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LA «CASTA» YA VIENE DE GALDÓS. De la serie «RECORTES», Nº 106. Por Pablo Romero Gabella

 

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[Foto: LGV (Buenos Aires, 2006]

 

«Los políticos se constituirán en casta, dividiéndose hipócritas en dos bandos igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo; no crearán una Nación; no suavizarán el malestar de las clases proletarias. Fomentarán la artillería antes que las escuelas; las pompas regias antes de que la vías comerciales y los menesteres de la pequeña y grande industria. Y por último acabarán por poner la enseñanza, la riqueza, el poder civil, y hasta la independencia nacional, en manos de lo que llamáis vuestra Santa madre Iglesia. La casta es tal porque no representa los intereses de la mayoría, sino los intereses económicos de una minoría de privilegiados.  La brecha que separa a representantes y representados crece con cada caso en el que un privilegiado que exige sacrificios a los ciudadanos, es descubierto ganando dinero de forma ilegal o socialmente ilegítima.»

[Benito Pérez Galdós, Cánovas (Episodios Nacionales), Pamplona, 2008, pág. 382, 1ª edición en 1912/ Pablo Iglesias, Disputar la democracia. Política para tiempos de crisis, Madrid, 2014, págs. 155 y 157]

 

HISTORIA DE CATALUÑA. Juan Reglá (1917-1973) cita fragmentos de una carta de Galdós (1843-1920) a Narciso Oller (1846-1930)

 

cartel última corrida barcelona

Cartel de la última corrida de toros celebrada en Barcelona

2011

 

   «Hemos aludido ya a la actitud contraria de don Benito Pérez Galdós, quien, en carta a Oller (1886), no vacila en escribir:

   No puede Ud. figurarse el desconsuelo que siento al ver un novelista de sus dotes, realmente excepcionales, escribiendo en lengua distinta del español, que es, no lo dude Ud., la lengua de las lenguas… La admiración que siento por Ud. es bastante grande para hacerme desafiar las asperezas de una lengua cuyas bellezas no entiendo y cuya resurrección como lengua literaria no me explico… El castellano es la lengua de los dioses… El catalán, por lo poco que yo entiendo de él, no tiene construcción propia… La sintaxis, la construcción, son las nuestras. No difieren más que en las palabras, cuya tosquedad y dureza hiere el oído. Por eso es tan fácil la traducción. Es como arrancar un disfraz que sólo está sujeto con un hilo. Yo leo la prosa de Ud. y veo en ella un castellano, pero con palabras catalanas. Es como un hombre blanco, que se ha teñido de betún para ponerse negro y no lo es. Ud., amigo mío, escribe en español sin saberlo…

Y tratando de poner el dedo en la llaga, don Benito continúa sin ambages:

   Ustedes —esto es, los catalanes— son los hijos mimados de la nación… Separatistas nosotros, que vivimos sacrificados a las exigencias de una industria que no acaba de perfeccionarse… ¿Qué quiere decir protección más que la obligación en que estamos todos de comprar a Ustedes el producto de sus talleres? O yo soy tonto o protección y separatismo son términos antitéticos…

Galdós acaba aconsejando a Oller:

   Deje Ud. a los poetas que se las arreglen allá y véngase Ud. para acá.»

 

[Juan Reglá,

Historia de Cataluña.

Ed. Alianza Editorial, S.A.

Madrid, 1977.

Págs. 180 y 181]

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¿ESPAÑA CONTRA CATALUÑA?: EL MAL USO PÚBLICO DE LA HISTORIA. Por Pablo Romero Gabella

¡QUÉ MANADA! Por Parco Lacónico

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POLÉMICAS ANTITAURINAS. Los principios ético-religiosos y la lidia de toros bravos. Por Antonio García Mora

 

DE IMPUESTOS Y REYES: ALCALÁ DE GUADAÍRA Y EL EMPRÉSTITO FORZOSO DE 1865. Por Pablo Romero Gabella* 2012

A toda mi familia, y desde hace dos años aún más

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«Créalo don Mariano:

todos los gobiernos son peores

si no dan curso al dinero

para que corra de mano en mano.»

Benito Pérez Galdós, O´Donnell

(Episodios Nacionales, 4ª serie, 5)

Madrid, 1904

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«Hegel dice en alguna parte

que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal

aparecen dos veces.

Pero se olvidó de agregar:

una vez como tragedia y la otra como farsa».

Karl Marx,

El 18 brumario de Luis Bonaparte, 1869

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Isabel II
1830-1904
Federico Madrazo y Kuntz
1815-1894

…………Una velada en el teatro

Esta historia que les paso a relatar deberán ustedes decidir, queridos lectores, qué de tragedia o qué de farsa tiene respecto a nuestra actual circunstancia patria . Pero además de esto, nuestro relato contiene mucho déficit público, poco crédito, latrocinios reales, crisis de gobierno, algaradas en la Puerta del Sol, campañas mediáticas, muertes y también el enfoque micro: el alcalareño, por supuesto.

…………Comenzamos en el Teatro del Circo de Madrid el 30 de enero de 1865. Esa fecha, donde para muchos comenzó el español género de la revista, se estrenaba 1864 y 1865. Revista cómico-lírico-fantástica, obra del alcalareño D. José María Gutiérrez de Alba y con música de D. Emilio Arrieta.  En ella se glosaban los temas del momento en un tono sarcástico y cómico de la mano del viejo año 64 y de su jovencísimo hijo 65. En la Escena XI aparecen ante padre e hijo un grupo de hombres gordos y otro de flacos. Lo que sigue es una particular dialéctica castiza que comienzan los gordos: «nosotros somos/ los que benéficos/ salvando vamos/la situación./ Sin nuestra ayuda,/ sin nuestro crédito,/ no prosperará (nuestra nación).» A esto responden los flacos: «Nosotros somos/ los pobres cándidos./que seducidos/ por la ambición/ soltando, ilusos/ nuestro metálico,/con él perdimos/ nuestra ilusión.»

…………La obra se estrenaba, con éxito, cuando el país estaba inmerso  en la polémica provocada por la presentación en el Congreso de los Diputados , el 19 de enero, de un proyecto de empréstito forzoso de 600 millones de reales para los contribuyentes de más de 400 reales anuales. En la España del momento no se sabía muy bien quiénes eran los gordos o los flacos, si el Estado o los ciudadanos.

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…………La edad del pasteleo

Nuestra historia se enmarca dentro del período final del reinado de Isabel II (1844-1868), años marcados por la política del pasteleo entre los espadones  del partido moderado (Narváez) y la Unión Liberal (O`Donnell). Entre 1865 y 1868 triunfaba el liberalismo oligárquico (lo que dejaba fuera a gran parte de la población) y su política consistía en el «juego de regates cortos en torno a un poder cada vez más frágil… La contradanza que bailaron Narváez y O`Donnell  en torno a la reina fue un ejemplo mayor y más acabado de la miseria de aquel prolongado crepúsculo» (Isabel Burdiel, Isabel II. Una biografía, Madrid, 2010, p. 739). El año 1865 comenzaba con otro gobierno más del general moderado Narváez, que se formó el 16 de septiembre de 1864, y que intentaba aglutinar desesperadamente a las facciones del moderantismo, dando entrada en el Ministerio de la Gobernación  a González Bravo,  líder del sector duro y cercano a la Corte. La situación económica era alarmante ya que el ciclo de crecimiento comenzado en 1855 estaba en decadencia en gran medida debido al final de la burbuja ferroviaria inflada por el capital foráneo  y que tras diez años llegaba a su fin. Esto se demostró en 1864 con una serie de quiebras bancarias encabezadas por la francesa Sociedad General de Crédito. La contracción de la inversión extranjera trajo como consecuencia la desaceleración de la producción industrial y el retraimiento de los inversiones locales. Esto venía acompañado de un desbocado déficit público —¿les recuerda esto algo?— que no podía colocar sus títulos de deuda en los mercados europeos —¿cuál sería la prima de riesgo?—. El déficit se encontraba en torno al 30% (¡!), y esto era debido a razones tanto coyunturales como estructurales. Respecto a las primeras nos referimos al endeudamiento que se produjo durante el Gobierno Largo de O`Donnell (1859-1863) debido a las aventuras coloniales en Marruecos, México, Santo Domingo y la Conchinchina. En cuanto a las primeras nos encontramos con que la Hacienda pública adolecía del grave problema del escaso poder recaudatorio o, lo que es lo mismo, el elevado fraude fiscal existente. En 1845 los moderados intentaron organizar el sistema fiscal de la mano del ministro Alejandro Mon. Así, además de crear el Presupuesto del Gobierno que debía ser aprobado por las Cortes, unificaba el intricado catálogo de impuestos en dos grandes bloques: los directos (territorial o agrario, industrial y sobre las hipotecas) y los indirectos, siendo estos los que más afectaban a las clases populares, especialmente los odiados consumos que grababan los productos de primera necesidad. En el periodo de 1865-1869 el déficit público (diferencia ingresos-gastos) era de 155 millones. Del apartado de ingresos el 74% procedían de los impuestos indirectos, es decir, las fortunas más modestas o bajas eran las que sostenían en gran medida al Estado —¿les suena?—. Y en ese contexto llegó la propuesta del ministro de Hacienda, el marqués de Barzanallana, de obligar a todo contribuyente de más de 400 reales anuales a prestar dinero al Estado. Las consecuencias no fueron ni mucho menos las esperadas, al contrario, gran parte de la opinión pública, y no solo la oposición progresista y demócrata , se levantó contra tal medida y los periódicos comenzaron a recibir cartas de protesta de sus lectores.

Ramón María Narváez
1800-1868
Vicente López Portaña
1772-1850

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…………Carta de unos desconocidos

Una de esas cartas fue la que publicó el periódico madrileño La Libertad el 5 de febrero. La firmaban «vecinos y contribuyentes de Alcalá de Guadaíra» que «honrándose con el nombre de españoles (…) si vieran en el sacrificio que se les exige un remoto bienestar de ella, con gusto sacrificarían cuanto poseen por conseguirlo». ¿Quiénes eran? No aparece ningún nombre, pero la pista la ofrece el periódico al cual escriben, ya que se autotitulaba como «periódico moderado». Era una de las cabeceras a las que la oposición demócrata-progresista denominaba como «subvencionados», porque eran progubernamentales. No obstante los periódicos de aquella época no eran tan sectarios como podríamos pensar en nuestros días, ya que este periódico aunque moderado, se oponía a la orientación dura del Gobierno Narváez, y especialmente de González Bravo, convertido en el hombre fuerte del momento. Es tanto así que en su editorial del 1 de febrero decía que el problema del empréstito era «una cuestión de humanidad». Por tanto, podemos pensar que nuestros alcalareños podrían encuadrarse dentro del moderantismo. Sobre este grupo socio-político apenas sabemos algo en Alcalá, no más de los nombres de sus figuras más destacadas como Fernando Lasso de la Vega (proveniente de Sevilla y líder del moderantismo a mitad de siglo) o Isidoro Díaz y Cos (alcalde liberal-conservador al final del reinado de Isabel II y  durante la Restauración). Queda mucho por estudiar, si lo comparamos con el sector progresista-demócrata de Cabello de la Vega y de los Gutiérrez de Alba. Pero podemos establecer que las diferencias entre progresistas y moderados no parecían tan evidentes en el plano de lo social, ya que se nutrían de la mediana y pequeña burguesía donde los  panaderos tenía un importante papel debido a su éxito en el mercado sevillano (en 1864 los asilos municipales para mendigos utilizan en exclusiva el pan alcalareño).  En la carta de nuestros desconocidos alcalareños encontramos un especial interés por la industria, más que por el campo. Sobre el campo señalaban que los males se centraban en «la escasez de las cosechas anteriores y lo costoso de las  labores a causa de la falta de brazos» y que por tanto «tienen a la clase labradora por demás esquilmada».  El punto de vista sobre los problemas del campo vienen desde una óptica de propietarios (clase labradora), señalando uno de los tópicos del momento por parte de los propietarios: la falta de mano de obra campesina. Sin embargo señalan que la que sería arruinada con esta medida sería la industria. Y parten de una idea: el subdesarrollo de la industria en España. Así decían que «como en la mayor parte de las provincias de España, la industria se ejerce en tan pequeña escala que el capital en ella invertido equivale al tanto o cuanto más al duplo de la contribución que en un año se satisface». Por tanto concluyen que «tan pequeño capital, claro es que no da garantía al prestamista para exigir sobre él cantidad alguna, ventaja que reporta por de pronto el dueño de la propiedad inmueble». Y a continuación pasan a hacer un ejercicio contable muy burgués: «Éste, sin embargo, cuando la encuentra tiene que abonar el 15 y el 20 por 100, que unido a los gastos de la fianza y los demás indispensables al negocio, no baja del 25». Si los gastos para satisfacer al Gobierno son del 25%, y la deuda pública supone un interés para el contribuyente del 6% —y si tiene el valor de «luchar en las oficinas encargadas de abonarles»— se infiere que «resultar debe un perjuicio del 19 por 100 a los que pidan  y encuentren prestado para prestar al gobierno (…) nada diremos de aquéllos que no importando su capital el tanto que se les exige, tienen que entregarlo en el espacio de siete meses, sin encontrar quien les preste un céntimo». A resultas, para prestar al gobierno había que pedir prestado, y eso quien pudiera. Gutiérrez de Alba no encontraba mejor metáfora de la situación económica del país en su sátira que la de los gordos y los flacos.

…………Para los contribuyentes alcalareños, esta medida, más que beneficiar al Estado supondría que «daríamos uno, dos y más pasos hacia su completa y quizás próxima ruina». Y terminaban diciendo que «medios tiene el gobierno de S.M. con que hacer desaparecer la apurada situación en que el Tesoro se encuentra, sin privar al país de los veneros de su riqueza.  La Cámara los conoce, como los conoce el gobierno por ello». En este razonamiento, tan familiar hoy a nuestros oídos,  no sabemos a qué medios aludían para acabar con el déficit aunque creemos que algún papel pudiera corresponder a la Corona.

Emilio Castelar y Ripoll
1832-1899
Joaquín Sorolla y Bastida
1863-1923

.…………Monarquía rasgada

Junto a la exposición de nuestros alcalareños salieron a la luz de las imprentas muchísimas más, uniendo a sectores críticos del moderantismo con progresistas y demócratas, donde estacaba la afilada prosa de su líder Castelar desde su tribuna en La Democracia, y que lograron al final tumbar el proyecto y hacer caer el 20 de febrero al ministro de Hacienda (que curiosamente, o no, volvería a hacerlo en el último gobierno de Isabel II). Sin embargo, el Gobierno de Narváez intentó una salida al fracaso de su política con un golpe de efecto, que diríamos hoy mediático. El mismo día que dimitía el ministro de Hacienda, presentaba un proyecto de Enajenación del Patrimonio Real para así aliviar el problema del déficit. El Presidente del  Gobierno diría con entusiasmo que la Reina había tenía un «rasgo de la inagotable munificencia» real y exclamaba «¡Cuán feliz es la nación que tiene una Reina, tan grande, tan generosa, tan patriótica!». No obstante la reacción no se hizo esperar, cinco días después, el 25 de febrero, Castelar publicó en La Democracia uno de los más famosos artículos de la historia de nuestro país, titulado «El rasgo», donde se ponía en solfa la pretendida generosidad regia ya que de las ventas de los bienes reales el 75% pasaría al Estado y el 25% a la reina. Castelar defendía que no era tal la generosidad, sino un verdadero latrocinio de las arcas del Estado ya que la reina convertiría en bienes personales el 25% de los bienes públicos. Este artículo provocó tal conmoción, que las consecuencias no se hicieron esperar. La oposición cargó las tintas contra la supuesta generosidad de la Reina ya que además de no enajenar sus joyas ni los principales palacios (propiedad privada de los reyes) hacía un buen negocio. Era por así decirlo una gran desamortizadora en su propio beneficio, tal como Teresita, la cortesana,  protagonista del Episodio Nacional de Galdós que cubría esa etapa. El Gobierno pidió que Castelar fuera expulsado de su puesto como profesor de Historia en la Universidad de Madrid.  Esto provocaría la caída del rector y las iras del alumnado que organizaría manifestaciones y actos de desagravio ante las autoridades. A esto respondería el Ministro de Gobernación, González Bravo, con lo siguiente ante el pleno del Congreso:  «Si se acude al terreno de la fuerza se opondrá la fuerza, al hierro se opondrá el hierro ¡y desgraciado del que caiga!». Y así las cosas, en la noche del 10 de abril de 1865, la célebre noche de San Daniel, la manifestación de estudiantes en la Puerta del Sol terminaría en algarada, y con ella los disparos de las fuerzas del orden que ocasionaron 9 muertes. Cientos de estudiantes acabaron detenidos. Tan maltrecho quedo el gobierno que el 21 de junio dimitió y pasó, como no podía ser de otro modo, a manos de O`Donnell. Se cerraba en falso un problema que a la larga acarrearía el final de la Monarquía, ya azotada en años anteriores por los escándalos de corrupción y nepotismo de la reina madre María Cristina de Borbón y su segundo marido, el Duque de Riánsares. Como bien dice la principal biógrafa de Isabel II, Isabel Burdiel, estos hechos sirvieron para «enturbiar más la imagen de la reina escandalosa, lasciva y reaccionaria».

…………En Alcalá al finalizar el año de 1865, se conformaría el Comité del Partido Demócrata, presidido por Cabello de la Vega. Los antes monárquicos-progresistas ahora pasaban a conformar  la opción democrática y republicana que a partir de la Revolución de 1868 y hasta 1873 gobernaría Alcalá de Guadaíra. A buen seguro, los acontecimientos que hemos narrado habrían jugado un papel destacado en este cambio.

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(*) Pablo Romero Gabella es profesor de Historia

del Instituto de Enseñanza Secundaria Vía Verde

de Puerto Serrano (Cádiz)