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«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 
El Nueva York (2) (2000)

Café Nueva York

Budapest

[Foto: LGV 2000]

 

Hemos visto la dualidad entre los personajes protagonistas, en lo referente a dicotomía geográfica de la narración nos encontramos entre la rural y atrasada Transilvania y la moderna Budapest (que ya tenía metro desde 1896). El autor nos describe con todo lujo de detalles la naturaleza de su región natal, que es también la de sus criaturas de ficción. Con detalle se nos describe una región de una naturaleza bella pero a la vez cruel, sobre todo en las zonas montañosas de los Cárpatos (los neveros) donde transcurre una parte importante de la novela. Una región donde una minoría de latifundistas húngaros dominan a una población mayoritariamente rumana y a la que trata con un paternalismo cuasifeudal, cosa que no es de extrañar en el agro de la Europa central y oriental, donde la desaparición legal de la servidumbre no fue nunca total. En la relación de la aristocracia con los campesinos y el resto de la población que no era noble se basaba el orden de ese viejo mundo que desaparecería décadas más tarde.

   En una conversación entre ambos primos, al final de la novela, Bálint le reprocha a Lazslo que abandonase su tierra y que desertara de su función en la vida: mantener lo heredado, mantener el honor de la familia cuidando de sus posesiones, de sus sirvientes y campesinos. El honor es otro gran tema de la novela. El honor entendido como una cualidad que debía ser así percibida por sus iguales y que era un bien preciado que todo caballero debía preservar ante la mínima ofensa. El honor, por tanto, era una representación virtuosa, no una virtud en sí misma. Quien no era capaz de defender el honor era repudiado por la comunidad aristocrática. Esto obligaba ante cualquier ofensa la solución del duelo entre caballeros, y que pusiera a cada cual en su sitio. En la novela aparecen dos duelos, uno consumado y otro no y que tendrán como protagonistas a Bálint y Lazslo. En cuanto a las mujeres, el honor se convierte en honra y su pérdida conllevaba a su vez la pérdida del honor del marido, hermano o padre. Esta concepción del honor no era exclusiva de los nobles húngaros, sino que era compartida por toda la buena sociedad en Europa y América y que era el lenguaje común de aquel mundo de ayer.

   En el imaginario de la nobleza húngara, éstos se veían como los guardianes de un orden eterno que mediaba a través de los siglos entre el pueblo y el poder (ya fuera austríaco, turco o ruso). Tenían la obligación de velar por el bienestar físico y moral de sus dependientes, que eran tratados como niños pequeños, incapaces de autogobernarse sin la presencia de un tutor. Ésta es la idea político-ideológica medular de la novela y la que da sentido a la vida de nuestros protagonistas, familias, amigos y amantes, que parecen vivir una fiesta sin fin.

   De tal forma que los vemos pasar innumerables fiestas, bailes, cotillones, carnavales, carreras hípicas y sobre todo, partidas de caza que se reparten por todo el año y que, según nos cuenta el autor, hacía que el Parlamento de Budapest fijara sus reuniones atendiendo al calendario de estos eventos sociales. Es allí, en Budapest donde se desarrollará la otra parte de la novela. Pero dejaremos la capital para la última entrega de estos días contados.

 
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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

 

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

 

El Castillo de Buda

Budapest

[Foto: LGV 2004]

 

Bálint y Lazslo, los dos primos protagonistas, responden a la dualidad que podríamos titular como conde rico, conde pobre. El primero es huérfano de padre, un respetado noble de añeja estirpe, e hijo único de una madre consagrada a la continuación del linaje y de las grandes propiedades del difunto conde. Bien educado y cosmopolita (trasunto del autor) vuelve a sus tierras (y a su madre) tras recorrer varias cortes europeas como diplomático. Además será elegido como diputado al Parlamento húngaro por un burgo podrido de su condado. Joven, atlético, culto y respetado; ése es Bálint.

   Al contrario, Lazslo no tiene nada excepto un hiperbólico orgullo y  el título que heredó de un padre suicida tras la huida de la madre con un músico. A cargo de diversos tutores de la familia el joven Laszlo se siente marginado, ya que la sociedad aristocrática lo admite por compasión y porque es un excelente violonchelista que anima las fiestas de alcurnia. Su deseo de ser un gran músico es producto del deseo de demostrar su valía ante un mundo que lo acoge como el cachorro débil de la camada.

   Sin embargo, a ambos personajes les unirá algo: las amadas y las amantes, que les harán tambalear sus vidas. Bálint buscará el amor imposible de su infancia: Adrienne Miloth, ya casada con un déspota que la maltrata y degrada sexualmente. Convertida en un ser infeliz le repugna toda relación sensual entre un hombre y una mujer. Contra esto se rebelará Bálint, sumido entre el deseo y el idealismo que desprende su amada y que le hará sufrir una serie de aventuras y sobre todo, desventuras que culminarán en el paisaje imposible (en palabras del autor) de la Venecia de Thomas Mann.

   Laszlo, el conde pobre, verá truncada su carrera como músico en Budapest por otro amor imposible: el de su prima Klara.  Su condición social le supondrá el rechazo de la familia de su amada. Esto le conducirá a un abismo de alcohol, fiestas (será el primer bailarín de los bailes de la nobleza de Budapest) y sobre todo de ludopatía, que le llevará a su total ruina económica y moral.

   En lo que respecta a sus amantes, Dionora y Fanny, compartirán  el papel de mujeres aburridas de sus matrimonios con hombres mayores que ellas y que buscarán los placeres de una juventud que están perdiendo en los brazos de sus jóvenes amantes.

   Pero como dijimos en la anterior entrega, la novela está construida en base a dicotomías no solo en lo que se refiere a los personajes, sino también en los espacios geográficos, que Banffy magistralmente retrata. Pero de ello daremos cuenta en el próximo episodio de Noticias de un imperio.

 

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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

 

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

 
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Hotel Gellért

[Foto: LGV Budapest, 2003]

 

Cuando Hitler asentaba su nuevo régimen nazi en Alemania, y en Hungría su imitadores de la Cruz Flechada crecían, el Conde de Losoncz, Miklos Banffy, comenzaba una titánica gesta literaria: rescatar un mundo perdido, el mismo mundo de ayer de Zweig (del cual ya hablaremos en esta serie).

   Entre 1934 y 1940 Banffy escribiría su Trilogía transilvana, que constaba de Los días contados (1934), Las almas perdidas (1937) y El reino dividido (1940). Banffy era el representante perfecto de ese mundo que terminó con la Primera Guerra Mundial. Aristócrata, político, diplomático (llegaría a ser Ministro de Asuntos Exteriores de Hungría durante el Tratado de Trianón de 1920), dramaturgo, pintor, diletante artístico y cosmopolita…todo ello contenía la vida y obra de Banffy.

   Ya alejado de la política y retirado en sus posesiones de Transilvania (integrada en Rumanía tras la Paz de París) se dedicaría, además de fomentar la cultura húngara en dicha región, a fomentar el mundo que vivió de joven: la Hungría del Imperio del mítico Francisco José. Para ello, en su primera novela (Los días contados) que transcurre entre 1904 y 1905, organiza la historia de forma binaria. Así, sus protagonistas son dos: el conde Balint Abady y su primo,  también conde, Lazslo Gyerffy. En cuanto a los escenarios se reparten entre la Transilvania de la que proceden todos los personajes y la capital Budapest.

   La trama gira en torno a esos dos personajes principales, pero también tienen una importancia básica la pléyade de aristócratas transilvanos, la mayoría relacionados por lazos familiares debido a la gran endogamia de esta nobleza húngara fronteriza. Una aristocracia que se nos parece mucho  a esa otra decadente y rural que tan bien retrató Margaret Mitchell en Lo que el viento se llevó publicada dos años después de la novela que aquí reseñamos.

   En lo que respecta a la presentación de los personajes ambas obras son bastantes similares; así se nos aparece una plebe de primos, primas, tíos, tías, sobrinos y demás genealogía endogámica que nos llega, por momentos, a confundir,

   También podemos ver en esta obra (para muchos de estirpe «gatopardesca», cosa con la que no coincido) elementos propios de otra gran novela norteamericana de las llamadas «de época»: La edad de la inocencia de Edith Wharton, publicada en 1920. La descripción de la alta sociedad neoyorkina del último cuarto del siglo XIX tiene muchos puntos en común con la sociedad aristocrática húngara: sus códigos morales, del honor, de la decencia y la indecencia, amén de la rigurosa etiqueta y de las abundantes reuniones sociales que daban sentido a ese mundo. Un ejemplo lo tenemos en el personaje de la tía Sarmasághy, hacedora de chismes, matrimonios, divorcios y a la que se respetaba como a una matriarca ajada.

   En la próxima entrega hablaremos de los dos protagonistas: el conde rico y el conde pobre.

 

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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 

EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

 

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Concierto de Año Nuevo en Viena

 

La literatura sobre el fin del Imperio austro-húngaro no solo es un campo fértil para nostálgicos del mundo de ayer, para fans postmortem de Sisi Emperatriz o para intelectualoides que buscan algo que les dé elegancia; es además de todo eso un mundo en sí mismo, un mundo de eterna decadencia que ha dado grandes joyas literarias, tales como La marcha de Radetzky o la Cripta de los Capuchinos, ambas de Joseph Roth, sino también obras menores pero no por ello despreciables.  En nuestra comienzo de «Noticias de un Imperio» comenzaremos con la novela El Estandarte, del austríaco Alexander Lernet-Holenia. Publicada en 1934 alcanzaría una cierta popularidad, que en el caso de España le llevaría a formar parte de la Colección Reno de Plaza & Janés junto a títulos tan dispares como Kapput de Curzio Malaparte. Aunque todos compartían el mismo futuro de amarillear de hojas y de cuartear de pastas, esas mismas donde en las portadas se imitaban los grandes carteles que anunciaban en los cines las películas de las décadas de los 50,60 y 70.

   Esta novela «pulp» imperial tiene algo que nos sigue (y me refiero sobre todo a los que militamos en la Cofradía de la Cripta de los Capuchinos) atrayendo. Es de celebrar en estos tiempos que fuera reeditado en España en 2013 por Libros del Asteroide.

   El tema no es otro que la nostalgia del fin de un mundo que daba sentido a toda una pléyade de tipos que no encajarían en la Europa de entreguerras o que mal encajarían en un mundo que se preparaba para una guerra que ya sería la suya. El protagonista es el capitán Menis, un verdadero «yonki» del Imperio, un enganchado a los trajes de gala, los valses y polkas hasta el amanecer y los impertinentes para la ópera. Pero no todo era superficialidad, también estaba el honor, el cumplimiento a la palabra dada al Emperador y a la bandera.

   El ex oficial de caballería Menis, que vive en la placidez burguesa de la Viena de los años 20, se considera un muerto viviente, un «zombi» austro-húngaro, porque piensa que debiera haber muerto en el cruce del río Danubio en el Belgrado de noviembre de 1918. Aún así,  compadecido por los excombatientes que malviven como mendigos en las «strasse» de Viena, recuerda que él creyó salvar el honor del Imperio, o al menos, salvar una parte de su honor: el estandarte imperial de su regimiento.

   La novela transcurre en los últimos días de la 1ª Guerra Mundial y como tal en los últimos días del Imperio. El oficial Menis recuerda cómo, sirviendo en Belgrado, es testigo y a la vez protagonista de la sublevación de sus soldados polacos que se niegan a seguir luchando bajo las banderas del Imperio y de cómo los oficiales austríacos intentan hacerlos entrar en razón utilizando las ametralladoras. Tras la masacre, la derrota, el desastre; la huida de Menis con el estandarte, escondido en su guerrera, acompañado por una extensa «troupe» (incluida su amada) es una «road movie» por las nuevas repúblicas que nacieron del despojo habsbúrgico.

   Después de pasar variopintas aventuras (incluido en ellas el elemento sobrenatural) nuestro héroe llega a una Viena sumida en la indiferencia y en una pseudo-revolución republicana que era lo que quedaba cuando todo lo demás había desaparecido.

   En mi opinión, las mejores escenas transcurren en el fantasmagórico palacio imperial de Viena, donde un remedo de emperador, el joven Carlos I, se dispone a abandonar para siempre el Imperio, dejando huérfanos a sus servidores palaciegos que deambulan como espectros por las regias estancias. El último Habsburgo imperial acabará siendo un perjuro, deshonrando a los que habían muerto defendiendo su «Kakania»: el emperador…no tenía derecho…a anular el juramento que los muertos habían prestado.

   El Imperio seguiría viviendo en los muertos, un imposible necrófilo que magistralmente Claudio Magris calificó como el mito habsbúrgico y que millones de personas celebran todos los primeros de enero al sentarse ante sus televisores para ver el Concierto de Año Nuevo desde Viena.

 
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«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

 

OTELO, ¿EL MORISCO? Por Pablo Romero Gabella

 
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Perfumeros

[Foto: LGV Arcila, Marruecos 2007]

 

Existe una fina línea que no todo el mundo ve y que une realidad con ficción. A ese nexo llamamos arte, en este caso unimos historia y literatura. Y lo que aquí expongo es lo siguiente: ¿y si el personaje de Otelo fuera de origen español? ¿Otelo un morisco, un español?

   Empecemos por responder a una primera pregunta: ¿Qué era ser un morisco? Por moriscos se conocían a los musulmanes que se convirtieron al catolicismo, o más bien fueron convertidos, en la España de los siglos XVI-XVII. Todo comenzó en Granada en 1492 tras su conquista por los Reyes Católicos. Aunque en las Capitulaciones firmadas  entre el último rey nazarí Boabdil y sus católicas majestades, a finales de 1491, se establecía que tras las conquista de Granada se respetarían las propiedades y religión islámicas, en 1501 se obligó legalmente a ser cristianizados los musulmanes que habitaran el Reino de Castilla. En 1526 lo serían los de la Corona de Aragón. Los que quedaron, dedicados principalmente a la agricultura, sufrieron una presión constante de las autoridades (sobre todo de la Inquisición) que derivó en una manifiesta discriminación, impidiéndoles, por ejemplo, ejercer profesiones ni tener cargos en el ejército ni en la administración. A la acción del poder se unieron la de sus mismos convecinos cristianos como dejó constancia Cervantes en El coloquio de los perros. Todo ello provocaría la sangrienta sublevación de las Alpujarras granadinas en 1568. Esta rebelión morisca degeneró en una guerra feroz donde se mató sin compasión a hombres, mujeres y niños. Felipe II pensaba que los moriscos eran la quinta columna de su principal enemigo: el imperio turco otomano, que había aprovechado el conflicto de las Alpujarras para conquistar la isla de Chipre, a pesar de que fueron derrotados en Lepanto en 1570. Un año después la guerra de las Alpujarras también terminó con la victoria cristiana.

   No obstante, el problema continuó ya que la convivencia entre cristianos viejos y moriscos estaba rota; el rechazo, la incomprensión y la exclusión aumentaron. A los moriscos ya no se les consideraba ni españoles ni cristianos, más bien traidores al servicio del Gran Turco. A aquellos españoles se «les heló el corazón», tal como lo diría siglos más tarde el poeta Antonio Machado. Muchos moriscos eligieron el exilio, la mayoría al Norte de África y otros al imperio turco. Miles de personas cruzaron el Mediterráneo de oeste a este, justamente al contrario de lo que hoy ocurre. Este proceso de exclusión culminaría, como en 1492 ocurrió con los judíos, con su definitiva expulsión por real orden de Felipe III en 1609. Salieron de España unos 300.000 moriscos (representaban el 4% de la población española) con destino principal al  mundo musulmán, aunque otros se decidieron por el sur de Francia, la costa del Livorno italiano, Venecia e Inglaterra.

   Es interesante destacar que las relaciones entre el mundo musulmán y la Inglaterra isabelina (la época de Shakespeare) fueron más intensas de lo que podríamos pensar. Por ejemplo, se firmaron importantes acuerdos comerciales entre la «Reina virgen» y el rey de Marruecos, e incluso, su embajador en Londres, Ahmad al-Mansur, llegó a proponer a la reina Isabel, en 1600, el proyecto de una alianza militar contra el enemigo común: España. Dicho plan consistía en arrebatar a España sus colonias americanas y recuperar Al-Andalus para el Islam. Sin embargo todo quedó en el aire y al poco tiempo Isabel I decretó la expulsión (anticipándose 8 años a Felipe III) de los «negars and black-mores», muchos de los cuales eran moriscos que llegaron de España buscando asilo en la anglicana Inglaterra. Como en España, se les consideraba una minoría étnico-religiosa cuanto menos incómoda, cuanto más peligrosa e indeseable para sus propósitos de forjar una monarquía fuerte basada en la unidad religiosa. Esta política sería reafirmada por su sucesor Jacobo I (o Yago) cuando firmó el Tratado de Londres con España en 1604.

   Lo morisco fascinaba y a la vez repelía a los ingleses de la época de Shakespeare. Fue en ese contexto, entre 1602 y 1604, cuando el «bardo de Avon» escribiría su obra Otelo. Utilizó como inspiración un relato del escritor italiano del siglo XVI, y discípulo de Bocaccio, de nombre Giraldo Cinthio. Dicho relato se titulaba Il capitano Moro o Il Moro de Venecia.

   Pero en opinión de algunos especialistas (*), Shakespeare también se dejó influir por la corriente de simpatía y admiración que existía entre la clase culta inglesa sobre la obra de un morisco español. La historia lo conoce como León el Africano (su nombre originario era Hassan Ben Muhammad).  A dicho personaje histórico dedicó una magnífica novela histórica, de título homónimo, el escritor libanés Amin Maaluf en 1986. La familia de John Leo Africanus (así era conocido en Inglaterra) era originaria de Granada y se exilió en tiempos los Reyes Católicos en el Norte de África. Al poco tiempo nuestro protagonista fue hecho prisionero, en 1517, por unos corsarios cristianos. Llevado a Roma, acabo siendo el protegido del Papa León X. En la corte papal escribió varias obras de diversas temáticas (destacando la de viajes) que le hicieron famoso en toda la Europa culta. A la muerte de su protector huyó de nuevo al Norte de África donde se convertiría de nuevo al Islam. Su obra fue ampliamente conocida en los círculos literarios que frecuentaba Shakespeare junto a John Webster o Ben Johnson. Todos ellos eran conocedores de la obra de León el Africano a través de las traducciones de John Pory. Todo lo expuesto ha llevado a decir a algún especialista que fue este personaje morisco quién fue la inspiración principal para que Shakespeare construyera su Otelo. Sin embargo, advertimos diferencias. Uno es un intelectual (León) otro es un guerrero (Otelo). Pero ambos les unía ser hombres de frontera, que era en aquel tiempo ese Mediterráneo que magníficamente historió Fernand Braudel en su obra capital El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe (México, 1953). También compartían ser servidores de altas instancias de poder (Roma y Venecia) y a la vez, a pesar de sus valías, fueron rechazados por el mero hecho de ser moriscos. ¿Se inspiró Shakespeare en nuestro morisco granadino para su inmortal Otelo? No lo sabemos a ciencia cierta, pero en absoluto parece descabellado  que estas palabras puestas por Maaluf en boca de su León el Africano pudiera haberlas dicho otro moro, el Moro de Venecia:

«Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de seda y a veces de las injurias de la lana, del oro, de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios.

   »Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano.»

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(*) Jesús López Peláez, «Othello y los moriscos: hacia una nueva lectura de Othello de William Shakespeare», XIV Congreso Internacional de Estudios Moriscos, Túnez, 20-23 mayo de 2009 (consultable en internet).

 

MARX RELOADED. De la serie «RECORTES», Nº 114. Por Pablo Romero Gabella

 
Paranavaí 2005 12 LGV

Serie: Miradas de paranavayenses

(Foto: LGV Brasil 2005)

 

«Nos hemos quedado estancados en un modelo cultural generado  a mediados del siglo XIX. Todavía el marxismo sigue dominando el discurso cultural, lo cual resulta extraordinario si pensamos que casi nadie se declara abiertamente marxista. Pero esa forma sórdida y prosaica, puramente mental y utilitaria de ver la vida, parece ejercer una extraña atracción negativa en muchos de nosotros. En un momento de la historia se construyó una Gran Descripción de las Cosas (que la emoción es irracional, que el romanticismo es reaccionario, que le mundo interior es una fantasía, que sólo existen el cerebro y la economía, que el ser humano es una bestia, que la belleza es fascista, etcétera) que por estúpida y arbitraria que sea se ha quedado enquistada en una visión oficial del mundo que nadie se atreve a cuestionar, en parte por miedo y en parte por simple desidia. La izquierda era moralidad. Para mí, Marx representa una narrativa liberadora emancipadora. Cree en el individuo lo quiere liberar del capitalismo.  En los años treinta del pasado siglo la izquierda abandonó para siempre el concepto de libertad para abrazar el de igualdad. Marx odiaba que el individuo sólo será sí mismo cuando el capitalismo sea vencido. Mientras tanto, los que no necesitan la cultura para nada, es decir, los banqueros y la grandes fortunas, se van apoderando poco a poco del mundo.»

[Andrés Ibañez, «Yoga nidra», ABC Cultural, 26 diciembre de 2015, pág. 2/ Yanis Varoufakis, entrevistado por Xavi Sancho en Icon, nº 23, enero de 2016, pág. 79]

 

PETROGRADO-CARACAS, ENERO 1918-2015. De la serie «RECORTES», Nº 113. Por Pablo Romero Gabella

 

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Gafas

Xopi

2008

 

«El próximo lunes, 4 de enero de 2015, iniciará sus funciones el inédito Parlamento Comunal, un organismo que el oficialismo ha rescatado de la chistera de las leyes comunales que Hugo Chávez hizo aprobar en 2010. El Gobierno de Maduro no ha escondido su intención de utilizar este Parlamento paralelo conformado en su totalidad por representantes de comunas chavistas— como contrapeso a la asamblea burguesa, así como de destinarle recursos y competencias. En estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal. El socialismo era un ideal del futuro, afirmó Lenin. Cuando los diputados de la Asamblea Constituyente se reunieron en enero de 1918, el Gobierno Obrero y Campesino estaba firmemente establecido en Petrogrado, y era improbable que abdicara a favor de un cuerpo que representaba los confusos sentimientos de las áreas rurales dos meses antes. La asamblea escuchó mucha oratoria poco concluyente. Avanzada la noche se levantó la sesión; y el Gobierno impidió por la fuerza que volviera a reanudarse. Este fue un momento decisivo. La revolución había dado la espalda a las convenciones de la democracia burguesa. Hegel dice en algún parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.»

[Ewald Scharfenberg, «La oposición de Venezuela desafía el intento de golpe encubierto de Maduro», El País, 2 de enero de 2016, pág. 3 / Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Madrid, 2003, pág. 13, publicado por primera vez en 1852/E.H. Carr, La Revolución Rusa. De Lenin a Stalin, 1917-1929, Madrid, 1988, págs. 18-19, traducción de Ludolfo Paramio, 1ª edición inglesa en 1979]

 

EL VIEJO LEÓN LITERARIO. De la serie «RECORTES», Nº 112. Por Pablo Romero Gabella

 

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Diógenes buscando hombres honestos

Johann Heinrich Wilhelm Tischbein

1751-1829

 

«Mauricio Wisenthal, escritor nacido en Barcelona en 1943 y que hasta no hace mucho era un misterio. Vive en un piso de alquiler en la parte alta de Barcelona, un museo de su vida. Portero de sí mismo, escribe junto a la puerta de la casa, en una butaca que fue de su madre, rodeado de libros. Su obra es la de un nostálgico de la gran cultura occidental, de lo sagrado. De él se ha dicho que es un adalid de la vida inútil que no busca la rentabilidad contante y sonante, sino espiritual, y que la compasión es su forma de estar en el mundo.

   —Yo he vivido una época en la que la palabra popular tenía infinita más fuerza que la palabra aristocracia, porque se malentendía la aristocracia como un mundo de cuatro señores más o menos privilegiados que no hacían nada en la vida, no sembraban nada y no producían nada. Pero lo que yo buscaba en ese mundo era el aristos, la idea griega de la educación, de la aristea, el combate individual, por el que tenemos la epopeya griega La Iliada. Es algo que se está perdiendo en la literatura donde los autores, llevados por las ventas y por la política comercial de los grandes entretenimientos. A veces me pregunto qué recursos tenemos hoy quienes creemos que los valores libres, en ideales y en proyectos humanistas para responder a las tormentas de terrorismo o fanatismo que nos amenazan y que serán cada día más frecuentes en las próximas décadas.»

[Entrevista de Alfonso Armada a Mauricio Wiesenthal en ABC Cultural, 26 diciembre de 2015, pág. 6/ Mauricio Wiesenthal, El viejo León. Tolstoi, un retrato literario, Barcelona, 2010, pág. 160-161]

 

RETRO-FICCIÓN. De la serie «RECORTES», Nº 111. Por Pablo Romero Gabella

 
Oedipus in Egypt *oil on canvas *60,3 x 93,4 cm *signed b.r.: J.L. GEROME *1886

Napoleón ante la Esfinge

Jean-Léon Gérôme

(1867-1868)

 

«El estreno global de la última entrega (primera de la trilogía anunciada por Disney) de La guerra de las galaxias, la mayor y más rentable franquicia de la ciencia-ficción desde la Epopeya de Gilgamesh (III Milenio antes de Cristo). Sabedor de este hecho, el señor Gilgamesh expuso la cuestión ante los ancianos de su ciudad y les solicitó su consejo:

   —No nos sometamos la casa de Kish. Me sorprende cómo la ciencia-ficción actual tiende a ser muy inquietante y especulativa desde el punto de vista formal, pero acompañada de una narrativa muy retrógrada. ¡Ataquémosla con la armas!»

[Manuel Rodríguez Rivero, «Algunas propuestas para evadirnos», Babelia (El País), 26 de diciembre de 2015, pág. 15 /Extracto adaptado de Gilgamesh y el Agga de Kish en Federico Lara Peinado, Leyendas de la Antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantáticos, Madrid, 2002, pág. 147/Marina Núñez, artista, en entrevista de Javier Díaz-Guardiola en ABC Cultural, 26 de diciembre de 2015, pág. 25]

 

PÍO, HÉROE CONTRADICTORIO. De la serie «RECORTES», Nº 110. Por Pablo Romero Gabella

 

luna baja y trágame 7

Luna, baja y trágame 

(Ilustraciones para un libro de Tomás Valladolid Bueno)

Rafael Luna

2009

 

«¿Por qué se le sigue leyendo en una época en la que los lectores desfallecen? Porque lo ponen de lectura obligatoria en colegios o lo ponían, y por algo más. Por el lector adulto, que, en sus horas por fuerza solitarias, en el tiempo de la remembranza, que fue el de Baroja, se recuerda en el joven que buscaba refugio en la lectura y que por un momento se sintió Martín Zalacaín o Andrés Hurtado acogotado por el medio, buscando una salida, una puerta de escape: los rebeldes barojianos que crecían más en la imaginación de sus lectores que en las páginas que su generación concita. En los humano, como en toda la naturaleza, el individuo es lo único. Sólo lo individual existe en el campo de la vida  en el campo del espíritu. Lo individual no puede en absoluto entrar de lleno en un encasillado, y menos si este encasillado ha tenido por norma un principio ético. Las ideas de lo bueno, de lo lógico, de lo justo, de lo consecuente, son demasiado genéricas para representarse completas en la naturaleza. El individuo no es lógico, ni bueno, ni justo. Todo lo individual se presenta siempre mixto, con absurdos de perspectivas  y contradicciones pintorescas, contradicciones y absurdos que nos chocan, porque intentamos someter a los individuos a principios que no son los suyos. Baroja y sus rebeldías, Baroja anticomunista, antidemócrata, antirrepublicano confeso antes de la Guerra Civil, durante la guerra y después de ésta. Hombre de otro tiempo, del antiguo régimen, digamos. Inclasificable. Se nos escapa entre sus páginas, ahí creemos atraparlo y nos acaba enseñando nuestros propios fondillos.»

[Pío BarojaCésar o nada, Madrid, 2006, pág 7-8, 1ª edición 1910 / Miguel Sánchez-Ostiz, «Baroja no era barojiano», ABC Cultural, 7 de noviembre de 2015]