LA ALGARABÍA DE LAS TERMAS NO TURBA A SÉNECA. Por José Manuel Colubi Falcó

El grito
Edvard Munch
1893

Los baños, públicos y privados, simbolizan el culto que rindieron los romanos al agua. Había termas en ciudades y pueblos, desde sencillas hasta monumentales, y muchas disponían, además de los baños, de bibliotecas, palestras, jardines… para solaz de la gente. Y eran muy concurridas, como atestigua el cordobés Séneca, una de cuyas cartas a Lucilio nos cuenta las duras pruebas a que fue sometida su devoción estoica durante su estancia, en un apartamento sobre unos baños, en Bayas, cerca de Nápoles. Dice así:

            «Perezca yo si el silencio le es tan necesario como parece a quien se ha retirado para consagrarse al estudio. Mira, por doquier un clamor vario suena a mi alrededor: vivo encima de unos baños. Ahora imagínate todo género de sonidos que pueden llevar odio a tus oídos: cuando los más fuertes se ejercitan y agitan sus manos graves por el plomo, cuando se fatigan o imitan al fatigado, oigo sus gemidos; cuantas veces despiden el aliento que hayan retenido, oigo sus silbidos y estridentes respiraciones; cuando se incide sobre alguien que está tumbado y contento con esa fricción propia de los plebeyos, oigo el chasquido de la mano que choca con sus hombros, y según llegue plana o cóncava, así cambia el sonido. Si, además, llega el jugador de pelota y comienza a contar las bolas, es el acabóse. Añade ahora al camorrista, al ladrón sorprendido, a aquel al que le encanta su voz en el baño; añade a los que saltan a la piscina causando enorme estruendo con su zambullida. Aparte esos cuyas voces, si no otra cosa, son normales, piensa en el depilador, que, de vez en cuando, emite una voz aguda y estridente para hacerse más notorio, y no calla nunca salvo cuando depila los sobacos y fuerza al otro a gritar por él; y, ahora, en las variopintas frases del vendedor de bebidas, en el de embutidos, en el de pasteles, y en todos los comerciantes de las tabernas que venden la mercancía con una modulación propia y característica… Pero yo ya me he endurecido ante todo eso… fuerzo a mi ánimo a centrarse en sí mismo y a no desviarse hacia lo externo; se permite que fuera todo resuene, con tal que dentro no haya nada de tumulto… Pues ¿en qué beneficia el silencio de todo un barrio si las pasiones braman?… La tranquilidad verdadera es aquella en la que una mente buena se expande.»

            Estoicismo cordobés que, pasados muchos siglos, impregnaba el espíritu de otro cordobés, Niceto Alcalá Zamora, durante su estancia en la cárcel.

Niceto Alcalá-Zamora
1877-1949

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