Posts from agosto 2011.

UNA CASA ROMANA. Por José Manuel Colubi Falcó

 

Recuerdo que, en mi segunda visita a Alcalá –corría octubre de 1975-, estuve en una casa de la calle de Nuestra Señora del Águila y un amigo, colega y anfitrión me dijo: «Mira, una casa árabe, de las muchas que hay en este pueblo.» No convine en ello y al cabo de poco ambos decíamos que no era árabe, sino romana. Hoy ha sido sustituida por un bloque de pisos (¿una ínsula?), pero aún queda alguna y ojalá perdure. Mas ¿por qué era romana? Veámoslo.

             Aunque en los orígenes la casa romana no es más que una choza o cabaña, tugurium, casa (¿qué significará «casarse»?), con techo cónico, de paja o cañas y barro, y planta circular, la vivienda evoluciona luego de diversa manera: mientras las clases populares viven hacinadas en insulae, bloques de tres o cuatro pisos, en condiciones deplorables, el rico lo hace en su domus.

             Ordenada la domus en torno a dos patios (atrio y peristilo), tiene doble acceso: el principal (vestíbulo, puerta y corredor hasta el atrio) y el de servicio (posticum, postigo), que, abierto en una pared lateral, da a un callejón; a ambos lados de la entrada principal hay unas habitaciones que, si sirven de tiendas (tabernae), abren a la calle, y, si no, al atrio. Éste, rectangular, con un estanque en el centro (impluvio) para la recogida de las aguas de lluvia del compluvio (los tejados vierten el agua en el atrio) y su posterior acopio en una cisterna, es lugar de reunión de la familia, con el larario (hornacina del Lar o dios protector), arca de caudales e imágenes de los antepasados, y tiene un pórtico a su alrededor (a veces no hay columnas, sino paredes sobre las que se apoyan las vigas de un piso o el tejado), al que abren diversas habitaciones (alcobas, comedor o triclinio, etc) y el tablinium (sala de recepción del paterfamilias), en la pared frontera a la puerta.

             Bien, la casa que se me mostraba era de este mismo esquema, aunque la romana tenía algo más: un huertecillo o jardín detrás, posteriormente ampliado para formar el peristilo. Un corredor a ambos lados del tablino lo comunicaba con el atrio y en él había un jardín con estatuas y fuentes, rodeado por un pórtico al que abrían habitaciones (dormitorios, exedra o sala de estar, oecus, quizás un triclinio mayor, biblioteca, etc).

COLOQUIOS (39). Gabi Mendoza Ugalde

 

– Es indudable que confundimos inversores con especuladores. Pero también lo hacemos cuando hablamos de gasto y no de inversión. Ha habido CCAA en los que esta inversión no sólo ha sido patente, sino necesaria. La construcción de Centros de Salud cercanos a pueblecitos de menos de 400 habitantes en los que en caso de Enfermedad una se tenía que desplazar 100 kilómetros no es gasto. Por mucho que lo diga la hija de un Pastor Alemán.

– ¿Porqué ya nunca me dices que me quieres?

– Te estoy mal acostumbrando. De Amor te estoy hablando. ¡Cómo se nota que cuando estuviste en España por el plan Erasmus tú sí ligaste!. ¡Caprichosa!.

COLOQUIOS (38). Gabi Mendoza Ugalde

– El llanto de los niños me ha provocado, siempre que me sorprende, una tristeza, en cierto modo, profunda e innombrable.

– Bueno, pero hoy los niños lloran por todo.

COLOQUIOS (37). Gabi Mendoza Ugalde

 

– Paseando ayer me di cuenta de algo que quizá pueda ayudaros en vuestro intento de entrar en la Plaza Pública de Sol

– ¿No me digas?

– Sí. Yo estaba mirando desde la otra parte de la valla; para secarse el sudor de su frente,  uno de los policías antidisturbios que custodian la Plaza se quitó el casco… Y debajo… no había nada. Nada.

– Anda, anda!!!

ESPAÑOLES DE AYER Y DE HOY. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

 

Hoy me he encontrado en un libro de Miguel Herrero García «Ideas de los españoles del siglo XVII» la opinión de que los españoles tenemos poca conciencia de nación, desde hace tiempo inmemorial. Hacía tiempo que yo me lo barruntaba…

             Ningún mapa, como el nuestro, ha sido tan castigado por las invasiones. Desde ligures, camitas, semitas, fenicios, celtas, cartagineses, griegos, romanos, suevos, vándalos, alanos, árabes y los que no sabemos…, hasta nuestros días, hemos sido –históricamente o económicamente- pasto de la codicia de los otros; y, consecuentemente, por una parte, nos hemos ido despersonalizando y, por otra, recluyéndonos en nosotros mismos, individualizándonos, con un desprecio galopante hacia los demás. La división ha sido nuestro caldo de cultivo y, coherentemente, resultamos distintos, variadísimos y riquísimos en desigualdades…

             Hemos sufrido la parcelación espiritual y, como he dicho al comienzo, la casi anulación de la idea de nacionalidad en la conciencia española. También encontramos que no ha sido el pueblo inculto quien ha llevado a cabo esta diversidad, sino que en el ambiente universitario, desde el mismo siglo XVII lucían las discrepancias. Esto trajo consigo un aislamiento espiritual y podemos afirmar con M. Herrero que: «los españoles del siglo XVII ni se entendían entre sí ni se entendían con los demás».

             Cualquier reflexión sobre los españoles de hoy nos lleva, sin el más mínimo esfuerzo a conclusiones parecidas: no hay manera de que triunfe la lucidez ni el progreso en ningún sentido.

             En el Centro de Estudios Históricos nos encontramos con textos como el presente, describiendo las especies estudiantiles en el siglo XVII. Testimonio de variedad sobre todo. Hoy, no obstante, estamos tan cerca del texto que…, me apuesto un pulso a que no me refuta nadie.

HORMIGA Y ZIG-ZAG DE BLANCO SOBRE BLANCO. Lauro Gandul Verdún

COLOQUIOS (36). Gabi Mendoza Ugalde

– Un descomunal monstruo, todo de verde, con un solo ojo iluminado, se dirigió hacia mí. Se acercó sigilosamente, y me cogió con fuerza de la mandíbula.

– ¿Te atacó?

– Sí. No vuelvo a ir en mi vida a un dentista.

COLOQUIOS (35). Gabi Mendoza Ugalde

– ¿Es posible una política sin poética?

– No, nunca.

– Y entonces ¿dónde la erótica del poder?

– Hoy la política, en términos libidinosos, no sólo adolece de la total ausencia de erótica, sino que no llega siquiera a ser una crepuscular pornografía.

LA PISTOLA DE BELTRÁN. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

Eduardo se llamaba —murió hace unos años— el protagonista del suceso, del escalofriante suceso. Si ustedes son capaces de verse imaginariamente en esa misma situación verán que no exagero.

            Una tarde de Febrero de 1976, Eduardo, que entonces tendría treinta y seis o treinta y siete años, entró en la sede de la Confederación Nacional de Sindicatos (el sindicato vertical), sita en el mismo edificio que hoy ocupa CC OO, en la sevillana Plaza del Duque. Eduardo trabajaba en las oficinas de la empresa harinera La Modelo, y era enlace desde Mayo de 1975, cuando las elecciones sindicales habían dotado de numerosos representantes a las ilegales Comisiones Obreras, tanto en las empresas como en los sindicatos locales y provinciales, alcanzando el tan prometedor nuevo movimiento obrero unas posiciones que le permitían agudizar las contradicciones y movilizar a cada vez más trabajadores, valiéndose del propio entramado del régimen. Eduardo también había sido elegido por los demás enlaces vocal del sindicato provincial de su gremio.

            Nuestro hombre, ya también muy ligado al PCE en Alcalá, era un entusiasta de la tarea de acentuar las contradicciones, de manera que muchas tardes las pasaba en el edificio de la Plaza del Duque: reuniones, asambleas, agitación, difusión de textos… Eran momentos en que había que tomarse algunas libertades «por la cara». Si no…, aún andaríamos escondiéndonos para hablar de política o de la subida del jornal o de la luz.

            Eduardo era, pues, un elemento molesto. Persistentemente molesto. La Brigada Político-Social aún campaba a sus anchas, aunque ya le era imposible entregar al Tribunal de Orden Público a cuanta gente se movía (casi toda de la misma cuerda). Más bien se dedicaba a capear el temporal manteniendo dentro de ciertos límites aquel sindicalismo de rompe y rasga.

            Nuestro paisano, tengo forzosamente que detenerme en ello, lucía un cabello extraordinariamente primoroso. Abundante, levemente ondulado, peinado con mimo, cortado con esmero. Eduardo, además de con la labia y la simpatía, había contado siempre con su pelo para las conquistas, y no me estoy refiriendo a las sindicales.

            Aquella noche estábamos Diógenes Domínguez Rodríguez y yo en la puerta del bar de Baltanás, charlando un poco. Vimos aproximarse a Eduardo. Ni antes ni después he visto una cosa igual, ni creo que la veré en lo que me quede de vida. Eduardo empezó a contar. Yendo por un pasillo del edificio ya mencionado, el jefe de la Brigada Político-Social de Sevilla y otro agente le empujaron hacia un cuarto. Beltrán —así se llamaba el jefe, un individuo enorme, cuyo fondo de espíritu se resumía en unos ojos negros y punzantes en los que asomaba el infierno— le hizo sentarse y le introdujo en la boca el cañón de su pistola: «Como vengas más por aquí te va a salir la bala por la nuca», le dijo al sindicalista. Y lo dejaron ir.

            Cuando Eduardo nos contaba el indignante hecho, casi tres horas después de haber sucedido, nuestro amigo y hermano de lucha aún tenía los pelos de punta, totalmente de punta, erizados totalmente, como un cepillo, atiesados a más no poder. Yo fui comprobando, y lejos de mí en este momento la menor chanza, que el pelo de Eduardo comenzó entonces su deterioro, encaneciendo prematuramente.

            Eduardo no dejó de ir por el edificio de la plaza del Duque de la Victoria. Demostró aquello de que el valiente no es el que no tiene miedo, sino el que lo vence. En este y en tantos casos, con la ayuda que da el ver claro y lejos.

 

_________

TORERÍA. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

MANOLITO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

LORENZO Y EL SALTO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

EL TUFO. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

PATRAÑAS. Por Rafael Rodríguez González (De la serie «SUCESOS», Homenaje tardío a «EL CASO»)

DESDE QUE MURIÓ AZORÍN. Vicente Núñez

No, no necesito los periódicos. Desde que murió Azorín, que escribía en la tercera de Abc ya no he vuelto a leerlos. No los necesito. Además, yo ya no leo; desleo. Ahora, para mí, mirar es leer y escribir es olvidar.