CONCEJALÍA DE MEDIO AMBIENTE: EL TERROR DE LOS ÁRBOLES. María del Águila Barrios

 
 
 

Pinos de Oromana

[Foto: LGV Alcalá, invierno de 2021]

 
 
 

¿Qué ocurriría si a un concejal le cortaran la cabeza? Al de medio ambiente habría que cortarlo por la mitad, por aquello de medio… Decapitado el edil, desmochado o tronchado, tal vez la suerte de nuestros árboles singulares no sería la que cada primavera toca a sus copas, antaño frondosas y generosas, de sombra fresca con la que conjurábamos el calor espeso de la canícula. Convierten no sólo los ejemplares de árboles singulares, sino todos los árboles, en estacas, en verticales pilares viejos y más aquellos árboles grandes del Albatán, del Parque o de la Plaza de España…

   Poca cabeza tendrá, o más bien ninguna, el que manda en los podadores municipales, sea concejal decapitado o no, su cabeza es una pura ilusión óptica, un holograma de cabeza de concejal de medio ambiente.

   Y hablando de cabeza, ¿cómo nadie ha pedido ya la del edil? De ese de medio ambiente, o de parques y jardines, o de patrimonio natural, o como quiera denominársele desde una alcaldía descabezada que manda en el descabezado que manda en los podadores, que descabezan los árboles todos, los desmochan a troche y moche. ¡Menos mal que no se han atrevido todavía con los pinos de Oromana!

   Podar no es eliminar sino fortalecer, quitar aquello que le sobra a un árbol, pero no toda su copa. Antes de podar se deben tener en cuenta las características de la especie y la etapa de desarrollo en que se encuentra el árbol y no podar al tuntún y a todos por igual. No es lo mismo actuar sobre árboles nuevos que sobre los antiguos. Éstos son los heredados. Han hecho falta muchas generaciones de humanos para que los viejos árboles hayan llegado a nosotros copudos, oferentes de ramas vigorosas, colmados de infinitas hojas que nos alivian la vida en nuestro pueblo cuando pasamos por sus calles o estamos en sus plazas, cuando los contemplamos durante un alto en el camino, y nos da por disfrutar de sus colores. Pero los de medio ambiente en Alcalá de Guadaíra deben ser unos extraterrestres, o unos robots, que no sudan cuando aplasta el calor, que no necesitan la sombra de los árboles, ni el aroma, ni sus flores en primavera, ni el canto de los pájaros que han anidado en las copas, ¡estos de medio ambiente no tienen ni el ambiente de por medio!

   ¡Árboles y alcalareños compartimos raíces! Por ello, no quiero despedirme sin invocar algunos versos del «Himno X» de Himno a los árboles de Vicente Núñez.

 
 
 

Moveos, ¡aéreos!

Y que se note bien que somos llamas

futuras. ¿Pero qué más danza

que la de nuestra inmóvil invasión,

alzada contra la iniquidad de los mortales?

(…)

   Los taladores dejaron en nosotros

estigmas de ultraje y llagas,

y como higueras silvestres

arrasamos los campos de miel y alegría.

(…)

   Ya han transcurrido los siglos

y han fenecido los hombres.

Somos el pedestal del mundo.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2021]

 
 
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