Rumanía
(Foto: LGV 2004)
A los funcionarios de Correos
O correo público organizado, cuyo origen se halla en la Persia del rey Darío, en el siglo V, tiene, en Roma, una larga historia, que va desde una prestación de la forma más elemental, hasta su desarrollo continuo en época de Augusto y su perfeccionamiento en la de Constantino. Es por vez primera regulado en su conjunto, dentro de un corpus legislativo, en el segundo código romano, el Teodosiano (438 d. C.), cuyo libro VIII, título V, De la posta pública, de las angarias y de las parangarias, consta de 66 leyes.
En la jerarquía de autoridades administrativas que dirigen este servicio, ostenta la primacía el prefecto del Pretorio en las prefecturas, seguido del vicario en las diócesis y, en las provincias, del gobernador o presidente, de quien depende el prefecto del correo o praefectus vetriculorum. A éste están subordinados, para la prestación del servicio, otros magistrados inferiores y subalternos: el mancipe, jefe del distrito postal (cargo que a veces era un castigo), que ejercía su función directiva sobre los stationarii, encargados de cambiar los tiros en la casa de postas (statio, estación) o en la mansio (mesón, posada), los stratores (servidores de los establos), los muliones (conductores, muleros), los mulomedici o veterinarios, los carpentarii (carpinteros reparadores de los carpenta, carros). Los animales, protegidos por ley de los abusos de sus conductores (v. gr., prohibición del uso del bastón) eran bueyes, mulos, asnos y, naturalmente, caballos, que recibían nombres diversos según su función: veredos (reglamentarios de la posta), parhipos, paraveredos (excepcionales), avertarios, agminales, (bagajeros); tiraban de vehículos de tipos diversos denominados según sus funciones: angarias (reglamentarios de la posta), parangarias (los suplementarios o excepcionales), birotae (birruedas), redas (de cuatro ruedas), carretas, etc. Y, naturalmente, el emperador, por sí o por delegado, era quien daba licencia (evectio) al particular para el uso de la posta.
El particular, en cambio, había de recurrir a medios propios para su correspondencia; los tabellarii atendían al servicio epistolar, los cursores si era urgente; y también los mercaderes o amigos cuando marchaban a otros lugares lejanos podían portar las cartas, plegadas y selladas, a su destino.