«LUNA, BAJA Y TRÁGAME». Fotografía de Miguel Hermosín (15 de octubre de 2010)
Buenas noches –de esta luna alcalareña-, muchas gracias por vuestra amable respuesta, por tan humana presencia, bienvenidos sois a esta presentación de LUNA, BAJA Y TRÁGAME. Nos sentimos muy agradecidos a Lauro Gandul y Olga Duarte, debido a su mayúscula atención, a su constante cuidado, a su tenaz empeño en valorar, no sin hipérbole, nuestros versos como efectivos poemas; muy agradecidos estamos por su voluntad de reservarles un sitio en este atril -de hospitalarios libretos de lectura- que en buena parte va siendo CARMINA con sus ediciones en Padilla. Igualmente damos las gracias –ya para siempre en un afectuoso y hebraico modé aní– a Juan Enrique Espinosa, autor del cabal y poético epílogo de este nuevo libro. Muchas gracias también al pintor Rafael Luna, hoy más que nunca nuestro querido, admirado y añorado Fafi, por habernos agraciado con un propio dibujo lunar al que ya no podemos mirar sino viéndonos en la frágil condición humana.
Y cómo no habría de estar, yo, totalmente agradecido a quien me ha consentido rastrear, por sus límpidos poemas, en busca de tres oteros a los que poder alzarse cuando la travesía de la memoria se va haciendo culposa. Como decía el gran poeta Leopardi, en su canto a la Luna, «qué grato es todo, en la juventud, cuando todavía es larga la esperanza y breve el curso de la memoria, el recuerdo de las cosas pasadas, aunque tristes y duros son los afanes». Gracias, amado hijo Tomás, por tus iluminadas colinas, por ayudar a que acaso un día sea hermoso acordarse inclusive de esto.
Ahora bien, a partir de este momento, a nosotros –en lo personal- ya sólo nos quedarán, de manera exclusiva, estos sinceros agradecimientos. Los poemas de este libreto ya no serán nuestros poemas, ya no sólo hablarán de nosotros ni de quienes amamos, sino que una voz acogedora se verá sucedida, Dios lo quiera, por una cascada de creativas lecturas. Una vez leídos aquí, ya seréis fuente creadora de significados en marcha, que van surgiendo en vuestras vidas y en las vidas de los vuestros. Las lecturas que realicéis serán como nuevas escrituras de esa humanidad que anida en ellos. Permitidnos, pues, que comencemos dándole voz a la primera de esas lecturas, a la primera apropiación poética de lo humano poéticamente cifrado en estos versos de poema, permitidnos, digo, comenzar con palabras del Epílogo.
Alcalá de Guadaíra, 15 de octubre de 2010.
La Serie Libretos de la Lectura, que «CARMINA» viene publicando desde 2005, simultáneamente con la Revista Ilustrada de Poesía, ofrece a los lectores su núm. 4: Luna, baja y trágame.
En el vasto paisaje del libro escrito por Tomás Valladolid Bueno, Tres Oteros de Tomás Valladolid Torres. Con epílogo de Juan Enrique Espinosa esculpido desde su profunda dulcedumbre en el rincón del fondo de este puñado de versos. La luna de Rafael Luna nos contempla a todos desde la portada.
Con la edición de Luna, baja y trágame «CARMINA», procura celebrar con los lectores el acontecimiento de la publicación de este libro de poemas con el que se puede llorar, cantar, reír, evocar, y, ver a los humanos, vernos. Y no callar ante el sufrimiento. Los versos nos enseñan a desenmascarar al poderoso que …cuanto más mira por su poder/ menos y menos piensa. El que quiera con este libro puede aprender a ser Justo, si tiene memoria y entendimiento. Ésta es una poesía del Conocimiento y del Reconocimiento. Comprender el sufrimiento, ¡sufrir!, comprender y Amar. Porque este libro es, sobre todo, un libro de Amor. Ni adulaciones, ni estafas, ni heridas, ni genocidios, sino su Palo y Democracia.
Canta el filósofo y el poeta. Desde los Oteros podréis contemplar el campo abierto, de noche o de día, de un cantor de la Vida, del Humanal. En un español transparente y rítmico, las palabras de este libro nos llegarán henchidas de libertad, con la elegancia curtida por un intenso ver sin par, bajo la luz prestada de la luna de Rafael.
NOTA BIBLIOGRÁFICA
Tomas Valladolid Bueno (Siles-Jaén, 1959). Doctor en Filosofía. Realiza tareas docentes y educativas como catedrático de Educación Secundaria. Miembro del grupo de investigación «La Filosofía después del Holocausto» dirigido por el profesor e investigador Reyes Mate en el Instituto de Filosofía-CCH/CSIC. En sus reflexiones y publicaciones dominan temas sobre pensamiento judeocristiano, víctimas, justicia, memoria política y democracia. Es autor de los libros Historias de la otra razón (1993), Democracia y pensamiento judío. Caminos de intencionalidad práctica (2003), Por una justicia postotalitaria (2005). Entre otras publicaciones cabe citar: «Los derechos de las víctimas», en J. M. Mardones, R. Mate (Eds.), La ética ante las víctimas (2003); «La despolitización de la democracia», en R. Mate, J.A. Zamora (Eds.) Nuevas teologías políticas (2006) y «Ecología victimológica: las bases del habitar democrático», en M. Herrera Moreno, Hostigamiento y hábitat social: una perspectiva victimológica (2008). En materia de publicación didáctica para alumnado de bachillerato, es coautor del libro Filosofía y ciudadanía (2008). En el presente, y en el contexto de investigación señalado, se ocupa de un proyecto cuyo tema central gira en torno a Memoria e identidad democrática.
En en la Revista Ilustrada de Poesía «CARMINA» Textos para una Lectura, ha publicado poemas en su primer número y en el último, «CARMINA LUSITANA», donde además se incluyó su artículo «La estructura práctica de la creación literaria (Consideraciones filosóficas sobre poesía y democracia)».
Pudimos verlo durante años
caminar con pies entrecruzados,
hastiado, y sin abrigo, malvivir la vida
campo a través de anhelos en quiebra
sendas de una vieja y finada pasión.
Lo pudimos ver, en efecto,
abatido por la nefasta ira de los días,
que acanala su alma de abisales llagas,
sufriendo exhausto la febril bajeza
de quienes verle quieren encorvado.
Pudimos oír, y así lo hicimos,
un vaivén de latidos espasmódicos
marcando el paso ligero de su tiempo
cual dorado péndulo tembloroso
de un juvenil amor atenazado.
Hasta que en una fría mañana,
de aquel agrio y polar invierno,
descubrieron su achicados huesos
allá, en el pedregoso hontanar.
A la batalla que nunca debió ir,
cuando vuelvan los días sin ira,
ya nos contará al oído, sin jadeos,
qué valquiria le ordenó partir.
Auto de fe pintado por Pedro Berruguete en 1475.
Sepan todos que, habiendo entrado un día la Justicia en las casas a buscar unos papeles, los Señores Inquisidores Apostólicos de esta ciudad y su partido celebraron Autos públicos de Fe. A los últimos acentos del Pregón se hizo festiva salva el tumultuoso bullicio compuesto de la armonía, tropel, estruendo y terror en los arcabuces, chirimías, clarines y atabales, cuya mixta y ruidosa consonancia, sin embargo de la confusión, corrió por el aire lisonja, llegó a los oídos agrado, pasó a los ojos ternura, a los semblantes placer, entró en los pechos piedad y salió contra los enemigos de la Iglesia, detestación.
Sepan todos que a los penitenciados preguntaron de este modo: << Hijos e hijas, ¿qué pedís? >>. A lo que respondieron: ¡Misericordia! Y preguntados, de nuevo, de qué delito, no les fue posible confesarle. ¿Qué habían de confesar? ¿Que sólo habían creído de forma ligera? ¿Que habían cantado canciones impías, aunque no para ponellas en el corazón, sino para sabellas? ¿O debieron confesar que habían sido moros o judíos, aunque tarde y mal? Pues sepan todos que alguno confesó, en su verdad, que la Virgen ¡no quedó! Ni antes ni durante ni tras.
Sepan todos que el Fuego los fue declarando Pavesas de su delito, y les puso la Ceniza por si acaso el lento Fuego, con las retóricas vivas lenguas de sus llamas, bastase a persuadir y vencer lo que no pudieron tantas piadosas y Cristianas diligencias. Pues, además, sepan todos que los señores Inquisidores presumieron de dictar sentencias todas tan piadosas como justas, y tan prudentes como rectas, porque piedad y justicia, prudencia y rectitud, todo se halla en ese Santo Tribunal, que con tan soberano acuerdo, tan conocido valor, tan atenta entereza y tanta sagacidad (que todo ha sido bien menester en esa ocasión) han proveído doctos y experimentados, incorruptos, benévolos, piadosos y santos castigos de Relajados. Y no ahítos de autogloria tomaron por prudente que no se ejecutasen las sentencias de noche, excusando los inconvenientes del concurso, que suelen ser más feos con las sombras.
Mas, ante tanta ignominia, sepan todos en este día lo que en otrora ya se dijo y nunca se debió olvidar: << No se concibe hoy apenas que durante la lectura de cincuenta sentencias, y entre ellas tres de muerte en la hoguera, aquellos señores tuvieran tranquilidad y frescura bastante para entregarse, no á comer, sino á devorar cuatro terneras, ocho jamones, treinta libras de carnero y criadillas, veinticuatro meolladas, ocho libras de albares, una canasta de guindas, una sera de manzanas, ciento ochenta y seis pollos y doscientos cuatro panes, todo esto acompañado de una arroba de bizcochos, otra de canelones de canela y cinco de amigotas colaciones, y remojado todo con quince arrobas de vino y otras bebidas, en cuya composición entra la canela, el azafrán y la pimienta. El hecho es cierto, por desgracia, dando una triste idea de los sentimientos de los españoles de entonces. >>[2]
Por todo ello, pues, conozcan todos los de hoy su deber de dar justo nombre a quien fue relajado ayer.
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* Escrito de próxima publicación en la revista Anthropos.
[1] Este texto es el resultado –en su mayor parte- de recomponer, en un orden diferente, algunos fragmentos de distintos Autos de Fe realizados por la Inquisición en la ciudad de Córdoba (España). He tenido acceso al contenido de los mismos gracias a D. Sebastian de la Obra (historiador y director de Casa de Sefarad), quien –con un altísimo grado de generosidad- ha puesto a mi disposición el fruto de su excelente y laborioso trabajo de investigación sobre las víctimas de los Tribunales de la Inquisición. Queda aquí expresión de mi profundo agradecimiento.
[2] Ramírez de Arellano, Rafael. “La Inquisición de Córdoba. Noticias curiosas para ilustrar su historia”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 38 (1901), pp. 169-168.
Siendo yo niño, y la estación la del verano, tuve noticia de la muerte de otros niños del pueblo. Dos pequeños, mutuamente cogidos de una de sus manos, se dejaron las vidas en unas sucias aguas de una alberca necrófila. Según dicen el portón de madera que debía impedir el paso hacia el estanque de riego no estaba bien cerrado. Las dos criaturitas, llevadas en volandas por la curiosidad, cayeron a la fatal cisterna. Una de las dos era hermano o hermana de un compañero mío de la escuela, alguien a quien bastantes años después también le atraparía la muerte en su modalidad trágica. Así al menos me lo contó un primo mío. Hay familias a las cuales la desgracia última no les da respiro. La muerte fue avariciosa y traicionera: aprovechó el suave lazo de las manitas infantes para llevarse consigo dos vidas por el gasto de una. ¿Iban ya de la mano cuando cayeron? ¿Cayó primero una y luego la otra al cogerla en su intento de salvarla? ¿Cómo se miran dos niños cuando mueren cogidos de la mano uno del otro? ¿Cómo soportaron sus padres aquel dolor que con sólo preguntar se acrecienta? Me angustia este sentimiento de compasión, me avergüenzo siquiera de tenerlo, pues sé que es sólo una mala copia del verdadero sufrimiento. Han pasado casi cuarenta y cinco años, aún me tiembla el alma como me estremeció aquella tarde. Todos los días que vinieron después, durante todos los años que pasaron detrás, temí más mi posible desgracia por el dolor que supondría para mi madre que por el daño que a mí pudiera ocasionarme. Me angustia este sentimiento de compasión y no podría decir –sin vergüenza- que me ahoga tanto infortunio, ya que realmente los ahogados fueron ellos dos. He visto dormir a mis tres hijos, he visto sus párpados cerrados llenos de vida, ni Dios ni nadie quiera que los vea morir. Perdonadme vosotros, padres que conocéis la hondura de tan tamaño y mortal hachazo. No olvido aquella cadencia de una voz que decía: cogiditos de sus manos, de sus manos, de sus manos, de sus manos… Y escribirlo ahora, ¿qué es? ¿traicionarlos? ¿es decir, un modo más gramatical –menos de niño- de amarlos? ¿Cómo fosilizaron aquellas muertes veraniegas en mi alma de niño? ¿Cómo encallaron las sucesivas muertes de los férreos veranos en mis entrañas de niño? Muertes estivales, de ahorcados, de accidentados, de piedra en la sien, de cáncer hisopado, de repente, de repente, sutilmente tout à coup. En verdad traducción es traición.
Carro de cartonero
Buenos Aires, 2006
LGV
Todos ellos fueron llegando y, sin embargo, me quedé paralizado, sombrío, triste y adormecido. Otra vez ese fatal hundimiento bajo los cimientos de un mundo nuevo que, a la vez, muere velozmente lejano. El presente se resistía a verse desfigurado por los intensos ecos del pasado. Y éste se afanaba, beodo de rebeldía y coraje, en mostrar la ilusión de ser resucitado. Lo ya sido no se resignaba al fracaso total. Me incomodaba con un algo que casi me forzó a retroceder hasta el comienzo del gastado camino. Pero renacer se me antojó morir. La desilusión o el desaliento se impusieron antes de que pudiese, tan siquiera, conocer las causas de tanto descalabro. A mayor pasión y entusiasmo, menor claridad sobre lo sepultado en el tiempo. Todo se volvía oscuro: un negro nubarrón nos palmeó sobre la cabeza. Surgieron la pena y la tristeza más desconsoladoras, esas que nos impiden llorar, anudan la garganta y hacen cristalizar la saliva. En esos instantes eternos cualquier trago me habría sabido a un buen trago de sangre. En aquellas condiciones me arriesgué a pasar «un día de placer» con Isaac Bashevis Singer. A la vuelta, antes de atreverme con la «escoria», le robé algunas de sus preguntas. Hoy quisiera dejarlas, en depósito, aquí en «CARMINA». Si alguien se siente movido a realizar un nuevo latrocinio, deberá aventurarse con su personal «día de placer»:
Isaac Bashevis Singer
1904-1991
«¿Qué ocurriría si un pájaro volara en línea recta eternamente? ¿Qué ocurriría si se construyera una escalera que llegara desde la tierra hasta el cielo? ¿Qué había antes de que el mundo fuera creado? ¿Tuvo el tiempo un inicio? ¿Cómo es posible que el tiempo tenga un principio? ¿Tenía el espacio un límite? ¿Cómo es posible que el espacio tenga un límite? ¿Qué hacen las almas en el Paraíso? ¿Cómo es el Paraíso? Si los judíos vivían piadosamente, vendría el Mesías, pero, ¿cómo podríamos tener la seguridad de que todos los judíos obedecerían la ley de Dios? ¿Cómo cabía destronar al Zar, cuando contaba con tantos soldados armados con espadas y fusiles? ¿Cómo era posible que no hubiera ricos ni pobres? ¿Qué es esto? ¿Qué es aquello? ¿Por qué las vacas comen hierba? ¿Por qué de esta chimenea sale humo? ¿Por qué los pájaros tienen alas y las vacas no las tienen? ¿Por qué hay gente que va a pie y otra en carro? ¿Por qué el Vístula que pasa por el puente de Praga es el mismo río que discurre junto a Radzymin? ¿Qué puede significar un chicuelo en aquel mundo tan vasto y tumultuoso? ¿Cómo nos arreglamos para encontrar a quien buscamos? ¿Cuánto puede durar la tristeza? ¿Es el cochero un ladrón que me lleva a una negra cueva? ¿Por qué había salido aquel claro allí, precisamente en aquel instante? ¿Por qué chillan los gansos muertos? ¿Hasta dónde va el Vístula? ¿Dónde está el Leviatán? ¿El final de la Tierra? ¿Qué hacer si te muerde un pez? ¿Cómo estudiar la Torah y cómo ser un buen judío, cuando falta la comida propia de la celebración del Sábado? ¿Qué es lo que envidian en mí? Si yo he pecado en contra de mis amigos, ¿por qué no me dicen cuál es su queja? Si yo no fui quien comenzó, ¿por qué he de ser yo quien ahora pida la paz? ¿Quiénes eran los autores de libros como aquél, y quiénes eran los que comprendían aquellos libros? ¿Por qué razón mis amigos habían acudido a mí? ¿Llegaría verdaderamente el tiempo en que todo sería un eterno Sábado?»
Un hombre joven que vive de recoger papeles y cartones
Buenos Aires, 2006
LGV
El beso
Brancusi
(1876-1956)
LGV
TRISTESSE
J’ai perdu ma force et ma vie,
Et mes amis et ma gaieté;
J’ai perdu jusqu’à la fierté
Qui faisait croire à mon génie.
Quand j’ai connu la Vérité,
J’ai cru que c’était une amie;
Quand je l’ai comprise et sentie,
J’en étais déjà dégoûté.
Et pourtant elle est éternelle,
Et ceux qui se sont passés d’elle
Ici-bas ont tout ignoré.
Dieu parle, il faut qu’on lui réponde.
Le seul bien qui me reste au monde
Est d’avoir quelquefois pleuré.
TRISTEZA
He perdido mi fuerza y mi vida,
Y mis amigos y mi alegría;
He perdido hasta el orgullo
Que hacía creer en mi genio.
Cuando conocí la Verdad,
Creí que era una amiga;
Cuando la he comprendido y sentido,
Ya estaba asqueado de ella.
Y sin embargo ella es eterna,
Y aquellos que se han despreocupado de ella
En este bajo mundo lo han ignorado todo.
Dios habla, es necesario que se le responda.
El único bien que me queda en el mundo
Es haber llorado algunas veces.