Foto LGV Belgrado 1988
Pudimos verlo durante años
caminar con pies entrecruzados,
hastiado, y sin abrigo, malvivir la vida
campo a través de anhelos en quiebra
sendas de una vieja y finada pasión.
Lo pudimos ver, en efecto,
abatido por la nefasta ira de los días,
que acanala su alma de abisales llagas,
sufriendo exhausto la febril bajeza
de quienes verle quieren encorvado.
Pudimos oír, y así lo hicimos,
un vaivén de latidos espasmódicos
marcando el paso ligero de su tiempo
cual dorado péndulo tembloroso
de un juvenil amor atenazado.
Hasta que en una fría mañana,
de aquel agrio y polar invierno,
descubrieron su achicados huesos
allá, en el pedregoso hontanar.
A la batalla que nunca debió ir,
cuando vuelvan los días sin ira,
ya nos contará al oído, sin jadeos,
qué valquiria le ordenó partir.