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COSAS DE LA ALCALÁ DE HOY: SOLILOQUIO DE UN EXTRAVIADO. Por Juan Delatorre Facal (2010)

 
 

TÉGULAS DE GANDUL

Tégulas de Gandul
[Foto: LGV Alcalá 2014]

 
 

«Están ciegos; y, lo peor de todo, seguros de ser videntes.»
León Tolstoi

 
 

DICEN que sobre gustos no hay nada escrito. Hoy me propongo escribir sobre gustos, y sobre gastos. El gusto público alcalareño es muy particular, pero que muy particular, y no menos que el gasto público: que unos jarroncitos en Silos y un descomunal bicharraco (de diez millones de euros –cuando un puente normal hubiera costado tres veces menos-) para cruzar el río, más feo que la espuma de la sosa cáustica sobre la ultrajada lámina del Guadaíra; que unas rotondillas y unas rotondonas, a rebosar tantas de ellas de matojos y hierbajos, a toro pasado de Dos Hermanas, la de las Rotondas (aunque más estudiadas que las alcalareñas, -miméticas y de copia que no de proyecto las nuestras-), que muy viejos olivos en lugares muy nuevos y, en general, muchos arbolitos, por doquier, mucho césped formando lomitos de un verde muy plástico, pronto matizado de marroncitos; que marbellíes cascaditas para fachada de una Nueva Rabesa del futuro en el presente… Y muchos jardineros con sus maquinillas de afeitar céspedes y setos y floreros. Vaya, vaya… Todo muy particular, muy privado, prácticamente pijo. ¡Qué guay el decorado! ¡Qué mono el jardín! Desde El Duque al Parque-Centro sufrimos el meollo del bodrio. Si no, no se explica que Pescuezo sea hoy la autopista del casco urbano, por Histórico y por Centro. En los barrios, como tanto tiempo dura la ocupación de las poltronas de las distintas sedes consistoriales, neopijos de tercera generación psocialística o pepeística, lo mismo da que da lo mismo, suscitan un gasto a la frívola manera de: «Chiqui, no me gustan los accesorios del toilette: que los quiten de mi vista inmediatamente.»

  A mí me parece que mantener en condiciones todo este decorado después de las inauguraciones no va a haber fondo municipal que lo aguante, ni en el fondo del mar (matarile, rile, rile, rile/ matarile, rile, rile, ra…). O lo que es lo mismo, no lo cuidarán, las malas yerbas crecerán, las buenas y caras se secarán y no volverán, las lindas flores se marchitarán y tampoco volverán, y ni las oscuras golondrinas, y colorín, colorado este cuento no se ha acabado, todavía.

   Paso por Bailén, por Antonio Mairena, por Duquesa de Talavera… ¡Por Dios! ¡¿Por qué estas obras se han reiterado?! Es mucho peor que una pesadilla para los que tienen oficios, para los peatones (apeados de las aceras, que cuando no sirven para los coches sirven para la maquinaria pesada -pesada maquinaria-), los chóferes de coches o motos, camionetas, furgonas o isocarros, los viejos, los niños: Es una pesadilla para todos. ¡¿Qué hemos hecho para merecer esto?!

   Entre rotaflexes atacando losas, del cemento que ya recubre el viejo solar alcalareño, dúmperes, cubas, hormigoneras…, pasamos, a veces hasta tropezamos, recibimos órdenes de los albañiles… Nos señalan que por aquí o por allí; rotulan las señalizaciones artesanalmente, se enfadan si no cumplimos con agrado sus instrucciones de tráfico; nos persiguen y gritan y, cuando nos alcanzan, pegan en la ventanilla del conductor su irritada y congestionada cara si nos atrevemos a ser antipáticos en algún tramo anterior del atasco. Creo que son la verdadera policía del llamado régimen por las derechas en las comunidades gobernadas por la autoproclamada izquierda y por las izquierdas en las comunidades gobernadas por la autoproclamada derecha, y así, sucesivamente, tralarí, tralará… Bueno, más bien los empleados de la verdadera policía del régimen. ¡Hasta aquí hemos llegado! ¿policías los albañiles? Se me pueden rebrincar los sindicalistas, aunque no todos. No sólo ellos están llamados a ejercer de policías: también los taxistas, los taberneros, los estanqueros, los gasolineros, los guardacoches, los profesores de universidad…: ¿continúo?. Todos usurpando los nobles funciones de las policías de España: vigilancia, potestad de denuncia, lealtad a los políticos del Estado, detención, cumplimiento de órdenes, recaudación de tributos, colaboración con los redactores de los atestados, y muchas más competencias que están por redactar.

   ¿Y el ruido? Durante toda la jornada laboral de ellos. Alcalá del Ruido, nada de Guadaíra, ni de los Panaderos, ni de los pintores de paisajes, sino Alcalá del Ruido. El ruido terremoto, el temblor de los martillos por compresión, las excavadoras. El ruido del progreso y del desarrollo. El ruido como seña de identidad. Las obras públicas como emblema, como ejemplo para Europa. ¡Alcalá, ciudad de Referencia! El alcalareño como el ejemplo en toda la Europa Unida de individuo que es capaz de sobrevivir a todo el extravío imaginable…

   Y al humo: efluvios de gasoil, polvos diversos, gasolina ecológica que de las públicas e impúdicas obras emana cotidianamente y que también se enriquece con el hermoso tránsito de tecnológicos vehículos de todas las altas y bajas gamas, pagándose a cómodos plazos, que también son solidarios para los garantes del crédito, por los jóvenes alcalareños hijos del progreso y la democracia. ¿Quién puede subir sin asfixia la calle Gandul o quién se atreve a pasar a pie por Pescuezo?

 
 

EL VIEJO LEÓN LITERARIO. De la serie «RECORTES», Nº 112. Por Pablo Romero Gabella

 

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Diógenes buscando hombres honestos

Johann Heinrich Wilhelm Tischbein

1751-1829

 

«Mauricio Wisenthal, escritor nacido en Barcelona en 1943 y que hasta no hace mucho era un misterio. Vive en un piso de alquiler en la parte alta de Barcelona, un museo de su vida. Portero de sí mismo, escribe junto a la puerta de la casa, en una butaca que fue de su madre, rodeado de libros. Su obra es la de un nostálgico de la gran cultura occidental, de lo sagrado. De él se ha dicho que es un adalid de la vida inútil que no busca la rentabilidad contante y sonante, sino espiritual, y que la compasión es su forma de estar en el mundo.

   —Yo he vivido una época en la que la palabra popular tenía infinita más fuerza que la palabra aristocracia, porque se malentendía la aristocracia como un mundo de cuatro señores más o menos privilegiados que no hacían nada en la vida, no sembraban nada y no producían nada. Pero lo que yo buscaba en ese mundo era el aristos, la idea griega de la educación, de la aristea, el combate individual, por el que tenemos la epopeya griega La Iliada. Es algo que se está perdiendo en la literatura donde los autores, llevados por las ventas y por la política comercial de los grandes entretenimientos. A veces me pregunto qué recursos tenemos hoy quienes creemos que los valores libres, en ideales y en proyectos humanistas para responder a las tormentas de terrorismo o fanatismo que nos amenazan y que serán cada día más frecuentes en las próximas décadas.»

[Entrevista de Alfonso Armada a Mauricio Wiesenthal en ABC Cultural, 26 diciembre de 2015, pág. 6/ Mauricio Wiesenthal, El viejo León. Tolstoi, un retrato literario, Barcelona, 2010, pág. 160-161]

 

EL RECORTE DE LA NOVELA. De la serie «RECORTES», Nº 107. Por Pablo Romero Gabella

 

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Laocoonte y sus hijos

(Detalle)

Yeso de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Lisboa

[Foto: Lorenzo del Término (Lisboa, 2015]

 

«En un ensayo titulado Tal vez soñar (1996), Franzen subraya la irrelevancia de la novela en el contexto de la cultura actual. En la era del entretenimiento, sometida al imperio de la imagen, los novelistas llevan todas las de perder. Buscando la manera de dar la vuelta a la situación, dio con una fórmula paradójica. “La única manera de avanzar es retroceder”, concluyó. La solución de los males de la novela contemporánea está en volver a los modelos insuperables de Tolstoi o Dickens. Conforme se adentra en el siglo XXI, su estilo va regresando al XIX. El narrador es el único ser totalmente libre de este mundo, el único que goza de un libre albedrío sin recortes que ejerce a voluntad.»

[Eduardo Lago, «Franzen, ¿el gran novelista americano?» y Santiago Roncagliolo, «El provocador jubilado», ambos en Babelia, 10 de octubre de 2015/ Mario Vargas Llosa, La tentación de lo imposible, Barcelona, 2005, pág. 122]

 

LAS MEJORES INTENCIONES (O NO). Pablo Romero Gabella

 

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Erik Bergman

Padre de Ingmar

(1886 – 1970)

 

Ingmar Bergman (1918-2007) al escribir Las mejores intenciones no sólo narraba de forma literaria cómo se conocieron sus padres y cómo llegó él mismo al mundo, sino que plasmaba, como pocas veces se ha hecho, la realidad frente a la idea, el ser y deber ser. En 1992 dicha obra fue guionizada por el propio Bergman y el director danés Bille August le dio forma cinematográfica dando por resultado una película (y serie de TV) enorme.

         La historia transcurre en la ciudad sueca de Upsala entre 1909 y 1918, un periodo crítico en la historia de Suecia por su gran conflictividad social (al igual que el resto de Europa) y que la Revolución rusa acentuaría en la zona báltica con la sangrienta guerra civil finlandesa. En ese contexto Henrik Bergmam (un estudiante de teología pobre y maltratado por la vida) y Anna (una niña bien de una acomodada familia) se enamoran y posteriormente se casan, a pesar de la oposición de la familia de ella. Pudiera parecer una historia romántica más, una bonita lucha por el amor entre clases sociales dispares. No obstante, la historia avanza: la pareja se establece en un pequeño pueblo al norte de Suecia donde es enviado Henrik cuando es ordenado pastor de la iglesia luterana sueca. Allí lo agreste de la naturaleza y de una sociedad polarizada entre trabajadores pobres y un empresario despótico, el señor (Nordenson) hace mella en la pareja. Henrik toma partido por los obreros, e incluso cede su iglesia para sus reuniones durante una huelga, y se enfrenta al patrono. Su religiosidad se vuelve ascética en busca de una pureza de ideales que le permita redimir a su comunidad. Anna se ve desplazada a un segundo lugar, dedicándose a auxiliar a su marido en su trabajo de asistencia social a sus fieles y a darle dos hijos. Además de esto, se harán cargo de Petrus (un niño triste y abandonado por su padre) que encuentra en Henrik, Anna y su hijo a su familia. La austeridad de Henrik frente a lo mundano se refuerza al rechazar el cargo de capellán de un moderno hospital para necesitados que la reina Victoria va a fundar en Estocolmo, donde incluso la pareja irá requerida por la mismísima reina.

         La actitud cada vez más fanática de Henrik en su idea religiosa y moral de desapego al mundo abre una brecha profunda en la pareja que hace que Anna decida abandonar a su marido, embarazada de su segundo hijo,  y volver con su familia a Upsala. Al final, Henrik tras sumergirse en el pozo más profundo de la soledad en busca de una pureza que no llega alcanzar, se rinde al mundo: acepta el puesto en Estocolmo y vuelve a reunirse con su mujer e hijos.

         Bergman nos plantea la diatriba entre el ideal y la realidad. Y como ya hizo en Fanny y Alexander, una década antes, apuesta por la realidad que representa Anna. Es ella la que le dice a su marido que lo deja por «responsabilidad» con sus hijos, que esa vida que le proporciona él los está destruyendo en pos de un ideal absurdo. El propio Henrik en la escena en la cual charla con el padre de Anna, le confiesa que su «fe es infantil». Un infantilismo que encubre la realidad de un hombre confuso, marcado por la miseria en su infancia, por el desprecio por parte de la rica familia de su padre y que le lleva a convertirse en un ser resentido y vengativo. Toda las vestiduras de futuro clérigo no hacen más que ocultar a un hombre que no sabe el verdadero valor del perdón. Cosa que sí aparece en el personaje (en un principio negativo) de la madre de Anna.

Bergman podría haber presentado a su padre como un hombre idealista, desprendido, que proviene del pueblo, que ayuda a los obreros y que acoge a los necesitados. Pero la realidad no es el ideal y es esta la lección máxima de esta grandiosa obra: no por tener las «mejores intenciones» llegamos al bien, al contrario. En muchas ocasiones, como dijo el filósofo del principios del siglo XVIII Bernard Mandeville, los propósitos más despreciables producen consecuencias valiosas y viceversa. Esta idea es la que nos suscita «una mezcla variable de escándalo, fascinación, morbosidad y pavor, pero que es la que en el fondo sostiene y hace funcionar a nuestras sociedades modernas capitalistas del bienestar» (J. María Ruiz Soroa,«¡Claro que era bueno!», El País, 13 diciembre de 2012).

Nos escandaliza que un teórico hombre «bueno e íntegro» no sea más que la otra cara de su rival: el anticlerical y, no obstante, patrono Nordenson, el cual acabaría suicidándose. Se podría pensar que los feligreses de Henrik deberían agradecer que se mantuviera en su pueblo perdido en los bosques boreales al rechazar su ascenso a Estocolmo. Sin embargo, Bergman nos cuenta como esos mismos feligreses, que lo apoyaron en sus comienzos, al saber de su renuncia, lo desprecían porque han entendido su juego. Lo mismo que Tolstoi nos cuenta con su personaje central de Resurrección.  Éste, un rico terrateniente, en un arranque de misticismo les cede todas sus tierras a sus campesinos. Éstos las rechazan porque entienden que si el «amo» hace eso es porque le conviene más a él que a ellos mismos. Esto mismo hacen los feligreses de Henrik: comprenden que su pastor sigue con ellos para demostrarles su superioridad, lo que supone un desprecio para sus humildes vidas. Está con ellos para considerarse «mejor» que ellos, un mártir que lleva al sacrificio a su joven mujer y a su hijito. Esta idea que nos expone Bergman me parece tan valiente y esclarecedora que ilumina muchas acciones de todos aquellos laicos y religiosos que con «las mejores intenciones» han intentado hacer un paraíso en la Tierra y han hecho todo lo contrario, lo han convertido en un infierno.

         Para Anna, que representa al pragmatismo, el mundo debe estar regido por el sentido común y no por martirios en vida, que no hacen otra cosa que provocar sufrimiento. Bergman a través de Anna y su familia, hace una defensa del mundo acogedor de la familia burguesa (tal como hizo en Fanny…). Frente a progresistas amantes hipócritas de la precariedad, Bergman apuesta por el confort que proporciona la familia. Un canto a algo tan vilipendiando como es la burguesía. Porque, al contrario de lo que muchos dicen, no hay dignidad en la pobreza, sino en la lucha por salir de ella. Y no solo en lo referente a la miseria material, también a la miseria espiritual a la cual se ve abocado Henrik.

         Tal como ha visto el articulista José María Ruiz Soroa con el caso de Robespierre, igualmente nos podría servir el de Henrik para el tiempo en que vivimos, tan crítico como el que le tocó a él vivir:

«El mundo se ha desbocado e, incapaces de soportarlo, caemos en la tentación de la moral implacable como remedio a sus defectos. Acabemos de una vez con los vicios, con los zánganos, con los egoístas, con las hipotecas, con los bancos, con los políticos, con los ticos, y así sucesivamente. Todo el mundo se vuelve moralista intransigente a la vista del desastre…Pero cuidado…recordemos que la buenas intenciones virtuosas engendran monstruos.»

[EL] NOTA DEL AUTOR. De la serie «RECORTES», Nº 78. Por Pablo Romero Gabella (con pintura de Rafael Luna)

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«Todo aquel que haya escrito alguna vez un texto extenso a mano o a máquina de escribir sabe que la escritura en el ordenador supone una relación cualitativamente distinta con el lenguaje, y por tanto con el pensamiento. El ámbito informático, por su capacidad de almacenamiento y revisión, permite volcar texto en unidades mucho menores, como párrafos deslavazados, simples oraciones, incluso vagas formulaciones de ideas, con la tranquilidad de que todo ello se podrá reelaborar tantas veces cuantas sea necesario. Hoy podemos componer un discurso a partir de fragmentos, y dado por acabado sin haber sido capaces de concebirlo y percibirlo como una unidad, porque ha brotado así. Con el procesador de textos, la ocurrencia vence a la inteligencia y se pierde consciencia de uno mismo. Cada vez hay que pensar menos —o simplemente pensar— antes de ponerse a escribir. Puede ser que esto no esté bien y que no guste al público; pero mi deseo no es en absoluto tener muchos lectores a cualquier precio, y no puedo satisfacerles por muchas razones. Y en lo sucesivo aviso al lector del tipo de persona que soy y qué es lo que puede esperar de mí.»

[Gonzalo Pontón Gijón, «Ojalá que se extingan los escritores», Babelia (El País) 10 de agosto de 2013/León Tolstoi, Guerra y Paz, Barcelona, 2005, págs.. 9 y 11 [Nota del autor a la edición de 1866])

 

EL «CLASICO» ADOLESCENTE. De la serie «RECORTES», Nº 56. Por Pablo Romero Gabella

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Adolescencia

 Salvador Dalí

1904-1989

«La desaparición de mi madre coincidió con el fin de la feliz etapa de mi infancia y el comienzo de otra: la adolescencia. Me entregué por completo al influjo de esa idea, y estuve tres días sin preocuparme de lo más mínimo por los estudios: pasaba el tiempo tumbado en la cama, leyendo novelas, y me alimentaba de pan y miel que compraba con mi exiguo capital. Y ahora, con una edad que bordea el invierno, estoy convencido de que a los clásicos hay que descubrirlos en la adolescencia y los primeros años de la juventud. Y que el recuerdo de esas conmocionantes páginas te acompañará siempre. Mil ideas y ensueños pasan por nuestra imaginación sin dejar la menor huella, pero hay algunos que abren un profundo surco en nuestra sensibilidad. Recordarás situaciones, personajes, anécdotas, frases, atmósfera, pero también te acordarás de cómo eras tú, de cómo te sentías en la edad de las incertidumbres, del impagable refugio ante las inclemencias y frustraciones de la vida que te ofrecieron esos libros. Y leías sin límite de tiempo, incansablemente, hasta que los ojos te dolían o se empeñaban en cerrarse.»

[León Tolstoi,  Memorias. Infancia, adolescencia, juventud, Barcelona, 1986, págs. 123, 195 y 196 (traducción de José Fernández) / Carlos Boyero, «Por el camino de Proust», Babelia, 29 de diciembre de 2012]

 

«DIES IRAE». De la serie «RECORTES», Nº 38. Por Pablo Romero Gabella

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Tolstoi
(con 20 años)
1848

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«¡Madre de Dios, virgen,

Líbranos de Putin, líbranos de Putin!

Madre de Dios, virgen ¡hazte

Feminista, hazte feminista!…

La  dureza con la que la jueza castigó ayer a tres integrantes del grupo Pussy Riot 2 años de cárcel por un breve espectáculo irreverente en la catedral moscovita de Cristo Redentor muestra una alianza entre las autoridades políticas y los sectores conservadores que se aglutinan en torno a la Iglesia ortodoxa, uno de los pilares que sustentan la integridad nacional. Marina Sirova, la magistrada del proceso, no traicionó su fama de implacable: en toda su carrera, solo una vez ha dictado un veredicto absolutorio. En cuanto al jefe de la prisión y a los vigilantes, aunque jamás habían conocido ni penetrado en la esencia de esta fe, ni en lo que significaba cuanto se había en la capilla, creían que era obligatorio creer en esa fe, ya que las jerarquías supremas y el mismo zar creían en ella. Además tenían la sensación de que esta fe justificaba su cruel misión.

El Patriarcado cree en Putin

Mejor debiera, perro,

Creer en Dios…»

[Pilar Bonet y R. Fernández, «La Rusia de Putin acalla la disidencia», en El País, 18 de agosto de 2012/ León Tolstoi, Resurrección, Barcelona, 1992, Pág. 125 (traducción de José Laín Entralgo)]

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FAR FROM SOURCING CROWD. De la serie «RECORTES», Nº 18. Por Pablo Romero Gabella

«Delegar en una multitud lo que antes hacía un grupo especializado y profesional. Esa podría ser una definición sencilla de crowdsourcing. El método habitual consiste en descomponer una tarea compleja, enviarla a las redes sociales, ya sea el correo, Facebook, Twitter…y recopilar y canalizar después el resultado. No se trata de explotar a los internautas sino de conseguir que se sientan parte del proyecto.  La firma de zapatillas deportivas Munich comercializa modelos creados por entusiastas de la marca. Los mujícs no tenían nada de tontos. Estaban convencidos de que cada uno busca su propio beneficio. Las experiencias de diversas generaciones les decía que los propietarios siempre trataban de aumentar sus rentas a expensas de los campesinos.  Por eso, si el propietario proponía algo nuevo, era evidente que intentaba engañarlos de manera aún más astuta.»

[Rosa Jiménez Cano, «Solo no puedes, con los demás sí», El País 19 de mayo de 2012 / León Tolstoi, Resurrección, Madrid, 1992, pág. 199 (traducción de José Laín Entralgo, 1ª edición rusa, 1899)]

LOS TALENTOS: EL ‘PATCHWORK’. Olga Duarte Piña (2009)

 

 

Paisaje alcalareño desde La Retama

Foto: LGV/MHM

2009

  

La canícula ya se ha retirado de esta orilla del río. El paseante ha decidido dejar su casa y refrescarse por los antiguos caminos que, afortunadamente, han sido recuperados. Mientras camina se pregunta sobre lo que ve: la combinación de los elementos en el paisaje. Ahí está, pensativo. En su mente cual estampas quedan grabados un castillo con casas desparramadas sin orden ni concierto por sus laderas, un dragón (según el diccionario de la RAE: «animal fabuloso al que se atribuye forma de serpiente muy corpulenta, con pies y alas, y de extraña fiereza y voracidad») que a éste le parece, más bien, una serpiente de agua. Además, encuentra, un voluminoso edificio que será destinado ¿a teatro?, ¿a auditorio?; también, abandonadas construcciones y, quizás, algo más que no quiera guardar en su memoria. Se pregunta para sí, apesadumbrado, quién habrá diseñado todo esto, qué personas se han encargado de tener en cuenta la armonía como elemento del paisaje. A sabiendas de que vive en la «Ciudad de los Pintores» y la «Ciudad de la Cultura» (es eso lo que leyó en internet antes de trasladarse a vivir a este lugar) no alcanza a comprender cómo una ciudad con tales calificativos puede acabar resultando tan kitsch; o, más bien, resultar una inmensa colcha patchwork, es decir, una colcha hecha a base de retales. 

            En la colcha alcalareña está el retal de la avenida Santa Lucía que nada tiene que ver con los retales que forman los barrios aledaños y menos aún con la hórrida reforma de la calle Silos, aunque ésta sí haya seguido la estética rompedora del entorno del puente del Dragón, pero ninguno tiene nada en común con la calle Mairena o con la plaza de la Almazara y ya veremos los retales que se añadirán tras la reforma de la avenida Antonio Mairena o de la calle Duquesa Talavera; sin decir nada de todo el conjunto de farolas y bancos para cada trozo. Le avergüenza y le da rabia que, después de treinta años, con un mismo gobierno en el poder éste sólo haya sido capaz de hacer una colcha patchwork.

            Desgraciadamente transitar por Alcalá, a pie o en vehículo, provoca desazón. A este pueblo lo único que lo salva es aquello que, afortunadamente, los gobernantes han decidido mantener como el parque, los molinos, los caminos (aunque las más de las veces se encuentren en ellos bastantes basuras, incluyendo en éstas a las pintadas).

            El paseante se queja para sus adentros y piensa que en Alcalá impera lo nuevo, que los elementos del pasado son reductos, souvenirs, algo que decora la suma final de los retales; que aquí, desgraciadamente, no se ha tendido a una coherencia entre el pasado y el presente.

            El paseante ha conocido en una revista llamada «Escaparate» que por aquí pasaron y vivieron artistas e intelectuales. Recuerda algunos nombres: Claudio Guerin Hill, José Becerril, Luis Cotán, Ignacio del Río, … y querría conocer a los que hoy en día hacen arte y sobre los que ha leído o visto algún trabajo: pintores, fotógrafos, escritores, cineastas…; piensa que Alcalá ha tenido y tiene de sobra para eclosionar culturalmente y concluye que, aquí, a los creadores e intelectuales, se los tiene tapados bajo la colcha. Qué desaprovechamiento!

            Saliendo ya de las reflexiones del paseante, me permito elegir uno de los artistas, al azar, que ha recordado: Claudio Guerin Hill, por el cual existe una calle y un cine-club municipal, pero sobre el que no existe mayor interés más allá del uso de su nombre. ¿Se han intentado recuperar sus películas, hoy en día descatalogadas, remasterizarlas y volverlas a sacar al mercado? ¿Qué se sabe sobre esos intelectuales, aquéllos que dedicaron su labor a Alcalá? ¿Y de los actuales? ¿Qué saben nuestros escolares y bachilleres de la historia local, de los personajes imbricados en la cultura, el arte o la política de nuestro pueblo? ¿Alcalá-Educa? ¡ja, ja!

            Sería interesante que a cada pintor, escultor, fotógrafo, escritor, actor o cineasta, de los que residen en Alcalá, bajo el patchwork, se le animara para que indagase sobre los que le precedieron, y se organizaran jornadas culturales dedicadas a la labor de uno y otro, y a establecer relaciones entre ambas cosmovisiones.

            Creo que fue León Tolstói quien dijo algo así como «describe tu aldea y la harás universal», con esta idea termino.

 

 

ALCALAREÑOS SIN SUERTE EN EL BICENTENARIO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-2008). Pablo Romero Gabella (mayo de 2008)

Goya. Las tragedias (horrores de la guerra)

«No podían creerlo. Ellos, solo ellos, sabían qué había significado su vida, y por eso no comprendían y no creían que pudieran quitársela. Pierre decidió otra vez no mirar, pero de nuevo, como si de una horrible explosión se tratase los disparos le obligaron a hacerlo. Vio lo mismo: humo, sangre, caras pálidas asustadas y manos temblorosas»

León Tolstoi, Guerra y Paz, edición original de 1866, 7ª parte, XVIII

A mis compañeros y alumnos por cuatro años con suerte

ALCALAREÑO, DEMASIADO ALCALAREÑO

Este año se cumple el bicentenario de la Guerra de la Independencia (1808-1814), y esto me llevaba a preguntarme: ¿qué podría aportar más sobre este tema? Me encontraba en la situación del personaje del poeta rossiniano de la ópera «El turco en Italia»: no sabía si escribir un drama o una comedia. La respuesta la encontré cuando mi mujer reparó en una pintada en uno de lo pisos de Rabesa que decía «Alcalareño sin suerte, guerrillero hasta la muerte». Ya tenía tema, eso sí histórico, muy histórico y por supuesto alcalareño, muy alcalareño.

ELLOS Y SUS CIRCUNSTANCIAS

La guerra que conmemoramos comenzó el dos de mayo de 1808 por obra y muerte de un puñado de españoles, madrileños a más señas, sin suerte. Arturo Pérez Reverte lo ha glosado en la que es quizá su mejor obra Un día de cólera (Ed. Alfaguara, Madrid, 2007). Eran los conocidos como la gente baja: artesanos, mozos de almacén, golfines, manolas con delantal y un cuchillo entre los dientes, aprendices, albañiles, empleadillos, modistillas como la de la canción de Perales y el lumpenproletariat barojiano de los barrios castizos del sur de Madrid: delincuentes, ladrones de poca monta, prostitutas, mendigos, pedigüeños con iglesia fija y gente sin trabajo que lo encontraría en luchar contra los invasores franceses. A estos habría que sumar los primeros héroes: el capitán sevillano Daóiz y el teniente Velarde, que tampoco fueron unos tipos con suerte, mezclando su sangre con la gente baja en la primera de las innumerables pilas de cadáveres, hasta un millón, que dicha guerra generó y de las cuales Goya tomó singular acta en sus «Desastres de la Guerra». La Guerra de la Independencia legó a España un desastre demográfico, económico y social nunca conocido en nuestro país. Como referencia baste recordar que la Guerra Civil de 1936 tuvo 600.000 muertos. España entraba sin suerte en la Edad Contemporánea. No obstante, la suerte en las guerras cambia, y así de aquella experiencia germinaría el guerrillero como modelo histórico. Es el soldado sin suerte, sin preparación para luchar contra el mejor ejército del mundo (la Grande Armee de Napoleón) que se trocaría en mujer, anciano, adolescente, pastor, campesino o niño siempre presto para atacar al enemigo. Así aparecen los mitos de Manuela Malasaña, Agustina de Aragón, el Empecinado, Espoz y Mina, el Cura Merino o de guerrilleros menos conocidos como los sevillanos Bartolo o El Mantequero. De todos ellos, pocos tuvieron fortuna al acabar la guerra, ya que como antes dijimos la suerte en la guerra cambia y no siempre para mejor.

EL FRANCÉS ES UN LOBO PARA EL ESPAÑOL….Y VICEVERSA

Nuestra Guerra de la Independencia vino a traer un nuevo tipo de guerra: la guerra total, donde el campo de batalla se ampliaba a las ciudades, a las propias casas, a sus habitaciones. Cualquier lugar era potencialmente una barricada , una posición estratégica, un puesto de tirador, una trinchera. Las razones de esto tenían que ver con cuestiones tan básicas como qué comer, dónde dormir, con qué calentarse, con qué alimentar a los caballos, dónde beber. Los ejércitos napoleónicos vivían del terreno, saqueaban, robaban, etc… En Guerra y Paz , León Tolstoi resignado escribía «ya hace mucho tiempo que nadie cree en los héroes». La fascinación por la guerra caballeresca había acabado, ya que como decía uno de los héroes (o ¿no habían desaparecido?), el príncipe Andrei: «ahora la guerra es otra cosa. Ahora cuando ha llegado a Moscú, a nuestros hijos, a nuestros padres, todos estamos listos. No hace falta que nadie nos mande a la guerra. Estamos listos para matar. Hemos sido ofendidos»“. Estaba claro: «la única razón aquí es para entender que lo único que me exhorta a luchar es la brutalidad. Sobre ella se fundamenta todo. No hacer prisioneros, el que esté preparado para ello como yo lo estoy ahora, ese debe guerrerar, en caso contrario que se quede en casa…», Andrei dixit. Pero en este punto contradecimos a nuestro querido príncipe. La guerra, esta nueva guerra, no entiende de vidas de los otros, ni de puertas sagradas. En aquellos tiempos solo la suprema justicia de la Suerte decidía quién sería o no víctima. Los franceses se enfrentaban a una situación desconocida hasta entonces, como bien nos dejó constancia el oficial del 2º Regimiento francés de húsares Jean Michelle Albert Rocca. Éste nos ha dejado uno de los múltiples testimonios de militares franceses sobre la traumática experiencia de España, «la maldita guerra de España» según el propio Napoleón. Para Rocca había una gran diferencia entre «la guerra de tropas arregladas y la guerra de resistencia que una Nación puede oponer a ejércitos de línea conquistadores». Por ello «los franceses no podían mantenerse en España sino por el terror: estaban a cada momento en la necesidad de castigar al inocente con el culpable y de vengarse del poderoso con el débil». Rocca dixit. En Andalucía se vivió entre los años 1810-1812 una cruel guerra de resistencia que enfrentaba a las partidas guerrilleras y las tropas regulares del general Ballesteros a resguardo de la serranía de Ronda, contra las tropas imperiales franco-españolas del mariscal Soult, héroe de Austerlitz. Éste ante la diaria sangría de sus tropas ordenó aplicar la máxima pena a todo el que se opusiera al nuevo poder. Para Rocca«si se hubiera querido poner en ejecución el decreto del mariscal Soult contra los españoles insurgentes hubiera sido necesario ajusticiar a casi toda la población del país.»

CON RAZÓN O SIN ELLA…AL PAREDÓN

En Alcalá la ocupación francesa transcurrió entre el 27 de enero de 1810 y el 27 de agosto de 1812. Ya conocemos, comenzando por la obra del Padre Flores ( Memorias históricas de la villa Alcalá de Guadaíra, 1833), los desmanes que provocaron los franceses en iglesias y conventos. También nos relata el caso de alcalareños sin suerte que fueron asesinados, en francés ajusticiados, dándonos , en un ejercicio de memoria histórica, sus nombres: Bartolomé de los Santos, Antonio Rodríguez, Alonso Vallecillo, Fray Benito Calero que apareció muerto de un balazo en la hacienda de San Benito el mismo día en que los franceses salieron de aquí , y tres bandidos, en español guerrilleros. Y seguramente fueron más los cadáveres anónimos que aparecieron en calles, caminos y a los pies de tapias agujereadas. De los dos primeros nombres citados conocemos casi todos los detalles periciales de su caso a través de tres fuentes: el mismo Padre Flores, la Gaceta de Sevilla nº 42 (11 de mayo de 1810) y los interrogatorios practicados por el alcalde de la villa que se guardan en el legajo 389 de Policía del Archivo Municipal de Alcalá de Guadaíra. El mal fario para nuestros protagonistas comenzó a las 11 de la noche del día 15 de abril de 1810 cuando de improviso y entre grandes voces entraron dos soldados franceses en la casa de Antonio Rodríguez, vendedor de aguardiente, y de su mujer María Senepe en la calle Cano. Según testimonio de la mujer, recogido por el alcalde Francisco Caraballo un día después (recordemos que en Antiguo Régimen el alcalde tenía poderes judiciales de primera instancia) «eran dos soldados franceses y que uno tenía unos calzones blancos, la agarraron por las naguas (sic) diciéndole vamos a la durma (sic) vamos». Marido y mujer, según sus palabras, pudieron zafarse de los intrusos y salieron a la calle en busca de auxilio. La mujer fue a casa de su cuñada Isabel Rodríguez, en la calle San Sebastián, encontrando por el camino al hornero Francisco Díaz Herrera, que a la puerta de una taberna «estaba bebiendo un vaso de vino”. Éste le acompañó a dar cuenta de lo sucedido al cuerpo de guardia que tenía establecido la Guardia Cívica en la Plaza de San Sebastián. Por su parte, el marido corrió hacia la casa de su cuñada María Senepe Abrí que vivía junto a una viuda en la calle San Sebastián. Ambos, junto a Bartolomé de los Santos, que los alumbraba con un candil, llegaron a la casa encontrándose todos con el cuerpo de un soldado muerto y cuatro mozos que huían amparándose en la oscuridad de la noche. ¿Quiénes eran? Según declaró Antonio Rodríguez, al salir a la calle a pedir auxilio encontró a cuatro jóvenes que identificó como Ricardo Baquero, Jesús Mateo de “oficio del campo”, “un mozo del cortijo de Antonio Maestre” y un cuarto al que no conocía. De estos nada se dijo con posterioridad y nada se supo. Cuando llegaron una patrulla de franceses y de la Guardia Cívica alcalareña al mando del cabo José Antonio de la Rosa todos los presentes fueron detenidos en la cárcel local. El 5 de mayo se celebró el Consejo de Guerra en Sevilla quedando en libertad el hornero Francisco Díaz y María Senepe Abrí. Antonio Rodríguez, el marido, junto a Bartolomé de los Santos, el del candil, fueron condenados a ser fusilados como culpables, como así ocurriría en día 15 de mayo (registrando su muerte en la parroquia de la Magdalena de Sevilla). En cuanto a la mujer atacada, María, fue condenada a un año por ser cómplice de asesinato. Y así acabó todo. Si van a la exposición del Museo del Prado “Goya en tiempos de guerra”, fijénse en los rostros de esos madrileños que van a morir en el cuadro de “Los fusilamientos del tres de mayo” y recuerden a aquellos alcalareños sin suerte. Unos tuvieron la inmortalidad enmarcada gracias al talento hecho óleo, otros murieron como nuestros protagonistas con pena y sin gloria. Aunque todos fueron, seguramente sin quererlo, protagonistas de una vorágine destructiva en la cual apareció la idea de nación que tomó la forma constitucional y el espíritu gaditano. Y por último no estaría mal reflexionar sobre lo escrito recientemente por el historiador Ricardo García Cárcel: “la sociedad española parece descubrir, por fin, que la historia no empieza en 1931 y 1936. Algunos no perdemos la esperanza de que pronto se constate que tampoco empezó en 1808 y que alguna vez se superará el síndrome de los mitos fundacionales» (ABC, 27-3-2008).

CONCLUSIÓN: SOLO SABEMOS QUE NO SABEMOS NADA

“El Consejo de Guerra permanente de la 1ª división del 5º cuerpo de España, en el celebrado el día 8 del corriente, erigido en virtud de los artículos 19 y 20 de la ley del 18 Brumario, año 6, y compuesto conforme a la ley del 13 Brumario año 5, contra Antonio Rodríguez, de edad de 45 años, Bartolomé de los Santos, de edad de 58 años, Francisco Díaz de edad de 50 años, María Senepe Abrí, de edad de 24 años, y María Francisca Senepe Abrí de edad de 21 años, todos naturales y domiciliados en la villa de Alcalá de Guadayra, acusados y complicados en el asesinato a dos soldados franceses, en casa de dicha María Senepe Abrí, de que resultó morir uno, y herido gravemente otro, ha condenado a el Antonio Rodríguez y Bartolomé de los Santos, convencidos del expresado delito, a la pena de ser fusilados; y a María Senepe Abrí, por cómplice, a un año de reclusión; y declarado la libertad de Francisco Días, y María Senepe Abrí, por no resultar culpables”.

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1 Véanse mis anteriores aportaciones: “Reclutamiento, milicias y esfuerzo bélico en Alcalá de Guadaíra durante la Guerra de la Independencia (1808-1812)”, VIII Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, 1998; “Ecos de La Vendée en un Manifiesto de Soult (1812): guerra de opinión y guerra a muerte”, XII Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, 2004; “Entre la revolución y la reacción: aproximación al significado histórico de la Junta Suprema de Sevilla en el contexto del fin del Antiguo Régimen en España”, en Spagna Contemporanea, nº 18, Turín , 2000; “Personajes y personajillos en la guerra contra el francés”. Escaparate. Revista de Feria, Alcalá de Guadaíra, mayo de 2002; “Gente corriente en guerra. Dos cartas manuscritas de soldados españoles de la Guerra de la Independencia”, Trienio, Ilustración y Liberalismo, Madrid, nº 46, noviembre 2005; “Don Pedro Galeazo, el garrochista: Bella Vita Militar?”, Escaparate. Revista de Feria, junio 2006“. Artículos publicados en La Voz de Alcalá : ”Luces y sombras de la Alcalá Napoleónica (1810-1812)” (2 partes), 15-II-1999 y 1-III-1999; “La génesis del recluta (1808-1812)”, 1-X-1999, “Alcalá: fortaleza napoleónica” (2 partes) 1-X-2002 y 15-X-2002.