El texto (fragmentario) de Cuevas del Río que se reproduce a continuación es el más recientemente rescatado por el profesor Sergi Visus Masveo. Me lo ha enviado, como ya hiciera con otros (esta vez desde el mexicano Instituto Nacional de Antropología e Historia), para que haga con él lo que mejor me parezca, y como yo, por el momento, comparto con el profesor la convicción de que la poesía debe ser (a diferencia de la demás literatura) entregada al común sea mala o buena, incluso sea o no sea, sea para su condena o para su disfrute, he facilitado a CARMINA estos versos de este paisano nuestro cuya vida terminó tan prontamente (que no prematuramente) en la segunda batalla de Mindanao. Resulta evidente que se trata de un diálogo entre tres hombres, Naceo, Nixeo y Noseo (a los que habría que añadir un «oyente-dicente»), en el que hablan de sus amantes preferidos, pretéritos o presentes.
Rafael Rodríguez González
David de Miguel Ángel
(…)
Pero atendamos a Naceo,
que es todo ombligo.
Su decir es balbuceo.
Oreo llamábase aquel rubio
que conducíame con su mirada
como arrastra un derrubio
la colosal corriente de la riada.
Volvía de guerrear en país extraño,
y aunque era el mío amor sincero,
vi que guardaba para sí el daño
de tan formidable achicharradero.
Vivimos un año a nuestro apaño
hasta que hubo de partir a lo infrangible,
que era sufrir hogaño lo que otraño,
mas, por duplo, harto más terrible.
¿Qué contar, amigos, de mi nostalgia?
Nada que no observéis en la faz mía
recorrida de arrugas y dermalgia
y en mi mustia y pacata notomía.
De tarambana, en eremita troqué.
Nada en mí ardía, que en pábilo torné.
¿Es que era vida lo que en mí quedaba?
¿Acaso no perdí a quien me llenaba?
Y así, el que estaba llamado a ser
firme y seguro báculo de mi vejez,
es ahora vivo y vitalicio recuerdo
que, oh paradoja, me mantiene cuerdo.
Jimi Hendrix
Tras oír a Naceo,
veamos lo que cuenta
el tal Nixeo.
Sirve Reo al señor de Carabello,
y mil veces juro que corresponde
a título de tan noble conde
tener por siervo varón tan bello.
La vez primera que hallé ante mí
la negra cara del negro Reo
me dije ¿es posible un rostro así?
Y tuve grande emoción, y hasta mareo.
Damas, gentilhombres y mozos
admiran, de claro o con embozo,
este prodigio extrañamente humano
traído que fue del Paraíso africano.
Intuí, luego observé; certeza no tuve
hasta que en mis brazos le sostuve
y acariciar pude su patricio ceño,
del que por un instante fui dueño.
No tiene Reo lo que suponen las gentes,
pero sí otras delicias y alicientes.
Es de dermis sensitiva y trato afable,
y en tratándole, un excelente ayuntable.
De ahí que yo a diario trate a Reo
como trató Ugno al mismísimo Apogeo:
rindiéndole favor, tributo y pleitesía
en correspondencia a su magna travesía.
Tigre al acecho
¿Un negro? Sea, mas no lo concibo.
Veamos si es de recibo
lo que de Noseo percibo.
Sabéis que me acompaña la fama
de ser un consumado libertino,
y reconozco que no le faltará tino
a quien así lo repita en su proclama.
Verdad es que como el tigre acecho,
que casi todo lo que pasa lo aprovecho,
que a la quietud no cedo,
y que quiero más, que nunca saciado quedo.
Quién más, quién menos, según el fuego,
busca y rebusca para colmar su ego,
única virtud que se alcanza
si se juega al juego de bajar las calzas.
No es penosa la elección que proponéis,
destacar, dentre tantos, el más brillante.
Adeo se llama, y me envidiaréis
el ser afecto a tan gran amante.
Sabed que en todo a todos rebasa,
que uno tras otro prenden en su brasa,
que de todos los encantos va sobrado,
que nadie, en fin, resiste su llamado.
Pasan los años y su juventud no mengua,
permanece su poder y da igual la lengua
que lo alabe, porque será cierta.
Siempre tiene Adeo fresca su huerta.
No podrán los leyentes
decir
que Noseo habló obscuramente
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ANEXO A LOS COMMENTS: de A.L.A. a A.C.