LA CARTA DE DON ANTONIO. Por María del Águila Barrios

 

fotoalbertomallado25122013La Alcalá de Guadaíra de Don Antonio el día de Navidad

(Foto: Alberto Mallado 2013)

 

Un tipo de carta escrita por un tipo como éste es una evidencia más de que, o es necio o cree que lo somos, que es una de las formas del ser necio. Tal vez haya conseguido con ésta y otras propagandas que muchos lo sean, o acaben creyendo que lo son. La desvergüenza, en todo caso, que rezuma el texto de la misiva que don Antonio remite a sus vecinos es un ejemplo más de su identidad, de su singularidad, de su orgullo y satisfacción por todos los deberes que debe asumir, aquí y en Madrid, o, incluso, en Bruselas. Hombre de mundo se dirige al mundo cuando habla donde sea y aunque sea, como siempre, sin decir nada que se le entienda ni semántica ni fonéticamente. O cuando escribe, con auténtica incontinencia epistolar, con metralla cursi y mentirosa. Es el tipo característico para escribir una carta fechada el pasado 22 de octubre de 2013 que podría servir también como el manifiesto de la nueva corrala de la utopía del limonato, regalando abogados y procuradores, pues le basta silbar para que le revoloteen algunos de sus insectos, que van a trabajar gratis para los deshauciables. Vamos, que ni Robin Hood contra los bancos que están cobrando de forma ilegal el dinero del pueblo por las cláusulas suelo de los créditos hipotecarios ¿o es que tiene miedo Limones de que no le quede a sus vecinos ni un euro para pagarle su maldito impuesto de bienes inmuebles, sus malditas tasas de basura industrial, su maldito impuesto de circulación, sus malditos arbitrios arbitrarios para mantener un régimen de estultos o de necios que cobran como plenipotenciarios?

         No es la primera vez, pero hacía tiempo que no se atrevía a perpetrar una carta tan directa, a cada vecino, a sus domicilios particulares, adonde nos fusila con ARCA o con OPAEF (que suena también a lavativa). Dicen que tiene la cara más dura que los adoquines que ha arrancado de las calles alcalareñas, y más sucia que las baldosas de aglomerado de granito con las que ha condenado nuestras pisadas, y que es más mentiroso que sus cartas. Ésta es una de ellas: la carta de un tipo como don Antonio, alias el laico, a quien la Junta Saliente de una conocida hermandad lo condecora por haber apoyado la abolición de la enseñanza del catolicismo en las escuelas. Es un tipo de bandera, capaz de convertir en dragón de diez millones de euros un puente de tres.

         Un tipo que, con la complicidad pagada de sus retribuidos y premiados con dinero público, ha convertido Alcalá en un lugar donde lo habitual es que a uno lo atropellen en un paso de cebra, otra se caiga al pisar aceras desmentidas y desniveladas, o le conviertan su barrio residencial en una autopista sin peaje, o todos los lugares posibles queden cubiertos por una maraña insufrible de coches aparcados. Un tipo que nos está sacando la sangre, asfixiándonos literalmente entre los humos de un tráfico impropio por caótico y dañino.

          A un tipo así hay que mandarle una carta, pero de despido procedente.

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