Posts from octubre 2011.

«EL BAÑO TURCO» DE INGRES (1862) POR RAFAEL LUNA (2002-2010). Homenaje de «CARMINA» un año después (17 de octubre de 2011)

LA FAMILIA MONROY DE ALCALÁ. Por Javier Jiménez Rodríguez

Una de las constantes de la Historia de Alcalá ha sido la ausencia de un linaje cuya preeminencia social, económica o política se haya perpetuado durante varios siglos. Nunca han faltado en nuestra ciudad familias de viso, pero ninguna de ellas logró mantener su importancia durante más de tres o cuatro generaciones. Todas acabaron extinguiéndose, marchándose a otro lugar o declinando hasta perder su relevancia.

            Una de las familias más ilustres de la Alcalá de los siglos XVI y XVII fue la familia Monroy, cuya existencia ha quedado fijada en el nombre de una de las calles de nuestro casco histórico. Según el historiador jesuita Gabriel Aranda (1633-1709), el origen de esta familia alcalareña se remonta a 1575, con la llegada de Cristóbal Rodríguez de Monroy, abuelo de nuestro escritor barroco Cristóbal de Monroy y Silva. Sin embargo, esa fecha parece que no se ajusta a la realidad, pues este personaje aparece ya en documentos fechados en 1571.

            No faltan nobiliarios apócrifos que remontan el origen de los Monroy a los primeros momentos de la Reconquista. Así, el placentino Blas Xil de Ocampo, en un manuscrito fechado en 1650 que se conserva en la Biblioteca Nacional, afirma que el fundador del linaje fue Vigil de Monroy, hijo del rey merovingio Dagoberto III, que huyó de Francia junto a un grupo de leales para escapar de las intrigas de palacio. Tras cruzar los Pirineos, se refugió en Asturias, donde fue acogido por don Pelayo y participó en la batalla de Covadonga. Este mítico origen real ha servido para argumentar una de las etimologías del apellido, según la cual sería una derivación de Monroi (Mi rey), tratamiento que le darían sus partidarios a Vigil de Monroy.

            Frente al imaginativo origen merovingio de los Monroy, los primeros personajes de este apellido que aparecen en algún documento o crónica de autenticidad probada son don Pedro Fernández de Monroy, que acompañó a Fernando II de León en la primera conquista de Cáceres, y su hijo Fernán Pérez de Monroy, que participó en la conquista definitiva de esta ciudad en 1229, siendo rey Alfonso IX. Por tanto, el origen de este linaje se encuentra realmente en la reconquista del norte de Extremadura, lugar donde se asentaron. Los numerosos descendientes de este linaje configuraron un frondoso árbol genealógico. Por ello, son muchos los personajes notables que reconocen como antepasado a Pedro Fernández de Monroy. Entre todos ellos, quizás destaquen el propio Hernán Cortés y María Rodríguez de Monroy, más conocida como María la Brava, cuya historia inspiró al dramaturgo Eduardo Marquina (1879-1946).

            Los protocolos notariales de la época atestiguan que Cristóbal Rodríguez de Monroy, tras establecerse en Alcalá, posiblemente a principios de la década de 1570, se casó con Mencia de Algarín y Cervantes, cuyo padre formaba parte de la pequeña oligarquía de la localidad. De esta unión nació Bartolomé Rodríguez de Monroy y Algarín que contraería matrimonio con María Navarro de Silva. Ambos serían los padres del escritor Cristóbal de Monroy y Silva.

            Los Monroy alcanzaron una gran relevancia en la Alcalá de finales del siglo XVI y la primera mitad del XVII, no sólo por enlazar por matrimonio con la oligarquía local, sino también por haber ejercido tres de sus miembros el cargo de escribano público. Además, según el testamento de Cristóbal de Monroy, que fue transcrito y presentado en las primeras Jornadas de Historia de Alcalá por José Luis Pérez Moreno, nuestro escritor llegó a ejercer los cargos de Fiel Ejecutor de nuestra villa (1636-1641) y de Teniente Alcaide del castillo (1645-1649).

            A mediados del siglo XVII, poco a poco, la familia Monroy fue desapareciendo de la vida alcalareña: Bartolomé se marchó a Arahal y Cristóbal murió en 1649, habiendo fallecido previamente todos los hijos que tuvo con Ana Arias Salvador (aunque en el momento de testar su mujer estaba embarazada). El último miembro de este linaje alcalareño del que tenemos noticia por el momento es de Marcos de Monroy, que ejerció el cargo de escribano público en Alcalá al menos hasta 1661.

            Por lo que sabemos hasta el momento, los dos miembros más destacados de esta familia alcareña de ilustre abolengo extremeño son, sin lugar a dudas, el dramaturgo Cristóbal de Monroy y Silva (1612-1649) y su sobrino Sebastián de Monroy (1649-1676), misionero jesuita, nacido en Arahal y martirizado en las Islas Marianas. 

«LAS MENINAS» DE VELÁZQUEZ (1656) POR RAFAEL LUNA (1993). Homenaje de «CARMINA» un año después (17 de octubre de 2011)

LAS CORRIDAS DE TOROS SON LO DE MENOS. Por Enrique González Arias (Barcelona 2011)

A la hora de empezar a escribir este artículo, se está arrastrando a Dudalegre, último toro muerto a estoque, en la Monumental de Barcelona. No voy a relatarles a ustedes, el proceloso camino –de una impecable legalidad y a la espera de que se pronuncien otras instancias-, que nos ha traído a esta situación. Pero sí, que me voy a permitir, hacer algunas consideraciones sobre este asunto, que les aseguro, no se ciñen a la prohibición o no, de un espectáculo y que entre los pliegues de este capote se esconden intenciones no tan cándidas. Desde un tiempo a esta parte, sobre todo, desde que se empezaron a notar los primeros olores de putrefacción del Tripartito, el movimiento de aquéllos, que manejan entre sus fines intenciones soberanitas para Cataluña –sectores de CIU, desertores ultras de ERC y grupúsculos rupturistas-, han encontrado un terreno en donde plantar la semilla del adeu Espanya, que abonado de forma adecuada, léase, sentencias del TC sobre el Estatuto, la consideración del castellano como lengua vehicular en la enseñanza y los intentos de conseguir un nuevo concierto económico, similar al navarro o el vasco y todo ello regado con el victimismo que nos caracteriza, han dado lugar a la aparición de unos brotes verdes, que la verdad, hoy empiezan a preocupar y no precisamente en escasa medida. Y como a toda acción sigue una reacción, también empiezan a aflorar grupúsculos independientes españolistas, no vinculados a ningún partido. A la larga y si el sentido común no lo remedia, estamos incubando el huevo de serpiente del enfrentamiento intercomunitario, y esto sí que sería preocupante. Pues bien, lo de los toros es un frente más de esta pugna que, por el momento, solamente alcanza el nivel de escaramuzas y que han convenido hacerlos bandera por ambas partes, dentro de un marco de inoportunidad inconscientemente manifiesta.

            La Monumental de Barcelona, abonada al menos de media entrada, asentaba en sus tendidos a gentes que peinan canas, grupos de exigentes y ortodoxos aficionados, procedentes del Midí francés y cincuenta despistados turistas japoneses que pasaban por allí. Aunque últimamente el fenómeno José Tomás parecía haber animado algo más la situación. Engordar para morir. Con estos mimbres, el coso estaba destinado a una melancólica muerte en solitud. La prohibición por el contrario la ha convertido en mártir, para los taurófilos y en trofeo para los animalistas, que por otro lado no han movido un dedo para combatir los corre bous, tradición más que arraigada en el sur y el interior de Cataluña, importantes viveros de votos convergentes y republicanos. Pero hay más. Se ha intentado tergiversar la Historia y en eso los nacionalistas son consumados maestros –véase el mito de Rafael de Casanova-, de una forma torticera y falaz, presentando a las corridas de toros como una imposición españolista, cuando desde hace más de seiscientos años que en todo el territorio catalán se celebran espectáculos taurinos. Un ejemplo, en la plaza mayor de Vic, se corrían toros cuatrocientos cincuenta años antes de que se bailara por primera vez una sardana. Repite un embeleco mil veces y se convertirá en dogma de fe. Atengámonos a las consecuencias. El domingo de marras, una señora de algo más de cuarenta años, con pinta de profesora universitaria, se dirigía a la Monumental con su entrada en la mano, cuando se cruzó con un grupo de antitaurinos que protestaban. Increpándoles en un perfecto catalán del Alt Camp de Tarragona, les llamó ignorants. Una de las componentes del grupo de reparones, con un acento almeriense-murciano y en castellano la recriminó diciéndole: «¡¡Y tú Española!!». Al final –ya verán ustedes-, resultará que las corridas de toros serán lo de menos.

PD: … Y Artur Mas y su alusión a los niños sevillanos, malagueños y gallegos. Solamente hacer referencia a la cita platónica que dice: «El sabio habla porque tiene algo que decir. El necio habla porque tiene que decir algo.»

La Monumental de Barcelona
1916

COLOQUIOS (68). Gabi Mendoza Ugalde

– Como soy pobre no tengo ni nombre ni pasado. Igual que la canción de Atahualpa Yupanqui: «Preguntan de dónde soy/ Y no sé qué responder/ De tanto no tener nada/ No tengo ni de adonde ser».

– ¡Pero de este destino nos han de arrancar! ¡Reivindico radicalmente mi cultura de pobre!

– Antes hay que derogar la que sólo viene autorizada por la arbitrariedad del poder dominante.

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– Sin raíces y sin fe, expulsados de la historia, sobreviven en la geografía.

– ¿Sobreviven?

– Sólo solos. Porque la palabra en los vastos espacios, donde el viento borra su huella y deja la tierra desnuda, apenas puede sostener al ser con escasos vínculos.

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– Sólo aceptando la soledad puede el yo resistir la opresión. Sólo ese yo se adecúa a la acción literaria.

– Claro: Una literatura contra biografía.

– No: Según la biografía, nunca la psicología. Te hablo de hechos, es decir, de pura desposesión del yo.

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– La cultura dominante no es culta porque es sierva de la tiranía o de la democracia mercantilizada.

– Entonces ¿por qué se la designa como cultura?

– Porque cada régimen tiene sus propios bufones enmascarados de artistas y cubiertos de privilegios y concesiones.

BORRACHOS. Por Rafael Rodríguez González

 


Hércules borracho
Peter Paul Rubens
1577-1640

 

—Hasta el otro día no supe que los muertos no oyen.

—¿Ah, no? ¿Por qué?.

—Porque los bomberos se hartaron de llamar a la puerta y el muerto no contestaba.

—Tú eres tonto, lo que pasa es que los muertos no contestan.

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Existen varias categorías de borrachos. Los hay eventuales (que varían de taberna), fijos (de la misma), permanentes, graciosos, repugnantes, fiadores, de fiar, metepatas, metemanos, rectos, de caerse, pendencieros, perrunos (por lo de mear en cualquier sitio), flojitos (por hacérselo encima), nocturnos, caseros, forasteros, convidadores, gañoteros, solitarios, grupales, avergonzados, orgullosos (de serlo), y, por fin, muertos (por serlo).

***

Hay borrachos —más bien borrachines— entrañables. Uno de los que más recuerdo es a mi amigo y consuegro Miguel. Decía que el médico le había quitado de la bebida, pero no de la que se tenía que beber. (Me parece que esto último ya lo he dicho en otra ocasión, pero qué más da: ¿hay algo que se repita más que un borracho?).

***

Miguel y yo bromeábamos ante los clientes. Mi hijo el mayor se iba a casar con su hija más chica. Miguel, que me aventajaba en muchos años, tenía menos hijos que yo, si es que algo tan absurdo es posible.

—Consuegro, como mi hija salga a su madre, ¡no va a tener cuernos tu hijo!—me decía, para regocijo de la concurrencia.

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Uno de los peores tipos de borrachos es el de los que nunca beben pero cuando lo hacen se las quieren dar de graciosos aunque sobrios sean los más desabridos del mundo.

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Aquella mujer estaba tan harta de las borracheras de su marido que llegó a decirle, más en serio imposible:

—A partir de mañana te espero en la taberna y bebemos juntos.

Él siguió bebiendo, pero menos y en casa.

***

Antes de entrar:

—Es que no te enteras.

—¿De qué?

—De que aquí no nos fían.

—¡Anda ya!, cuando hayamos bebido…

Al salir:

—¡Mira que el tío pedir el dinero antes!

—Es que no te enteras, que eres idiota.

Manuel Alcaide, «el Niño de la Rabeta», o «el Bizco» (que lo era), es otro de los «míos» más añorados. Trabajó durante muchos años en el molino de aceite de los Portillo. Cuando estaba achispado cantaba unos fandangos que querían ser como los de Antonio «El Sevillano». No lo conseguía, porque los hacía mucho más emotivos y a algunos de los presentes se les saltaban las lágrimas. Los sábados, ya anochecidas la tarde y la jumera, se iba a comprar dulces a «La Centenaria». Si no tenía dinero bastante, al puesto de Amparín. Verlo reírse con sus propios chistes —brevísimos, e incomprensibles algunos— era una delicia.

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Conocí a un hombre, por entonces ya septuagenario, que bebía de la mañana a la noche. De nueve a tres, coñac y vino (preferentemente de Málaga y de Jerez, en cualquiera de sus tumbadoras variedades). De siete a diez, vuelta a lo mismo (en el intermedio, en su casa, le daba a la ginebra). Se juntaba por las tardes con un amigo que sólo tomaba café, y que hablaba sin cesar. El bebedor sonreía ligera y permanentemente, con ojos chispeantes, y sólo, de tarde en tarde, respondía al otro con un movimiento de cabeza, siempre afirmativo. ¡Qué borrachín más sereno! ¡Qué cogorzas más bien llevadas! ¡Qué placidez etílica! ¡Qué naturaleza tan envidiable! ¡Cuánta paz irradiaba aquel hombre a todas horas! Y siempre iba más derecho que el más sereno. ¡Qué hígado! ¡Qué odre tan portentoso! ¡Qué paladar más trasegado! (Se dice que el dios Baco lo tiene en su séquito, junto a las ménades, para que le sustituya cuando se encuentre cansado).

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«El relente», le decían a uno que era vecino mío, porque todas las noches en que llegaba borracho su mujer no le dejaba entrar. No le dejaba entrar porque de hacerlo la tunda era segura, digo de ella a él, de modo que mujer de borracho más buena no se ha conocido. «¡No entres, Manolo, no entres!», le gritaba a través de la puerta. «El relente» era pintor de brocha gorda, y trabajaba con sus dos hermanos, que eran absolutamente abstemios. Les habían encargado la pintura de una gran casa de Alcalá.

—¿Hoy no viene Manolo?—preguntó la dueña, el primer día.

—Como no venga por la noche… —contestó Pepe, el más cachazudo de los hermanos.

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Dicen que una borrachera de aguardiente es tan mala que quien la sufre ya no la coje más. Pues entonces yo he conocido a una cantidad asombrosa de amnésicos, yo el primero.

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El agua le quita la pea a un borracho en un santiamén, que yo lo he visto. Cuando aquella tarde la riada entró en el bar, el borracho —viejo y sobrado en carnes— se subió de un salto al mostrador, y la embriaguez desapareció por completo. El agua asusta, y cura.

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Tengo un amigo que dice que su afición a la bebida viene de sus cinco años de monaguillo. Desde entonces ha seguido bebiendo religiosamente.

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—Anoche, cuando llegué a mi casa, me encontré a mi padre y a mi madre borrachos, tirados, ella en el sofá y él en el suelo.

—¡Qué barbaridad! ¿Y qué hiciste?

—Despertarlos y decirles que no se acuerdan de nadie. ¡Mira que no dejar ni una gota! Vamos, que tuve que salir y comprar algo.

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Lo peor de una vomitera no es mancharse, ni sentirse mal, sino que te vea alguien que te tiene en algo.

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«Va ciego», dicen algunos al paso de un borracho. ¿En qué quedamos? ¿No dicen que ven doble?.

 

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En «CARMINA» también puede pinchar a continuación para otros textos sobre borrachos:

TRASUNTOS DEL VINO. Lauro Gandul Verdún 2005

MIGUEL SERVET. 500 años después del nacimiento de un español universal (Homenaje de «CARMINA» en el Día de la Hispanidad de 2011)

Miguel Servet
29 de septiembre de 1511-27 de octubre de 1553

«Para ir a Italia, Servet debía pasar por Ginebra, y como en esta ciudad vivía su peor enemigo, Calvino, cada vez más poderoso, tomó el partido de fingirse italiano y tomar otro nombre: Miguel Vilamonti. Estas preocupaciones no le valieron, pues una vez en Ginebra tuvo la debilidad de ir a escuchar la voz del propio reformador en la catedral de San Pedro. Reconocido por uno de los espías de Calvino, llamado Lafontaine, éste le hizo prender y procesar por heresiarca. La captura se llevó a cabo el 13 de agosto de 1553. Siete días después de su arresto, Calvino iba propalando por todas partes que Servet sería quemado vivo. Para mayor pena, se le rehusó todo: los alimentos, los vestidos y hasta un defensor que pleitease su causa. Entre tanto, Calvino predicó en San Pedro contra él, pintándole como un monstruo de abominación, indigno de compasión alguna. La causa se debatió en 11 sesiones, durante las cuales los enemigos de Calvino, dirigidos por Perrin y Berthelier, hicieron cuanto pudieron por sarvar a Servet. En la última sesión, celebrada en la noche del 26 de octubre, viendo Perrin que de todos modos se quería condenar a muerte a Servet y que los partidarios de Calvino formaban la mayoría del llamado Pequeño Consejo,  ante el cual se veía el proceso, presentó la proposición, de acuerdo con las antiguas leyes de Ginebra, de que la causa se llevara al Gran Consejo de los Doscientos. Esta proposición fue violentamente rechazada por Calvino, quien hizo votar, por los 17 miembros que le eran adictos, que Servet fuese quemado vivo, con sus libros, en Champel, en los alrededores de la ciudad, al día siguiente, por la madrugada, y a pesar de ser domingo. Servet aparecía anonadado; no habría creído nunca que llegase a consumarse la horrible sentencia. Calvino tuvo la crueldad de visitarle en la cárcel, en la madrugada del 27 de octubre. Servet pedía el hacha y no la hoguera, y a ello Farel le respondía: Confiesa tu crimen y Dios se apiadará de tus errores, cuando era Calvino quien podía libertarle. Se le ató a una columna clavada fuertemente en el suelo, se le puso en la cabeza una corona de pámpanos untada de azufre y al lado un ejemplar de su libro Christianismi Restitutio

            El suplicio duró dos horas, porque la leña estaba húmeda del rocío de la noche, y algunos circunstantes, compasivos, se lo abreviaron echándole leña seca. Murió el 27 de octubre de 1553, constituyendo su ejecución el más triste ejemplo de instransigencia y fanatismo por parte de los calvinistas.»

(Fuente: Enciclopedia Espasa-Calpe 1927)

PASTERNAK: UN RETRATO DE RILKE. Por Enrique Martín Ferrera (octubre de 2011)

Esbozo de Leonid Pasternak  para el retrato de Rilke 
1927

La amistad entre el poeta Rainer María Rilke y el pintor Leonid Ósipovich Pasternak (padre de Borís, el famoso premio Nobel de literatura) se inicia con la primera visita de Rilke a Rusia en 1899. Después de aquel primer encuentro en Moscú, coincidirían a lo largo de los años en distintas ciudades europeas. Cuando el poeta cumple los cincuenta, Pasternak le dirige una carta, comunicándole su alegría de saberle vivo e infundados unos rumores extendidos sobre su muerte. En ella expresa también el pintor su ferviente deseo de comenzar un retrato del poeta. Rilke le contesta en una carta fechada el 14 de Marzo de 1926:

            «Pese a que siempre he estado muy en contra de que se me hagan retratos, si alguna vez llegamos a estar cerca y pudiésemos volver a vernos, me sentiré orgulloso de ocupar un modesto lugar entre sus modelos.»

            Rilke nunca llegaría a posar para Leonid Pasternak. La muerte alcanzó al poeta antes de acabar ese mismo año. Pero el pintor cumplió con aquel deseo y acabó póstumamente, basándose en fotografías y en sus propios recuerdos, el prometido retrato del amigo muerto. 

Retrato de Rilke por Leonid O. Pasternak
1928

LA ALGARABÍA DE LAS TERMAS NO TURBA A SÉNECA. Por José Manuel Colubi Falcó

El grito
Edvard Munch
1893

Los baños, públicos y privados, simbolizan el culto que rindieron los romanos al agua. Había termas en ciudades y pueblos, desde sencillas hasta monumentales, y muchas disponían, además de los baños, de bibliotecas, palestras, jardines… para solaz de la gente. Y eran muy concurridas, como atestigua el cordobés Séneca, una de cuyas cartas a Lucilio nos cuenta las duras pruebas a que fue sometida su devoción estoica durante su estancia, en un apartamento sobre unos baños, en Bayas, cerca de Nápoles. Dice así:

            «Perezca yo si el silencio le es tan necesario como parece a quien se ha retirado para consagrarse al estudio. Mira, por doquier un clamor vario suena a mi alrededor: vivo encima de unos baños. Ahora imagínate todo género de sonidos que pueden llevar odio a tus oídos: cuando los más fuertes se ejercitan y agitan sus manos graves por el plomo, cuando se fatigan o imitan al fatigado, oigo sus gemidos; cuantas veces despiden el aliento que hayan retenido, oigo sus silbidos y estridentes respiraciones; cuando se incide sobre alguien que está tumbado y contento con esa fricción propia de los plebeyos, oigo el chasquido de la mano que choca con sus hombros, y según llegue plana o cóncava, así cambia el sonido. Si, además, llega el jugador de pelota y comienza a contar las bolas, es el acabóse. Añade ahora al camorrista, al ladrón sorprendido, a aquel al que le encanta su voz en el baño; añade a los que saltan a la piscina causando enorme estruendo con su zambullida. Aparte esos cuyas voces, si no otra cosa, son normales, piensa en el depilador, que, de vez en cuando, emite una voz aguda y estridente para hacerse más notorio, y no calla nunca salvo cuando depila los sobacos y fuerza al otro a gritar por él; y, ahora, en las variopintas frases del vendedor de bebidas, en el de embutidos, en el de pasteles, y en todos los comerciantes de las tabernas que venden la mercancía con una modulación propia y característica… Pero yo ya me he endurecido ante todo eso… fuerzo a mi ánimo a centrarse en sí mismo y a no desviarse hacia lo externo; se permite que fuera todo resuene, con tal que dentro no haya nada de tumulto… Pues ¿en qué beneficia el silencio de todo un barrio si las pasiones braman?… La tranquilidad verdadera es aquella en la que una mente buena se expande.»

            Estoicismo cordobés que, pasados muchos siglos, impregnaba el espíritu de otro cordobés, Niceto Alcalá Zamora, durante su estancia en la cárcel.

Niceto Alcalá-Zamora
1877-1949

COLOQUIOS (67). Gabi Mendoza Ugalde

–  Dice Duran i Lleida que los andaluces gastan el dinero del PER en estar el día en  la taberna

–  Cierto, y lo que es peor de todo, después dejan los cascos de botella tirados en el campo. Ayer conté 7 de Tío Pepe Gigantes en la carretera a Cáiz

–  Yo conté lo mismo:  7.