Limpiabotas de Estambul
[Foto: LGV Estambul 2007]
Con esta frase comienzo hoy. Servir a los demás. Darnos como servidores. Ser servidos por otros. Servir. «¿Qué puedo hacer por ti?» Escuchar esto de otro, ¡cómo me consuela! O más bien, ¡cómo me concilia con el mundo del otro! El que se me ofrece para servirme, sin ser servil, sin servidumbre, sino todo lo contrario: en libertad me sirve, me dedica su tiempo, sus habilidades, su asistencia… me enseña a servir a los demás.
Lo mejor que llevamos dentro aflora. Si se quiere, por cualquiera se puede ver cómo luce en el gesto, en la mirada, lo misterioso y profundo de un ser cuando aloja la bondad, que es siempre humildad. No sentirse más que nadie. Y lo contrario: qué triste aquel que lleva en ristre su soberbia, su vanidad. Éste piensa poco en servir, porque, sobre todo, se dedica a servirse de los demás, a arrancarles a los demás una esclavitud, una servidumbre.
Creo que pocas actitudes en la vida son más revolucionarias que ponerse a disposición de los demás. Cambiaría todo. Para muchos sería el cataclismo de sus dictaduras. Los explotadores de toda laya se suicidarían o, tal vez, se convirtieran al talante del servicio. Quien con esta manera se levanta por la mañana no concibe dañar a los demás. ¿Cómo voy a herir al vecino si lo que quiero es servirle? Es imposible. Una en la calle escucha a alguien que dice: «Fui a verle porque tenía un problema enorme que me tenía angustiada. Nunca le agradeceré lo suficiente el servicio que me prestó entonces.» Pienso que si el servidor de esta señora escuchara lo que le dice a la otra le daría tal soplo de ilusión y esperanza que procuraría en el futuro hacer con todos lo que hizo con ella.
No soporto a quien trata mal a los que trabajan para él. No soporto la arrogancia, la suficiencia. Sé que hay muchos trabajadores que no son bien tratados, y ocurre que a pesar de ello son capaces de mantener la sonrisa verdadera mientras me dicen: «¿en qué puedo servirle?»
Como ningún otro, la política sería el ámbito del servicio a los demás, pero hoy en día, y desde hace demasiados días o décadas, no encontramos políticos servidores. No son serviciales. Antes y sobre todo son serviles ante sus mandos y mandones ante los débiles que andan sometidos a su imperio. ¡Pobrecitos, esclavos del capitalismo salvaje, que desgracian sus existencias cotidianas y se llevan por delante a los desgraciados de la vida!
[La voz de Alcalá, 2021]
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