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LAURO GANDUL VERDÚN ENTREVISTADO POR DANY FERNÁNDEZ EN «MÁS QUE PALABRAS» (9 DE FEBRERO DE 2022)

EL «MITO HABSBÚRGICO» EN LA LITERATURA AUSTRÍACA O CÓMO ESTRELLAR UNA TARTA SACHER EN LA CARA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 17). Por Pablo Romero Gabella

Pte. Erzsebet, Budapest 2003

El Puente de Erzsebet, sobre el Danubio

[Foto LGV Budapest 2003]

El año 2022 comenzó con una de esas polémicas efímeras que incendian las redes sociales. Dicha quimera se refería al Concierto de Año Nuevo vienés. Partidarios y contrarios a dicho acontecimiento se enzarzaron en una disputa tan absurda como divertida que hacía, de nuevo, traernos Noticias de un Imperio. Unos lo consideran un pastiche cursi, burgués, decadente, reaccionario y tan rancio como las películas de Sissi. En la otra trinchera cibernética se lo defiende como un referente de la cultura (occidental) y de las buenas maneras tradicionales de un día de resaca. En el centro del conflicto estaba un mito: el mito del imperio austro-húngaro, el mito de la vieja Europa o el «mito habsbúrgico» en palabras de Claudio Magris.

   Magris es un profesor universitario y escritor italiano nacido en Trieste en 1939. Hoy este intelectual, firme defensor del europeísmo, es conocido por un magnífico libro titulado El Danubio (1986). Un libro de viajes que se trasviste de ensayo histórico, filosófico, literario e incluso gastronómico. Prometemos traerlo por aquí. El espacio geográfico del libro era la ya tan manida «Mittleuropa», que, en gran parte, perteneció al Imperio.

   Veintitrés años antes de escribir esta obra publicó su tesis doctoral El mito habsbúrgico en la literatura austríaca (editado en español en México en 1998). Sin embargo el joven Magris no era tan lírico como lo sería en su madurez. En su tesis se atacaba sin piedad alguna a la literatura austríaca postimperial. Su delito era mantener el fantasma del imperio habsbúrgico, tan falso como el Concierto de Año Nuevo.

   Pero ¿en qué consiste este mito? Según Magris,  este mito es muy poderoso porque supone una reacción a la modernidad progresista. Los escritores y artistas reinventaron una realidad histórica retrógrada en otra «ficticia e ilusoria», en «un mundo ordenado de fábula; todo al servicio de la evasión para olvidar el apocalipsis de 1918». Habían inventado, sin saberlo, su propio Metaverso que es lo último en evasión pandémica.

   En este «Wonderland» no hay ni reinas bidimensionales neuróticas y empoderadas, ni conejos con sombreros, ni gusanos fumadores; lo que hay es la representación de «una patria ideal, inmóvil y envejecida pero que había concentrado virtudes, ya increíbles, digno decoro y corrección, pedante respeto y cómoda tranquilidad, fugaz y desconsoladora alegría de vivir.»  El argumentario, en suma, de los «haters» del «Das Neujahrskonzert».

   ¿Cuál fue su origen? Al parecer sus raíces arraigan en la derrota austríaca ante Napoleón que, en 1806, abolió el milenario Sacro Imperio Romano Germánico, ese eterno otoño de la Edad Media que los escritores postimperiales intentaron mantener vivo en la UCI de la novela.

   Para Magris el mito contiene tres elementos: la idea de un imperio supranacional, el burocratismo y el hedonismo. Como apunte, ¿no se parece demasiado a lo que muchos dicen que representa la Unión Europea?

   En lo referente a lo supranacional, el mito se centra en una figura histórica presente en casi todas estas obras: el viejo emperador Francisco José I (1830-1916). Para Magris «una figura fuera de la vida, profética y torpe». Un «arma contra la historia», una historia  que, entendida como progreso,  iba de la mano del nacionalismo (polaco, checo, húngaro, serbio, rumano, croata…). Magris identifica nacionalismo con modernidad frente a un vetusto imperio, «cárcel de las naciones», que representa el inmovilismo aristocrático y clerical. No obstante, la realidad no es en blanco y negro, en el imperio también se había desarrollado una cultural liberal, moderna y burguesa representada por figuras como Mahler, Krauss o Freud.

   En lo que respecta al burocratismo, para Magris el burócrata es la personificación del inmovilismo, del «vuelva usted mañana» de Larra; la esencia de un régimen esclerótico que no hacía otra cosa  más que ver pasar el tiempo rellenando pólizas y poniendo sellos. En suma, la «Kakania» que Robert Musil (1880-1942), escritor, soldado y por un tiempo funcionario, nos dejó en su afamada obra El hombre sin atributos. Pero el burocratismo también nos lleva por la senda del absurdo contemporáneo que tan bien reflejó otro escritor nacido en el imperio. Nos referimos al checo Franz Kafka (1883-1924) en sus obras postmortem El proceso y El castillo.

   En cuanto al hedonismo expresaba esa alegría de vivir, tan austriaca, marcada por la despreocupación y el «carpe diem».  Y para ello nada mejor que la música; de ahí el gusto de los imperiales por los valses y polkas. Una idea que el grupo Fangoria en 2022 lo expresa en su canción «Momentismo absoluto». Así, Alaska nos canta que «la tendencia es improvisar» y sentencia: «impermanencia, mi nueva religión». Y es que esta letra, tan de tiempos de la pandemia actual, es perfectamente aplicable a ese momentismo austríaco cuando dice que «al futuro lo he dejado atrás» y que »lo que será, será». Y siguiendo con Fangoria,  en  su Dramas y comedias Alaska vuelve a la carga con «no quiero más dramas en mi vida, solo comedias entretenidas». Podríamos decir que esta canción y la opereta vienesa juegan en la misma liga.

El puente de la Libertad (Budapest,03)

Puente de la Libertad, o de las cadenas, sobre el Danubio

[Foto: LGV Budapest 2003]

   El hedonismo o momentismo austracista , en cuyos sótanos tenía consulta Freud, era parte de lo que se ha llamado impresionismo. Pero no nos referimos al movimiento pictórico iniciado por Monet, sino a la corriente artística y literaria marcada por el decadentismo y la sensualidad, que tan bien representan las obras de Artur Schnitzler. Y frente a todo lo anterior, el otro polo de la civilización austríaca: la fidelidad, la continuidad, el aferrarse al pasado como antídoto de lo efímero (no es de extrañar que Freud tuviera cola en su consulta vienesa).

   Por ahí corre una cita, adjudicada a Gustav Mahler, que afirma que «la tradición no es la veneración de las cenizas sino el mantenimiento de la llama». En ese aferrarse a la tradición, y si es imperial mejor, tenemos a uno de los principales autores austriacos de entreguerras, Hugo von Hofmansthal. Un escritor profundamente desgraciado en su vida, pero al que debemos la esencia de este imaginario tan detestado por algunos. Para Magris en este autor se exalta «la musicalidad, la espontánea moralidad, el particularismo regional, la armoniosa síntesis germano-eslava, sencillez y frescura popular». Todo ello se condensa en el libreto que escribió para la ópera El caballero De la Rosa (1911) de Richard Strauss. En ella se recrea la época dieciochesca de la emperatriz María Teresa y es un canto a la fidelidad triunfante ante el dilema de Octavio, el protagonista, entre la aristocrática, sensual y decadente Mariscala y la pura y fiel Sofía. En esta ópera, monumento del patrimonio inmaterial vienés, se «transfigura la caducidad en un placer risueño, la decadencia en elegante dicha de vivir».

   En el mito habsbúrgico no hay dialéctica como ocurre con sus vecinos alemanes (¿y para qué les sirvió?) sino transfiguración en base al poder redentor de la palabra, de la literatura. Es el triunfo el artificio barroco, de la sensualidad y de un decadentismo finisecular.

   Claudio Magris es inmisericorde con la nómina de escritores que analiza en su libro, comenzando por, el tan hoy apreciado, Stefan Zweig que compartió con Hofmansthal la tarea de libretista de las óperas de Strauss, ese bávaro de nacimiento pero austríaco de corazón que llegaría a componer un himno para la joven Austria republicana aunque también otro para las Olimpiadas nazis de 1936 (recuerden: no hay dialéctica, sino transfiguración).

   Por terminar, tomemos el ejemplo del primer autor que trajimos a estas Noticias de un imperio: Alexander Lernet-Holenia y su obra El Estandarte. Magris lo conceptúa como «escritor de pluma fácil y desenvuelta» y a su obra como una «novela histórica sentimental» superficial «no carente de vida, de sugestión y de un íntimo sentido de trágica fatalidad». Un comentario que hoy  es perfectamente asumible para muchas obras de la exuberante producción de género histórico.

   Sin embargo, y en esto queremos insistir y estamos en perfecta comunión con Magris, El Estandarte pone en evidencia «el miedo, profundo que la disolución del imperio dejó en los hombres de entonces» (¿y de ahora?).

   Concluyamos con la cita de una obra actual de un viejo autor  (que no autor viejo) que considera a Zweig su maestro. Nos referimos a Mauricio Wisenthal que en su El derecho a disentir nos dice:

   «Siempre fui proclive a enamorarme de sombras, y nunca me arrepentí de haberlas amado, pues aún les soy fiel y me son fieles».

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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [4ª PARTE, Y ÚLTIMA]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 5). Por Pablo Romero Gabella

EL BARON BAGGE O EL VÉRTIGO DE SER LOS OTROS. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 6). Por Pablo Romero Gabella

EL ÚLTIMO ENCUENTRO O EL CREPÚSCULO DE LOS ADIOSES. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 7). Por Pablo Romero Gabella

SIEMPRE NOS QUEDARÁ VIENA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 8). Por Pablo Romero Gabella

GEORG TRAKL: LA DECADENCIA DE UN IMPERIO. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 9). Por José Miguel Ridao

«FUGA SIN FIN» O EL JUDÍO ERRANTE. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 10). Por Pablo Romero Gabella

EL VALS INFINITO. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 11). Por Pablo Romero Gabella

«RÉQUIEM ALEMÁN» O ALGO HUELE A PODRIDO EN VIENA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 12). Por Pablo Romero Gabella

LA SAGA DE LOS TROTTA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 13 – 1ª Parte). Por José Miguel Ridao

«EL TENIENTE GUSTL» O LOOR A LA MUERTE Y A LA CARNE. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 14). Por Pablo Romero Gabella

PRAGA, DONDE LOS CONDENADOS PAGAN CARA SU REDENCIÓN. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 15). Por Pablo Romero Gabella

VIENA O LO QUE HA QUEDADO DE EUROPA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 16). Por Pablo Romero Gabella

LA LECTURA. María del Águila Barrios

 
 
 
MARIONETAS 15 (LISBOA)

«Museu da Marioneta»

[Foto: LGV, Lisboa 2018]

 
 
 

Para muchos la lectura es alimento para otros puede ser un aburrimiento. Para mí es alimento porque al igual que no puedo vivir sin comer carne, pescado, ensaladas, tomar sopas, o beber agua, cerveza o vino, tampoco podría vivir sin leer. Cuando estoy cansada, leo y así la lectura me sirve de reposo. Aunque cuando estoy activa también leo y la lectura me despierta el deseo, me conecta con fantasías y encuentros, viajo; invento o me inspiro con las lecturas.

   Leer es atender y es escuchar lo que dicen los textos impresos en las páginas de los libros. De tanto escuchar con atención una de pronto nota que el habla se le suelta con facilidad y, a veces, hay otros que escuchan lo que digo cuando escribo. Por esto lo que se escribe o dice, si es verdad, sirve para la transmisión de la cultura y de la educación.

   Un proverbio medieval nos enseña que leer y no comprender es como no leer. Estudiar es leer. La voluntad de aprender nos exige actuar, investigar, buscar, siempre sin saber qué se va a encontrar. Escuchar para distinguir las voces de los maestros o las voces de los ecos. Sólo comprendemos lo que conocemos y para conocer es preciso saber y sólo se puede aprender aquello que se ama por lo que conocer es amar. Y aunque leer es un acto en solitario, nunca estamos solos cuando leemos. Incluso la lectura nos lleva a mundos más allá de los que la escritora o el escritor crean porque son los mundos que nosotros recreamos.

   He encontrado, buscando pretextos para este texto que ofrezco a vuestra lectura, un adagio de origen escolástico: «Los libros hacen los labios». ¡Qué hermosura de frase! Los labios por donde se cuelan los susurros, las palabras, ¿qué seríamos sin ellas? ¿Y sin los libros? También buscando encontré este poema de Rubén Darío con el que me despido:

 
 
 

El libro es fuerza, es valor,

es poder, es alimento

y manantial del amor.

El libro es llama, es ardor,

es sublimidad, consuelo,

fuente de vigor y celo

que en sí condensa y encierra

lo que hay de grande en la tierra,

lo que hay de hermoso en el cielo.

El libro males destierra,

da al espíritu solaz

y demandando la paz

va destruyendo la guerra.

Él nos pinta en lontananza

albas de dulce bonanza

que nos llenan de consuelo

y nos muestra, allá en el cielo,

el iris de la esperanza.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2022]

 
 
 
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LA PALABRA. María del Águila Barrios

 
 
 

Exlibris de Miguel Romero Martínez

 (Filólogo sevillano, 1888-1957)

 
 
 

Pienso, cuando releo algunos de estos textos que os escribo en mi pequeño recuadro mensual, que las palabras con las que los escribí pareciera que hubieran volado, no sé adónde. Están impresas en el papel de La Voz, con apariencia de fijeza, con su tinta ya seca y adherida a la superficie de la página… Precisamente por ello, pienso que en ellas confluyen nido y vuelo, aunque cuando vuelvo a mis palabras, las visito, no las encuentro, están volando, con sus alas y todo, haciendo piruetas en el aire o planeando, siguiendo los vientos hacia el horizonte. Sabido es que las palabras una vez escritas y, sobre todo, después de publicadas ya no pertenecen a la escritora que las eligió para expresar conceptos, pensamientos, historias, o reflexiones…, sino al lector. A ti mismo que lees estas palabras sobre la palabra.

   Buscándolas en la lengua para conocer, me encuentro con la sabiduría que se incorpora al escribir por el que doy a conocer la sabiduría misma que me llega alojada en las palabras que descubro o reconozco. Sirven para guiar nuestros pasos por este mundo. Puedo llegar con ellas a París o a Roma. Si las tengo no hay lugar que no pueda acabar pisando. No sin sacrificio. Buscar y caminar, escalar o sumergirse, obliga a esforzarse, y con método. Las palabras nos lo enseñan todo. Nos sirven para engalanar el conocimiento y nos alejan de la lengua embustera, llena de falsas palabras, de maledicencia y de malvados que las llevan en sus bocas. Las de verdad se dejan dominar, son dúctiles, suaves, y llegan certeras al núcleo de la acción. Las palabras son el movimiento y están hechas de la materia de los astros. También son el tiempo, y están hechas con la materia de los milenios, como las montañas o las catedrales.

   «En el principio» es el segundo poema de Pido la paz y la palabra de Blas de Otero (1916-1979), y lo traigo entero a colación:

                        Si he perdido la vida, el tiempo, todo

                        lo que tiré, como un anillo, al agua,

                        si he perdido la voz en la maleza,

                        me queda la palabra.

 

                        Si he sufrido la sed, el hambre, todo

                        lo que era mío y resultó ser nada,

                        si he segado las sombras en silencio,

                        me queda la palabra.

 

                        Si abrí los labios para ver el rostro

                        puro y terrible de mi patria,

                        si abrí los labios hasta desgarrármelos,

                        me queda la palabra.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2021]

 
 
 
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EL SOL. María del Águila Barrios

Sol en nube

[Foto: LGV 2015]

Es la estrella alrededor de la cual gravitan los planetas del sistema solar del que forma parte nuestra tierra. Para nosotros el sol es la estrella de las estrellas. Comparada con otras es de las pequeñas, pero de nuestro sol depende directamente la vida terrestre. También es la única estrella que mejor podemos observar, la más cercana, por eso los astrónomos conocen a las otras estrellas porque, sabiendo del sol, se conducen al conocimiento de los astros lejanos. El sol es el día, la luz frente a las tinieblas. Llega la noche cuando se ha ido el sol y todo oscurece. Es el calor, el abrigo, frente al frío y lo inhóspito. Pero nos puede abrasar y, cuando no nos regala el cielo la lluvia, el sol destruye los campos y viene cargado de daño y desastre. El sol es un dios principal en las civilizaciones antiguas, de él dependían ritos, cosechas, ciclos. A él se dedicaron templos, sacrificios, tumbas…

   Hay expresiones que tienen al sol como metáfora: decimos «hace un sol de justicia» cuando nos cae de plano y no hay refugio alguno; al niño que se quiere se le llama «sol de mi vida», y alabamos al otro diciendo «eres un sol». Las localidades de la parte de la plaza a la que le da el sol durante la corrida, el tendido de sol, son las más baratas. Quien «hace un brindis al sol» no se compromete a nada. Y hay quienes se arriman «al sol que más calienta». Pero los que «están de sol a sol», desde que amanece hasta el ocaso, no se dejan vencer por el astro, éstos son imprescindibles.

   El sol luce para todos pero parece que ahora poco va a lucir para muchos, y mucho se lo van a apropiar unos pocos, lo que va acompañado de la catástrofe para el campo, para nosotros, que nos quedamos sin la tierra porque están llenando miles de hectáreas de placas solares, pero sobre éstas escribiré en otras entregas porque lo que se nos viene encima, acompañado de ansia y especulación energética, aunque sea solar, no tiene nada de ecología ni sostenibilidad, sino que está suponiendo una monstruosa destrucción de nuestras fecundas tierras, desplazamiento de fauna y pérdida irreversible de nuestro patrimonio paisajístico, arqueológico o agrícola.

   Me hago algunas preguntas: si, lamentablemente, las autoridades acaban aprobando los proyectos para la explotación de miles de hectáreas como estaciones de energía solar ¿quién sabe si se podrán recuperar las tierras una vez que los promotores abandones sus placas instaladas?, ¿quién retirará todo ese material?, y ¿a dónde irá toda esa basura? En lugar de utilizar tierras infecundas ¿por qué la tierra fértil que nos rodea la quieren matar, tal vez de manera irreversible?

   Delante de nuestros ojos está naciendo una nueva burbuja: la de las placas solares.

[La voz de Alcalá, 2021]

EL TIEMPO. María del Águila Barrios

 
 
 El despertador dormidoRAFAELLUNA

El despertador dormido

Pintura de Rafael Luna

(de la serie «Aquellos niños del río»

un cuento de Olga Duarte Piña)

2005

 
 
 

Último día de agosto. Sumo otro verano a mi vida. En el rostro recibo el fresco de las tardes propio de los finales de este mes. A mí me ocurre, desde niña, que éste es un tiempo en que me da por pensar en el tiempo, pero nunca he estado conforme con que el tiempo huya, sea fugaz, vuele… No. ¿El paso del tiempo es el paso de la vida?, ¿tras el pasar de la vida sólo viene la muerte «tan callando»? Me resisto a aceptar que el tiempo tenga como final la muerte. Hay un esfuerzo de profundización que cabe hacer si pensamos en el tiempo como un fragmento de la eternidad. Los que asumen la muerte como final de todo ya están condenados por su pereza. Aunque yo no tenga en la mano la prueba de esto que digo, ni tal vez nadie, porque el tiempo parece agua que corre, sin freno que detenga la sucesión irreparable de los días… En estos postreros que discurren hasta este último en el que escribo, aun siendo estío todavía, a mí se me anuncia el otoño: los campos empiezan a mudar su color, los pastos han sido segados, los verdes de árboles y maleza ya no son tan intensos, y el cielo a veces presenta veladuras que le rebajan el azul… ¡Fluye el tiempo, no huye! Se enreda, va lejos y vuelve en un flujo y reflujo que no lo somete ninguna línea. A veces está tan cerca que somos nosotros mismos. Y somos nosotros los que cambiamos, no el tiempo.

   Nunca sabremos lo que está por venir. El futuro no existe. Con los hechos que vayan a ocurrir se pretenderá llenar el tiempo y lo acabarán reduciendo hasta negarlo. Reiterarán hasta confundirnos que la Historia será ésta o aquélla. Los hechos ya acontecidos no se van a repetir, que es lo contrario de lo que se piensa generalmente. El tiempo no es uno, es múltiple y diferente, sin principio y sin fin, es eterno y jamás acabará, y lo que está por llegar, cuando llegue, no cambiará la espera humana. Las cosas destruidas no han desaparecido porque el tiempo haya sido su destructor implacable, es el hombre el gran destructor del mundo, aunque nunca repita los mismos hechos destructivos.

   Como en una paradoja, me sorprenden las campanadas de la torre cercana dando la hora. Como ayer, como mañana, y para cuando no esté para escucharlas continuarán para otros, «y seguirán los pájaros cantando».

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2021]

 
 
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VERANO. María del Águila Barrios

 

Carrera del Darro

[Foto: LGV Granada 2021]

 

Es el tiempo de los jazmines, de su perfume finísimo, blanco y leve. Olores a higuera, a mirto, a rosas, a lantana. Las tapias encaladas refulgen en la mañana ardiente. Se escuchan susurros en los interiores umbríos. Cotidianeidad sonora que sólo es en el verano. En una calle desierta un gato pasa. Tanto esplendor y derroche luminoso para nadie. Más tarde, por la noche, se atreven a salir buscando el fresco. Se forman algunos pequeños corros en las aceras, sonríen, y se han de estar diciendo cosas agradables. Tejidos ligeros de colores alegres y camisas blancas. La juventud es acariciada, al fin, por la brisa que viene del río. Los vecinos se citan a las puertas de sus casas para charlar sobre cómo ha ido el día mientras aprovechan esa brisa que viene del río. Algunas familias sacan sillas a la acera. Los niños corretean por la calle y juegan. En las casas se han abierto las ventanas para refrescar los cuartos. Suena el eco de una radio. El campo no queda muy lejos, pero está muy oscuro, es otro su verano, allí hay otra vida. En el pueblo se está viviendo como en la víspera de un día festivo. Las voces se levantan para hacerse oír sobre las risas. Aunque alguien prefiere el silencio del que contempla. Silencio y calma, risas y brisas, palabras fraternales. Las campanas anuncian desde una torre la madrugada. Las despedidas y el regreso, las calles poco a poco otra vez desiertas, ahora nocturnas.

   Pensando en el verano, he encontrado unos versos del poeta cordobés Pablo García Baena (1923-2018) dedicados a esta estación. Los ofrezco aquí para que los lean, demorándose en las palabras. Recorran con sus ojos las certeras líneas que los versos trazan, sus quiebras cuando los encabalgamientos. La escena que el poema presenta es bellamente simple: una mujer desnuda, una playa, un anciano, unos gemelos, un amanecer de verano y una conclusión dichosa para todos.

 

   Una mujer pasea desnuda por la playa

Solitaria. Amanece.

Su cabello rojizo, al grana de la aurora

Dora y despierta al paso oleajes dormidos.

Desde la residencia, en alto mechinal,

El anciano acogido la acerca y la vigila

Con los viejos gemelos de teatro y de nácar

-tal vez vieron a Xirgu-

Y algo que ya no siente, le engaña

En el recuerdo.

El nuevo día vibra como un violín de luz

En el pulso de la arritmia.

Hasta para el que mira, encerrado en sus años,

El verano será el tiempo de la dicha.

[La voz de Alcalá, 2021]

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DÍGAME EN QUÉ PUEDO SERVIRLE. María del Águila Barrios

 

Limpiabotas de Estambul

[Foto: LGV Estambul 2007]

 

Con esta frase comienzo hoy. Servir a los demás. Darnos como servidores. Ser servidos por otros. Servir. «¿Qué puedo hacer por ti?» Escuchar esto de otro, ¡cómo me consuela! O más bien, ¡cómo me concilia con el mundo del otro! El que se me ofrece para servirme, sin ser servil, sin servidumbre, sino todo lo contrario: en libertad me sirve, me dedica su tiempo, sus habilidades, su asistencia… me enseña a servir a los demás.

   Lo mejor que llevamos dentro aflora. Si se quiere, por cualquiera se puede ver cómo luce en el gesto, en la mirada, lo misterioso y profundo de un ser cuando aloja la bondad, que es siempre humildad. No sentirse más que nadie. Y lo contrario: qué triste aquel que lleva en ristre su soberbia, su vanidad. Éste piensa poco en servir, porque, sobre todo, se dedica a servirse de los demás, a arrancarles a los demás una esclavitud, una servidumbre.

   Creo que pocas actitudes en la vida son más revolucionarias que ponerse a disposición de los demás. Cambiaría todo. Para muchos sería el cataclismo de sus dictaduras. Los explotadores de toda laya se suicidarían o, tal vez, se convirtieran al talante del servicio. Quien con esta manera se levanta por la mañana no concibe dañar a los demás. ¿Cómo voy a herir al vecino si lo que quiero es servirle? Es imposible. Una en la calle escucha a alguien que dice: «Fui a verle porque tenía un problema enorme que me tenía angustiada. Nunca le agradeceré lo suficiente el servicio que me prestó entonces.» Pienso que si el servidor de esta señora escuchara lo que le dice a la otra le daría tal soplo de ilusión y esperanza que procuraría en el futuro hacer con todos lo que hizo con ella.

   No soporto a quien trata mal a los que trabajan para él. No soporto la arrogancia, la suficiencia. Sé que hay muchos trabajadores que no son bien tratados, y ocurre que a pesar de ello son capaces de mantener la sonrisa verdadera mientras me dicen: «¿en qué puedo servirle?»

   Como ningún otro, la política sería el ámbito del servicio a los demás, pero hoy en día, y desde hace demasiados días o décadas, no encontramos políticos servidores. No son serviciales. Antes y sobre todo son serviles ante sus mandos y mandones ante los débiles que andan sometidos a su imperio. ¡Pobrecitos, esclavos del capitalismo salvaje, que desgracian sus existencias cotidianas y se llevan por delante a los desgraciados de la vida!

 

[La voz de Alcalá, 2021]

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CLAUSTROPOÉTICA 2021 (POEMAS EN DIÁLOGO). HOMENAJE AL GRUPO CÁNTICO DE CÓRDOBA. Lectura de poemas de Juan Bernier, Julio Aumente, Ricardo Molina, Pablo García Baena y Vicente Núñez por Olga Duarte, Lauro Gandul, Chus Gómez, Antonio de la Torre, Elvira Calleja, Manuel Portillo y las niñas Martina de la Torre y Leonor Ruiz. Creación musical de Rafael Marín. Alcalá de Guadaíra, 17 de junio de 2021

CONCEJALÍA DE MEDIO AMBIENTE: EL TERROR DE LOS ÁRBOLES. María del Águila Barrios

 
 
 

Pinos de Oromana

[Foto: LGV Alcalá, invierno de 2021]

 
 
 

¿Qué ocurriría si a un concejal le cortaran la cabeza? Al de medio ambiente habría que cortarlo por la mitad, por aquello de medio… Decapitado el edil, desmochado o tronchado, tal vez la suerte de nuestros árboles singulares no sería la que cada primavera toca a sus copas, antaño frondosas y generosas, de sombra fresca con la que conjurábamos el calor espeso de la canícula. Convierten no sólo los ejemplares de árboles singulares, sino todos los árboles, en estacas, en verticales pilares viejos y más aquellos árboles grandes del Albatán, del Parque o de la Plaza de España…

   Poca cabeza tendrá, o más bien ninguna, el que manda en los podadores municipales, sea concejal decapitado o no, su cabeza es una pura ilusión óptica, un holograma de cabeza de concejal de medio ambiente.

   Y hablando de cabeza, ¿cómo nadie ha pedido ya la del edil? De ese de medio ambiente, o de parques y jardines, o de patrimonio natural, o como quiera denominársele desde una alcaldía descabezada que manda en el descabezado que manda en los podadores, que descabezan los árboles todos, los desmochan a troche y moche. ¡Menos mal que no se han atrevido todavía con los pinos de Oromana!

   Podar no es eliminar sino fortalecer, quitar aquello que le sobra a un árbol, pero no toda su copa. Antes de podar se deben tener en cuenta las características de la especie y la etapa de desarrollo en que se encuentra el árbol y no podar al tuntún y a todos por igual. No es lo mismo actuar sobre árboles nuevos que sobre los antiguos. Éstos son los heredados. Han hecho falta muchas generaciones de humanos para que los viejos árboles hayan llegado a nosotros copudos, oferentes de ramas vigorosas, colmados de infinitas hojas que nos alivian la vida en nuestro pueblo cuando pasamos por sus calles o estamos en sus plazas, cuando los contemplamos durante un alto en el camino, y nos da por disfrutar de sus colores. Pero los de medio ambiente en Alcalá de Guadaíra deben ser unos extraterrestres, o unos robots, que no sudan cuando aplasta el calor, que no necesitan la sombra de los árboles, ni el aroma, ni sus flores en primavera, ni el canto de los pájaros que han anidado en las copas, ¡estos de medio ambiente no tienen ni el ambiente de por medio!

   ¡Árboles y alcalareños compartimos raíces! Por ello, no quiero despedirme sin invocar algunos versos del «Himno X» de Himno a los árboles de Vicente Núñez.

 
 
 

Moveos, ¡aéreos!

Y que se note bien que somos llamas

futuras. ¿Pero qué más danza

que la de nuestra inmóvil invasión,

alzada contra la iniquidad de los mortales?

(…)

   Los taladores dejaron en nosotros

estigmas de ultraje y llagas,

y como higueras silvestres

arrasamos los campos de miel y alegría.

(…)

   Ya han transcurrido los siglos

y han fenecido los hombres.

Somos el pedestal del mundo.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2021]

 
 
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