VIDA VICARIA. María del Águila Barrios

 

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[Foto: LGV Sevilla 2008]

 

El avance constante y apisonante de lo digital y virtual desde la más tierna infancia nos va dejando sin experiencias y provocando una mudanza ontológica de la que aún no tenemos resultados sino algunas intuiciones o atisbos. Hoy, más que nunca la vida vicaria es vida encarnada, pero este vivir la vida de otros no solo afecta al individuo sino que, hoy en día, afecta a estados o naciones que quieren ser otro y no aceptan lo que son o han sido.

   Las experiencias que derivan de esta forma de vida virtual son las que influencian el comportamiento, anteponiéndose a la comprensión y el entendimiento, al desarrollo y la sostenibilidad del sujeto, especialmente en los asuntos colectivos, asuntos en los que el ser humano está casi inevitablemente desatento de sí mismo impelido hacia la búsqueda de otro sí, porque su memoria está quebrada y sin asideros posibles.

   Ante un medio digital saturado de informaciones donde hay poco espacio para la imaginación, las interacciones sociales, la crítica o la interpretación, el panorama se debilita, enferma, y se empobrece, aunque aparentemente nos sintamos muy informados, más bien es una saturación de información, que no es información sino datos y más datos llenos de contradicciones, paradojas, errores de expresión aceptados, sobre las que se sustentan las nuevas contribuciones e intervenciones, y la vida vicaria las cree, las aprovecha, las consume y las hace suyas perdiéndose toda identidad sustentada en la verdad y la justicia.

   En definitiva, lo virtual y lo digital ocupan tanto espacio que no dejan hueco alguno a la reflexión, al pensamiento, a la expresión sincera. Todo lo que leo o escucho no lo dice nadie, se dice en los medios y se reproduce ad infinitum, ahora se dice viral que, para más inri, y en consonancia con este tiempo, es un término impuesto y mal utilizado.

   Esta vez, me puse frente al ordenador para escribir mi artículo quincenal y no hallaba idea porque quizá ya esté contaminada, haya enflaquecido mi pensamiento con tanta carga noticiera reparada para sorber nuestro tiempo y enfermarnos. Por suerte, aún guardo memoria de quienes he leído y, vacía de ideas nuevas, he podido recordar reflexiones de J. P. Queiroz (2016) y McLuhan (1994) para apoyar estos pensamientos.

 

[La voz de Alcalá, 15 al 30 de noviembre de 2016, año XXV nº 441]

 
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