EL AMO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

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Demarato, rey de Esparta

(desde el 515 hasta el 491 a.C.)

 

Ha habido batallas cuyos efectos perduran hoy y, por más que sean muchos los siglos transcurridos, siguen siendo recordadas por la trascendencia que han tenido. Es el caso de Maratón (490 a.C.), Termópilas, Salamina, Platea (480 y 479 a.C.), todas libradas frente al persa, sin las cuales la sociedad occidental no estaría presidida por los ideales de Libertad, Derecho, Justicia, Igualdad. Es lo que resalta Heródoto en su Historia VII, 101-104:

         En un diálogo entre el persa Jerjes y el griego Demarato, aquél, que prepara la conquista de Grecia, pregunta a éste si los griegos osarán hacer frente a su numerosísimo ejército; el desterrado demanda si debe contestar con verdad o con halagos, y atendiendo al ruego del rey, describe el carácter y conducta del pueblo heleno: aunque la pobreza ha sido siempre compañera de la Hélade, una excelencia cultivada con sabiduría y leyes firmes hace libres a sus pueblos de la penuria y del despotismo, y de ahí que elogie a aquellas gentes, si bien en su relato hará referencia sólo a los lacedemonios. Éstos —dice— no aceptarán sus condiciones, porque traen la esclavitud a Grecia y se enfrentarán a él en la batalla, sin importarles sin son mil, si más o menos. El persa se ríe de lo que considera una tontería: ¿cómo podrían mil, diez mil o cincuenta mil hacer frente a una hueste tan numerosa como la suya, siendo, además, libres por igual, no bajo el mando de uno sólo que pudiera inspirarles temor y forzarles a luchar aun a latigazos? Pues aunque los lacedemonios fueran cinco mil, los persas —dice— suman más de mil por cada uno. Es más, en su guardia personal hay hombres capaces de enfrentarse a tres griegos a la vez. La respuesta que Demarato da a un Jerjes incapaz de entender la libertad es premonitoria: «¡Oh rey!, desde el principio sabía que si hablaba con veracidad, no diría cosas agradables para ti; mas como me obligaste a decir las palabras más veraces, referí lo concerniente a los espartiatas… Los lacedemonios a nadie son inferiores en combates singulares, pero juntos en formación son los mejores de los hombres todos. Porque, aun siendo libres, no son libres del todo: sobre ellos hay un amo, la Ley, al que temen mucho más que los tuyos a ti, y hacen lo que les manda, y les manda siempre lo mismo: no les permite huir de la batalla ante ninguna multitud, sino permanecer en el puesto hasta vencer o morir». Y así sucedió en las batallas mencionadas.

 

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