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CÓMO VAN A QUERER LA CULTURA SI NO AMAN LA VIDA. María del Águila Barrios

     

Parque de San Francisco
[Foto: LGV Alcalá 2014]

     

Gobernar es conocer y no se conoce lo que no se ama. Para amar hay que tener corazón y no se tiene corazón si éste ha sido sustituido por un sillón. Así, es muy difícil conservar un corazón. Los niños lo tienen radiante y tan natural como las montañas en el paisaje. Los años, con todo lo que viene con ellos, suelen acabar con el pálpito del corazón de muchos al poco de dejar de ser un niño. No en todos. En aquellos que tiraron su corazón a la cuneta en la primera curva se produjo un hecho curioso, de consecuencias terribles, como veremos: comprobaron que en el lugar donde tenían el corazón les cabía un sillón. No un sillón cualquiera, sino un sillón para que en él se siente quien manda. ¿Y para qué quiere mandar quien se quedó sin corazón y ahora está bien apoltronado en el sillón? ¿A qué aspira? ¿Qué respira? Pero estas preguntas no se las hace quien gobierna. Sobre todo en los pueblos donde ha surgido una forma de ganarse la vida sin hacer nada y sin saber en absoluto qué es lo que hacer con tanto gobierno. Sus mentores les dicen que tienen que mandar y gastar el presupuesto. Y como saben ser agradecidos se dedican a la molicie y a los medios de propaganda que para ellos trabajan. Pero, volvamos al corazón. ¿Por qué vengo hoy a escribir sobre el amor? La respuesta está en los árboles. Un huracán arboricida sopla desde el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra y tiene ya arrancados los árboles de muchos lugares donde ofrecían grata sombra y cobijo al que a ellos se acercaba para pararse o para pasearse entre sus generosos troncos. Quitaron los árboles, los únicos que callan y aguantan, pero no se callaron los vecinos. En unos y otros hay un corazón que palpita, un corazón herido para el que no tienen misericordia quien en el lugar del corazón pusieron un enorme sillón. Pero, ¡ah!, ¡qué desvencijados están esos sillones! Y no se sonrían los ediles que han denunciado las talas porque es una farsa que pone la cara de tragedia en el teatro que día a día representan.

   Señoras y señores ediles, ¡paren de talar y mutilar árboles en nuestro pueblo! ¡Tenéis el corazón hecho de estacas secas y muertas! ¡Cómo le vais a hablar a nadie de libertad y democracia si nos estáis arrebatando la vida, el frescor, el color, la umbría de nuestros árboles! ¡Convertid vuestro teatro diario en verdadera cultura!, que es lo que falta, desde hace años, por parte de vosotros que regís un municipio que habéis convertido en un barco a la deriva.

     

[La voz de Alcalá, 2019]

     

 
 
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DESDE LOS ÁRBOLES. María del Águila Barrios

 
 
 

Parque de San Francisco
[Foto: LGV Alcalá 2014]

 
 
 

Cada primavera se me muestra con el florecimiento de dos jacarandas que hay en la Plaza de España, delante del colegio Pedro Gutiérrez. Este año ha sido imposible recibir ese regalo de la naturaleza, porque la tala a la que las sometieron en febrero ha mutilado su crecimiento natural, las flores han tenido que nacer en la corteza porque no había ramas que las sostuvieran. Yo diría que este año más que poda en el arbolado urbano se ha cometido un auténtico arboricidio.

   Los árboles de esta antigua plaza son una muestra del abandono de muchos elementos de nuestro pueblo, se han perdido palmeras, otras afortunadamente se han conseguido salvar in extremis, hay un olmo que creció desmesuradamente sin que nadie lo atendiera y este año han recibido un descomunal castigo, al igual que las jacarandas que recibieron la tala inmerecida. Este parque muestra los vaivenes, los altibajos, la desidia y, cuando no queda más remedio, la actuación de última hora de nuestro ayuntamiento. Mirándolo bien, se ha convertido en un observatorio municipal.

   El patrimonio también es un buen observatorio ya no sólo de los vaivenes sino de la propaganda porque se pueden servir de él para mostrar la hipócrita preocupación por Alcalá. ¡Cuántas campañas! Hasta en 2011 llegó a aparecer nuestro castillo en Fitur como una Alhambra por descubrir. Ahora llegan las gafas 3D para ver los molinos en su actividad de molienda cuando ni si quiera se puede acceder para visitarlos. Todo muy impactante y visual pero nunca con proyectos estructurales.

   Y las nuevas obras también nos muestran la despreocupación urbanística y estética. En ninguna ciudad francesa se hubiera consentido la construcción de una mole que, en nuestro pueblo, ha herido definitivamente el espacio de Beca donde antaño hermoseaba un almacén de aceitunas y el edificio de la empresa Radio Luz. Muchas empresas locales han sido sustituidas por firmas extranjeras sin ningún complejo ni reconocimiento de lo que aquí se crea y se ha creado. Quienes nos han gobernado y gobiernan van vendiendo el alma de nuestro pueblo al primero que aparece y poco importa el daño estético, urbanístico y patrimonial.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2018]

 
 
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EL PAISAJE. María del Águila Barrios

 
 
 

anónimo rumano (s XX)

El bosque sin hojas
Grabado rumano de autor anónimo
(S. XX)

 
 
 

Mirar por el agujero de la cerradura de un viejo portalón y en un punto de fuga que inmediatamente aparece, se ve el campo, como si lo viera entrecerrando los ojos. No es un campo cualquiera, parece ya un sueño de lejanía, es el campo abierto siempre misterioso. El paisaje no es un espacio cualquiera porque se nos aparece siempre como un descubrimiento que no es un hallazgo de la Geografía o de la Geología, sino de lo escondido del espíritu humano. El paisaje es siempre limpio, claro y alto, que es como sólo el alma puede contemplarlo.

   Con las lluvias de enero se ha puesto verde la Vega. La naturaleza renace. El Guadaíra más salvajemente caudaloso. Bastan unas gotas para que el río que cruza Alcalá se torne bravío y brame.

   Es el paisaje línea tenue pero llena de significado, historia y sensibilidad. Línea ondulada del alcor por Gandul, línea recta en la Vega, línea quebrada de San Roque, el Águila y el Castillo. El paisaje es tiempo inmortal hecho de lo mortal humano, es nostalgia y deseo, alegría y afecto. Como escribe Azorín: «El paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus melancolías, sus placideces, sus anhelos». Es frágil como el cristal y acoge en su seno la sensibilidad humana. Cuando ésta estalla, estalla la línea del paisaje.

   Hay muchas maneras de matar la belleza. En nombre del progreso se han perpetrado ignominiosas acciones contra nuestro paisaje. Lo que hondamente me preocupa es la ignorancia de los que tienen el poder de actuar sobre el paisaje porque, en su simplicidad, sólo ven él un espacio cualquiera y no precaven el daño, ni el peligro que causan ni tienen la capacidad de evitar luego la destrucción que sigue y que es irreversible. Éstos, que quizá me lean, quien sabe siquiera si piensan en lo perdido porque nunca lo aprehendieron, nunca lo vivieron ni lo vieron, pero se lo voy a poner fácil esta vez, ahora me refiero a las placas solares que ya son plaga en la Vega.

   Vengo a tratar hoy del paisaje porque siendo Alcalá también conocida como la de los paisajes no es tema baladí para mí. A veces, tal vez demasiadas, me encuentro con el paisaje que vi y, que encontrándome con él ahora, no lo reconozco. Recuerdo, hace años, una viñeta de Máximo San Juan en El País donde un personaje decía a otro: «Nos han robado hasta la línea del paisaje».

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2020]

 
 
 

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EN ESTE 28 DE FEBRERO DE 2020 EN QUE SE CELEBRA EL DÍA DE ANDALUCÍA LA REVISTA «CARMINA» HOMENAJEA A JOSÉ BENÍTEZ GUILLÉN, INVENTOR Y EMPRESARIO ALCALAREÑO. De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún [artículo publicado en «Escaparate» en 2014]

 
 
 

José Benítez Guillén
(Foto: ODP)

 
 
 

En aquellos almacenes de aceitunas, donde se escogía, aderezaba, deshuesaba o rellenaba de pepinillos o de pimientos y se envasaban las aceitunas de mesa, trabajaban, normalmente, más de doscientas mujeres y no pocos hombres. Después de cocidas las aceitunas en la nave, cubo a cubo, los faeneros llenaban el bocoy, los toneleros lo tapaban con el fondo y era volcado entre tres o cuatro hombres que lo rodaban durante un largo trecho de varios cientos de metros hasta la puerta de la nave donde lo estibaban, es decir, los ponían derechos con la boca para arriba. El bocoy tenía mucha mano de obra. De tanto rodarlos por el patio de labor del almacén las duelas se quebraban y había que sustituirlas. El viento de solano, cuando soplaba frecuentemente en Alcalá, además, secaba y resquebrajaba la madera, por lo que había que tapar los salideros con anea. Además, había que requerirlos todos los días uno por uno, es decir, con una regadera había que colmarlos de salmuera por la boca hasta que rebosara. Todos los días incluía sábados, domingos y festivos. Si no se hacía, la aceituna de la boca se ponía negra, se estropeaba. La sustitución de los bocoyes de madera por las bombonas de plástico mejoró la conservación del continente, pero rellenarlos de la aceituna cocida, volcarlos, rodarlos y requerirlos seguían siendo tareas necesarias. Ya fuera el bocoy de madera o la bombona de plástico –que en Sevilla se comercializaba por la empresa Reyembas– la manipulación de los cuatrocientos o quinientos kilos que pesaban necesitaba mucha mano de obra. La industria del aderezo y envasado de aceitunas estaba muy desarrollada en Alcalá. Iba a ser un alcalareño quien adaptase el carro hidráulico transportador y elevador de palés a la manipulación de bocoyes y bombonas, para trasladarlos y para voltearlos, sin daño alguno. José Benítez Guillén inventó la carretilla hidráulica para bocoyes y bombonas.

 
 
 

Su padre Eduardo Benítez Moreno

 
 
 

            Sus padres, Concha y Eduardo tuvieron siete hijos. José fue el penúltimo y el más pequeño de los varones: Concepción, Manuela, Eduardo, Joaquín, Dolores, José y Feliciana. Él nació en la calle Ancha (hoy San Fernando) en 1928. Su padre tenía un camión y se dedicaba a dar portes. Además, era concejal por el Partido Republicano Democrático Federal y amigo de Cristóbal Moreno Soto, a quien ayudó para que fuera Secretario del ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra. A por éste y otros fueron un día cuando la rebelión de los militares contra la República y ya no volvieron a verlos, aunque a Eduardo Benítez Moreno se lo llevó de esta vida una apendicitis mal curada, cuando José sólo contaba con seis años. Su tía Eloísa se hizo cargo del pequeño José y se lo llevó a vivir a la casa que había nada más empezar los escalones de la Cuesta del Águila, debajo de la torre de Santiago. Como su tío era panadero y por aquel entonces lo ganaba bien, José no pasó hambre, pero sus hermanos tuvieron más dificultades.

            Estuvo muy poco tiempo en el colegio. Su primera clase estuvo en la parte alta del hospital, hoy ayuntamiento, con don Matías que era el maestro y luego en la plaza del Duque, donde está hoy la Casa de Socorro. José dejó pronto la escuela y, con trece años, entró como aprendiz en el Corralón de Matías, años antes de que éste levantara el conocido almacén de aceitunas. Su hermano Eduardo, que tenía diez años más que él, trabajaba como mecánico y conductor de camiones para el empresario Matías Casado.

            El Corralón de Matías estaba al final de la que hoy conocemos como calle Rafael Beca, a un lado y otro de la calle, en él clasificaban y envasaban garbanzos y alpiste. Un poco más arriba del Barrero, tenía Matías Casado un molino de aceite donde el aceite se envasaba en bidones de chapa. En la empresa había varios camiones para traer la aceituna al molino, desde fincas de Alcalá como Quintillo y Cartuja, y llevar los sacos de garbanzos a la estación de El Punto para su transporte, desde Sevilla, a Madrid o Bilbao. Su hermano Eduardo era el encargado de la reparación de los camiones que, al utilizar gasógeno como combustible, siempre tenían dos o tres motores en reparación porque se desgastaban y estropeaban frecuentemente. Fue de Eduardo de quien José aprendió los primeros conocimientos sobre mecánica de vehículos y quien le enseñó a conducirlos. José lampaba por conducir los camiones y para que Eduardo le dejara algunos días, la pringá que su tía Eloísa le preparaba dentro de un bollo prefería dársela, y éste le permitía coger los camiones, siendo apenas un adolescente. José aprendía rápido y pronto se ganó el afecto de Matías Casado. A José entonces lo conocían como el «niño de Matías». Sin carné de conducir y con catorce o quince años era capaz de coger el camión, acarreando muchas veces materiales para la construcción de la casa de Matías en la calle de la Mina, e ir al Arahal para traerse el camión cargado de aceitunas. Él ponía sacos sobre el asiento para poder llegar al volante. Lo multaban siempre que lo veían, unos motoristas que todavía no eran de la guardia civil, por no llevar carné, aunque no le preguntaban ni por la edad. Matías pagaba las multas, y más tarde también le pagó el carné de segunda, de primera y el especial.Para la clasificación de los garbanzos tenían, en el corralón de Matías, unas máquinas formadas por unos rulos que daban vueltas en un sentido. Los operarios debían estar pendientes de la máquina en funcionamiento porque se atascaba y tenían que pararla, quitar el tablero, darle con la tablilla al cilindro, poner el tablero y arrancar de nuevo la máquina. Y él pensó que si la máquina daba vueltas en el sentido contrario no había que parar la máquina, ni quitar el tablero consiguiendo que no se salieran los garbanzos. Matías comunicó a los fabricantes de la máquina que «el niño» ya había solucionado el problema, y éstos hicieron la mejora. Cuando José fue a Bilbao conduciendo un camión para traerse dos máquinas más, que había comprado Matías con la mejora incorporada, querían que se quedara con ellos, pero José les dijo que ni hablar y se vino para Alcalá.

            También, en Matías había una lavadora de aceitunas de molino que se rompía mucho. José modificó el cojinete de la lavadora que era muy pequeño para el tamaño de la máquina y por ello se inclinaba, habiéndose de parar en medio de la faena. Alargó el cojinete y consiguió que no se detuviera durante la limpieza de las aceitunas. Por aquel entonces, de Córdoba vinieron unos ingenieros de la empresa La Cordobesa donde se fabricaban piezas para los molinos (rulos, prensas, …), venían a visitar la fábrica de Aceites y Cereales de Matías Casado y cuando vieron la mejora de la lavadora de aceitunas, le preguntaron a Matías en qué fábrica se había hecho tal arreglo. Matías contestó que había sido «el niño» y los ingenieros tomaron sus notas y también modificaron sus lavadoras de aceitunas.

            En los almacenes las mujeres tenían que cortar los pepinillos en una tablilla para luego rellenar las aceitunas. José ideó una máquina para cortar el pepinillo. Entraba el pepinillo y la máquina tenía unos discos que lo cortaba a la medida que se necesitase.

            Con su hermano Eduardo tocaba en bodas y bautizos, en los parabienes, Eduardo el acordeón y él la batería. Tenían los dos una jazz band. Eduardo, al mismo tiempo, fue músico de la banda municipal donde tocaba el clarinete.

            Cuando a su hermano Eduardo le salió una colocación en Florencio Ordóñez se fue de Matías, y éste le preguntó a José si se sentía capaz de quedarse a cargo de la mecánica de los 6 u 8 camiones que había en la empresa, y claro que se sentía capaz. Tendría 16 ó 17 años y el oficio aprendido. Trabajaba muchas horas en Matías Casado, tanto en el Corralón como en la fábrica de Aceites y Cereales y después en el almacén de aceitunas que Matías Casado construyó en lo que se conocía como la huerta de la Tapada, hoy Radio Luz. Nos dice con humor que trabajaba más que un mulo arrendado. Cuando era aprendiz ganaba en Matías 3 ó 4 pesetas, y cuando se casó 5 duros –con los que se aviaba uno mejor entonces que hoy con mucho más, nos asegura– aunque cuando terminaba su jornada se ponía a otras cosas, como hacer, a mano, un motor de cuatro tiempos con válvulas en cabeza y que instaló en una bicicleta. Tenía un amigo, Ramón Casal, que trabajaba en Maestranza de Aviación y le consiguió una magneto y el carburador de un motorino, que servía de puesta en marcha para arrancar el motor de un avión. El mosquito que luego vino de Italia, ya lo había inventado él en Alcalá y andaba estupendamente.

            En una empresa de Sevilla, adonde él llevaba mucho trabajo de Matías para rectificar cigüeñales, fue en una ocasión para ver la máquina deshuesadora de aceitunas que habían inventado. José dijo a Matías que la máquina no servía porque aunque la máquina deshuesara muy bien no podía hacerlo más rápido que una mujer, que lo hacía muy rápido, no necesitaba ni mirar, harían falta doscientas máquinas para hacer el trabajo de las doscientas mujeres que Matías tenía en el almacén.

 
 
 

En 1960 se constituye MOBESÁN, S.L., y se instalan en la calle Rosita nº 6, esquina con la calle Bailén (Tléf. 541) como estación de servicios para engrase y reparaciones de vehículos (agencia oficial de Mercedes, D.K.W. y Land Rover) aunque en la publicidad de 1966 ya aparece en la fotografía del local, en la puerta, un carro transportador y elevador de bocoyes, hasta la revista de 1969 no aparece en la publicidad que además de estación de servicios se dedicaban a fabricar «transportadores y elevadores de bocoyes y mercancias», y las siglas TYE (Transportador y Elevador).
[Revistas de Feria de Alcalá de Guadaira de 1966 a 1969]

 
 
 

                Cuando a Matías Casado el infarto le dio un aviso, tenía seis o siete chóferes y dejó parados a la mitad. Y José aspiraba a algo más. Su compadre el panadero José Mora tenía una panadería en la calle Herreros y acababa de comprar la huerta de Barneto con la idea de trasladar allí la panadería. Mora le propuso hacer un taller en la esquina que quedaba de la calle Rosita con Bailén. José pidió una excedencia en Matías Casado. Empezaron con el taller primero los dos, José Mora y José Benítez. Como tenían amistad con José Santaella que estaba en Caracas, y de cuando en cuando venía por el taller, Santaella se interesó en entrar como socio.

            En 1960 en la calle Rosita nº 6 se estableció José Benítez regentando un taller para la reparación, engrase y lavado de vehículos. Eran agencia oficial de Mercedes, D.K.W. y Land Rover aunque hasta 1962 no se ideó y fabricó el primer transportador y elevador de bocoyes y mercancías. Por entonces las carretillas elevadoras que existían eran de pala para transportar y elevar palés, pero no estaba creada la específica para bocoyes. Para éstos las uñas habían de entrar por debajo del bocoy, que tenía que ser cogido derecho, y portar un garfio de tal manera que asegurase el bocoy para que no se cayera. Las otras carretillas no valían para bocoyes.

 
 
 

 
 
 

            José inventa la adaptación de la carretilla elevadora de palas, al transporte, y elevación de bocoyes. Él adapta la máquina a las necesidades materiales existentes en los almacenes de aceitunas. Antes no existía ni en España ni en ningún país. Ellos patentaron en su momento el invento pero a éste han seguido otros adaptados a los tiempos como el volteador, que permitía girar 360º el bocoy y la bombona, la transpaleta que es una máquina independiente de la carretilla que se usa para el agrarre y transportes de bombonas en espacios más reducidos. A partir de 1995, se adaptaron las carretillas a los nuevos sistemas electrónicos.

            Había un gerente en ATECO, conocido como el almacén del Cuerno por estar al lado de la popular Venta de «El Cuerno», que era muy amigo de Matías y tenía una DKW, una furgoneta de dos tiempos. Estando todavía José con Matías, cuando le pasaba algo a la furgoneta no quería que nadie le arreglara la DKW como no fuera José. El gerente era un malagueño llamado Félix Gómez de la Cruz y cuando José se estableció en la calle Rosita, le daba mucho trabajo y no le faltaba la faena gracias a don Félix que tuvo ver con la idea de construir una máquina elevadora para bocoyes pues José tenía que ir mucho al almacén de ATECO y veía las necesidades. Así que pensó: «yo voy a hacer una máquina para esto». De noche ideaba la carretilla, la iba construyendo en su imaginación y en el taller por la mañana la fabricaba. No tenía que dibujarla. Ni croquis, ni esquema, ni nada. En el taller se ponía directamente a montarla según lo que había pensado.

 
 
 

Modelo 500, con volteador, cargado con un bocoy de madera en vertical

 
 
 

            Los materiales con los que se hacían las primeras máquinas, sobre todo las cajas de cambio, eran de Ford 17 caballos y los diferenciales eran de los coches sin uso de los americanos que había en Morón. Se compraba lo que había, porque no entraban materiales de fuera. Cuando se acababan las cajas de cambio por aquí, José se iba al rastro de Madrid y cuando encontraba cajas de cambios las compraba todas. Y, nos cuenta, que había una chatarrería muy importante antes de llegar al aeropuerto de Barajas donde había muchísimos coches de los americanos y allí buscaba los diferenciales que necesitaba y todos los que había los compraba, contratando un camión cargado para traerlos a Alcalá. Para estos negocios él tomaba aviones. El conocimiento de la existencia de materiales en Madrid lo tenía de los propios chatarreros sevillanos. Cuando notó que la carretilla se estaba quedando antigua diseñó la actual, este diseño es de mediados de los años 80, en el que se cambia el chasis y otros elementos.

            Los empresarios de los almacenes de aceituna se van enterando de la invención por los camioneros. El primer almacén que le compra una carretilla es ATECO. Las máquinas se fabricaban generalmente por encargo, aunque también se fabricaban para ponerlas a la venta. Llegaban a fabricarse hasta cinco o seis al mes.

 
 
 

Modelo 502 cargado con bocoy de madera en horizontal. En la publicidad de MOBESÁN en la Revista de Feria de 1973 sólo se hace mención a la «Construcción del Carro Montacarga Hidráulico (TYE)»

 
 
 

            Como a ellos se les quedó chico el taller de calle Rosita, en 1970, adquieren el local que dejaba Juan Alarcón en la calle Arahal donde, hasta hoy, continúan. Y aunque instalaron el primer túnel de lavado automático de Alcalá ya dejaron de dedicarse a taller de coches, aunque el túnel de lavado estuvo alquilado un tiempo a terceros.

            Actualmente los socios son los hijos de José (Eduardo y José) y un hijo de Mora (José Antonio). No sabe contestarnos quién hizo el diseño del logo de MOBESAN (creemos que fue en la Imprenta Guadaira). Los asientos de los carros, al principio, los tapizaban los Piñas, sobre un molde de madera que se hacía en MOBESAN y los techos de los carros de lona también. El máximo de trabajadores que MOBESAN ha tenido han sido 12 ó 13. Actualmente hay 7. En la provincia de Sevilla, casi todos los almacenes de aceituna tienen carretillas elevadoras de MOBESAN. Han distribuido tradicionalmente en Andalucía, Extremadura, Murcia y Valencia. Las carretillas las hacen actualmente de acero inoxidable para evitar la corrosión de la salmuera. El país más lejano donde han llegado carretillas ha sido en Argentina, aunque también se envió una a Mauritania. En Francia y Portugal también hay carretillas de MOBESAN.

            Su especialización en un sector, el de la aceituna de mesa, y su continua evolución, les ayuda a seguir siendo reconocidos como una marca de prestigio y calidad. Y ahí continua MOBESAN fabricando carretillas elevadoras y transportadoras, diesel y electrónicas, después de más de medio siglo.

 
 
 

GENEAOLOGÍA DEL SER PROGRESISTA ESPAÑOL. De la serie «APUNTES HISTÓRICOS PARA LA INTERINIDAD POLÍTICA ESPAÑOLA» (IV). Por Pablo Romero Gabella

 
 
 
el abrazo (Foto Cañas)

El abrazo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias
[Foto: Cañas 2019]

 
 
 

PUNTO DE PARTIDA: EL ABRAZO PROGRESISTA

 

El martes 12 de noviembre de 2019, dos días después de las elecciones generales, la historia de la actual interinidad política española pareció dar un vuelco tras meses de estancamiento. El líder del PSOE y vencedor de las elecciones, Pedro Sánchez, y el de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, firmaban un preacuerdo para formar gobierno aunque no contaran con la mayoría suficiente de diputados. Y no fue solo un pacto firmado, sino también abrazado ya que lo rubricaron con un abrazo, un abrazo progresista. Parecía comenzar una nueva era política según se desprendía de las palabras del presidente en funciones:

   «España tendrá un Gobierno progresista porque las dos fuerzas que lo componen son progresistas: el PSOE y Unidas Podemos. Y en España se llevará a cabo una política progresista porque el Gobierno será progresista».

   Por si no quedaba claro: España será progresista.

   La importancia de llamarse progresista es el reverso beatífico de la importancia de llamar al contrario fascista [1].  Pero ¿qué es ser progresista? Parece fácil en principio. Según la RAE en su primera acepción: «de ideas y actitudes avanzadas». ¿Y qué es una actitud «avanzada»? Para muchos y muchas, esto quiere decir de ideas y actitudes de izquierda. Por tanto, ¿ser progresista es ser de izquierdas? Demasiadas preguntas quizás. Veamos la tercera acepción de este término que nos da la RAE: «dicho de un liberal español: del sector más radical de liberalismo, que se constituyó en partido político». Dicho así, ¿ser progresista es una forma de ser liberal? ¿y ser liberal es ser de izquierdas? De nuevo más preguntas. Lo mejor será que vayamos al origen del término, al origen de partido radical del liberalismo.

 
 
 

Picture 011

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias  
(1806-1878)
Vicente López Portaña
(1772-1850)
[Museo del Prado]

 
 
 

LA PRIMERA TRANSICIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA

 

El término progresista en la política española apareció durante otra gran interinidad: la Regencia de María Cristina de Borbón (1833-1840). En ese trascendental período histórico se pasó jurídicamente del absolutismo al régimen liberal y constitucional, no sin problemas y con una guerra civil por medio: la primera guerra carlista. Fue en esa época cuando se desarrolló el liberalismo en España [2], que había nacido en las Cortes de Cádiz de 1812. Hasta la Regencia de María Cristina, madre de la reina niña Isabel, el liberalismo se había mantenido más o menos unido frente a los absolutistas reaccionarios. Obviamente existían tendencias dentro de la familia liberal debido a las diferentes maneras de entender  cómo pasar de un régimen absolutista a un régimen liberal-constitucional. Esto se evidenció en el Trienio Liberal (1820-1823), efímera experiencia liberal dentro del reinado de Fernando VII. Aquí ya vemos la existencia de dos tendencias: la moderada defensora de cambios paulatinos y reformistas  y la exaltada que predicaba la ruptura con el Antiguo Régimen. Sí, habrán advertido los paralelismos con la Transición postfranquista, madre de todos los males o de todas las bonanzas actuales. La cesura entre ambas tendencias fue creciendo cuando la Regente los llamaría al poder a la muerte del «rey felón», ya que los necesitaba para ganarle la guerra a Don Carlos, su cuñado ultramontano. Primero llamó a los moderados con Martínez de la Rosa al frente que dio el primer paso con el Estatuto Real (1834), una semi-constitución o Carta Otorgada para ser más precisos. Sin embargo, la otra sensibilidad liberal, la exaltada, vio este cambio insuficiente y acusó a los moderados de «pasteleros» al negociar con nobles y eclesiásticos, los privilegiados del Antiguo Régimen, una hoja de ruta hacia la monarquía constitucional alejada de los principios del verdadero liberalismo que se basaba en la sacrosanta soberanía nacional.

   Así las cosas, en septiembre de 1835 se produjo una sublevación de los liberales exaltados por todo el país,  que contando con importantes apoyos en las clases populares urbanas, organizaron juntas revolucionarias. Estos organismos insurreccionales, que luego serían tan queridos por los progresistas, presionaron de tal modo a la Regente que ésta se vio impelida a nombrar un nuevo gobierno liderado por Juan Álvarez Mendizábal. Y es aquí donde de verdad comienza nuestra historia.

 
 
 
Juan_Álvarez_Mendizábal

Juan Álvarez Mendizábal
(1790-1853)
Grabado según dibujo de José Balaca
(1810-1869)
(Biblioteca Nacional de España)

 
 
 

MENDIZÁBAL Y EL MOVIMIENTO NACIONAL

 

Juan de Dios Álvarez Méndez (1790-1853) provenía de una familia de comerciantes gaditanos de origen judío, por esto último se cambió su apellido por el de Mendizábal para darle una patina de cristiano viejo vasco. Durante la Guerra de la Independencia y comienzos del reinado de Fernando VII se dedicó a negocios mercantiles y financieros exitosos que le llevaron a relacionarse con la élite liberal. Con la vuelta del absolutismo en 1823 se exilió en Londres, donde gracias a sus contactos mercantiles,  se hizo un floreciente businessman. Esto hizo acrecentar su compromiso político con el liberalismo y acentuó su papel como conspirador que le llevaría a financiar al bando liberal en la guerra civil portuguesa. El éxito financiero y político en Portugal le llevaría a ser llamado como Ministro de Hacienda en el gobierno de los moderados, cargo que no llegaría a ejercer de forma plena. Tras la insurrección de las juntas, fue llamado a liderar un nuevo gobierno liberal. En un principio no llegaba como líder de la tendencia exaltada, sino como el hombre de compromiso entre las familias liberales que consiguiera formar un gobierno fuerte, asentar la nueva monarquía constitucional y ganar la guerra a los carlistas.

   Una vez en el poder Mendizábal comenzó a ganarse adeptos de la tendencia defensora del movimiento o progreso frente a los sectores más conservadores que vieron en su idea de crear un gobierno fuerte  un intento de concentrar todo el poder en sus manos. Sus proyectos de desamortización eclesiástica definitivamente supusieron la división del liberalismo y su abierta apuesta por medidas rupturistas. Reabrió el pseudoparlamento del Estatuto Real y luego, a principios de 1836, lo cerró para convocar elecciones en febrero de ese año. Es entonces, en ese momento, cuando nació el calificativo de progresista.

 
 
 

ELECCIONES, PARTIDISMO Y EMPLEOMANÍA

 

   La convocatoria de elecciones hizo que las familias liberales tomaran partido, nunca mejor dicho, pasando de ser «partidos de opinión» a ser «partidos electorales». En esto los progresistas tomaron la iniciativa. Mendizábal, demostrando su experiencia como hombre de negocios, vio en la naciente prensa política un instrumento fundamental para su propaganda. Así contaría con el apoyo de El Eco del Comercio,  La Revista española o El Español como sus valedores ante el exiguo cuerpo electoral con derecho al voto según lo establecido por el Estatuto Real.  Con la cámara legislativa cerrada (Estamento de los procuradores) dictaría su famoso decreto de desamortización eclesiástica lo que haría ganarse definitivamente la animadversión de aristócratas, liberales moderados, eclesiásticos y por último, la propia Regente. Pero no había vuelta atrás, para Mendizábal era necesario un poder liberal fuerte bien financiado (de nuevo el hombre de negocios) para acabar con la guerra contra los facciosos reaccionarios que se atrincheraban en la zonas rurales de Navarra, País Vasco y Cataluña.

   A partir de enero-febrero de 1836 comenzó a aparecer abiertamente en la prensa adicta al gobierno el término “progresista” para definir a los que apoyaban al jefe del consejo de ministros. Comenzaba también una polarización de la vida diaria que la prensa reflejaba. Por ejemplo El Eco del Comercio (20 de febrero de 1836) al referir a los nombres de los 12 representares por Madrid como electores para el Estamento de Procuradores decía que:

   «Nos complacemos en ver que la mayoría de los electores tienen ideas de progreso, porque este nos anuncia que serán también progresivos los procuradores que elijan»

   Había nacido el término político progresista en España, aunque no fue aceptado como nombre oficial del partido hasta 1839 con Olózaga. En el verano de 1836 el mencionado periódico se refería a Mendizábal como «un hombre honrado que vds. suponen simboliza un partido político progresista» (29 de julio de 1836).

   La campaña de opinión se vio acompañada desde el Gobierno con el nombramiento de nuevos empleados públicos afines a sus intereses y que daría lugar a la polémica de la llamada «empleomanía» que tanto recorrido histórico tendría en el siglo XIX español. Véase para ello la novela de Galdós Miau (1888).

   Los términos «mendizabalista» y «progresista» se consideraron como sinónimos queriendo representar al verdadero liberalismo nacido en Cádiz. Quedaban excluidos los liberales moderados que se les situaba en el campo de la reacción, de los que se oponían al «progreso» o al «movimiento» hacia la verdadera monarquía constitucional basada en la soberanía nacional del pueblo español. El periódico El Español (que no fue siempre «mendizabalista») criticaría esto al manifestar que:

   «Cuando un partido llega a creer a su favor la presunción de que tiene la razón, pronto se hace dueño de la sociedad y la conduce donde quiere» (8 de febrero de 1836).

   Las elecciones organizadas por el Gobierno dieron como resultado una victoria indiscutible de sus candidatos lo que provocaría acusaciones de manipulación electoral por parte de sus contrarios. Comenzaba el partidismo. Un año después, ese mismo periódico recordaba aquellos días de la siguiente manera:

   «Dos partidos débiles, porque poderosos ya no los hay, pero firmes y enconados, sostenían poco hace encontrados principios en presencia de las urnas electorales. Mutuamente acusabánse se ineptitud e hipocresía, y tal vez en cuanto a partidarios a ninguno faltaba razón…» (22 de agosto de 1837).

 
 
 

Espartero

Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro
(1783-1879)
José Casado del Alisal
(1832-1886)
(Palacio de las Cortes)

 
 
 

REBELIÓN EN LA GRANJA Y UNA NUEVA CONSTITUCIÓN DE CONSENSO

 

El gobierno de Mendizábal se centró en aunar esfuerzos para la derrota de los carlistas y en desarrollar la desamortización eclesiástica a la que unió la supresión de las instituciones del clero regular. Estas medias chocaron con la Reina y los elementos conservadores (que aún no constituían partido alguno) pero a la vez, y es curioso, con el ala izquierda del progresismo que veía sus medidas insuficientes. Así las cosas, en mayo de 1836 la Regente, haciendo uso de sus prerrogativas reales y legales, hizo caer a Mendizábal y nombró un nuevo gobierno presidido por  Francisco Javier Istúriz, un ex liberal exaltado que había sido colaborador del cesado y que también provenía de la burguesía gaditana. Para legitimar su poder convocó elecciones en julio de 1836, que, como ya era costumbre, ganarían los gubernamentales. En estas elecciones se organizaría por  vez primera el partido liberal contrario a los progresistas: el moderado o monárquico-constitucional.

   Sin embargo, Mendizábal y los progresistas no aceptaron el estado de cosas y organizaron una nueva insurrección en agosto de 1836 que tuvo como momento estelar la sublevación de los sargentos de la Guardia Real en el Palacio de verano de La Granja, donde pasaba esos días la familia real.  La Regente volvió a llamar a los progresistas y se formó un gobierno liderado por el viejo liberal José María Calatrava y que tenía como ministro de Hacienda a Mendizábal. Aunque se siguió con la desamortización de los bienes de la Iglesia (llamados «bienes nacionales») se produjo un cambio en los progresistas. Éste consistió en un acercamiento a los moderados para estabilizar a la monarquía en unos momentos complicados en la guerra carlista. Dentro del progresismo tuvieron mayor predicamento políticos conciliadores como Agustín de Argüelles o Salustiano Olózaga. Fruto de ello sería la Constitución de 1837, una ley fundamental que pretendía un consenso liberal, a partir de la reforma de la de 1812. De esta forma lo expresaba el periódico El Español:

   «…todos los partidos (…) y toda la opinión liberal unánime y francamente acepta la Constitución como bandera común» (22-8-1837).

   En realidad, no eran tantas las diferencias con el partido moderado, ya que ambos eran partidos de notables, de burgueses y aristócratas. Ambos defendieron el sufragio censitario y rechazaban la democracia, a pesar de que los progresistas siempre apelaban al pueblo y las clases populares, pero nunca postularon el sufragio universal,  a lo sumo a la ampliación del censo de electores.

   Los progresistas constitucionales defendieron desde entonces que no representaban la agitación ni la anarquía, sino que se declaraban firmes defensores de la monarquía, la Constitución y la soberanía nacional. Como ejemplo tenemos  un manifiesto de los progresistas de Barcelona de 1839 que decía lo siguiente:

   «…el progreso se reduce al cumplimiento estricto de la ley, a las reformas que disminuyan los pagos, y  a la igualdad legal, pone freno al orgullo y sinrazón de los que aspiran a dominar por la sangre o las riquezas, cuyo toda forma lo que llamamos libertad.»

   Frente al progresista bullangero y de barricada, los de Barcelona decían que «el progresista discute con la entereza de una convicción robusta, sin apelar más que a razones y que su sistema práctico es observar religiosamente la Constitución sin intentar ni pensar nada que pueda alarmar la seguridad individual y la propiedad».

   Estas palabras las recogía el antaño «muy progresista» Eco del comercio, en su número de 30 de diciembre de 1839.  Este progresismo conciliador, liberal y defensor del orden legal, sin embargo acabó al año siguiente cuando, tras la presentación por parte del gobierno moderado de una ley municipal que consideraban “reaccionaria”, se produjo otra sublevación que supuso la llegada al poder de su nuevo líder: el general Espartero. Con ello no solo terminaba esta fase «conciliadora» sino que también terminaba la Regencia de María Cristina, pero no la interinidad política. Para el historiador Jorge Vilches esto demostraba que «el progresismo se aprovechaba de los movimientos violentos de aquella facción para ejercer más presión sobre el adversario político y la Corona, con el objetivo de alcanzar y monopolizar el poder» [3]

 
 
 

Juan-Prim-atentado-1871

Asesinato de Juan Prim y Prats la noche del 27 de diciembre de 1870
Fernando Miranda
(Dibujante e ilustrador, siglo XIX)
La ilustración española y americana
5 de enero de 1871
pag.17

 
 
 

CODA PARADÓJICA

 
 
 

El progresismo gobernó España durante la Regencia de Espartero (1840-1843) y volvió efímeramente con el mismo general en el Bienio Progresista (1854-1856) tras la «revolución de julio». Otra revolución, la «Gloriosa» de 1868, les encumbró al poder tras destronar a la reina Isabel II, a la que tanto defendieron en su minoría de edad, hasta que su líder, el general Juan Prim y Prats, fue asesinado en diciembre de 1870. A partir de ahí, el partido se dividió en facciones personalistas que fueron recogidas en el seno del Partido Liberal-Fusionista de Sagasta en la Restauración (1875-1931). El fin del turno pacífico con los conservadores de Cánovas, le llevó a su definitiva desaparición cuando cayó Alfonso XIII. Durante la II República el término «progresista» sólo lo mantuvo el Partido Republicano Progresista de Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura que antes se llamó Derecha Liberal Republicana.

 

 

 

 

 

[1] Esta idea ya la hemos tratado en la revista «CARMINA»  con la entrada de «La importancia de llamarlo fascismo»: https://revistacarmina.es/?p=41095

[2]Sobre este período fundamental de nuestra historia contamos con una interesantísima monografía de Vladimiro Adame de Heu: Sobre los orígenes del liberalismo histórico consolidado en España (1835-1840), Sevilla, 1997.

[3] Jorge Vilches, Progreso y libertad. El partido progresista en la revolución liberal española, Madrid, 2001, pág. 28.
 
 
 

JOSÉ MANUEL PADILLA: «LAVS LIBRIS». Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún

 
 
 

He dejado amablemente a mis amigos Olga y Lauro, encargados de enviar mis crónicas a este periódico [La Voz de Alcalá], los renglones de esta quincena para dedicárselos a José Manuel Padilla con quien tanto querían.

 
 
 

María del Águila Barrios

 
 
 
José Manuel Padilla (1943-2019)

José Manuel Padilla
(1943-2019)

 
 
 

Cuando Antonio Luis Albás supo por nosotros de la muerte de José Manuel Padilla nos escribió: «Vaya!!!! Y cómo comprendía la exigencia de todas nuestras bandejas estéticas y literarias!», a propósito de los tres números de la revista ilustrada de poesía «CARMINA Textos para una Lectura» (2005-2007). Pero tenemos que irnos mucho más atrás, a 1985, cuando se publicó el número 4 de POEMAR. Cuaderno de poesía de los que vendió un buen puñado de ejemplares en su librería de la calle Imagen y así hizo con el resto de los números hasta el 8, que fue el último (1992).

   Tuvieron que pasar doce años para que volviéramos a encontrarnos con José Manuel y Pilar, entonces ya estaba su hijo Manuel en el taller. Recordamos aquella mañana de verano, atravesando La Alameda y acompañados por Antonio García Mora, camino de la calle Feria, donde estaba la imprenta y librería en ese momento. Fue Antonio, cuando preguntado por quién podría hacerse cargo de una revista de gran formato en la que pensábamos, el que nos dijo que sólo podría hacerla Padilla. La Asociación Padre Flores, en su colección «Biblioteca de textos alcalareños», ya había publicado varias obras bajo el sello de Padilla Libros Editores & Libreros, entre ellas títulos como Nombres antiguos y modernos de las calles de Alcalá de Guadaira (1997) del historiador Javier Jiménez Rodríguez, Los alcalareños y sus nombres (años 1426-1444: Edición y estudios lingüístico de la antroponimia bajomedieval de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) (2002) del filólogo José Javier Rodríguez Toro; también el libro colectivo Ecos de la Historia de Alcalá de Guadaíra (2000) con textos de quince historiadores alcalareños, al cuidado de Antonio García Mora como editor; y ese mismo año de 2004 acababan de sacar a la luz Gandul en el horizonte de Francisco López Pérez.

   El último trabajo que le encargamos a Padilla Libros fue la segunda edición de Crónica de Paris (2017) de la «Serie Libretos de la Lectura». Para nuestros libretos siempre escribía un colofón, siendo el de esta edición el siguiente: «Acabose de imprimir el VIII de marzo del año del Señor MMXVII, jornada en la que se conmemora el martirio de los santos Ariano, Presidente, Teótico, y otros tres, quienes fueron ahogados en el mar por orden del juez: sus cuerpos los sacaron a la playa los delfines. LAVS LIBRIS»

   Acabose de imprimir el libro de una vida, el I de noviembre del año del Señor de MMXIX, jornada en la que se conmemoran los difuntos que han obtenido visión beatífica y tendrán vida eterna en presencia de Dios. LAVS PADILLA.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2017]

 
 
 
___________________
 
 
 
Si quiere leer más textos de María del Águila Barrios en «CARMINA»,  pinche en su nombre.
 
 
 

¿TODOS CORRUPTOS? De la serie «APUNTES HISTÓRICOS PARA LA INTERINIDAD POLÍTICA ESPAÑOLA» (III). Por Pablo Romero Gabella

 
 
 
Alejandro_Lerroux_García

Alejandro Lerroux Garcia
(1864-1949)

 
 
 

La interinidad política del sanchismo comenzó el 1 de junio de 2018 cuando triunfó la moción de censura contra el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy. El motivo:  la Sentencia 20/2018  de la Sala Penal de la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel de 24 de mayo de 2018. En dicha sentencia (página 1078) se decía que Rajoy (junto a otros políticos del PP) carecía de «credibilidad» al negar la existencia de la famosa caja B, con B de Bárcenas.

   Cinco años antes, concretamente el 6 de febrero de 2013, envié un articulo al periódico La Voz de Alcalá (que fue publicado en la segunda quincena de febrero, creo) titulado «El estraperlo de Rajoy». En éste me refería al problema que la corrupción le podría suponer al por entonces  presidente del Gobierno y por extensión a su propio partido. Luego llegaría Vox.

   Reproducimos íntegro el citado artículo:

 

   En el debate de investidura como presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en respuesta a la diputada Rosa Díez, afirmó ufano entre aplausos de los suyos que «no acepto  de ninguna de las maneras que se diga que hay una corrupción generalizada en la política (…) en absoluto voy a aceptar ese tipo de afirmaciones porque no son verdad». Esto ocurría el 19 de diciembre de 2011; un año después los hechos parecen desmentir sus palabras: el caso Blanco, los ERES, Urdangarin, las corruptelas de los nacionalistas catalanes, el caso Gürtel  y por último (por ahora) los supuestos sobresueldos a políticos del PP que ensucian la imagen de honestidad del presidente del gobierno. Un gobierno que salió de las urnas con el propósito de sacar a España de la peor crisis económica de una democracia con 6 millones de parados. Un gobierno que pide día sí y día no esfuerzos a una población cada día más empobrecida y desmoralizada. Si ya la confianza de la ciudadanía en sus políticos estaba bajo mínimos, esto parece darle la puntilla. Porque la base de la democracia no es otra que la confianza que los ciudadanos han dado a sus representantes de forma provisional. Como bien dice el filósofo Javier Gomá  en su obra  Ejemplariedad pública (de obligada lectura para todos, especialmente para los políticos): «La confianza no se compra, no se impone, no se fabrica: la confianza se inspira». Y es que este gobierno ya no inspira confianza, porque como dice el mencionado filósofo lo que cuenta en el político «es que predique con el ejemplo, puesto que en el ámbito moral, sólo el ejemplo, predica, de modo convincente, no las promesas ni los discursos, los cuales sin el ejemplo, carecen de convicción y aún un mínimo de verdad». Es desalentador escuchar al presidente, ante Angela Merkel en Berlín , decir que “«lo referido a mí y mis compañeros no es cierto. Sólo algunas cosas». Aunque los papeles de Bárcenas, ese Moriarty de la contabilidad negra, fueran  apócrifos la confianza en los políticos, y en concreto en este gobierno, ha caído por los suelos. La idea que se han hecho en el PP de ser un partido honesto, liderados por profesionales bien remunerados en la esfera privada y que actúan por servicio a la nación se ha desdibujado. Su respuesta ante el escándalo ha roto definitivamente la imagen de pijos-pero-honestos. Parece demostrarse que no son ni lo uno ni lo otro, porque no puede ser nada más chusco y cutre que la visión de una contabilidad de usurero con manguitos y dedos manchados de tinta y de unos sobres que van de mano en mano. Realmente patético. Y es que se me viene a la memoria otro caso patético y cutril, la del estraperlo en la II República. En 1935 un negociante holandés llamado Strauss intentó introducir en España, donde estaba prohibido el juego, una especie de ruleta: el «straperlo» (que provenía de los nombres de sus inventores: Strauss y Perl). Para ello inició gestiones para untar a diversos políticos de todos los colores, incluyendo a personalidades del partido gobernante: el PRR (Partido Republicano Radical) liderado por el viejo republicano Alejando Lerroux.  Al fracasar, intentó hacerle chantaje y como tampoco dio resultado pasó a enviar una carta de denuncia al principal enemigo político de Lerroux:  el presidente de la República Alcalá de Zamora. Este no dudo en pasarlo a la Fiscalía y promover una Comisión de investigación en las Cortes que juzgara la posible corrupción. En octubre de 1935 se filtraron a la prensa fotocopias de documentos, telegramas, recibos, cheques y facturas que apuntaban al pago de sobornos a los líderes del PRR. Antes que esto ocurriera (ojo al dato) Lerroux había abandonado su cargo como presidente (luego también lo haría como ministro de Estado del siguiente gobierno). Tras agrios debates Lerroux resultó exonerado de culpa y solo quedo como posible «coecho impropio» un reloj de pulsera regalado al ministro de Gobernación. Todo este escándalo provocó el fin del PRR como partido, para muchos historiadores el único partido de centro-derecha realmente republicano y democrático. Su puesto sería ocupado por la CEDA de Gil Robles, una formación reaccionaria y autoritaria. Lo que ocurriría a partir de las elecciones de febrero de 1936 lo conocemos todos. En estos momentos críticos no necesitamos políticos que defiendan antes a su partido (tanto para defenderse de la acusación de corruptos como para atacar de forma irresponsable al contrario) que a España,  ya que fuera de la democracia y sus reglas no queda nada, bueno sí queda algo y lo sabemos. ¿Queremos realmente eso? Terminemos como comenzamos, con las palabras de Rajoy en aquel  debate de investidura: “la clase política representa a la soberanía nacional, hay gente que no da la talla”. Pues eso.

 
 
 

«ESPAÑOLES ANTE TODO».  BESTEIRO Y EL PSOE. De la serie «APUNTES HISTÓRICOS PARA LA INTERINIDAD POLÍTICA ESPAÑOLA» (II). Por Pablo Romero Gabella

 
 
 

   El texto que sigue se publicó en un digital local [1] tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015, a los comienzos de lo que llamamos aquí interinidad política. Sin embargo, creo que, tras elecciones del 10 de noviembre de 2019, sigue siendo útil en la actual situación.

 
 
 

Julián_Besteiro

Julián Besteiro
(1870-1940)

 
 
 

En el  histórico Mensaje de Navidad de 2015, S.M. el Rey  Felipe VI comenzaba refiriéndose a la Historia «porque nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar nuestros aciertos y nuestros errores».  En el acertar o en el errar en el convulso panorama político, resultante de las históricas elecciones generales del 20D, nos jugamos mucho.  En estos momentos algo es evidente en todos los niveles políticos. (…) Esta evidencia de la que hablamos no es otra que la necesidad de pactos, de acuerdos que supongan la preeminencia de los intereses generales sobre los particulares (tanto territoriales como partidistas). Volviendo al Mensaje del Rey: «porque ahora lo que nos debe importar a todos, ante todo, es España y el interés general de los españoles».

   Esta idea es especialmente importante para un partido político que la evolución electoral  lo ha hecho situarse (puede que sin quererlo) en el centro político. Me refiero al PSOE que al ser superado por su izquierda por Podemos y todos sus satélites, tiene (por mor de la matemática electoral) una posición de centralidad. La disyuntiva a la que se enfrenta el candidato socialista a la Presidencia al Gobierno, Pedro Sánchez, es también histórica (¡otra vez!): pactar con Podemos, pactar con el PP o ir a nuevas elecciones.

   El PSOE  ha vivido situaciones parecidas o incluso peores a lo largo de su ya más que centenaria historia. Una de ellas llevó a decir las siguientes palabras inspiradas por uno de sus líderes históricos:

   «Pues bien: recalquemos en la actual emergencia trágica que para nosotros, los afiliados al PSOE vale la última de estas cuatro letras tanto como las dos que la anteceden. Y aún más: si precisara sobreponer un matiz a los otros dos, nos afirmaríamos hoy españoles antes que nada, porque vemos con claridad aterradora, a la luz del incendio en que arde nuestra patria, que tan sólo por la reafirmación  y consolidación de la hispanidad podemos aspirar a instaurar algún día un régimen socialista sobre la base de una España independiente.»

   Estas líneas proceden del editorial titulado «Ni Roma ni Moscú. Españoles antes que nada» de El Socialista del 10 de marzo de 1939, y se deben a Julián Besteiro (1870-1940). Considerado una de las máximas figuras del socialismo españo. Fue catedrático de Lógica, además de presidente del PSOE, de la UGT y de las Cortes Constituyentes de la II República. (…) Fue un político más admirado por sus adversarios que por muchos de sus compañeros de partido, comenzando por Largo Caballero, el Lenin español. El monárquico ABC  «alabó su rectitud, su ecuanimidad, su palabra cálida, su ciencia y esa inclinación romántica que he hacía defender, sin dejarse llevar por la ira…, una justicia social más humana» (15 de julio de 1931).

   Palabras estas que en la España actual pueden chocarnos tanto por el elogio del contrario como por la defensa de España por parte de los socialistas. Palabras estas que muchos socialistas podrían suscribir y otros execrar por su «exaltación patriota y patriotera», en palabras del historiador Ángel Viñas.

   Sin embargo, tenemos que decir que estas palabras escritas o inspiradas por Besteiro llegaron tarde y mal; tarde porque la guerra estaba ya perdida y mal porque supusieron la legitimación del golpe de Estado que el 5 de marzo de 1939 ejecutó el coronel Casado y los mandos militares, con el apoyo de los anarquistas y de un sector del PSOE, contra el legítimo gobierno de Negrín (también del PSOE) y que sería el último de la II República. Para muchos, Besteiro acabó siendo un traidor a la República al facilitar la victoria de Franco debido a su odio contra el comunismo, al que acusaba de haber llevado a la República a la derrota por convertirla en una marioneta de la URSS. (…) Murió en la cárcel de Carmona, a los 70 años, enfermo y tras realizar duros trabajos físicos para su edad que incluían limpiar las letrinas. En su alegato ante el consejo de guerra dijo que no huyó del país (como la mayoría de los líderes republicanos) al tener «el convencimiento de que me podría presentar ante los jueces más severos con la frente alta y la conciencia tranquila».

   Nuestra historia, nuestra «Mari Clío», como decía el gran Galdós, nos ofrece, como ya hemos dicho, aciertos y errores. Uno de estos  últimos es el partidismo, que sobrepone los intereses particulares sobre los intereses de la Nación, o lo que es lo mismo, sobre el conjunto de ciudadanos libres e iguales en derechos y obligaciones. El partidismo excluyente trata  al adversario político como al enemigo que debe ser aniquilado del cuerpo social. Por tanto,  en lo posible aprendamos de todos nuestros errores y aciertos históricos. Y hagámoslo todos, gobernados y gobernantes, y antes de tomar cualquier decisión importante para la Nación,  pensemos que no lo hagamos ni tarde ni mal.

 
 
 
[1] http://www.guadairainformacion.com/opinion/3898/ante-todo-espanoles-pablo-romero-gabella.
 
 
 

LA UNIÓN NACIONAL Y EL FRACASO ENDÉMICO DEL CENTRO. De la serie «APUNTES HISTÓRICOS PARA LA INTERINIDAD POLÍTICA ESPAÑOLA» (I). Por Pablo Romero Gabella

 
 
 
LA UNIÓN NACIONAL

Caricatura de Basilio Paraíso (1949-1930) y Joaquín Costa (1846-1911)
[1900]

 
 
 

¿EL CENTRO HA MUERTO?

 

«¡Cuántas espinas de cuidados ha de rodearos, Señor, si habéis de mantener vuestros Estados en justicia, en paz y en abundancia!». Así advertía el historiador Ildefonso Antonio Bermejo al joven rey Alfonso XII en el comienzo del tomo primero de su Historia de la interinidad y guerra civil de España desde 1868 (Madrid, 1875). Esto mismo se los podríamos decir a Felipe VI y a la Princesa Leonor en estos tiempos de interinidad política que vive nuestra nación. Y en esa interinidad que podríamos llamar sanchismo  podemos  ver el fin de una etapa política, la del Régimen del 78, o simplemente un accidente, en exceso cansino, en nuestra democracia nacida de la Transición. Los hechos futuros nos lo dirán y los hechos pasados podrían servirnos si no como  guía al menos como pasatiempo ilustrado para esta épocas de memes.

   Una de las más relevantes consecuencias de las elecciones del 10 de noviembre de 2019 ha sido la laminación del centro político representado por el partido Ciudadanos que había sido liderado, hasta el día siguiente al desastre, por Albert Rivera. Como si de una maldición bíblica se tratara, Ciudadanos ha pasado a compartir la suerte histórica de UCD, CDS y UPyD. Todos ellos partidos de centro (hacia izquierda o hacia la derecha) de nuestra actual democracia. Su adversa suerte le ha llevado a unirse a los esqueletos del PRR y DLR que lo fueron en la Segunda República. Ciudadanos nació en la periferia política de Madrid, en Cataluña, como partido defensor de la unidad nacional y a la vez como partido regenerador. Una idea que no era nueva en España y que la encontramos a comienzos del siglo XX en el efímero experimento de la Unión Nacional.

 
 
 

LOS PROTAGONISTAS

 

El proyecto de partido, porque realmente nunca llegó a formalizarse como tal, nació de las consecuencias del Desastre del 98 que no sólo parió a una generación de escritores excelsamente pesimistas pero a la vez sublimes (algunos). También alumbró  (al igual que Ciudadanos al comienzo del siglo XXI) a unos políticos que decían ser regeneradores de un sistema, el de la Restauración, al que había que reformar antes que destruir. Este «partido apolítico», como lo llegó a definir el profesor José Luis Comellas, nació como Ciudadanos fuera de la  política madrileña. En concreto se alumbraron en las tierras aragonesas y castellanas a partir de tres personalidades regeneracionistas que llegaron a formar un verdadero triunvirato: el zamorano Santiago Alba (1872-1949) y los oscenses Basilio Paraíso (1849-1930) y Joaquín Costa (1846-1911). Al igual que los de Rivera nacieron de una burguesía intelectual y económica que se consideraba despreciada por el poder los partidos dinásticos liberal y conservador. Si miramos al hoy: los actuales (por ahora) PSOE y PP. Los triunviros decían representar a esa «masa neutra» de la que hablaría más tarde el regeneracionista conservador Antonio Maura y que no se veía reconocida ni en  los «amigos políticos» de Madrid ni en los caciques de sus terruños. Movilizar a esa España del trabajo, de los negocios y del intelecto fue el objetivo de estos próceres del regeneracionismo.

   Tal como Rivera, Alba era el más joven y provenía de la abogacía y del periodismo político de provincias ligado a los intereses agrarios. Paraíso, en su juventud republicano zorrillista, era el empresario exitoso que presidía la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Zaragoza y además editor de El Heraldo de Aragón. Por último, Costa era la personalidad más arrolladora y venerada. Padre del Regeneracionismo patrio representaba al intelectual  proveniente del interior de la España que es hoy llamada vaciada o vacía.  Ligado al krausismo y a la Institución Libre de Enseñanza de su amigo Giner de los Ríos, fue doctor y profesor de Derecho y desarrolló más tarde su trabajo como abogado y notario en Madrid. A él debemos el lema regeneracionista de «escuela y despensa». Sin embargo, las contradicciones no le eran ajenas ya que aunque liberal social (¿hoy podríamos decir socialdemócrata?) defendió la necesidad de un «cirujano de hierro» que extirpara el mal de España. Esta figura sería reivindicada posteriormente por dictadores de dispar fortuna como fueron Primo de Rivera y Franco.

 
 
 
Santiago_Alba (1872-1949)

Santiago Alba Bonifaz
(1872-1949)

 
 
 

LOS HECHOS

 

En 1899, aún bajo el trauma del 98, los triunviros regeneradores crearon la Liga Nacional de Productores a partir de las cámaras de comercio y de asociaciones agrarias que fueron aglutinando. A comienzos de 1900 la Liga pasaría a ser la Unión Nacional. Su objetivo político: derribar el proyecto de la reforma hacendística del gobierno conservador de Francisco Silvela. Curiosa paradoja porque Silvela era un político que se declaraba regenerador, pero desde dentro del sistema de la Restauración canovista-sagastino, y que escribió el famoso artículo «España sin pulso» dos años antes.

   La Unión Nacional planteaba liderar un movimiento ciudadano (así se llamó también el proyecto para toda España de Ciudadanos tras su éxito en Cataluña) que mediante una movilización de burgueses, intelectuales y trabajadores hiciera caer el sistema corrupto de la Restauración. Sin embargo, el Gobierno Silvela no dudó en prohibirlo y meter en cintura a los díscolos triunviros. Tal como hicieron los cartistas en la Inglaterra victoriana, la UN pretendía llevar sus reclamaciones democratizadoras al presidente del Congreso de los Diputados y al no lograrlo, publicaron un extenso manifiesto publicado por la prensa el 1 de abril de 1900. Paraíso y Alba propusieron radicalizar el movimiento a través de la resistencia pasiva  que postulaba la insumisión fiscal. «No taxs without Representation», venían a decir, tal como los revolucionarios norteamericanos de 1776 y su método sería algo parecido al que Gandhi utilizaría en su legendaria «marcha de la sal» de 1930 que hizo doblegarse al imperio británico en la India. Costa en cambio defendía una táctica gradualista y apegada a la legalidad que supondría la creación de un verdadero partido político de «centro incluyente» (Norberto Bobbio dixit) que acabara desplazando a los partidos del turno. Las divergencias ideológicas  y  personales estallaron y en septiembre de 1900 Costa se desligó del proyecto. Sin embargo, cosa harto curiosa, Paraíso y Alba acabarían aceptando las tesis de Costa al proponer que la UN se presentara a las elecciones de 1901 como partido político. De tal manera prepararon un congreso en Cádiz (guiño quizá a la cuna del liberalismo hispano) donde esto se formalizara. Alba llegaría a escribir una especie de manifiesto fundacional que publicaría El Liberal el 18 de octubre de 1900. No obstante, las luchas internas y las contradicciones de un movimiento tan heterogéneo (¿les suena?) hicieron imposible su proyecto político. Todo quedó en el papel.

   Tras lo efímero del experimento, Alba y Paraíso llegaron a ser diputados en 1901, pero de la mano del político liberal gaditano Segismundo Moret. Paraíso ya plenamente inserto en el sistema turnista llegaría a ser nombrado más tarde senador vitalicio. Alba comenzaría una dilatada carrera política como líder de la «izquierda liberal», siendo ministro en diferentes carteras en los últimos gobiernos de Alfonso XIII.  Durante la Segunda República, dentro del PRR de Lerroux, llegaría a ser presidente de las Cortes entre 1933 y 1936. Por su parte Costa agrandaría su leyenda como santón del regeneracionismo, acercándose al republicanismo, y publicando su famoso libro Oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarlo (1901).

 
 
 

LAS PALABRAS

 

¿Qué quedó de todo ello? Quedaron las palabras.  Palabras en las que estos hombres confiaron, tal como hizo ingenuamente más tarde Manuel Azaña , y en las cuales depositaban sus esperanzas para poner «España en marcha» (lema de Ciudadanos en la elecciones del 10-N). Rescatemos dichas palabras de los dos manifiestos principales de lo que fue la U.N.

   En el «Manifiesto del 1 de abril de 1900» (utilizo la edición de ese día de El Liberal) exponían los triunviros que ellos representaban a la España viva que se levantaba cada mañana para trabajar. La España que creaba empresas y daba trabajo a pesar de un gobierno corrupto:

   «Mientras nosotros trabajamos para nosotros y para el Estado, el Estado no ha trabajado más que para sí».

   Por ello era necesario reconciliar el «Poder público y el país». Lo que es lo mismo que fundir la España real y la oficial. Era por tanto la hora de hacer una «nueva política» que frente a la «vieja política» (Ortega y Gasset dixit) acabara con las corruptelas de caciques y  políticos de Madrid que:

   «Cierran a las masas el acceso a las urnas y hacen que el voto público no sea sincero ni verdadero en ninguna parte».

   Era necesario acabar con la «vieja política» del turno que gobernaba «contra el país» y que lo sumía en un «estado de atraso, de inferioridad, incultura, desgobierno, vasallaje y opresión feudal». La «nueva política», y aquí se veía claramente la influencia de las ideas costistas, debía sustentarse en:

   «Tres bases poderosas (…): la escuela, la despensa, la justicia; hemos pedido luz, pan, libertad: la libertad que nos quitan los caciques, con el brazo complaciente de la Administración y de la Justicia; el pan que la Administración nos sustrae o que no nos ayuda a producir, la luz que nos interceptan o de que no nos proveen las escuelas.»

   Cambiemos hoy «caciques» por «nacionalistas» y veremos mejor las similitudes.

   Por todo ello, pedían o más bien exigían al Gobierno el fin de la pasividad de años, de siglos, y que promoviera las infraestructuras (destacando la política hidráulica) y la escuela pública por todo el país como elementos cohesionadores. Así pensaban que España se convertiría en «miembro vivo de la comunidad europea». ¿Les vuelve a sonar la copla?

   Y al final una advertencia, tal como hizo por aquellos años Maeztu, si no se hace esta «revolución» desde arriba, las masas la acabarían haciendo por la fuerza desde abajo. Y para ello terminaban citando al historiador y político francés Thiers (liquidador a sangre y fuego de la Comuna de París en 1871) sobre la situación de Francia de antes de la revolución de 1789.

   En la «Declaración de principios» escrita por Santiago Alba de 18 de octubre de 1900,  publicada en El Liberal, se establecían los principios por los cuales debería regirse el nuevo partido. Éste tenía el imperativo de una realidad que los vetustos partidos turnistas se negaban a ver:

   «Toda España siente ya el vacío de nuevas manifestaciones de la opinión pública».

   La U.N. representa a esas «fuerzas sanas» que deben «imponer las grandes reformas que demanda la opinión pública». Y para llevar a cabo tales reformas era necesario utilizar una acción gradualista, pedagógica, moderada y legal tal como predicaba Costa:

   «Es preciso hacer una labor prudente, modesta y perseverante (…) Se impone el procedimiento inglés: solicitar seis u ocho reformas concretas e imponerlas, y después pedir otras tantas.»

   Alba reconocía que con el actual gobierno de Silvela (que caería 5 días después ocupando su lugar el sempiterno Sagasta) era imposible llegar a un entendimiento:

   «Al actual ministerio nada le podemos pedir, ni nada queremos de él.»

   Pero si se formara otro distinto que «…no esté incapacitado y que ofrezca garantías sólidas y públicas, se le podrá prestar concurso, se le podrá dar de buena fe nuestra labor a la gestión del Gobierno, sin perder jamás su independencia la Unión Nacional».

   Léanse las anteriores líneas en clave de la actual interinidad y se comprenderán oportunidades que podrían haber sido pero que no fueron…

   Por todo ello, Alba y los suyos defendían su «política nueva, sumando la tradición y el progreso.». Esto suponía desterrar experimentos revolucionarios ya que «La crítica negativa de los revolucionarios retóricos no conduce a nada práctico».

   En conclusión, proponían un partido que hoy llamaríamos de centro y alejado de peligrosas excursiones al radicalismo:

   «Hay que ejecutar el programa de la Unión Nacional o ayudar a quienes los ejecuten, sumando a la obra de la regeneración el concurso de todos. Será esto menos gallardo y menos populachero; pero es lo único posible y patriótico.»

   Cambiemos hoy «populachero» por «populista» y «revolucionarios retóricos» por «progresistas». Preguntémonos:

   ¿Estamos bajo su férula?

 
 
 

Basilio_Paraíso (1849-1930)
Basilio Paraíso
(1849-1930)

 
 
 

ES LA MODA DE LA DESUNIÓN. María del Águila Barrios

 
 
 

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Macaco
(Foto: LGV Lisboa 2019)

 
 
 

Nos desunimos, es evidentísimo. Nos desunimos de los que no comparten lo nuestro, los que comparten se desunen también, en todo lugar y hora hay una discrepancia, todo aparece en las redes y los medios como una gran parranda de verborrea acompañada de los anuncios correspondientes, como neones que brillan para deslumbrar, y todo atruena para acallar.

   Es la hora de las manifestaciones, es la moda de salir a la calle a protestar, es la hora de la desunión, es la moda de estar enfrentado. Es el cabreo perenne sin autocrítica, sin conocimiento de causa, sólo de sumarse a la causa que mejor venga para no quedarse fuera, que está muy mal visto.

   Están los independentistas y dentro de ellos una amplia gama de variedades para dar su particular espectáculo, están los patrioteros sin idea de la patria, están los antipatriotas, los desarraigados que hacen gala de ello, los afines al Padre Mas, los afines a los Mossos, los antisistema, los antipartidos, los anticristianos, los nostálgicos de Felipe y Adolfo, los nostálgicos de Padre Paco, los continuadores, los hablemos, los buenistas, los de mala leche, los oportunistas que sacan tajada propia de cada uno de los clasificados anteriormente, están, están… ¿pero dónde nos ubicamos los que no estamos? Lo tenemos muy difícil pues parece que no existimos. ¿Qué podemos hacer: callarnos, manifestarnos, ocultarnos? ¡Uff, qué difícil panorama…!

   Lo que vivimos es el resultado de años y años de democracia traicionada, de vida pública intervenida, de cultura vampirizada, de educación condicionada, de economía dependiente, en definitiva, de falta de verdadera libertad democrática, una libertad con la que respire el pueblo en las escuelas, en los oficios, en las profesiones, en los comercios, en las calles, en los teatros…, pero esto no podía ser, es demasiada libertad.

   Hace mucho que dejó de vivir la libertad porque apareció el vasallaje político, económico, cultural… Y el esperpento de esta situación lo estamos viviendo estos días. Los vasallos de la CUP piden la independencia y a los señores del gobierno catalán se les ha ido de las manos la farsa que han creado. Han desatado todos los demonios, pasados y presentes, y esto está que arde. Y encima el 12 de octubre a la vuelta de la esquina.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2017]

 
 
 
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Si quiere leer más textos de María del Águila Barrios en «CARMINA»,  pinche en su nombre.