Estatua ecuestre de Marco Aurelio
Roma
Nacido en Roma el 26 de abril del 121 p. C., hijo de A. Vero y de Domicia Lucila, de ascendencia hispana, el emperador Marco Elio Aurelio Antonino forma, junto con el cordobés Seneca y Epicteto de Hiérapolis, la tríada, gloriosa, del estoicismo tardío, cuyos escritos han sido leídos —lo son y lo serán— con gran deleite y provecho.
Casado con Faustina, que le dio trece hijos —sólo cinco sobrevivieron: cuatro hembras y Cómodo, cuyo nacimiento se ha dicho que fue el único daño causado por Marco Aurelio a Roma—, y sucesor, en el año 161, de Antonino Pío, por quien había sido adoptado para el cargo en el 138, nuestro emperador, conocido como el emperador filósofo, de natural apacible, hubo de afrontar numerosas guerras, primero en Oriente, al principio de su reinado, contra los partos, que habían invadido Armenia, y luego en la frontera, limes, marcada por los ríos Rin y Danubio, frente a marcomanos, cuados, sármatas.
Esmeradamente educado en sus años juveniles, recibió de sus maestros lecciones de gramática y retórica y de filosofía, que son reflejo entonces —un tiempo de renacimiento, en Roma, del pensamiento griego— de las posturas antagónicas que adoptaron, en el siglo IV a. C., Platón (filosofía) e Isócrates (retórica) sobre las normas que habían de gobernar la vida humana. El resultado de todo ello y de sus experiencias vitales fue un hermoso librito escrito en griego, Tâ eis heautón, algo así como Máximas dirigidas a sí mismo, por la forma, aforismo, en que ha sido redactado y que suele traducirse por Meditaciones. Su contenido es concorde con el carácter de aquel hombre bueno que —ironía del destino— tantas guerra hubo de soportar.
Al igual que los otros estoicos, Marco Aurelio ve una Providencia divina en un mundo sabiamente ordenado, y un ser humano tan estrechamente relacionado con Dios, que por naturaleza ha de seguir el precepto de amar a sus semejantes, incluso a los que tropiezan, y, más aún, a los enemigos. Nuestros afanes deben orientarse, nos dice, hacia la reflexión y el servicio a los otros, entendiendo por otros todos los demás, es decir, el común, y nuestra vida ha de estar presidida por la ataraxia (imperturbabilidad), que nos hace fuertes, contentos siempre con lo que nos sucede, sin el más leve atisbo de tristeza —o de cólera, que no es signo de poder o de fuerza, sino de debilidad—, justos, indulgentes, esforzados, perseverantes, regidos por una inteligencia libre de las pasiones.
Murió en Vindóbona —la actual Viena—, el 17 de marzo del año 180.
_________________________________________
ROMA EN «CARMINA»:
EL FALO EN BUSCA DE SENTIDO. De la serie «RECORTES», Nº 46. Por Pablo Romero Gabella
LA TERMAS ROMANAS. Por José Manuel Colubi Falcó
EPITAFIOS ROMANOS (I). Por José Manuel Colubi Falcó
DICHOS LATINOS (EL HOMBRE). Por José Manuel Colubi Falcó
DICHOS LATINOS (SOBRE LA LIBERTAD PARA LOS ROMANOS). Por José Manuel Colubi Falcó
UNA CASA ROMANA. Por José Manuel Colubi Falcó
«DE MEDICIS ET PROFESSORIBUS». Por José Manuel Colubi Falcó
TRIBONIANO. Por José Manuel Colubi Falcó
FOROFOS EN EL CIRCO. Por José Manuel Colubi Falcó
MARCHA ROMANA EN ALCALÁ UNA LLUVIOSA TARDE DE VIERNES SANTO. Lauro Gandul Verdún 2012
QUINTO FABIO MÁXIMO. Por José Manuel Colubi Falcó
LA BATALLA DE CANNAS. Por José Manuel Colubi Falcó
«CARMINA LUSITANA». Por José Manuel Colubi Falcó
[…] MARCO AURELIO. Por José Manuel Colubi Falcó […]
Posted by «CARMINA» Blog Literario — «CARMINA». Por José Manuel Colubi Falcó on enero 29th, 2016.