LA PALABRA. María del Águila Barrios

 
 
 

Exlibris de Miguel Romero Martínez

 (Filólogo sevillano, 1888-1957)

 
 
 

Pienso, cuando releo algunos de estos textos que os escribo en mi pequeño recuadro mensual, que las palabras con las que los escribí pareciera que hubieran volado, no sé adónde. Están impresas en el papel de La Voz, con apariencia de fijeza, con su tinta ya seca y adherida a la superficie de la página… Precisamente por ello, pienso que en ellas confluyen nido y vuelo, aunque cuando vuelvo a mis palabras, las visito, no las encuentro, están volando, con sus alas y todo, haciendo piruetas en el aire o planeando, siguiendo los vientos hacia el horizonte. Sabido es que las palabras una vez escritas y, sobre todo, después de publicadas ya no pertenecen a la escritora que las eligió para expresar conceptos, pensamientos, historias, o reflexiones…, sino al lector. A ti mismo que lees estas palabras sobre la palabra.

   Buscándolas en la lengua para conocer, me encuentro con la sabiduría que se incorpora al escribir por el que doy a conocer la sabiduría misma que me llega alojada en las palabras que descubro o reconozco. Sirven para guiar nuestros pasos por este mundo. Puedo llegar con ellas a París o a Roma. Si las tengo no hay lugar que no pueda acabar pisando. No sin sacrificio. Buscar y caminar, escalar o sumergirse, obliga a esforzarse, y con método. Las palabras nos lo enseñan todo. Nos sirven para engalanar el conocimiento y nos alejan de la lengua embustera, llena de falsas palabras, de maledicencia y de malvados que las llevan en sus bocas. Las de verdad se dejan dominar, son dúctiles, suaves, y llegan certeras al núcleo de la acción. Las palabras son el movimiento y están hechas de la materia de los astros. También son el tiempo, y están hechas con la materia de los milenios, como las montañas o las catedrales.

   «En el principio» es el segundo poema de Pido la paz y la palabra de Blas de Otero (1916-1979), y lo traigo entero a colación:

                        Si he perdido la vida, el tiempo, todo

                        lo que tiré, como un anillo, al agua,

                        si he perdido la voz en la maleza,

                        me queda la palabra.

 

                        Si he sufrido la sed, el hambre, todo

                        lo que era mío y resultó ser nada,

                        si he segado las sombras en silencio,

                        me queda la palabra.

 

                        Si abrí los labios para ver el rostro

                        puro y terrible de mi patria,

                        si abrí los labios hasta desgarrármelos,

                        me queda la palabra.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2021]

 
 
 
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