ADEFESIO. Por José Manuel Colubi Falcó

 

El templo de Artemisa (Éfeso) 
Martin Heemskerck
1498 – 1574

 “Historia es el arte del «hístor» -escribíamos en otra ocasión- del veedor que, incansable, trata de ver la realidad pretérita…; del sabedor porque ha visto.” Ella lo explica todo, y como todo, las palabras también tienen su historia, y con no poco encanto muchas veces.

             Adefesio, según los diccionarios (DRAE y el de J. Corominas y J. Pascual), quiere decir tanto como “despropósito, disparate, extravagancia; traje, prenda de vestir o adorno ridículos; persona ridícula, extravagante o muy fea”, derivados de una locución latina que traslaticiamente significó “en balde, fuera de propósito, disparatadamente.” Veamos que dice su historia.

             Adefesio recuerda una bella ciudad, Éfeso, sita en la costa de Turquía y fundada hacia el año 1000 a.C. por colonos atenienses. Centro dedicado a las finanzas, fue famosa antiguamente por el culto a la diosa Ártemis, la Diana cazadora, en cuyo honor festejaba, en artemision (marzo), las Efesias, durante las cuales se celebraban sacrificios, una procesión solemne, juegos atléticos y festivales literarios, y a la que había dedicado un templo que llegó a ser una de las siete maravillas del mundo: destruido el primero, muy simple, fue construido uno nuevo, grandioso, el Artemision, de estilo jónico, con la colaboración del rey lidio Creso, y este templo, incendiado por Heróstrato (un necio que quiso inmortalizarse ¡y lo consiguió así!), dio paso a otro, hecho sobre su planta, más perfecto, contado entre aquellas maravillas. Patria del filósofo Heráclito, del poeta Hiponacte, del pintor Parrasio, hoy las ruinas de la ciudad helenística y romana cautivan al viajero: foro, ágora, odeón, teatro, estadio, biblioteca de Celso… ¡Hasta hay una casa de la Virgen!

             En Éfeso predicó San Pablo, autor de una carta ad Ephesios, con tan poca fortuna y escaso éxito, que el bajísimo número de conversos originó aquella significación traslaticia; hablar ad efesios equivale a hablar en balde, sin fruto y disparatadamente, o con quien no entiende. Aducen unos que los negociantes del culto de Ártemis soliviantaron contra él al pueblo; otros, que éste andaba muy enamorado de aquella “efesia cazadora”, que, al decir de Quevedo, “daba en aljófar el sudor al baño” cuando la sorprendió Acteón.

 

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