primera experiencia democrática en nuestro solar patrio. Con anterioridad las autoridades, tanto absolutistas como liberales, se dedicaron a restringir o directamente reprimir cualquier intento de llevar a cabo dicho derecho. Ya en la Cédula Real de 15 de julio de 1805 se hablaba de «proceder contra los que causen bullicios o conmociones populares». Esta idea quedaría plasmada en el Código Penal de 1848 (al mismo tiempo que en París se desarrollaba la revolución liberal-democrática de febrero) y en su modificación de 1850. Con la llegada del Bienio Progresista (1854-1856) tras la «Revolución de julio» de 1854, comenzó el panorama a cambiar con la Real Orden de 19 de julio y el Real Decreto de 29 de agosto, ambas de 1854. Pero solo se referían al período electoral. En el intenso debate parlamentario que antecedió a la redacción de la Constitución «non nata» de 1856 se sentaron las bases constitucionales para el reconocimiento de los derechos de reunión y petición, hoy considerados fundamentales. Sobre todo vino de la mano de los diputados demócratas, tal como establecieron en su Manifiesto de 1849. Aunque finalmente no se llegaría  a incluir dicho derecho en el texto definitivo, el camino quedaba marcado en estos decisivos años.

  En otra ocasión[2] ya tuve la oportunidad de demostrar la importancia del Bienio Progresista en Alcalá para la conformación de los primeros partidos políticos «modernos» en nuestra localidad. Especialmente en el caso del partido progresista, luego demócrata y más tarde republicano federal, que liderado por el alcalde y luego diputado nacional Cabello de la Vega y la familia del escritor José María Gutiérrez de Alba gobernaría la primera Alcalá democrática durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874). A este respecto, estos años fueron decisivos porque, en palabras de la historiadora Carmen Burdiel fueron «una escuela de formación política para sectores muy extendidos de la población al presentar en la esfera política liberal, de forma abierta y masiva, el debate sobre la posibilidad de que la soberanía nacional, y la ruptura con el absolutismo, alcanzase efectivamente, y no sólo retóricamente, al trono» (Isabel II. Una biografía, Madrid, 2010, pág. 247).

 
 
 
carteles-FAFI-1

¡Viva la Constitución!

Cartel de Rafael Luna (1988)

 
 
 

AQUELLOS «HOMBRES DE PROGRESO» DEL 17-E

 

   Y fue en estos dos intensos años de debate político cuando tenemos constancia de la primera gran manifestación política en Alcalá. Gracias al desarrollo en los últimos años de las hemerotecas digitales podemos encontrar esta referencia en publicaciones nacionales como  El Clamor público, La Iberia y La España del 21 y el 23 de enero de 1855 respectivamente. Encontramos  la noticia con más detalle en La Iberia, publicación marcadamente progresista, en la sección «Provincias» que recogía lo publicado en El Porvenir [periódico liberal progresista sevillano] del 18 de enero de 1855. Por su interés lo publicamos íntegramente:

   «En la inmediata villa de Alcalá de Guadaira han ocurrido algunos sucesos…se nos ha asegurado que en la noche del martes [16 enero de 1855] hubo allí una especie de manifestación popular. Ayer [17 de enero] entraron en Sevilla cerca del medio día, un número considerable de vecinos de Alcalá, y formados como un batallón,  en la calle de Zaragoza, dirigiéndose después al gobierno civil [actual Casa de la Provincia en la plaza del Triunfo], cuyas inmediaciones ocuparon. Aquellos ciudadanos aparecían en actitud hostil, pues ninguno llevaba armas; la columna parecía más bien formada á imitación de las que en París y Lóndres [sic] ejercen de ese modo el derecho de petición. Ignoramos á la hora que escribimos, qué pedirían, ni si les sería concedido.»

   Si contrastamos esta información con las investigaciones en base a la documentación de archivo y de otras fuentes periodísticas podemos saber cuál era el motivo de la manifestación: los problemas que existían en esos momentos en la formación de un elemento fundamental de la España liberal: la Milicia Nacional.  Éste era uno de los puntales del ideario progresista que defendían los «hombres de progreso» alcalareños liderados por Cabello de la Vega. Tras la Revolución de 1854, que puso fin a diez años de dominio liberal-moderado marcados por la corrupción, se abría un periodo en que todo era posible, incluso el destronamiento de la reina. La Milicia Nacional, cuerpo cívico-militar local, se convertía en cada pueblo en el garante del orden liberal. Era además el embrión de nuevas formas de sociabilidad política (junto a los cafés, las sociedades patrióticas, las logias masónicas). En palabras de Pérez Galdós era «un organismo militar donde todas las clases sociales habían puesto en ella su magra y su tocino…sólo la Milicia era lo que debía ser»[3]. Quizás un poco idealizada, la Milicia intentaba acoger en su seno a la pujante pequeña y mediana burguesía junto a ciertos sectores populares, principalmente el artesanado. El caso de los jornaleros era un caso aparte porque aunque progresistas, aún pesaba en ellos el prurito burgués de la propiedad, aunque fuera pequeña.

   Volviendo al caso que nos ocupa, en la Alcalá postrevolucionaria el municipio aún seguía en manos del sector moderado que no puso mucho interés en formar una institución que veía claramente escorada hacia el progresismo. Habría que recordar que desde 1844 los sectores «de orden» contaban con un cuerpo policial profesionalizado y estatal que era la Guardia Civil. De esta forma solo se preocuparon de formar un escuadrón de caballería en diciembre de 1854 y no fue hasta diciembre, y bajo la presión de las autoridades provinciales de signo progresista, cuando se decidieron a conformar las compañías «plebeyas» de infantería. El 23 de diciembre se celebraron elecciones para jefes y oficiales por parte de los milicianos. Era éste el elemento más democrático de dicha institución ya que los milicianos eran los que por voto directo elegían a sus mandos. Sin embargo, estas primeras elecciones fueron llevadas a  cabo con un secretismo que provocó la queja de Antonio Rodríguez, síndico regidor, que en esas fechas envío una carta al alcalde moderado denunciando «no haberse dado al público de las operaciones efectuadas para la organización de la Milicia Nacional» con lo cual se conculcaba «una de las excelencias del sistema que afortunadamente nos rige: la publicidad de todos los actos de las corporaciones populares». Todo ello motivaría la movilización del progresismo alcalareño organizando primero una manifestación en el mismo pueblo y luego, tal como dice la noticia, yendo a Sevilla a pedir una organización más «democrática» del proceso.  Adviertan cómo el periódico incide en la organización militar del acto («formados como un batallón») sin que esto conllevara una actitud de masa armada y belicosa, sino todo lo contrario, ocupando los aledaños de un espacio de poder como era el Gobierno Civil. A esto se le une la comparación con lo que ocurría en París, la capital mundial  de todos los movimientos revolucionarios como el cercano de 1848, y en Londres, en una clara referencia al movimiento cartista[4], que aunque en esos momentos estaba en decadencia, partía de una aspiración que seguramente compartían los «indignados» alcalareños: la ampliación del sufragio y por ende de la participación popular en la política. Al parecer la presión surtió efecto y en febrero de 1855 se constituyeron las compañías de infantería[5]. Sin embargo, lo que ocurriría meses después, en la nochebuena de 1855 no fue tan pacífico.

 
 
 

Il Quarto Stato
Giuseppe Pellizza da Volpedo
1868-1907

 
 
 

ENTRE TIROS ANDABA EL JUEGO

 

   En dicha fecha tan señalada se llegaron a enfrentar a tiros las dos compañías de la Milicia que se formaron: la primera de significación conservadora y radicada en el barrio de Santiago y la segunda, progresista localizada en el barrio de San Sebastián. Aunque no hubo víctimas mortales, esto supuso la intervención del ejército , el procesamiento de significados liberales como el escritor Gutiérrez de Alba (condenado a prisión en Ceuta y que huyó a Madrid) y una nueva reorganización de la institución donde fueron depurados los elementos progresistas. La experiencia popular de la Milicia terminó aquí. Meses más tardes el nuevo gobierno «de orden» del general O`Donnel suprimiría definitivamente la Milicia. Prueba de esto fue lo publicado por el periódico rabiosamente reaccionario El Padre Cobos el 5 de enero de 1856: «El año 55 que sale con un motín en Barcelona y el año 56 entra con otro motín en Alcalá de Guadaíra. La era del progreso es un cuerpo de guardia. El año 56 viene á relevar al 55, y le ha dejado la consigna». No obstante la consigna marcada en el progresismo alcalareño no fue otra que profundizar su giro democrático y así vemos como las manifestaciones se convirtieron en un arma política para su heredero, el republicanismo (lease cómo daba cuenta La crónica de Menorca de 5 de julio de 1872 al referirse a una manifestación republicana en Alcalá que congregó a más de dos mil personas).

 
 
 

HOY COMO AYER

 

   No había ya vuelta atrás en el desarrollo del derecho de reunión, aunque no seguiría exento de problemas, de violencias y de demagogias.  Así en el acalorado debate sobre los límites de este derecho en las Cortes Constituyentes del 14 de marzo de 1870 el diputado republicano Soler (compañero de escaño de Cabello de la Vega[6]) expresó lo siguiente: «Esta es la verdad, señores; el pueblo sabe aplaudir cuando se le hace justicia, cuando se obra bien; censura cuando se obra mal…y cuando se le engaña, no es de extrañar que se indigne y alguno grite más de lo que vosotros queréis». A lo que el presidente del Gobierno, el general Prim, respondió «Yo bien sé que estas manifestaciones de la libertad son difíciles para un pueblo que no ha sido nunca libre hasta ahora. Paso por ellas, porque soy liberal, y en ningún modo me irritan…la libertad de mi país no se consolidará hasta que los partidos se acostumbren á practicar la libertad con decoro, con mesura, con dignidad, y siempre sin lastimar los derechos de los demás».

   Un debate que como puede comprobar el querido lector navideño del año 2012 sigue abierto y vigente. Y es que como dijo en el mencionado debate el Ministro de Gobernación, el demócrata de viejo cuño Nicolás María Rivero, «es condición de los pueblos libres no vivir sometidos á cierta monotonía de existencia, ni a cierta regularidad».

 
 
 

[1] Véase J.L. López González, El Derecho de reunión y manifestación en el ordenamiento constitucional español, Madrid, 1995.

[2] Pablo Romero Gabella, «La milicia nacional en Alcalá de Guadaíra durante el bienio progresista», Actas VI Jornadas de Historia de Alcalá de Guadaíra, 2000, pág. 115-126.

[3] B. Pérez Galdós, Siete de julio (Episodios Nacionales), capítulo IX (1876).

[4] Movimiento que nació partir de la famosa «Carta al Parlamento» presentada en 1839 y que pedía el sufragio universal y otras mejoras socio-laborales en el albor de la Revolución Industrial.

[5] Sobre la Milicia Nacional en este período también hemos escrito en Escaparate (Navidad, 2004): «Un aspecto desconocido de la Alcalá liberal: la extraña expedición a Gandul de Gutiérrez de Alba y sus milicianos». A este respecto las dudas sobre a qué fueron a Gandul me fueron aclaradas por Francisco José López al señalarme que por aquellas fechas el Marqués de Gandul era un importante miembro del carlismo, que en aquellas fechas volvió a levantar la bandera insurreccional en el norte de España.

[6] Véase mi artículo de Escaparate (Navidad 2006) «Pido la palabra. Los discursos parlamentarios del alcalde republicano Cabello de la Vega (1869-1872)» . Una de las últimas semblanzas de este importante personaje histórico alcalareño se la debemos a Javier Jiménez también en Escaparate (Feria 2012)

 
 
 

PEPE ORDÓÑEZ, EDITOR DE «ESCAPARATE». De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2005

 
 
 
Pepe

Pepe Ordóñez
[Foto: ODP Alcalá 2005]

 
 
 

José Antonio Mallado, Javier Jiménez Rodríguez, Vicente Romero Muñoz, Vicente Romero Gutiérrez, José Luis Pérez Moreno, Antonio García Mora, José Manuel Benítez Díaz, Joaquín González Moreno, Rafael Rodríguez González, Mª del Águila Boge, José Rubio Álvarez, Antonio Claret García Martínez, José Antonio Sánchez Araújo, Isabel Asensio, Javier Caraballo, Juan Pérez Mercader, Ignacio Díaz Pérez, Luis Caro, Francisco Mantecón Campos, Mónica Gata, Antonio Bulnes Al-guadaíra, Luis Romera, Pepe Recacha, Javier Hermida, Pablo Romero Gabella, Ramón Núñez Vaces, Marcos Fernández Gómez, Francisco López Pérez, Juan Portillo y muchos más son sujetos u objetos de textos que desde hace más de diez años aparecen editados en las páginas de papel satinado de Escaparate: historiadores, poetas, escritores, pintores, científicos, diletantes, humanistas, archiveros, periodistas, heterónimos, pseudónimos, políticos, ecologistas, cronistas, etc., alcalareños, o vinculados de alguna u otra manera con este pueblo derramado (o desparramado, desde hace unos años) entre estos cerros vetustos y, a veces, duros, donde la hermosura al menos de las ideas, los sueños y los deseos consigue hacerse visible en la revista que Pepe Ordóñez dirige, compone, distribuye y gestiona, moviéndose de aquí para allá como sea, o a pie o motorizado; aunque lo feo vaya dominando, a impulsos de recalificación urbanística y de enmiendas a las normas públicas, por encargo de los oligarcas de la promoción inmobiliaria, verdaderos titulares del poder en este inmenso poblado de la periferia sevillana, en que algunos han convertido lo que era una hermosa villa y que, tal vez, algún día sólo nos sea posible encontrarla en los contenidos de las escasas publicaciones alcalareñas que, como Escaparate, se proponen la titánica tarea de impedir el olvido.

   Pepe Ordóñez es una persona que sabe escuchar, que es la mejor manera de aprender; que sabe ver, que sabe esperar y nadie nunca le va a ganar en perseverancia y pugna por conseguir una foto, un texto, un nombre, para sus ediciones, sin subvención municipal, sin adulaciones, sin protocolos banales, con la enorme dignidad del autodidacta. Si se le pregunta quién fue la persona primera en su vida que le ayudó a entrar en los ámbitos del periodismo alcalareño responde sin dudarlo que su padre, José Ordóñez Romero, hijo de un alguacil conocido como El Manco, nacido en 1917, que sirvió como funcionario durante más de cuatro décadas en el departamento de Intervención del Ayuntamiento de Alcalá, transcriptor al Libro de Actas de los acuerdos municipales, por su bella caligrafía que, además, para poder mantener a cinco hijos se pluriempleó como representante de las máquinas de escribir de la Hispano-Olivetti, como agente de la casa de seguros Mutua General de Seguros, o como delegado de la firma de la mantequilla asturiana La Vaquita que le remitía por correo paquetes de mantequilla sin sal que llegaban a la callejuela del Carmen, ¡sin derretirse!, desde Oviedo. Pero, además, José Ordóñez Romero era corresponsal en Alcalá de los diarios ABC y El Correo de Andalucía, y de las emisoras La Voz del Guadalquivir y Radio Sevilla. Pepe Ordóñez no olvidará nunca a su padre trabajando en su casa con un bolígrafo largo de dos tintas, en rojo y azul, que le servía para distinguir los titulares del resto del artículo que, o bien mandaba por correo a los periódicos, o bien leía por teléfono a cobro revertido. También daba la crónica en directo telefónicamente para las radios. En su casa había una biblioteca con muchos libros sobre temas de Alcalá y sobre todo diccionarios y enciclopedias ilustradas. Él ayudaba a su padre cuando era niño si tenía que pasar alguna cosa a máquina o buscarle algún libro. El padre le hacía partícipe de todo; así, recuerda cuando lo llevó al hotel de Oromana a fines de los sesenta, con siete u ocho años, porque la selección española de fútbol estaba allí alojada y le presentó a todos los jugadores, que le estrechaban la mano a aquel pequeño ayudante de corresponsal, que aprovechaba para pedir autógrafos a los futbolistas y que, también, pudo conocer a un joven periodista deportivo llamado José María García, que se había desplazado a Sevilla para cubrir el partido España-Rusia y que se hospedaba con los deportistas en el hotel alcalareño.

   El padre muere en 1978 y la madre en 1985. Con 23 años, sin sus padres, recuerda que le costó trabajo, que sufrió, a la hora de tener que tomar decisiones sobre qué formas seguir, qué caminos, para ganarse la vida que fueran compatibles con lo que a él le tiraba con tanta fuerza: ser periodista; y aunque Pepe Ordóñez quería serlo, tuvo que trabajar en lo que caía, de camarero en bares, como en el café Roberto o en el bar del Instituto, el que llevaba María. Unos años antes, y en el contexto de los valores del movimiento católico obrero que regían en los Salesianos de entonces, se vinculó a una asociación pionera en la Alcalá de la transición más pura, que era conocida, sin el calificativo previo de asociación, como el CUPO (Cultura Popular), donde germinaron análisis de la realidad social y económica desde el punto de vista marxista y de la cultura, en general, de izquierdas. Recuerda Pepe Ordóñez aquella experiencia como su iniciación en la incipiente democracia española, escuchando mucho, repitamos sus palabras, que es la mejor manera de aprender, y trabando amistades, echándose amigos para toda la vida, porque el CUPO, aunque fuera el lugar por donde pasaron todos los partidos de la transición, para dar su programa mediático, fue para Pepe Ordóñez, sobre todo, el lugar donde conoció a José Luis García, el Cuqui; al Villa , Rafael Villa Fuentes; al Pato, Carlos Burgos Gil; a Juan Carlos Ortiz García Donas, a Francisco Pérez Moreno, antes conocido como el Quico y hoy como Paquito, a Paco García Cordero o a Javier Hermida. Pepe Ordóñez pertenece a una fértil y pública generación de alcalareños.

   A principios de los ochenta, con 17 o 18 años gestiona él solo su primer encargo para obtener la publicidad suficiente para una emisión de radio. Durante los años que siguen va a trabajar como publicista en los primeros canales de radio y televisión locales, y en Alcalá Semanal, periódico fundado en 1984. A fines de esta década se queda sin trabajo en Alcalá y aprovecha su cartera de clientes para ofertar publicidad en Sevilla a través de distintos medios como Los 40 principales, Cadena Dial o Antena 3.

   En 1990 sale el primer Escaparate, con cuatro páginas y todas de publicidad. No pasó demasiado tiempo para que empezara a introducir otras con textos ya vinculados a la Semana Santa, ya a la feria, o a la Navidad, cuando iban llegando esas fechas, con lo que aumentó su número. También añade una agenda cultural y una guía de teléfonos para que no fueran páginas de usar y tirar, para que se quedara unos días más en las casas. Los anunciantes le pedían más contenidos y, en un principio, era él mismo quien los redactaba. Hasta que llegó el momento de pensar en hacer una revista al estilo de las de feria de Alcalá, reanudando y combinando la labor de Fernando de los Ríos Guzmán y la de Curro Cariño, para lo que se documentó en números de las antiguas revistas de feria, sobre todo los de 1919 y 1923, y las de los años sesenta y setenta, añadiendo su propio estilo y dando nombre a secciones que se han convertido en fijas y que las toma, en realidad, de las tradicionales que se seguían en aquellas revistas. Desde el año 96 a este 2005 no ha faltado en Alcalá Escaparate, un auténtico fenómeno editorial, que Pepe Ordóñez nos ha servido en una contribución impagable a la memoria de nuestro pueblo.

 

[La voz de Alcalá, 1 al 14 de julio de 2005, año XIV, nº 180]