LA CULPA. María del Águila Barrios

 
 
 

Tras la pelota el muchacho

[Foto: LGV París 2010]

 
 
 

¿Quiénes en algún momento han sido culpables para que nos haya invadido esta peste? ¿Cuál fue el recorrido de los hechos que promovieron la actual caída? Y nuestros coetáneos, ¿qué están haciendo para combatirla? ¿No están con sus decretos y mil normas sanitarias trayéndonos una peste tal vez mayor, y no sólo de salud pública, sino de ruina de la sociedad, de la economía de millones de españoles? Ha de tenerse en cuenta que no quiero poner el dinero por encima de la salud, sino hablar de enfermedad cuando no se tiene dinero para vivir.

   Y nosotros, los de abajo, el pueblo, ¿qué estamos haciendo? De momento aguantar las prohibiciones de todo tipo, acatar las mutilaciones a las libertades -deambulatoria, de reunión, de expresión, etc- y las suspensiones de la Justicia, de la municipalidad, de la Seguridad Social… También venimos contemplando con pasmo cómo dejaron a los españoles con dos palmos de narices cuando se trataba de avituallarse de mascarillas, geles, guantes o aparatitos para las pruebas del coronavirus.

   Cuando todo esto pase, si es que pasa, porque aún no lo sabemos y, en verdad, resulta evidente que quienes han cogido el mando no saben mucho más que nosotros, aunque pongan cara de mandones, ¿quién va a responder por esta calamidad planetaria?, ¿quién va a pagar por ella?, ¿quién va a compensarnos a todos y cada uno de nosotros en todos los lugares y por todos los daños ocasionados y por las secuelas, acaso terribles, que se derivarán de tanto destrozo y perjuicio?

   En lugar de esclarecer los hechos e identificar a los culpables han puesto a la gente a aplaudir en los balcones, y la gente ha aplaudido o ha batido las cacerolas, para entretenerlas cada día después de largas horas de reclusión. Si esto es lo que se alcanza con el movimiento ciudadano, una se queda desolada porque las preguntas que se formula le llevan a verse sola y sin respuestas. Para premio el gobierno se dedica con sus ministros a sesiones informativamente interminables. Unas sesiones donde se está fraguando un nuevo lenguaje para organizar la reconstrucción del país y la vuelta a la nueva normalidad. ¿Qué será esto? Ruegos y exhortos en parlamentos vacíos y telepredicadores que simulan la irritación del inocente ante su verdad oficial que es la única; pero es una verdad confinada.

   Si nadie asume la culpa, los vecinos acaban sintiéndose culpables y como nadie quiere asumirla se la largan a otro y ahí empieza el juego del pin-pon acusador.

 
 
 [La voz de Alcalá, 2020]

 
 
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