LA INSPIRACIÓN. María del Águila Barrios

 
 
 

Bosque de Almeces [Foto: LGV Alcalá 2020]

 
 
 

En un soplo, la inspiración nos agita. Dentro de nosotros, de pronto hace una cabriola y, aunque por nosotros mismos fuéramos incapaces de dar un simple salto, nuestra alma da la cabriola en un poema, o en un beso, o en un buenos días. Es inconsciente, como el viento, el silencio y el paisaje. Inspiración y entusiasmo son lo mismo. ¿De dónde nos viene? ¿La buscamos, o nos llegó súbitamente? Desde luego es como un hálito divino, suave vapor, o ruge con furor, aunque no es caprichosa sino intuitiva, celestial. En cualquier caso, sin ella, sin la concurrencia de su voluntad, pues es ente -algo o alguien-, el crear es empeñarnos en un contrasentido. Cuando su aliento lo sentimos cerca nos arde el temperamento, alcanzamos una grandeza humana: esa tensión del arco provoca que la flecha parta. ¿Hacia dónde? Pregunten a los pájaros, sabrán deciros que las nubes cobijan todo el blanco de los ángeles.

   Claro que la inspiración no escribe todo el poema, no da todas las pinceladas del cuadro, no acaba atisbando todos los planos que se tomaron en las fotos. La inspiración del matemático no despejó todas las incógnitas de la ecuación…, aunque sí, tal vez, abrió de par en par la primera ventana al campo, donde ya con ciencia y con conciencia fuimos resolviendo otros enigmas. Se dice que fue Picasso quien afirmó que a él cuando le llegaba la inspiración siempre le sorprendía trabajando. Probablemente en un genio como él trabajar y soñar son lo mismo, porque no debe entenderse aquí la palabra trabajo como imposición alienante, sino como vocación del corazón y de la inteligencia. Cuando nos aquietamos a tales exigencias de lo entrañablemente sentido y pensado, nos vemos conducidos por senderos de auténtica gloria. Suscita la persona así regida irradiante seducción. Provoca luz en la oscuridad de otros.

   Pero antes hay que caminar mucho oscuramente entre las sombras. Cada día han debido sucederse las páginas ante unos ojos inquietos de lector, como para provocar un llamamiento, una convocatoria a iluminar, colmado de relatos y de imaginaciones. Busquen las musas porque son generosas. Búsquenlas sin preocuparos de otra cosa que no sea una suerte de enajenamiento.

   Nuestro gran Bécquer en su rima III nos dejó varias estrofas donde define desde la poesía lo que para él era la inspiración. Elijo unos versos que me van a servir para concluir mi artículo de hoy y, también, como un último homenaje que le brindo en este 2020 en el que hemos celebrado los ciento cincuenta años transcurridos desde que en una fría tarde de diciembre de 1870 moría en Madrid el poeta: «memorias y deseos / de cosas que no existen; / accesos de alegría, / impulsos de llorar; […] locura que el espíritu / exalta y desfallece; / embriaguez divina / del genio creador… // ¡Tal es la inspiración!»

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2020]

 
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