«UNE MANIFESTATION À LA PARISIENNE!»  INDIGNADOS (Y LIBERALES) ALCALAREÑOS EN 1855. Por Pablo Romero Gabella (2012)

 
 
 

La libertad guiando al pueblo
Eugène Delacroix
1798-1863

 
 
 

A mi padre , y a mi hija…
la memoria, a pesar de todo, persiste con el cariño.

 
 
 

«París se acostumbra, muy deprisa a todo –un motín no es más que sólo un motín– y París tiene tantos negocios que no se ocupa de cosa tan pequeña… sólo estos inmensos centros de población, pueden contener en su recinto a un mismo tiempo una guerra civil y una extraña tranquilidad»

Víctor Hugo, Los miserables, 4ª Parte, Libro IX, V (1862)

 
 
 

SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS

 

   Se podría decir que la Edad Contemporánea comenzó en la noche del 6 de octubre de 1789 con una multitud de mujeres de los suburbios de París. Éstas que en principio pedían pan para sus hijos,  pasaron  luego a «rescatar» a Luis XVI y María Antonieta  de su refugio real de Versalles  para llevarlos en volandas, en mitad de la noche, al parisino Palacio de las Tullerías. Con ellas llevaban la aceptación regia de los decretos de la Asamblea Nacional Constituyente que abolían el Antiguo Régimen y sus privilegios. Era el punto de partida de la revolución francesa y con ella del ciclo de revoluciones liberales del siglo XIX.

   Desde ese momento hasta nuestros días el derecho a manifestación (o de reunión) es considerado como una expresión de la ciudadanía que superaba la acción de los «rebeldes primitivos» de épocas preindustriales, en palabras del historiador Hobsbawm.  La multitud convertida en cuerpo político también participaría en el juego político mediante la combinación de los derechos de reunión y petición (tal como recogen los artículos 21 y 29 de nuestra vigente Constitución), un juego antes reservado en exclusiva a las élites. Sin embargo la frontera que separaba la manifestación social o política, de la huelga general, de la revolución o del simple motín fue difusa.  Volviendo al inicio de este artículo debemos decir que la aguerridas parisinas de 1789 también portaban picas coronadas y ensangrentadas con las cabezas de los guardias de corps de los reyes.

 
 
 

caricatura de la rev. 1868Caricatura de la revolución de 1868

 
 
 

LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL
(Y CONSTITUCIONAL)

 

   En el caso de España[1] el primer texto constitucional que reconocía expresamente este derecho fue la Constitución de 1869 (artículo 18) que inauguraba la primera experiencia democrática en nuestro solar patrio. Con anterioridad las autoridades, tanto absolutistas como liberales, se dedicaron a restringir o directamente reprimir cualquier intento de llevar a cabo dicho derecho. Ya en la Cédula Real de 15 de julio de 1805 se hablaba de «proceder contra los que causen bullicios o conmociones populares». Esta idea quedaría plasmada en el Código Penal de 1848 (al mismo tiempo que en París se desarrollaba la revolución liberal-democrática de febrero) y en su modificación de 1850. Con la llegada del Bienio Progresista (1854-1856) tras la «Revolución de julio» de 1854, comenzó el panorama a cambiar con la Real Orden de 19 de julio y el Real Decreto de 29 de agosto, ambas de 1854. Pero solo se referían al período electoral. En el intenso debate parlamentario que antecedió a la redacción de la Constitución «non nata» de 1856 se sentaron las bases constitucionales para el reconocimiento de los derechos de reunión y petición, hoy considerados fundamentales. Sobre todo vino de la mano de los diputados demócratas, tal como establecieron en su Manifiesto de 1849. Aunque finalmente no se llegaría  a incluir dicho derecho en el texto definitivo, el camino quedaba marcado en estos decisivos años.

  En otra ocasión[2] ya tuve la oportunidad de demostrar la importancia del Bienio Progresista en Alcalá para la conformación de los primeros partidos políticos «modernos» en nuestra localidad. Especialmente en el caso del partido progresista, luego demócrata y más tarde republicano federal, que liderado por el alcalde y luego diputado nacional Cabello de la Vega y la familia del escritor José María Gutiérrez de Alba gobernaría la primera Alcalá democrática durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874). A este respecto, estos años fueron decisivos porque, en palabras de la historiadora Carmen Burdiel fueron «una escuela de formación política para sectores muy extendidos de la población al presentar en la esfera política liberal, de forma abierta y masiva, el debate sobre la posibilidad de que la soberanía nacional, y la ruptura con el absolutismo, alcanzase efectivamente, y no sólo retóricamente, al trono» (Isabel II. Una biografía, Madrid, 2010, pág. 247).

 
 
 
carteles-FAFI-1

¡Viva la Constitución!

Cartel de Rafael Luna (1988)

 
 
 

AQUELLOS «HOMBRES DE PROGRESO» DEL 17-E

 

   Y fue en estos dos intensos años de debate político cuando tenemos constancia de la primera gran manifestación política en Alcalá. Gracias al desarrollo en los últimos años de las hemerotecas digitales podemos encontrar esta referencia en publicaciones nacionales como  El Clamor público, La Iberia y La España del 21 y el 23 de enero de 1855 respectivamente. Encontramos  la noticia con más detalle en La Iberia, publicación marcadamente progresista, en la sección «Provincias» que recogía lo publicado en El Porvenir [periódico liberal progresista sevillano] del 18 de enero de 1855. Por su interés lo publicamos íntegramente:

   «En la inmediata villa de Alcalá de Guadaira han ocurrido algunos sucesos…se nos ha asegurado que en la noche del martes [16 enero de 1855] hubo allí una especie de manifestación popular. Ayer [17 de enero] entraron en Sevilla cerca del medio día, un número considerable de vecinos de Alcalá, y formados como un batallón,  en la calle de Zaragoza, dirigiéndose después al gobierno civil [actual Casa de la Provincia en la plaza del Triunfo], cuyas inmediaciones ocuparon. Aquellos ciudadanos aparecían en actitud hostil, pues ninguno llevaba armas; la columna parecía más bien formada á imitación de las que en París y Lóndres [sic] ejercen de ese modo el derecho de petición. Ignoramos á la hora que escribimos, qué pedirían, ni si les sería concedido.»

   Si contrastamos esta información con las investigaciones en base a la documentación de archivo y de otras fuentes periodísticas podemos saber cuál era el motivo de la manifestación: los problemas que existían en esos momentos en la formación de un elemento fundamental de la España liberal: la Milicia Nacional.  Éste era uno de los puntales del ideario progresista que defendían los «hombres de progreso» alcalareños liderados por Cabello de la Vega. Tras la Revolución de 1854, que puso fin a diez años de dominio liberal-moderado marcados por la corrupción, se abría un periodo en que todo era posible, incluso el destronamiento de la reina. La Milicia Nacional, cuerpo cívico-militar local, se convertía en cada pueblo en el garante del orden liberal. Era además el embrión de nuevas formas de sociabilidad política (junto a los cafés, las sociedades patrióticas, las logias masónicas). En palabras de Pérez Galdós era «un organismo militar donde todas las clases sociales habían puesto en ella su magra y su tocino…sólo la Milicia era lo que debía ser»[3]. Quizás un poco idealizada, la Milicia intentaba acoger en su seno a la pujante pequeña y mediana burguesía junto a ciertos sectores populares, principalmente el artesanado. El caso de los jornaleros era un caso aparte porque aunque progresistas, aún pesaba en ellos el prurito burgués de la propiedad, aunque fuera pequeña.

   Volviendo al caso que nos ocupa, en la Alcalá postrevolucionaria el municipio aún seguía en manos del sector moderado que no puso mucho interés en formar una institución que veía claramente escorada hacia el progresismo. Habría que recordar que desde 1844 los sectores «de orden» contaban con un cuerpo policial profesionalizado y estatal que era la Guardia Civil. De esta forma solo se preocuparon de formar un escuadrón de caballería en diciembre de 1854 y no fue hasta diciembre, y bajo la presión de las autoridades provinciales de signo progresista, cuando se decidieron a conformar las compañías «plebeyas» de infantería. El 23 de diciembre se celebraron elecciones para jefes y oficiales por parte de los milicianos. Era éste el elemento más democrático de dicha institución ya que los milicianos eran los que por voto directo elegían a sus mandos. Sin embargo, estas primeras elecciones fueron llevadas a  cabo con un secretismo que provocó la queja de Antonio Rodríguez, síndico regidor, que en esas fechas envío una carta al alcalde moderado denunciando «no haberse dado al público de las operaciones efectuadas para la organización de la Milicia Nacional» con lo cual se conculcaba «una de las excelencias del sistema que afortunadamente nos rige: la publicidad de todos los actos de las corporaciones populares». Todo ello motivaría la movilización del progresismo alcalareño organizando primero una manifestación en el mismo pueblo y luego, tal como dice la noticia, yendo a Sevilla a pedir una organización más «democrática» del proceso.  Adviertan cómo el periódico incide en la organización militar del acto («formados como un batallón») sin que esto conllevara una actitud de masa armada y belicosa, sino todo lo contrario, ocupando los aledaños de un espacio de poder como era el Gobierno Civil. A esto se le une la comparación con lo que ocurría en París, la capital mundial  de todos los movimientos revolucionarios como el cercano de 1848, y en Londres, en una clara referencia al movimiento cartista[4], que aunque en esos momentos estaba en decadencia, partía de una aspiración que seguramente compartían los «indignados» alcalareños: la ampliación del sufragio y por ende de la participación popular en la política. Al parecer la presión surtió efecto y en febrero de 1855 se constituyeron las compañías de infantería[5]. Sin embargo, lo que ocurriría meses después, en la nochebuena de 1855 no fue tan pacífico.

 
 
 

Il Quarto Stato
Giuseppe Pellizza da Volpedo
1868-1907

 
 
 

ENTRE TIROS ANDABA EL JUEGO

 

   En dicha fecha tan señalada se llegaron a enfrentar a tiros las dos compañías de la Milicia que se formaron: la primera de significación conservadora y radicada en el barrio de Santiago y la segunda, progresista localizada en el barrio de San Sebastián. Aunque no hubo víctimas mortales, esto supuso la intervención del ejército , el procesamiento de significados liberales como el escritor Gutiérrez de Alba (condenado a prisión en Ceuta y que huyó a Madrid) y una nueva reorganización de la institución donde fueron depurados los elementos progresistas. La experiencia popular de la Milicia terminó aquí. Meses más tardes el nuevo gobierno «de orden» del general O`Donnel suprimiría definitivamente la Milicia. Prueba de esto fue lo publicado por el periódico rabiosamente reaccionario El Padre Cobos el 5 de enero de 1856: «El año 55 que sale con un motín en Barcelona y el año 56 entra con otro motín en Alcalá de Guadaíra. La era del progreso es un cuerpo de guardia. El año 56 viene á relevar al 55, y le ha dejado la consigna». No obstante la consigna marcada en el progresismo alcalareño no fue otra que profundizar su giro democrático y así vemos como las manifestaciones se convirtieron en un arma política para su heredero, el republicanismo (lease cómo daba cuenta La crónica de Menorca de 5 de julio de 1872 al referirse a una manifestación republicana en Alcalá que congregó a más de dos mil personas).

 
 
 

HOY COMO AYER

 

   No había ya vuelta atrás en el desarrollo del derecho de reunión, aunque no seguiría exento de problemas, de violencias y de demagogias.  Así en el acalorado debate sobre los límites de este derecho en las Cortes Constituyentes del 14 de marzo de 1870 el diputado republicano Soler (compañero de escaño de Cabello de la Vega[6]) expresó lo siguiente: «Esta es la verdad, señores; el pueblo sabe aplaudir cuando se le hace justicia, cuando se obra bien; censura cuando se obra mal…y cuando se le engaña, no es de extrañar que se indigne y alguno grite más de lo que vosotros queréis». A lo que el presidente del Gobierno, el general Prim, respondió «Yo bien sé que estas manifestaciones de la libertad son difíciles para un pueblo que no ha sido nunca libre hasta ahora. Paso por ellas, porque soy liberal, y en ningún modo me irritan…la libertad de mi país no se consolidará hasta que los partidos se acostumbren á practicar la libertad con decoro, con mesura, con dignidad, y siempre sin lastimar los derechos de los demás».

   Un debate que como puede comprobar el querido lector navideño del año 2012 sigue abierto y vigente. Y es que como dijo en el mencionado debate el Ministro de Gobernación, el demócrata de viejo cuño Nicolás María Rivero, «es condición de los pueblos libres no vivir sometidos á cierta monotonía de existencia, ni a cierta regularidad».

 
 
 

[1] Véase J.L. López González, El Derecho de reunión y manifestación en el ordenamiento constitucional español, Madrid, 1995.

[2] Pablo Romero Gabella, «La milicia nacional en Alcalá de Guadaíra durante el bienio progresista», Actas VI Jornadas de Historia de Alcalá de Guadaíra, 2000, pág. 115-126.

[3] B. Pérez Galdós, Siete de julio (Episodios Nacionales), capítulo IX (1876).

[4] Movimiento que nació partir de la famosa «Carta al Parlamento» presentada en 1839 y que pedía el sufragio universal y otras mejoras socio-laborales en el albor de la Revolución Industrial.

[5] Sobre la Milicia Nacional en este período también hemos escrito en Escaparate (Navidad, 2004): «Un aspecto desconocido de la Alcalá liberal: la extraña expedición a Gandul de Gutiérrez de Alba y sus milicianos». A este respecto las dudas sobre a qué fueron a Gandul me fueron aclaradas por Francisco José López al señalarme que por aquellas fechas el Marqués de Gandul era un importante miembro del carlismo, que en aquellas fechas volvió a levantar la bandera insurreccional en el norte de España.

[6] Véase mi artículo de Escaparate (Navidad 2006) «Pido la palabra. Los discursos parlamentarios del alcalde republicano Cabello de la Vega (1869-1872)» . Una de las últimas semblanzas de este importante personaje histórico alcalareño se la debemos a Javier Jiménez también en Escaparate (Feria 2012)

 
 
 

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