Posts categorized “«MITOS E HISTORIAS» POR JOSÉ MANUEL COLUBI FALCÓ”.

EL AMO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

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Demarato, rey de Esparta

(desde el 515 hasta el 491 a.C.)

 

Ha habido batallas cuyos efectos perduran hoy y, por más que sean muchos los siglos transcurridos, siguen siendo recordadas por la trascendencia que han tenido. Es el caso de Maratón (490 a.C.), Termópilas, Salamina, Platea (480 y 479 a.C.), todas libradas frente al persa, sin las cuales la sociedad occidental no estaría presidida por los ideales de Libertad, Derecho, Justicia, Igualdad. Es lo que resalta Heródoto en su Historia VII, 101-104:

         En un diálogo entre el persa Jerjes y el griego Demarato, aquél, que prepara la conquista de Grecia, pregunta a éste si los griegos osarán hacer frente a su numerosísimo ejército; el desterrado demanda si debe contestar con verdad o con halagos, y atendiendo al ruego del rey, describe el carácter y conducta del pueblo heleno: aunque la pobreza ha sido siempre compañera de la Hélade, una excelencia cultivada con sabiduría y leyes firmes hace libres a sus pueblos de la penuria y del despotismo, y de ahí que elogie a aquellas gentes, si bien en su relato hará referencia sólo a los lacedemonios. Éstos —dice— no aceptarán sus condiciones, porque traen la esclavitud a Grecia y se enfrentarán a él en la batalla, sin importarles sin son mil, si más o menos. El persa se ríe de lo que considera una tontería: ¿cómo podrían mil, diez mil o cincuenta mil hacer frente a una hueste tan numerosa como la suya, siendo, además, libres por igual, no bajo el mando de uno sólo que pudiera inspirarles temor y forzarles a luchar aun a latigazos? Pues aunque los lacedemonios fueran cinco mil, los persas —dice— suman más de mil por cada uno. Es más, en su guardia personal hay hombres capaces de enfrentarse a tres griegos a la vez. La respuesta que Demarato da a un Jerjes incapaz de entender la libertad es premonitoria: «¡Oh rey!, desde el principio sabía que si hablaba con veracidad, no diría cosas agradables para ti; mas como me obligaste a decir las palabras más veraces, referí lo concerniente a los espartiatas… Los lacedemonios a nadie son inferiores en combates singulares, pero juntos en formación son los mejores de los hombres todos. Porque, aun siendo libres, no son libres del todo: sobre ellos hay un amo, la Ley, al que temen mucho más que los tuyos a ti, y hacen lo que les manda, y les manda siempre lo mismo: no les permite huir de la batalla ante ninguna multitud, sino permanecer en el puesto hasta vencer o morir». Y así sucedió en las batallas mencionadas.

 

PROMETEO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

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Prometeo

José de Ribera

1591-1652

 

En todas las mitologías hallamos siempre personajes paralelos —lo mismo cabe decir de los escenarios y de los acontecimientos que en ellas se narran—, unos seres míticos cuyas funciones son esencialmente idénticas y se ejercen en cada una de aquéllas por ser básicas para el conjunto. Así, las figuras del benefactor y de su opuesto, la del artesano, también aquélla —la mujer— que es causa de los males que aquejan al hombre, la del justo —a veces en su papel de juez en el Más Allá—, la del custodio de las puertas del mundo infernal…

         Entre los griegos, el personaje benefactor del género humano es un titán, Prometeo (el que piensa primero), hermano de Epimeteo (el torpe que acoge feliz a la causante de las desgracias humanas, Pandora) y de Atlas, que sostiene sobre sus hombros la bóveda celeste (recuérdese la voz atlas). A él debemos el adjetivo prometeico, indicativo de amor al hombre, y de él se dice que es el hacedor de los hombres, cuyas figuras modela en barro, y su instructor en el trabajo de la madera, del ladrillo, de los tiros de carros y arados, de la navegación; que tiene el don de la profecía, de ahí que indique a Heracles (el Hércules romano) cómo conseguir las manzanas de oro de las Hespérides, y a su hijo Decaulión cómo salvarse del gran diluvio.

         En la Edad de Oro, hombres y dioses conviven en perfecta armonía, nadie conoce la fatiga, el hambre, la enfermedad, la vejez; mas cuando unos y otros intentan cerrar esa amistad mediante un sacrificio, Prometeo, el maestro de ceremonias, sacrifica un buey, con sus carnes y huesos hace dos montones —uno, el de éstos, bajo un vistoso disfraz— y da la elección a Zeus, quien no duda en elegir el último, dejando el otro para los humanos. El dios, encolerizado, niega el fuego, universal artífice, a los hombres, y lo guarda en los cielos, pero el Titán roba unas chispas del Sol y las entrega a éstos a escondidas en una férula. Por ello Prometeo sufre un terrible castigo: encadenado en el Cáucaso por toda la eternidad, un águila devora su hígado, que se regenera de noche. Mas la llegada de Heracles pone fin al tormento: el héroe mata al ave con su flecha y libera al titán, mientras Zeus asiente a la gesta de su hijo.

         El barro, el paraíso, Pandora, la caída y el castigo, el diluvio…

 

BÓSFORO. Por José Manuel Colubi Falcó


EL BÓSFORO 04032007 LGV

 El Bósforo

Foto: LGV 2007

 

En latín, Bosphorus, del griego Bósporos, es el canal de Constantinopla, que marca límite marino entre Europa y Asia y une el mar Negro —Ponto Euxino en la antigüedad— y el mar de Mármara, la Propóntide, en la ruta de comunicación de aquél con el Mediterráneo por el ayer Helesponto y hoy estrecho de los Dardanelos. El estudiante se familiarizaba con él mediante el puntero, durante su último año de permanencia en la escuela, antes de iniciar los estudios de Bachillerato (el de siete cursos, anterior al B.U.P.). Algunos incluso tenían la suerte de enterarse del porqué de su nombre: Bósforo o Bósporo, Paso de la Vaca, de «bos», res bovina, y «póros», poro, paso. ¿Qué vaca, pues, pasó por él y le dio nombre? Una, de estirpe real, llamada Ío.

 

         Ío, naturalmente, no era una vaca; de la realeza de Argos, capital de la griega Argólide, su padre fue un dios-río, Ínaco, y ella ejercía de sacerdotisa de la diosa Hera, la Juno romana, en su ciudad natal. Mas como sucedía a menudo, Zeus, el Júpiter romano, dios voluble y caprichoso, se enamoró un día de tan bien parecida muchacha y, según cuenta el mito, cuando ésta se hallaba sumida en profundo sueño, recibió la orden de dirigirse a las riberas del lago de Lerna y entregarse allí al abrazo amoroso del padre de hombres y dioses. La joven, turbada, dio noticia del sueño a su padre y, consultados por éste los oráculos de Delfos y Dodona, obedeció. Zeus la hizo suya en una de sus múltiples aventuras, envuelta en espesa nube y transformada luego en blanca ternera, a fin de que Hera no se percatase de lo sucedido. En vano, la diosa, siempre imperativa y vigilante de su esposo, celosa y suspicaz, baja a la tierra, disipa la niebla y descubre a Ío en su nueva forma; sin fiarse de los juramentos —perjurios— del marido, se la pide en don y, dueña ya de su rival —una más—, la pone bajo la custodia de Argo, perro de cien ojos, de los que tiene siempre cincuenta en vela, para impedir nuevas coyundas. También en vano: Hermes acude en ayuda de Zeus y, habiendo sumido a Argo en profundo sueño, le corta la cabeza. Es el comienzo del peregrinar de Ío: Hera envía un tábano que la atormenta con sus picaduras, y la ternera, enloquecida, recorre Grecia, cruza el estrecho al que da nombre y, errante por Asia Menor, llega por fin a Egipto, donde pare un hijo de Zeus, recupera su forma original y recibe culto divino bajo un nuevo nombre: Isis.

 

GEOMETRÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

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Newton

Eduardo Paolozzi

1924-2005

 

«Geometría significa medición de la tierra», nos decían cuando, con muy pocos años, iniciábamos su estudio. Y no había lugar más apropiado que comprobar la certeza de esta definición en las huertas levantinas, que tan a mano teníamos, constituidas por pequeñas parcelas que dibujaban infinidad de figuras geométricas, regulares e irregulares. Después insistían en el valor formativo del estudio de esta disciplina matemática que nos enseña a razonar por el simple método del encadenamiento de ideas, y en su importancia práctica para todo tipo de mediciones (longitudes, áreas, volúmenes). A continuación, sus pioneros: a Tales y Pitágoras (y sus teoremas) sucedían Platón —que grabó en la fachada de su casa esta frase: «No entre en mi casa nadie que no sepa Geometría»—, Euclides, profesor de Matemáticas en Alejandría y autor de los célebres Elementos —quien, como un impertinente le preguntara para qué servían sus demostraciones, sin inmutarse rogó que le dieran unas monedas y se fuera, pues no buscaba el saber, sino otras cosas—, Arquímedes y otros.

 

        Como ciencia pura y especulativa la Geometría es obra del espíritu griego. Mas ¿a qué obedeció su invención? Heródoto (II, 109) ve razones prácticas (canales, producción agrícola y fiscalidad) en su nacimiento y dice:

 

         «El rey [Sesostris] parceló el país por esta razón: cuantos egipcios no tenían sus ciudades junto al río, sino en el interior, ésos, siempre que se retiraba el río, como carecían de aguas utilizaban esas bebidas, bastante saladas, que sacaban de los pozos. Por estas causas, pues, fue parcelado Egipto. Y también contaban [los sacerdotes] que el citado rey repartió el país entre los egipcios, dando a cada uno como suerte un tetrágono igual, y que a partir de ahí fijó los ingresos, pues ordenó que pagara un tributo anualmente. Mas si el río se llevaba parte del lote, éste, habiéndose presentado al mismo [rey], le explicaba lo sucedido y el rey enviaba personas que inspeccionaran y midieran (es decir, geómetras) cuán inferior en extensión había devenido la tierra, a fin de que en el futuro pagara según la proporción de la contribución establecida. Y me parece que, inventada desde entonces la Geometría, llegó a la Hélade…».

 

ALFABETO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

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Estrellas de palo

Pictograma de Marina Rodríguez Arcos

(madera sobre papel)

 

Mucho hablamos y escribimos los humanos acerca de los grandes inventos y de su repercusión en la vida: rueda, máquina de vapor, ferrocarril, automóvil, avión, informática… En nuestras listas siempre hay olvidados, sí, pero uno lo es siempre: el alfabeto. ¿Acaso fue intrascendente su invención? ¿Cabe imaginar una sociedad sin un sistema de escritura? ¿Qué decir del progreso científico sin el alfabeto?

            Siglos, y no pocos, antes de que los griegos llegaran al Mediterráneo, egipcios y babilonios ya tenían su escritura: jeroglífica, pictográfica, ideográfica… El pictograma o ideograma representa un objeto (un pez, por ejemplo) o idea, mas este sistema, fácil en apariencia, exige un número infinito de signos que sólo pocos, muy pocos, llegan a conocer; el resto, analfabetos (sic). Y casi lo mismo hay que decir de los silabarios (cada signo, una sílaba), aunque éstos están ya muy cerca del alfabeto.

            Así hasta que los griegos, clientes de los fenicios, les toman en préstamo, hacia 875 a. C., quizás en Rodas, su escritura. Es un hecho que el alfabeto (nombre formado sobre las dos primeras letras, alfa y beta) procede de un alfabeto (según la primera, ‘aleph) fenicio: lo atestiguan la tradición (Herodoto llamaba letras fenicias a las griegas), la forma, el nombre (alfa, de ‘aleph; beta, de bêth, etc.) y el orden de las letras y la dirección de la escritura (primero de derecha a izquierda, como en las inscripciones semitas; luego fu boustrophedón, como gira el buey cuando ara: de derecha a izquierda, de izquierda a derecha y así sucesivamente; y, por último, de izquierda a derecha). Por otra parte, como no había en el alefato signos para las vocales, los griegos recurrieron a algunos de ellos para representarlas, con lo cual pasaron a la escritura de sonidos simples, alfabética. Y no contentos con esto, legaron a Occidente su hallazgo; a mediados del siglo VIII a. C., lo llevaron a Cumas, al N. de Nápoles, desde donde pasó a los etruscos y, luego, a los romanos, quienes nos lo transmitieron con alguna modificación.

          ¡Con sólo veinticuatro signos los griegos eran capaces de representar todos los objetos, todos los conceptos, ideas, etc.; del pasado, del presente y del futuro y transmitirlos! ¡Signos al alcance de todos! Mas… ¿ha desaparecido el analfabetismo? No, por desgracia, pero no por culpa del alfabeto.

 

PRODIGIOS DE LA CRUCIFIXIÓN Y RESURRECCIÓN. Por José Manuel Colubi Falcó

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La resurrección

Miguel Ángel Buonarotti

1475-1564

 

En los «Evangelios apócrifos» (B.A.C. nº 148), entre los de la pasión y resurrección aparece la «Anaphora» o relación que Pilato hace a César Augusto acerca de Jesús; en ella, un Pilato presa del miedo y del temblor refiere los milagros de Aquél y los prodigios que se produjeron desde su crucifixión y resurrección; he aquí algunos de los últimos:

    «Al tiempo en que fue crucificado la tiniebla se posó sobre toda la tierra habitada, habiéndose obscurecido el sol a mediodía y manifestado las estrellas, en las que no aparecía resplandor; la luna, como si sangrara, abandonó su luz y el mundo de los subterráneos fue absorbido, y lo que llamaban santuario del templo no fue posible verlo a los mismos judíos a la caída de éstos y se vio una abertura en la tierra por el eco de los truenos.

    »En medio de tal pánico fueron vistos unos muertos resucitados, como los mismos judíos atestiguaron, y dijeron ser Abraham, Isaac, Jacob, los doce patriarcas, Moisés y Job, los protomuertos… y muchísimos más, a quienes también yo pude ver aparecidos en cuerpo; entonaban un canto de lamento por los judíos, por el delito cometido, por su perdición y por la de su ley.

    »Duró el miedo del seísmo desde la hora sexta de la parasceve hasta la nona. Y cuando llegó la tarde del primer día de los sábados prodújose un eco desde el cielo de suerte tal, que el cielo fue siete veces más portador de luz que todos los días, y a la tercia hora de la noche se vio al sol tan brillante como nunca jamás brilló, alegrando todo el firmamento. Y al igual que en invierno los relámpagos llegan repentinamente, así aparecieron unos varones excelsos por su vestidura y sobresalientes por su gloria… cuya voz se oía igual que la de un trueno enorme: “El crucificado, Jesús, resucitó; levantaos del Hades los que sois esclavos en los subterráneos del mundo de los muertos.”

    »Y era la abertura de la tierra como si no hubiese fondo, sino que era tal que se veían los mismos fundamentos de la tierra, entre quienes gritaban en los cielos y paseaban en cuerpo en medio de los muertos resucitados. Y el que resucitó a todos los muertos y ató al Hades decía: “Decid a mis discípulos: Él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis.”»

CORRESPONDENCIA DE AGBARO Y JESÚS. Por José Manuel Colubi Falcó

La incredulidad de Santo Tomás Caravaggio (1602)

La incredulidad de santo Tomás

Caravaggio

1571-1610

Entre los apócrifos editados en el nº 148 de la B.A.C. se cuentan sendas cartas de Agbaro Ucama (el Negro) —enfermo, quizás, de lepra negra—, toparca (jefe del lugar, gobernador, rey) de Edesa, y Jesús, que se cruzaron ambos mediante el correo de Ananías. Vertidas del siríaco al griego y transmitidas por Eusebio de Cesarea (Historia eclesiástica 1, 13, 6-10, publicada en B.A.C. 350 y 351), las hemos traducido así:

            «Agbaro Ucama, toparca, a Jesús, el buen salvador aparecido en el lugar de Jerusalén, salud:

            »Han llegado a mis oídos nuevas acerca de ti y de tus curaciones, que dicen que suceden gracias a ti sin fármacos ni plantas. Pues es fama que haces que los ciegos recuperen la vista, que los cojos paseen, que purificas a los leprosos, que expulsas espíritus impuros y demonios, que curas a los que sufren tormento en larga enfermedad y despiertas a los muertos.

            »Habiendo oído todas estas nuevas, puse en mi mente una de dos: o que tú eres Dios, que habiendo bajado del cielo realizas estos portentos, o que eres hijo de Dios porque tales cosas haces.

            »Pues bien, habiéndote escrito por esta razón, te rogué que te tomaras la molestia de venir junto a mí y curaras el mal que tengo. Pues, además, he oído que los judíos murmuran contra ti y quieren hacerte daño. Mi ciudad es muy pequeña, sí, y digna, la cual basta para ambos.»

             Y Jesús responde:

             «Venturoso eres porque has creído en mí sin haberme visto. Pues de mí está escrito que los que me hayan visto no creerán en mí para que los que no me hayan visto crean ellos y tengan vida.

            »Respecto de lo que me escribiste, que fuera junto a ti, necesario es que yo cumpla aquí todo aquello por lo que fui enviado y que después de haberlo cumplido me recoja de nuevo junto al que me envió.

             »Cuando me haya recogido, te enviaré a uno de mis discípulos, para que cure tu mal y dé vida a ti y a los que contigo están.»

            Eusebio (I, 13, 11-21) refiere el cumplimiento de la promesa.

INJURIAS A JESÚS. Por José Manuel Colubi Falcó

 

 

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Ecce Homo

 Antonio Ciseri

 1821-1891

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En el Evangelio de Pedro, uno de los apócrifos de la pasión y resurrección (cf. B.A.C. nº 148), se cuentan los ultrajes inferidos a Jesús en el proceso de su pasión y muerte (1-14). El texto, en griego, que traduzco, dice:

            «1. De los judíos nadie se lavó las manos, ni Herodes ni ninguno de sus jueces. Y como no quisieron lavárselas, Pilato se levantó. 2. Y entonces el basileo (rey) Herodes ordena que el Señor sea apresado, diciéndoles: “Cuanto os he mandado que le hagáis, hacédselo.”

             »3. Hallábase allí José, el amigo de Pilato y del Señor, y sabedor de que iban a crucificarlo, llegóse a Pilato y le pidió el cuerpo del Señor para su sepultura. 4. Y Pilato, habiendo enviado una embajada a Herodes, le pidió su cuerpo.

             »5. Y Herodes dijo: “Hermano Pilato, aunque nadie lo hubiera pedido, nosotros lo hubiésemos sepultado, pues ya el sábado habría empezado a alumbrar y en la ley está escrito: “No se ponga el sol sobre un ejecutado.” Y lo entregó al pueblo un día antes de los Ázimos, la fiesta de ellos.

             »6. Y ellos, habiendo tomado al Señor, lo empujaban al tiempo que corrían, y decían: “Arrastremos al hijo de Dios, puesto que tenemos poder para ello.” 7. Y lo vistieron de púrpura y lo sentaron sobre la cátedra de los juicios diciendo: “Juzga justamente, basileo de Israel.” 8. Y uno de ellos, que había traído una corona de acanto, la puso sobre la cabeza del Señor. 9. Y otros, de pie, le escupían en los ojos, unos le golpeaban las mejillas, otros lo herían con una caña, algunos lo azotaban diciendo: “Honremos con este honor al hijo de Dios.”

             »10. Y trajeron dos malhechores, y crucificaron en medio de ellos al Señor. Él guardaba silencio, como si no tuviera ningún dolor. 11. Y cuando hubieron enderezado el madero, sobre él escribieron: “Éste es el basileo de Israel.”

            »12. Y, habiendo puesto los vestidos delante de él, los dividieron y los echaron a suertes.

             »13. Uno de aquellos malhechores los increpó diciendo: “Nosotros, por las maldades que hicimos, así estamos sufriendo. Pero éste, que ha llegado a ser el salvador de los humanos, ¿qué injusticia os ha hecho?”

            »14. E indignados por ello, ordenaron que no se le rompieran las piernas, para que muriera atormentado.»

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CristoanteHerodes(MaestrodeSijena)

Cristo ante Herodes

Maestro de Sigena entre 1510-1521

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PAUSANIAS, ¿UN GUÍA TURÍSTICO? Por José Manuel Colubi Falcó

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(Hacia 550-488 a. C.)

Pausanias (s. II d. C.), viajero y curioso voraz que recorrió gran parte de los países del Mediterráneo, nos ha legado la Periégesis [o Descripción] de Grecia, donde describe con detalle aquellos lugares —santuarios, ciudades, pueblos…— cargados de historia. No pocas gracias le dan hombres de ciencia… y turistas. Claro, junto a datos fidedignos no falta la fantasía, presente siempre en las tradiciones. Del escenario de la batalla de Maratón dice:

            «Hay también un monumento para todos los atenienses a cuantos aconteció morir en batallas navales y de a pie, salvo para los que lucharon en Maratón, pues éstos tienen sus tumbas en esa tierra por su varonil valentía… Hay un demo, Maratón, que dista igual de la ciudad de los atenienses que de Caristo de Eubea; en este lugar del Ática estuvieron los bárbaros y fueron vencidos en batalla y perdieron, cuando se hacían a la mar, algunas naves. Hay una tumba de los atenienses en la llanura, y sobre ella unas estelas con los nombres de los muertos, de cada uno según tribus, y otra para los plateos de los beocios, y los esclavos, pues entonces por vez primera pelearon esclavos. Y hay un monumento de un varón en particular, de Milcíades [el general vencedor] el hijo de Cimón… Allí es posible, durante toda la noche, percibir los relinchos de los caballos y el fragor de los combatientes. A nadie le convino trasladarse a propósito para contemplarlo con claridad, pero cuando eso le ha sucedido a quien lo ignora o de otro modo, la ira de los démones no es posible… Sucedió, según dicen, que en la batalla estuvo presente un varón de aspecto y equipo rústicos, quien, después de haber matado a numerosos bárbaros con un arado, desapareció; y que cuando los atenienses consultaron, el dios no les hizo saber ninguna otra cosa, sino que les ordenó que honraran al héroe Equetleo [de la esteva]… Cuentan los atenienses que sepultaron a los medos porque es totalmente pío ocultar en la tierra el cadáver de un hombre, pero yo no pude hallar tumba ninguna. No fue posible ver ni túmulo ni otra señal, sino que, habiéndolos llevado a un foso, los arrojaron según la suerte… Hay en Maratón una laguna en su mayor parte pantanosa, y en ésa, por ignorancia de los caminos, caen los bárbaros fugitivos; dicen que la matanza les sobrevino por ello. Más allá de la laguna están los pesebres de los caballos de Artafernes y señales de la tienda en las piedras…»

LOS TRABAJOS DE HÉRCULES: LA HIDRA DE LERNA. Por José Manuel Colubi Falcó

 

Heracles y la hidra de Lerna Zurbarán

Hércules lucha contra la hidra de Lerna

Francisco de Zurbarán

1598-1664

 

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Es ésta la segunda prueba, áthlon, que Euristeo impone a su pariente Heracles, nuestro Hércules, en el particular via crucis que éste ha de recorrer en expiación de su crimen. Los relatos que del mismo ofrecen los autores clásicos —así, entre otros, Eurípides, Diodoro Sículo, Ovidio, Pausanias, Higinio, Quinto de Esmirna— difieren a veces entre sí, incluso en aspectos que podrían ser considerados importantes, y de hecho lo son. Pero como en la mitología no hay dogmas, no se les puede negar validez. El más conocido, el de Apolodoro, cuya versión (Biblioteca II v, 1-12) seguimos aquí, relata así ese segundo áthlon, prueba o trabajo de nuestro héroe. El texto, que, como siempre, traduzco, dice:

    «Como segundo trabajo [Euristeo] le mandó matar a la hidra de Lerna. Ésta, criada en el pantano, salía a la llanura y aniquilaba los rebaños y la tierra. Tenía la hidra un cuerpo muy grande, con nueve cabezas, ocho mortales, la de en medio, inmortal. Pues bien, habiendo subido a un carro, cuyo auriga era Yolao, presentóse en Lerna, detuvo los caballos y, descubierta la hidra en un collado, junto a las fuentes de Amimone, donde se hallaba su guarida, lanzándole dardos encendidos la obligó a salir, y una vez que ella hubo salido, intentó dominarla por la fuerza. Pero ella se resistía enroscada en uno de sus pies, pues, aunque él cortaba las cabezas con la maza, nada podía conseguir porque de una cabeza que era cortada rebrotaban dos. Además, un cangrejo de enorme tamaño auxiliaba a la hidra mordiendo el pie de Heracles. Por esa razón lo mató y también él llamó en su auxilio a Yolao, quien, habiendo prendido fuego a un bosque cercano, con las teas quemaba las raíces de las cabezas que trataban de resurgir, cortó la que era inmortal y la enterró y sobre ella puso una pesada piedra, cabe el camino que a través de Lerna conduce hasta Eleunte. Además, cortó el cuerpo de la hidra y con la bilis de ésta mojó sus flechas [para envenenarlas].

    »Pero Euristeo dijo que este trabajo no debía ser contado, dado que él no había vencido a la hidra en solitario, sino con el concurso de Yolao.»