Posts from julio 2011.

LO QUE YO HAGO. Antonio Medina de Haro (1936-1997)

Antonio Medina de Haro

Como siempre yo ando preguntándome cosas y lo último que me cuestiono es qué hago para conseguir, cuando hablo, que mi público me siga, y yo de paso me sienta estimulado, feliz y realizado como se dice hoy. No es que –por aquello de no tener abuela- me eche piropos… no. Es que siento sin falsa modestia y de forma legítima, la satisfacción diaria de ser oído y escuchado.

            Al tratar de saber cuál es la razón de esta situación, lo único que pretendo es seguir la constante actitud de análisis, que considero imprescindible, para que cada día no resulte estéril. Posiblemente haya un factor físico y es, que yo me levanto muy temprano y «a quien madruga Dios le ayuda». Aunque también es cierto aquello de que «no por mucho madrugar amanece más temprano». Bueno, pues yo ando a horcajadas en esta dialéctica. Antes de que hayan puesto las calles…, dícese en el lenguaje coloquial, yo ya pongo mis ojos a pasear entre los surcos de un libro o actúo consonantemente con mi profesión. Estudio, investigo –mediocremente-, me paro en mi ignorancia y avanzo en mis necesidades intelectuales.

            No sé si esto es lo que descubre que más que dar conocimientos lo que tenemos que conseguir es transformar y hacer conocimientos: Es decir, a mí cuando se me pregunta que de qué doy clase, respondo que no doy literatura o lengua sino que hago literatura y lengua española. ¿Que cómo se hace? No tengo reglas, sino una entrega algo egoísta e interesada… Bien, pues así y todo el eco es tan reconfortante que no renunciaré, por más que se me censure, a romper sistemas, saltarme la metodología a propósito y hacer de mi palabra un poema, si se tercia, o de mi expresión una intuitiva e instintiva gramática viva. Gracias por haberme escuchado. Siempre a vuestra disposición; éste que lo es…

SOY HETERODOXO PORQUE ME GUSTA PROFUNDIZAR EN LOS ABRAZOS. Vicente Núñez (con dibujo del autor)

 

En toda ortodoxia siempre reside, muy al fondo, esa tentación, magnífica, eclosiva, de poder tocar algo de la heterodoxia que toda ortodoxia lleva dentro y, en ese sentido, sí: soy heterodoxo, porque me gusta profundizar en los abrazos. Los abrazos son siempre ortodoxia pero hay un momento en el que se pierde el concepto y surge el perfume nuevo de lo heterodoxo. Los perfumes son heterodoxos como los amaneceres, como las tardes o como el Peñón del Cuervo, como la literatura ¡qué sería de la literatura sin esa instancia, sin ese horizonte presuntamente próximo de lo heterodoxo, de lo avieso, de lo inesperado!

             La heterodoxia interrumpe y prodiga, manipula y prolonga nuestra inspiración, nuestra escritura, nuestro sentido del tren y del campo…

ADEFESIO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

El templo de Artemisa (Éfeso) 
Martin Heemskerck
1498 – 1574

 “Historia es el arte del «hístor» -escribíamos en otra ocasión- del veedor que, incansable, trata de ver la realidad pretérita…; del sabedor porque ha visto.” Ella lo explica todo, y como todo, las palabras también tienen su historia, y con no poco encanto muchas veces.

             Adefesio, según los diccionarios (DRAE y el de J. Corominas y J. Pascual), quiere decir tanto como “despropósito, disparate, extravagancia; traje, prenda de vestir o adorno ridículos; persona ridícula, extravagante o muy fea”, derivados de una locución latina que traslaticiamente significó “en balde, fuera de propósito, disparatadamente.” Veamos que dice su historia.

             Adefesio recuerda una bella ciudad, Éfeso, sita en la costa de Turquía y fundada hacia el año 1000 a.C. por colonos atenienses. Centro dedicado a las finanzas, fue famosa antiguamente por el culto a la diosa Ártemis, la Diana cazadora, en cuyo honor festejaba, en artemision (marzo), las Efesias, durante las cuales se celebraban sacrificios, una procesión solemne, juegos atléticos y festivales literarios, y a la que había dedicado un templo que llegó a ser una de las siete maravillas del mundo: destruido el primero, muy simple, fue construido uno nuevo, grandioso, el Artemision, de estilo jónico, con la colaboración del rey lidio Creso, y este templo, incendiado por Heróstrato (un necio que quiso inmortalizarse ¡y lo consiguió así!), dio paso a otro, hecho sobre su planta, más perfecto, contado entre aquellas maravillas. Patria del filósofo Heráclito, del poeta Hiponacte, del pintor Parrasio, hoy las ruinas de la ciudad helenística y romana cautivan al viajero: foro, ágora, odeón, teatro, estadio, biblioteca de Celso… ¡Hasta hay una casa de la Virgen!

             En Éfeso predicó San Pablo, autor de una carta ad Ephesios, con tan poca fortuna y escaso éxito, que el bajísimo número de conversos originó aquella significación traslaticia; hablar ad efesios equivale a hablar en balde, sin fruto y disparatadamente, o con quien no entiende. Aducen unos que los negociantes del culto de Ártemis soliviantaron contra él al pueblo; otros, que éste andaba muy enamorado de aquella “efesia cazadora”, que, al decir de Quevedo, “daba en aljófar el sudor al baño” cuando la sorprendió Acteón.

 

COLOQUIOS (26). Gabi Mendoza Ugalde

– Algunos se han propuesto incorporar a sus discursos razones objetivas para que, verdaderamente, puedan constituir una opinión.

– No siempre lo consiguen.

– Bueno, pero son peores los muchos sujetos que cuando se pronuncian en público, en el ejercicio de su legítimo derecho a la libertad de opinar, no sólo no pretenden las razones objetivas, sino que ni siquiera se esfuerzan en lograr las subjetivas, y mucho menos reconocerán que la suya no es, propiamente, una opinión.

– Tú no respetas los sacrosantos principios de la democracia.

– Cuanto más laicos, más invocáis lo sagrado para cualquier cosa.

– ¡Anatema!

CAPITAL EUROPEA DE… LA DESVERGÜENZA CULTURAL. Por Tomás Valladolid Bueno

El hombre de Vitrubio                                                                    Campo de Concentración 
de Leonardo da Vinci                                                                            de Terezin (Chequia)

 

Vivimos en unos tiempos en los que tanto la crítica como la cultura se dan por tan legitimadas que estaría muy mal visto introducir matices con la pretensión de llevar la crítica más allá de ella misma. Tanto es así que la crítica no tiene nada de crítica y la cultura nada más que cultura. La cuestión es que, con la coartada de la diversidad, tanto se «se ha hecho todo uno» -como decía Adorno- que la cultura termina por imponer, por medio de la propaganda institucional, un mundo ante el cual sólo cabe ese silencio que en el mejor de los casos adopta la forma de la crítica, pero que en realidad se reduce a ser una obediente desobediencia. Opinión semejante es la que expresaba Levinas cuando consideró que la problemática del pensamiento occidental reside en haberse desarrollado en forma de una totalidad que impone un «mundo como espectáculo» cuyo correlato es un silencio que no consiste en la ausencia de la palabra, sino en lo que él llama «una palabra que se burla de la palabra; un reír que busca destruir el lenguaje». Pues bien, contra esta cultura egocéntrica y egolátrica de la totalidad, de la retórica, de la violencia de la sin-violencia, del ser en tanto que no deja ni ser ni hacer, cabe un cuestionamiento, una recusación responsable, una inversión de la crítica que haga valer una cultura que renazca desde la profunda vergüenza «ante la desesperación trágica que ella comporta y los crímenes que justifica», y que se atreva a «medir sin temor el peso del ser y su universalidad, para así salir del ser, por una nueva vía corriendo el riesgo de invertir algunas nociones que al sentido común y a la sabiduría de las naciones les parecen las más evidentes».

            En consonancia con este enfoque puede comprenderse que la cultura haya introducido de modo egológico, en ella misma, la violencia que consiste «en interrumpir la continuidad de las personas» y en ocultar esta ruptura, o desconexión, bajo una representación en la que a los mismos sujetos se les ha ubicado en un escenario donde hablar consiste en instaurar el reino de un silencio solipsista e impersonal. En estas condiciones, la cultura impide el encuentro ya que se basa en un subjetivismo que niega al otro, bien desde la ceguera bien desde la hostilidad. Frente a esta dinámica cultural la crítica heterológica tiene la intención de colocar la hospitalidad en el centro de la cultura. En efecto, esta forma de crítica –fundada en la injusticia que sufren las víctimas- opera con una doble oposición: hospes vs. hostisalter vs. gens. La cultura, por tanto, no debería permanecer en un repliegue egológico, sino partir de la conciencia de su propia injusticia, es decir, de la propia crítica que le RECUERDA la exigencia de moralidad. Es así como la conciencia moral, según la perspectiva heterológica, no es una modalidad más de la cultura, sino su condición. Esa conciencia moral cuestiona y problematiza una cultura que en el endiosamiento de la libertad del yo, de sí misma, impide la relevancia y la dignidad que le corresponde a la alteridad excluida, a las víctimas. Esa misma conciencia crítica ha de mostrar la desnudez y provocar la vergüenza de una cultura que no tiene como fundamento la relación,  sino la reducción, la supresión y la posesión del otro. Por esto mismo la cultura centrada en sí misma se afana en definir la libertad como un mantenerse contra el otro y se empecina en desarrollarse como una cultura de la potencia: en la política se resuelve como tiranía totalitaria, en la ciencia como una verdad y una universalidad impersonales y en la sociedad como inhumanidad contra la que no hay tiempo que valga ni del que se pueda disponer.

            La crítica, por todo esto, debería expresar un legítimo cuestionamiento de la concepción egológica de la libertad y de la igualdad. Según Levinas, «reconocer al otro es reconocer un hambre». Esto es, las carencias radicales del otro avergüenzan al yo que vive plenamente autosatisfecho. Claro, que cuando la cultura sólo reconoce en el otro a aquel que ha dejado «hachas y pinturas, pero no palabras», entonces estamos ante una cultura que no sabe apreciar la autoridad pedagógica del otro que sufre injustamente. Y no sabe hacerlo porque su saber no admite otra modalidad que la tematización de sí misma.

«HAIKU» DEL AVIÓN. Poema de Lauro Gandul Verdún (Rota, 2011)

_______

«HAIKU» DE LA COMETA (1)
«HAIKU» DE LAS ESTELAS
«HAIKU» DE CÁDIZ

«HAIKU» DEL BARCO. Poema de Lauro Gandul Verdún (Rota, 2011)

 ______

«HAIKU» DE LA COMETA (1)
«HAIKU» DE LAS ESTELAS
«HAIKU» DE CÁDIZ